miércoles, 1 de junio de 2011

DESLINDES Y UTOPÍAS



ÍNDICE

·         Pillos y tontos
·         Más allá de la imaginación
·         Cuestión familiar
·         Periodos de silencio
·         Sobre la gratitud y la ingratitud
·         Honorable pluma de ganso
·         Parnaso y brindis
·         Aclaración
·         Pensamientos paralelos: racionalistas y empresarios
·         Jóvenes y viejos
·         Fe de erratas
·         Tercermundismo
·         Conocimiento, vejez e ignorancia
·         Injusticia ecológica
·         Cómodas posturas
·         Injusticia ecológica
·         Riquezas y riquezas
·         Justicia y derecho
·         Mal negocio
·         La lectura  como doctrina
·         Evasión
·         Dinero y poder
·          Huellas
·         Soberbia de circuncisos
·         El sueño americano
·         Poesía y algo más
·         Soledad del hombre solo



PILLOS Y TONTOS
Los curas practican el arte de la ventriloquia y el tonto cultiva, admirablemente, la estupidez; el primero hace creer que hay una voz imperativa que desciende de los cielos; el segundo, se lo cree. Son como hermanos siameses donde el uno necesita del otro para sobrevivir.


MÁS ALLÁ DE LA IMAGINACIÓN
Hay idiotas que creen en un paraíso terrenal para justificar su pereza de pensamiento y su improductivo paso por la vida. Cuan grande debe ser ese lugar para que quepa el gran rebaño.


CUESTIÓN FAMILIAR
El gorila se rodea de monos para sobresalir; el hombre de juicio, de soledad y de buenos libros.


PERIODOS DE SILENCIO
Hay tiempos en que no escribo nada. En esos momentos lograr hilvanar unas líneas para formar un párrafo sería un milagro; como no soy santo  ni santero nunca lo he logrado. El silencio es esclavo de la prudencia en muchos casos.

A veces el “silencio” al escribir se da porque los espíritus de la inspiración y la imaginación están despertando e incubando la idea que será el soporte sobre el que descansara la obra de arte.

Pero cuando este “silencio” es producto de fuertes depresiones o trastornos psíquicos, la cosa va en serio. “El severo dios del silencio, es uno de los hermanos de la muerte” decía Musset, en “La noche de octubre”.

Me viene en mente las confesiones de Arguedas sobre este hecho, mencionadas en sus diarios insertos en “El zorro de arriba y el zorro de abajo”. En Santiago de chile, el 10 de mayo de 1968, Arguedas escribe en su primer diario… “En mayo de 1994 hizo crisis una dolencia psíquica contraída en la infancia y estuve casi cinco años neutralizado para escribir. (…) Porque, nuevamente, me siento incapaz de luchar bien, de trabajar bien”. Luego, el 11 de mayo, anota en el diario… “¡Que débil es la palabra cuando el ánimo anda mal! Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de todos nuestros sentidos, la palabra también se encarga de esas materias. ¡Y  como vibra!”. Arguedas es puntual en su diagnostico, una dolencia psíquica es la causante de esa esterilidad de ánimo para escribir. En mi caso, es producto, y tengo esa certeza, de mis depresiones. ¿Las causas de estas? Mis frecuentes fracasos sentimentales y, últimamente, la perdida de mi madre, son la principal fuente de la que se alimentan mis altibajos. Me he vuelto un anacoreta, vivo recluido en mi casa que no es más que una biblioteca. Atesoro mi soledad, ese estar conmigo mismo, sin ruido, sin voces que perturben mi tranquilidad, mi equilibrio emocional. La turba en las calles me aterra. Ese hormiguero humano en que se ha convertido el mundo me espanta. Gente que entra y sale de las grandes tiendas comerciales comprando con lo que tienen y con lo que no tienen, empeñando su alma como faustos criollos; esa masa humana que se lanza a las calles por las mañanas, muchos de ellos con sus cuerpos malolientes, pero con lo último en tecnología pegado a la piel; hijos del entretenimiento, muchos de ellos se han quedado con la mentalidad del troglodita, con la visión de la vida del cavernario, incapaces de hacer surgir una buena idea de sus cráneos estériles, haciendo de su existencia la proyección de una larva de mosca.

Eso también deprime, sobre todo para alguien que está inmerso en la cultura.



SOBRE LA GRATITUD Y LA INGRATITUD

La gratitud nos hace felices porque son raras las ocasiones en que se nos presenta la oportunidad de hacerla visible. Gratitud, divino sentimiento que hace feliz a quien la ofrece, y ennoblece el alma de quien la recibe.

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Friedrich Schiller compone en 1797- año que él y Goethe definieron como Año de las baladas su balada “El guante”. La fuente de esta composición es una antigua leyenda medieval que es también el argumento de un romance español “Ese conde don Manuel”, del cual sacó Lope de Vega “El guante de doña Blanca”. La balada, compuesta de ocho estrofas, nos presenta a toda la corte del rey Francisco I de Francia quienes has sido invitados por este a espectar un torneo inusual para la época: una lucha entre fieras.
Mientras el rey, las damas y los cortesanos aguardan con sobresalto, un león, un tigre y dos leopardos son introducidos en una jaula. A un rugido del león las fieras, ávidas de sangre y muerte, se acurrucan en la arena, vigilantes. Su respiración jadeante y feroz llega hasta la tribuna de cuyo borde una mano gentil deja caer adrede un guante en medio de las fieras, invitando al caballero Delorges recogerlo como prueba del amor que siempre le ha demostrado. La desafiante dama es Fräulein Kunigund. “Caballero, si vuestro amor es tan ardiente como me juraís a toda hora, cogedme ese guante” Delorges no vacila y baja a la jaula, con mano audaz toma el guante y, cuando vuelve al lado de Fräulein Kunigund quien espera su prenda con una triunfadora sonrisa, se lo lanza al rostro con gesto despreciativo y le dice: “Las gracias, señora, para nada las quiero”. Delorges se marcha con el propósito de no volverla a ver nunca jamás, indignado por el hecho de que ella haya jugado con su vida. La conclusión es de por sí evidente. No se logra una buena reputación ni se prueba nuestras buenas intenciones o se mide nuestros sentimientos hacia alguien poniendo en riesgo nuestra vida. No es de dudar que Delorges viera en esa petición de Fräulein Kunigund la prueba más palmaria de una simulada sinceridad en cuanto a los sentimientos que la mueven hacia él, nada más que una fina simulación para satisfacer su vanidad.

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Si nos detuviéramos a recorrer nuestra vida enumerando todo lo que debemos a otros, y con lo cual nuestra vida se fue volviendo más enriquecedora, más feliz, y más sabia, nos faltarían números para etiquetarlos.

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Admiremos la estatua erigida a la memoria de un gran hombre, pues, esa es la actitud correcta de un ser agradecido, pero no olvidemos al pedestal, que inmutable y sereno, la sostiene en silencio.

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Cuidémonos de los hombres que se deshacen en agradecimientos porque transforman la gratitud en zalamería y, detrás de ésta, sólo se oculta el deseo de obtener más beneficios.

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Se podrá decir que la satisfacción de encontrar un solo agradecido compensa las amarguras de muchas ingratitudes, pero ¿y los dolores irreparables que esas ingratitudes generaron acaso no perduran en el corazón lastimado y permanecen en nuestra memoria como las púas urticantes  de un cactus? En Mateo 5-38-42, encuentro:… “Ustedes han oídos que se dijo: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo les digo: no resista al que te diga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjalo que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado”. Estas no parecen las palabras de un hombre sensato, sino las de un alienado que fue perdiendo el juicio a medida que envejecía. Un hombre que piensa así no merece morir clavado en una cruz sino en la hoguera.




HONORABLE PLUMA DE GANSO

En 1665, Carlos II de Inglaterra, prohibió la entrada en Oxford de los periódicos londinenses por temor al contagio de una epidemia. Algo así se debería aplicar con los seudoperiodistas que de ser una minoría se han ido convirtiendo en una mayoría que abruma, que atosiga. Estos señores o señoritas, mal formados, mal educados, que pasaron por la universidad sin que la universidad pasara por ellos; esos que sólo leyeron lo necesario (y de mala calidad) para aprobar con una nota mediocre.

Los hay de dos grupos: los alumnos pioneros, que sólo leyeron las notas de su “Pioner”, y los separatistas, que dan examen de una separata de 15 ó 20 páginas a lo más. A estos periodistas los encontramos en las radios haciendo de payasos o ungiendo de eruditos cuando tratan de hacernos reír con algún chiste o imitación estúpido; o cuando opinan de historia, literatura, filosofía o de política sobre todo. En la televisión aparecen mostrando con todo desparpajo la inmundicia morbosa que puedan encontrar para la ocasión (asesinatos, violaciones, asaltos, atropellos, buses desbarrancados, adulterios, etc.) todo aquello que escandalice y que despierte al Edward Hyde Stevensoniano que todos llevamos dentro.

Las opiniones que dan, acompañadas de imágenes esperpénticas, son esquematizadas y parecen extraídas de un manual para esquizoides. Algunos de estos anfitriones de la hora del temor no saber expresar correctamente lo que pretenden decir (o lo que leen) y caen en una helicoide que los lleva a algún agujero negro del universo, dejándonos más bizcos que los que nos dejó el noticiero del día anterior. A pesar de su maledicencia, estos sujetos pertenecen a una especie ofídica menos letal que las que se prostituyen cínica e hipócritamente al mejor postor. Esos sí que van a ir directamente al infierno de Dante, al noveno foso, allí donde se encuentran los sembradores de discordias, cismas y herejías. Estos putos, porque no cabe otro hombre que les acomode mejor, buscan su clientela entre politicastros, preferentemente en aquellos (la mayoría) que arrastran procesos por corruptela, coima, prevaricato, asociación ilícita para delinquir, violación, faenones y aceitadas etc. Todas estas joyitas (muchos de ellos congresistas), gastan parte del dinero mal habido limpiado ante una cámara de televisión o entrevista (previo pago) una honra que nunca tuvieron, un nombre que pulula pus, que, según ellos, ha sido mancillada por una acusación injusta o por una persecución política ya sabemos cómo termina el culebrón: nadie es culpable, todos son inocentes. Y colorín colorado, este país sigue cagado.




PARNASO Y BRINDIS

Siempre me ha costado mucho entenderme con un idiota; no encuentro las palabras adecuadas para hacerle entender las cosas. Parece que llevaran en la punta del hocico el famoso dictum que se atribuye a Unamuno - "¿De qué se trata para oponerme?" - . Evitarlos sería la mejor forma de no pasar un mal momento, pero pululan como insectos, están por todos lados: en la oficina, en la calle, en el café, en los parques, en las escuelas, en las universidades, en el autobús que tomamos rumbo al trabajo. Los hay de toda especie, filósofos, historiadores, comentaristas de fútbol, animadores de programas basura y  poetas; estos últimos pertenecen a una especie muy curiosa, tienen su centro de reunión en bares de mala muerte como los que hay en el Jirón Quilca; allí hablan de autores que no han leído, de libros que sólo conocen por el título y de una sarta de sandeces que erizan los cabellos y que sólo ellos entienden. Visten como Vallejo en sus mejores años parisinos. Aparte de la insensatez tienen otro común denominador: la botella. Quien más bebe más poeta es; quien más aguante tiene puede llegar a ser un gran novelista. Su Parnaso finaliza con las primeras luces del alba, deambulan dando tumbos hasta llegar a sus casas. Allí se acuestan y sueñan en la embriaguez de libros que nunca han de leer y obras que nunca ha de escribir.



ACLARACIÓN
Todos los males de un pueblo nacen de su ignorancia.
Alguien dirá:
-         Pero todos los pueblos tiene su cuota de ignorantes.
Y otro responderá:
-         Sí, pero hay pueblos donde los idiotas se juntan con los estúpidos para producir imbéciles.


PENSAMIENTOS PARALELOS: RACIONALISTAS Y EMPRESARIOS
Mis acciones para con mis semejantes han brotado siempre de mi corazón, pero después de haber pasado por mi mente.
Mis acciones para con mis empleados surgen siempre de  mi generoso corazón, pero pasando siempre por mi billetera.



JÓVENES Y VIEJOS
La juventud tiene más de espiritual que de tiempo transcurrido. El cuerpo de un ser humano sufre los embates del tiempo y envejece, pero en algunos casos, el espíritu permanece imperturbable, fuerte, con el vigor de otrora con que acompañaba a un cuerpo musculoso, atlético y saludable.

Hay jóvenes que aun no han salido de la adolescencia y  parecen cargar sobre sus hombros un octogenario, arrastrar en su espíritu un viejo achacoso carcomido por la tisis. Jóvenes que carecen de entusiasmo, de pasión; gente joven a quien no mueve ideal ni ilusión alguna.
En sus miradas no se enciende ninguna luz, como si las tinieblas opacaran todo viso de esperanza.



FE DE ERRATAS
No es que los sacerdotes hayan dejado de predicar, lo que pasa es que ya casi nadie los escucha.



TERCERMUNDISMO

En un ambiente de vientres y gargantas, donde el cerebro es visto como un cuajo que rellena la cabeza, es difícil llevar el estandarte que combata la incultura, la pobreza y el atraso social: los gobernantes necesitan de éstas para mantenerse, y los aspirantes de ellas para llegar al poder.




CONOCIMIENTO, VEJEZ E IGNORANCIA

El conocimiento nos acomete diariamente: a través de un libro, de la observación de una pintura, de la buena música que penetra a través del oído; y otro conocimiento que requiere de mucho tacto, el que nos viene del mundo que nos circunda. El conocimiento llega con mucha presteza. Pero… ¿y la sabiduría? Esa viene con los años, con la reflexión y el análisis que hacemos de ese conocimiento adquirido. No se puede decir, como se afirma alegremente,  que la vejez implica sabiduría. ¿ que hay de ese hombre que llego a viejo sin instruirse en ese valioso material de aprendizaje que es el libro?
Visto esto, podemos concluir que hay dos tipos de viejo: los viejos sabios que son pocos, y los viejos imbéciles que conforman una mayoría. De los primeros hacía mención Manuel Gonzales Prada en su Discurso en el Politeama “¡Que vengan árboles nuevos a dar flores nuevas i frutos nuevas! ¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!




CÓMODAS POSTURAS

Doblar las goznez, bajar la cabeza y asentir, son posiciones sumamente cómodas desde hace más de siglo y medio; la postura parece tan cómoda que seguramente permaneceremos en ella por muchos siglos más.





INJUSTICIA ECOLÓGICA
Dos árboles anónimos se juntan bajo el sol de la tarde, para darle belleza a la fotografía donde un hombre posa sonriente.




RIQUEZAS Y RIQUEZAS
Se puede poseer una riqueza espiritual alimentada por la buena lectura, la ópera, la música de cámara, la pintura, por las artes en general; también la ciencia aporta su cuota de energía. Hay también una riqueza física que se resume en el dinero, el cual nos permite satisfacer las necesidades más primarias hasta los lujos más inimaginables. Por lo general, la abundancia nos lleva a satisfacer placeres que muchas veces nos pueden desviar del camino de la virtud y la espiritualidad, sumiéndonos en un sendero de desenfreno.


JUSTICIA Y DERECHO
El día en que la justicia y el derecho se embriagaron y terminaron liándose a golpes, quedó sobre la arena de tan desdichado encuentro el germen ponzoñoso del cual nacieron los abogados.



MAL NEGOCIO
Si Judas hubiera sido un visionario y hubiese imaginado como una Iglesia angurrienta y podrida iba a traficar con el barbado de Belén, lo hubiera vendido por algo más que unas 30 monedas de plata.



LA LECTURA  COMO DOCTRINA
No se enseña literatura recitando un catálogo de obras y autores, mencionando a que edad aprendió a caminar o qué color de ojos tenía tal o cual autor. La literatura penetra en la piel a través de la lectura de las obras, a través de la armonía, ritmo o musicalidad de un verso.

Hay que quemar horas de lectura entre los párrafos, apartados o capítulos de una novela, relato o cuento. Hay que penetrar en el corazón de una fábula, un mito, una leyenda o una tradición. Luego de esto, es válido meternos hasta el vientre de la madre del autor, si es necesario, para entender a cabalidad cómo nace, como evoluciona, el periodo de gestación de tal o cual  hecho. ¿Y el contexto histórico, político o social en que nación tal o cual obra? Ahí empieza otra dura jornada, y debemos andar y desandar por los campos de la historia. Toda una gesta heroica como los viejos cantares de la Edad Media.




EVASIÓN
Los pocos hombres pensantes, ante una realidad tan absurda, anodina y nauseabunda, encuentran siempre una válvula de escape por la cual evadirse de este aire enrarecido que asfixia, corroe y envenena el alma. La mayoría, cuyo cerebro pensante cabería fácilmente en un dedal, viven plácidamente, como un cerdo que se revuelca alegremente en un charco de inmundicia. Con los cascos de unos discman en los oídos y un celular en la mano, ven pasar los días en la misma contemplación con que un sapo  mira la luna llena.


DINERO Y PODER
El dinero envilece al hombre tanto como el poder. Todo pobre que se hace rico, sufre la metamorfosis del hombre que se acuesta hormiga y despierta elefante. La inanidad de la vida de la que hablaba antes de atiborrarse de dinero, da paso a una andanada de sandeces de gran calibre. Habiendo dejado atrás la miseria, su espíritu comienza a descomponerse destapando su ánfora de Pandora, donde los males huyen de su prisión como abejas que ven amenazada su colmena.


HUELLAS
Si ese transcurrir del tiempo con el registro de sus hechos que hemos llamado historia tuviera alguna importancia para la posteridad, que podredumbre la nuestra al ver que no hemos hecho nada digno para ser recordados.

Solo sangre y miseria, desolación y destrucción, hemos dejado a nuestro paso en el transcurrir de los siglos. Para  colmo de nuestra desfachatez, nos elevamos orgullosos de nuestro paradigmático proceder, enterrando las caretas canallescas con que hemos devastado bosques, infectado ríos y contaminado el aire.



SOBERBIA DE CIRCUNCISOS
El judío es un pueblo que por siglos ha sostenido que procede de un solo hombre, y ha dejado entrever, soterrada y arbitrariamente, que es un pueblo superior a todos los existentes, el pueblo preferido de Dios por antonomasia. Piensan y lo sostienen, que ellos son los únicos en el mundo a quienes Dios ha revelado sus  misterios, y que ellos permanecen inalterables en el gobierno de su vida, en tanto que el resto de la humanidad se ha corrompido y por ello han caído en desgracia ente Dios. Pero como Dios es todo bondad, no dejará a esos pecadores eternamente en las tinieblas; para ello enviará a un libertador. ¿Cuándo será eso? Eso solo lo saben los propios judíos, ellos (según ellos) están en el mundo para anunciarlo a los hombres, que Dios los ha formado expresamente para ser los precursores y los heraldos de ese gran suceso y congregar a todos los pueblos a unirse a ellos en espera de ese libertador. Flavio Josefo en Contra Apión, sostiene que Pitágoras de Samos conoció no sólo las costumbres judías, sino que fue un ardiente admirador de ellas. Sostiene Josefo que los judíos eran conocidos en las ciudades de la antigüedad, y que en muchas de ellas, como lo afirma Teofrasto en sus libros “sobre las leyes”, se habían difundido dichas costumbres por considerarse dignas de ser imitadas. Cita entre ellas ese juramento llamado Corbán, que traducido del hebreo, significa “regalo de Dios”. Manifiesta Josefo que los griegos no sólo conocieron a los judíos, sino que incluso admiraron a cuantos tuvieron la oportunidad de encontrar. En un gesto de vanidad, Flavio Josefo indica que no se refiere a los griegos  más sencillos, sino a los admirados especialmente por  su sabiduría. Entre estos, Josefo cita a Aristóteles, cuyo discípulo Clearco, en el primer libro sobre el sueño, refiere que su maestro Aristóteles acerca de un judío contaba lo siguiente: “será demasiado largo decirlo todo, pero será bueno, sin embargo, exponer lo que en aquel hombre tenía cierto carácter maravilloso y filosófico (…)

Este hombre era de raza judía, (…) entró en  contacto conmigo y con otros estudiosos, tratando de aprender nuestra ciencia. Como él se había relacionado con muchas personas cultivadas, nos entregaba, más bien, algo de la suya” (en… Contra Apión, I/ 177 y 55). Como toda religión, muchas veces el fanatismo nos hace ver blanco lo que es negro.




EL SUEÑO AMERICANO
Estados Unidos tiene casi el 5% de la población del mundo, pero casi el 25% de los presos a nivel mundial. De cada 100000 residentes, 756 pasan por prisión, un porcentaje casi cinco veces superior al promedio mundial.

Por si esto fuera poco, el 67% de la producción de droga del mundo está destinado al “ávido” mercado estadounidense. ¡Qué hermoso país!



POESÍA Y ALGO MÁS

Su poesía es tan mala que sólo su mediocridad como persona logra superarla.



SOLEDAD DEL HOMBRE SOLO

Hay pobres diablos que no sólo carecen de amigos, sino hasta de enemigos. Poseen tan baja autoestima que se sienten incapaces hasta de suicidarse.





CURAS E INTELECTUALES
El intelectual cumple un papel fundamental en el desarrollo cultural de un país, pero cuando estos, llevados por la vanidad se prestan para otros fines (véase a nuestro laureado Nobel luciendo la camiseta de un club de futbol o dando un play de honor en un partido de la Liga Española) terminan despojándose del poder que disfrutaban. Como intelectuales se han alejado de la prudencia iconográfica cultivada por Camus, de la circunspección que engrandeció  la figura de Emile Cioran y del ascetismo que cubrió de leyenda la imagen adusta de D.J. Salinger. En este proyecto de país llamado Perú, hasta la religión, ese opio embrutecedor de mentes raquíticas, se halla de capa caída. Liderados por un bellaco cardenal, la grey católica se ha desbandado en diferentes direcciones; unos han tomado el camino de los protestantes, otros el de las diferentes tiendas  evangélicas que se ofertan día a día en busca de incautos a quien expoliar sus pocos bienes. Juan Luis Cipriani, ese granuja investido de honores y títulos por los que nunca hizo merito alguno, ese animal bárbaro encumbrado por el mafioso Juan Pablo II, negocia a nombre de la Iglesia con todo hampón que se le cruza en el camino ofreciéndole alguna prebenda sustanciosa. Decir que los “antimineros” de Espinar y Cajamarca son quienes deben de pedir perdón por las muertes ocurridas durante la represión ejercida por la policía y el ejército contra los pobladores que defienden sus tierras, es algo que escapa a toda lógica.

Con estas declaraciones, vistas por haz y envés, Cipriani muestra sus dotes diplomáticas: da gato por liebre, mentira por verdad y soslaya con gran desparpajo lo serio por la broma.

En el noveno círculo del Infierno  hubiera colocado Dante a este traídos de esperanzas, a este expoliador de caridades, a este descuartizador de cualquier tipo de fe. Ya es tiempo de que el buen juicio se desembarace de este santurrón que, más que Cardenal, parece, por sus negras acciones, una zafiedad salida de la bolsa de valores.




ESE DON TERRIBLE Y FEMENINO

El hombre miente, intriga y traiciona; la mujer sueña y se ilusiona. Encuentra en sus hijos consuelo a sus desilusiones y sus penas. Posee el don de perdonar por ese sexto sentido que le permite evadir los infortunios, las desesperanzas y las angustias. Los hombres nacemos de ellas y terminamos nuestros días en sus brazos. Aun si fuéramos dioses correríamos la misma suerte. Ellas tienen las alas y el don de la ubicuidad para volar hasta lo más recóndito del Olimpo a recoger nuestros huesos.





MI VASO NO ES MUY GRANDE, PERO YO BEBO EN MI VASO


Hurto por un momento estas palabras de Alfred de Musset para iniciar esta reflexión. Cabe decir que este bello alejandrino (Mon Verre N´estpas grand, mais je bois dans mon verre) tiene algunos precedentes, entre otros el lema del grabador flamenco Rafael Sadeler, que habiendo adoptado por marca una tortuga, escribió debajo: “Sub parvo, sed meo” (“Mi techo es pequeño pero es mío”). Llegado a este punto, no sé si mi deuda es con Musset, con Sadeler o con la tortuga, pero eso no tiene importancia y voy al asunto.

Partiendo del hecho de que el contexto del espíritu y lo hermoso es un todo, resulta casi imposible de que el poeta exprese unas ideas realmente nuevas. El poeta tomas las joyas de un tesoro que lleva milenios reposando en algún lugar del universo, a veces lo hace sin saberlo, otras a sabiendas. La historia de la literatura abunda en ejemplos. Shakespeare encuentra dos fuentes valiosas para construir su “Hámlet”: las “Historias trágicas” de F. de Bel – Leforest, publicadas en París en 1582, quien a su vez se apoyó en otra fuente más antigua que pudiera ser también fuente directa del “Hámlet” Shakesperiano, la “Historia Dánica” escrita en el siglo XVI por Saxo Gramaticus, o Sajón el Letrado, en cuya tercera parte figura la historia de Amleth. La primera edición impresa de esta obra medieval se publicó en 1514, volvió a imprimirse en 1534 y en 1576. Shakespeare tenía, pues, a su disposición, tanto el original latino como la traducción y adaptación francesa De Bel Le forest. “La Flor”, aquel poema alegórico narrativo de Dante Alighieri, obra juvenil que su autor hubiera querido que se olvidase, está basado en el Roman de la Rose pero muy diferente, por su espíritu burlesco, de la oba de Guillaume de Lorris y Jean de Meun. Las dos obras tratan del mismo tema: la conquista de una rosa por un joven que se ha enamorado de ella. Otro caso significativo es el “Fausto” de Goethe, quien basa su obra en muchos elementos desperdigados sobre la leyenda de un tal Fausto, que con más o menos derecho se hacía llamar el doctor Fausto, cual si hubiera revalidado su ciencia en las universidades. Mejor dicho, no son uno, sino dos, los personajes que a finales del siglo XV y primeros años del siglo XVI aparecen en la leyenda germánica signados con ese nombre, que ya de por sí tiene algo de mágico, pues significa en latín, de donde deriva “afortunado”, y muy bien pudiera ser simplemente un seudónimo, un nombre de guerra sugestivo. Pero aun cuando estos tres autores construyen estas tres grandes creaciones en base a material ya existente, nos encontramos ante tres obras de gran genialidad. En la literatura está permitido el robo siempre y cuando vaya precedido del asesinato, escribió Juan Valera Cervantes.

El poeta debe tomar conciencia de que, a diferencia de aquellos escritores que hacen del lenguaje un instrumento de adoctrinamiento y difusión de sus ideas mercantilistas con el beneplácito de los amos a quienes representan, para él la palabra es materia sagrada, como lo son para el pintor los colores, como para el escultor el mármol, como para el músico los sonidos.

Adjunta al “Parnaso” hay una acotación de Cervantes acerca de este tema de lo más interesante: “Ílem, se advierte que no ha de ser tenido por ladrón el poeta que hurtaré algún verso ajeno, y lo encajare entre los suyos, como no sea todo el concepto y toda la copla entera, que en tal caso tan ladrón es como Caco”. Como se ve, la forma es nueva, pero no el asunto; pero sí, que la forma sea buena es un requisito imprescindible.

Quiero terminar este punto con uno de mis dioses literarios, quien, contestando a los que insinuaban que sus obras eran reflejos de lecturas, ya extranjeras, ya nacionales: “No me digáis que estas o aquellas ideas no son mías, porque os contestaré que no es el más padre de una idea quien no hizo sino engendrarla, para abandonarla a continuación, sino que lo es quien la prohijó, la lavó, la vistió, hizo por ella y la puso en su sitio”.




LAS MALAS INTENCIONES



Las palabras pueden causar más daño que un estilete o una espada. Una bala puede acabar con la vida de quien la recibe; la palabra injuriosa penetra en el corazón, se posa en el espíritu y comienza a corroerlo poco a poco; con la facilidad con que el veneno de una cobra se mueve por la sangre de su víctima, así, la injuria envuelve al espíritu sofocándolo, invalidándolo hasta someterlo a una inercia de la cual ya no se podrá liberar.



La hoz puede segar la hierba, pero ésta volverá a crecer, verde y rebosante; la gangrena puede atacar una extremidad, pero el diestro cirujano extirpa el miembro infectado y el cuerpo seguirá viviendo. Una flecha penetra en la carne dañando los tejidos, pero con sumo cuidado puede extraérsela y con el tiempo la herida cicatriza y las fibras se renuevan. Hay muchos males que tienen su contraparte en la panacea o el mejunje. Para los incendios está el agua; para la ponzoña el antídoto; para el amor apasionado el ser que se ama; la pena y la aflicción terminan doblegándose al estoicismos y la resigna: ahí están Cicerón, Gracián y Rousseau para darnos lecciones de paciencia.



Pero nada puede apaciguar la flama del encono y el rencor de la palabra injuriosa cuando arde. Quebrados los huevos no queda más que la tortilla. La discordia, entre injuriante e injuriado se ha sembrado para siempre.





PERIODISMO DEPORTIVO DE ALTO NIVEL

En el Perú no sólo el fútbol es mediocre, también lo es el periodismo deportivo que le sirve de comparsa. Un partido de fútbol profesional que más parece una pichanguita de barrio es elevado al nivel de un Barcelona – Real Madrid. Para ello basta un par de jugaditas de pared, un pasecito de callejón o un gol de champa; nuestros comentaristas de inmediato dirán que es el mejor partido del campeonato, que el autor del gol está al nivel de un Cristiano Ronaldo, que la pared entre fulano y mengano se parece a las que hacían Pele y Coutinho en el Santos de la década del sesenta. Lo curioso es que quien hace está comparación nació diez años después que Pele y Coutinho colgaron los chimpunes. Vaya periodistas. Recuerdo que cuando tenis diez años escuchaba en un pequeño radio a transistores las transmisiones de los partidos de fútbol que hacía Oscar Artacho en Pregón Deportivo.


Que dicción la del argentino radicado en el Perú cuando descubría las jugadas de Perico León, las diabluras de Pitín Zegarra, las sacadas de cuchara de Nicolás Fuentes o los precisos tiros libres de un Ángel Uribe. Luego verían los comentarios del entretiempo. Ahí estaban, uno por uno, las opiniones precisas y alturadas de Raúl Goyburu, la de un Lucho Vélez, Alberto Romero Zegarra, Miguelito de los Reyes o la de aquel hombre delgado, espigado y refinado a quien tuve oportunidad de conocer y escuchar en reuniones en casa de Carloz Gómez Sánchez, el Tábano, allá, en la calle Ecuador en Chorrillos, me refiero a don Rodolfo Espinar Ilich. Las opiniones de estos señores dejaban entrever a hombres cuajados en el fútbol, con una preparación para el oficio forjado seguramente desde la escuela secundaria. Sabían dialogar, basados en aquella premisa vital que todo diálogo exige: primero hablas tú y después hablo yo. Respetos guardan respetos, así de simple. Si discrepo de tu opinión te lo manifiesto con mesura y circunspección, así lo exige el respeto que respeto que le debemos a nuestros oyentes, a aquello que hacen posible que un programa se mantenga en el aire.



¿A qué vienen estas reflexiones?



El Fútbol de ahora, para ser sincero, me importa un bledo, más aún, ni siquiera lo veo ni lo escucho. Salvo, quizá, cuando juega la selección de Brasil. La magia y el profesionalismo de los brasileños me contagian. No puedo olvidar el baile a la “U” que le metió el Santos en el Estadio Nacional en 1962. Ahí estaba Dorval, Gilmar, Pepe e innegablemente, esas maravillas de ébano y marfil: los compadres, Pele y Coutinho. A pesar de 2 a 1 con que perdió la “U” en esa copa libertadores, la gente aplaudió a rabiar esa exhibición de fútbol carioca de alto nivel. Eran otros tiempos, la gente iba a ver fútbol, sea el equipo local o el rival el que pusiera la calidad, se aplaudía, por eso se pagaba una entrada, para ver espectáculo, porque el fútbol era eso. Ahora no, ahora hay que sacarle la madre al rival para bajarlo, hay que hacer del encuentro Perú – Chile un conflicto internacional, hay que vengarnos de la guerra que nos ganaron en 1879. “Hay que matar a estos chilenos” grita la chusma alborotada. ¿Habrán leído en el colegio sobre las causas y consecuencias de la guerra? Seguro que no, no tenían tiempo, la pereza mental los carcomía desde adentro.



¿Y por qué perdí interés por el fútbol?



Recuerdo la fecha, el día de la vergonzosa echada con los argentinos en el mundial del 78 en ese país. ¿Podían ganarnos los gauchos 6 a 0 con ese equipo que teníamos, con ese grupo de jugadores con que habíamos vencido a los escoceses en Córdoba? Claro que no, pero en un partido normal. Quienes vimos ese partido sabemos que nos vendimos para que Argentina pasara a la final y Brasil quedará eliminado. Ahí se me acabó la admiración por Cubillas, por Velásquez, por Oblitas, y todos esos ídolos falsos que me habían engañado. Ahí me di cuenta que también los hombres podían ser putos y que los Burga, los Alfredo González y los Souza Ferreyra de todas las épocas habían existido siempre. Ahí comprendí mejor las palabras de Borges en toda su magnitud: “El fútbol es popular por que la estupidez es popular”.



La última vez que estuve en un estadio pude apreciar también que las famosas barras bravas no son más que bandas de delincuentes que, aparte de drogarse y tomarse algún cortito antes de ingresar al estadio, van preparados para después del partido, dedicarse al robo y al saqueo. Qué lejos están los clásicos Alianza – Universitario donde los hinchas de ambos equipos convivían armoniosamente en las tribunas Sur y Norte. Gol de Alianza, gritaban eufóricos los hinchas blanquiazules en las dos tribunas; gol de la U, y saltaba la otra mitad. El aficionado respetaba al aficionado.



El hincha respetaba al hincha contrario; terminaba el partido, un apretón de manos entre rivales y cada uno a su casa. Ahora no, ahora hay que separar a las bestias del troglodita porque si no las graderías quedarían como en las arenas de los emperadores romanos, llenas de sangre.



Leía un libro sobre Felipillo, ese mal hombre, “liviano, inconstante, mentiroso, amigo de revueltas y sangre y mal cristiano, aunque bautizado” como diría Francisco López de Gomara, cuando se me ocurrió prender el radio, algo que muy rara vez hago. Y oh sorpresa, me encontré con la transmisión de radio Felicidad del partido Perú – Chile. No me importó el encuentro, lo que me atrapó fue el lenguaje de un tal Erick Osores que interrumpía la transmisión con sus comentarios plagados de mierdas, jódete, te jodieron, vamos carajo, están hasta el culo” y una serie de sustantivos y adjetivos del más alto nivel. Y en el entretiempo no escasearon los ajos y cebollas entre los comentaristas que no hablaban, sino gritaban, se interrumpían, todo el Pabellón 14 de Lurigancho hablando por radio. El más entusiasta era el señor Osores, a quien le contabilicé nueve carajos, dos culos, dos mierdas y seis te jodieron o te joden. Todo un ejemplo de periodismo deportivo. Y ese es el hombrecillo que sale en la televisión luciendo elegantes ternos, vistosas corbatas y celular moderno. Si así están los periodistas que ungen de cultos como estará nuestro pueblo. A mí me gustan las lisuras, pero bien puestas y en un lugar adecuado.



No en una radio donde te escucha medio Perú. Esta es la lacra que se ha posesionado de la radio, de la televisión y de los periódicos. Ahí está Phillip Butters en radio capital opinando de todo con una sapiencia digna de Karl Popper y con una elocuencia ciceroniana.



También cabe la posibilidad de pensar que esta gentuza sabe que quienes los escuchan están al nivel zoológico de ellos. “Así quería ver a los chilenos, yéndose con la cabeza baja”, dijo un Erick Osores emocionado hasta las lágrimas y lanzando un último estentóreo carajo. En otras palabras, “váyanse así, chilenos malditos”, le faltó decir.



Amo la poesía de Neruda como la de Vallejo, admiro la prosa de Donoso tanto como la de González Prada, porque mis pasiones chocan con las estrellas y se amalgaman entre nubes de belleza en un firmamento de paz y armonía. Mi espíritu se solaza entre los versos de Gabriela Mistral o en los de Esther Allison. Mi razón me hace ver que malos peruanos y malos chilenos nos llevaron a una guerra cruenta y absurda. Pero eso ya es el pasado.



Un espectáculo deportivo es eso y nada más, no un motivo de rencillas de callejón. Pero mientras sigan proliferando esos cromañones del siglo XXI, apellídense Osores o Butters, es poco o casi nada lo que se puede esperar en una sociedad.






LA PRIMERA MUJER

La primera mujer con la que dormimos es la que nos cambia los pañales, nos hace botar nuestros “chanchitos” y nos da de mamar durante un año.




PAYASOS Y FANTOCHES

La baja performance educativa en el Perú tiene mucho que ver con el desempeño ineficaz de maestros que han poblad las aulas escolares. Muchos de estos llamados educadores se han formado en las deficientes y poco serias escuelas pre – universitarias. Personas no preparadas académica – ni psicológicamente, son colocados como profesores de experiencia ante un grupo de jóvenes, la mayoría de ellos de una ignorancia supina tal, que no perciben la inferioridad pedagógica de quien se encuentra frente a la pizarra. Es en el área de matemáticas, mayormente, donde aparecen estos seudo maestros que, haciendo gala de sus malabares en el manejo de los números, logran afincarse en el terreno educativo.

No se puede negar que muchas veces logran enseñar al alumno como resolver los problemas que se le presentan, pero también hay que hacer notar que el lenguaje que emplean para enseñar está sazonado de jerga y expresiones en doble sentido para hacer más amena, más entretenida la clase.



Para muchos alumnos que creen que la escuela es un centro de esparcimiento, un club social o en algunos casos un circo, este tipo de profesores les resulta un maná caído del cielo. Los otros, profesores formales, los académicos que se preparan y renuevan día a día para brindar un mejor servicio a sus alumnos, resultan para muchos estudiantes un tipo aburrido, un tipejo serio que no entiende que la escuela – según ellos – debe ser la proyección de la casa, de la calle, es decir, la diversión como esencia de la vida diaria y la existencia.





PERSONIFICACIÓN DE LA MENTIRA

Los políticos no representan otra cosa que la mentira personificada.

Todo lo que dicen y crean no son más que falsedades con las cuales aspiran a obtener una posición en los gobiernos para echar mano a sus negocios ilícitos.

Los males ejemplos están ahí frente a nosotros. Sólo unos cuantos son conscientes de este hecho; la mayoría ya se acostumbró a ellos y permanecen indiferentes, en una suerte de complicidad; otros ni se han dado cuenta de que existen. Los que los combaten con bravura son aquellos que quieren despojarlos de esos “puestos deshonestos” para ser ellos quienes se beneficien posteriormente. Cambian los ladrones simplemente. Otros ya se cansaron de luchar contra una corrupción que no tiene fondo.

No se puede acabar con una plaga de langostas esparciendo incienso.




“¿WHO’S MOZART?

En una entrevista a Jorge Luis Borges el 1 de diciembre de 1978, el autor de “El libro de arena” y “Ficciones” declaró entre otras cosas que Estados Unidos era un gran país hecho de individuos muy mediocres. Dice Borges a una pregunta de César Hildebrandt: Otro día hablaba con unos estudiantes a los que sólo les faltaba la tesis para ser doctores en letras. Yo cometí el error de mencionar a George Bernard Shaw. “¿Quién es él?, me preguntaron; ¿Qué les parece? Es espantoso”. Luego de releer esta entrevista caigo en la cuenta de que la vida es una serie de repeticiones, de convenciones. Hace pocos días cometí la osadía de interrogar a algunos alumnos de tercero, cuarto y quinto de educación secundaria (unos 120 aproximadamente) si sabían quién era Mozart. Sus rostros, entre rígidos y sorprendidos, quedaron sumidos en un silencio absoluto. Esperanzado, dije: Wolfang Amadeus Mozart. Cero en música. Ni una respuesta, ni siquiera alguien que insinuara “un astronauta” o “un futbolista”. Cuando hablé de Beethoven hubo dos respuestas, una acertada y otra que me dejó sorprendido: “un perro”, dijo una alumna con una sonrisa angelical.

Después me enteré por otro alumno que hay una película donde el personaje es un San Bernardo llamado Beethoven.



Se puede aceptar que no se sepa que Mozart era un austriaco y no alemán como cree la gran mayoría, que no se sepa ni un ajo sobre su breve y turbulenta existencia, pero de ahí, a que ni por asomo se haya escuchado alguna vez su nombre, eso ya es preocupante. ¿Qué consumen a nivel cultural nuestros estudiantes? Frivolidades y banalidades puede ser una acertada respuesta.





RELEYENDO “EL PRINCIPITO”


Cuando niño leí en “El Principito”  unas palabras que sólo he llegado a comprender en la edad adulta: “Las personas mayores jamás comprenden nada por sí solas, y es fastidioso, para los niños, tener que darles explicaciones una y otra vez”. El libro apareció en 1943, un año antes de la misteriosa muerte de su autor, el francés Antoine de Saint – Exupéry, y es de suponer que el texto, en su integridad, fuera escrito en la adultez. El texto no corresponde a una lectura especialmente concebida para un público infantil, pero, en su esencia, encierra todo un mundo a ser interpretado acorde con la edad del lector. Las simbologías del libro están plasmadas en un estilo ágil, con un aire confidencial de pensamientos en voz alta que han permanecido indescifrables desde su aparición. La relación entre el niño y el adulto se ve obstruida muchas veces por los perjuicios que impiden el buen entendimiento entre los hombres.

La relación entre el aviador perdido en el Sahara (adulto) y el pequeño príncipe (niño) se hace por momentos tensa.

¿Qué crea esta rigidez? El afán del principito de hacer muchas preguntas y no atender a ninguna pregunta que el aviador le hace. Veamos el siguiente fragmento:

Necesité mucho tiempo para entender de donde venía el Principito, que me hacía muchas preguntas, no parecía jamás atender a las mías. Fueron palabras al azar, las que poco a poco me revelaron todo.

Así, cuando por primera vez percibió mi avión (no dibujaré un avión pues un dibujo muy complicado para mí) me preguntó: un avión pues es un dibujo muy complicado para mí) me preguntó:


-          ¿Qué es esa cosa?

-          No es una cosa. Esto vuela, es un avión. Es mi avión.

Me sentí orgulloso de hacer saber que yo volaba.

-          ¡Cómo! ¡Has caído del cielo!

-          Sí, respondí modestamente.

-          ¡Ay! qué chistoso…

Y el principito lanzó un estallido de risa que me irritó bastante. Me gusta que mis desgracias se tomen en serio.

Y agregó:

-          Entonces ¿tú también vienes del cielo? ¿De qué planeta eres tú?

Una pequeña luz me iluminaba el misterio de su presencia, e interrogué bruscamente:

-          ¿Vienes tú, entonces de otro planeta?

Pero no respondió… Inclinaba lentamente la cabeza mirando mi avión detenidamente.

-          Es cierto que encima de esto no puedes venir de muy lejos…

Y pareció sumirse en un ensueño que duró largo tiempo. Y sacando el cordero de su bolsa, se dedicó a la contemplación de su tesoro.

Imaginamos cómo puede haber estado intrigado por esa media confidencia sobre “los otros planetas”. Me esforzaba, entonces, de saber más todavía.

-        ¿De dónde vienes, mi pequeño muchachito? ¿Dónde es dónde vives? ¿Dónde quieres llevarte mi cordero?

Después de un silencio meditatorio, contestó:

-          Está muy bien que me lo hayas dado en una caja, pues en la noche le servirá de casa.

-          Claro que sí. Y si eres bueno, te daré también una cuerda y un poste para amarrarlo durante el día.

Esta proposición parecía chocarle al principito.

-          ¿Amarrarlo? ¡Pero qué idea más tonta!

-          Si no lo amarras se ira quién sabe dónde y se perderá…

Mi amigo volvió a estallar de risa.

-          ¿Pero, a dónde quieres que vaya?

-          ¡Donde sea, a cualquier parte!

El principito recalcó gravemente:

-          No me importa, ¡es tan pequeño donde yo vivo!

Y con un poco de melancolía quizá agregó:

-         ¡A cualquier parte… no puede ir muy lejos…!


¿Pero por qué apareció el principito en el planeta tierra? Por una decepción. Aprovechando una emigración de pájaros salvajes en su pequeño planeta se evade junto a ellas y llega hasta la tierra. Había llegado a esta determinación para dar fin de una vez a las tristes tremolinas, a las imprecisiones que lo distanciaban siempre de una rosa de la que estaba ilusionado y a la que, hasta entonces, había sobrepasado sus cuidados. La rosa, ensoberbecida de su belleza y creyéndose única en el mundo, creía tenerlo estrechamente sujeto a sus menores antojos. Ante una mentirilla de la flor, el principito se siente decepcionado, al punto que, es este suceso intrascendente, el que lo lleva a alejarse de ella y de su amado planeta.


Aprendí pronto a conocer mejor esa flor. En el planeta del Principito había habido siempre flores muy simples, adornadas con una sola fila de pétalos, que no ocupaban mucho lugar y que a nadie molestaban. Aparecían en la mañana entre la hierba y en la tarde desaparecían. Pero aquella había germinado un día de una semilla llegada de quién sabe dónde,  y el principito había vigilado de muy cerca, aquella ramilla que no se parecía a las otras. Podía ser una nueva especie baobab. Pero el arbusto cesó rápidamente de crecer, y comenzó a preparar una flor. El principito que observaba el crecimiento de un enorme capullo, sentía que saldría de allí una aparición milagrosa, pero la flor no acababa de prepararse a estar bella, al abrigo de su envoltura verde. Escogía con cuidado sus colores. Se vestía lentamente, ajustaba sus pétalos, uno por uno. No quería salir toda estropeada como la amapola. Quería aparecer en todo el esplendor de su belleza. ¡Sí! ¡Era muy coqueta!

Su aseo misterioso duró, pues, días y días. Hasta que una mañana, justamente al salir el sol, apareció.

Y ella que había trabajado con tanta precisión dijo bostezando:

-          ¡Ah! me acabo de despertar. Les pido perdón… Estoy toda despeinada…

El principito no pudo contener su admiración.

-          ¡Qué bella eres!

-          ¿Verdad? – respondió dulcemente la flor – Nací al mismo tiempo que el sol…

El principito adivinó que no era muy modesta, pero era tan conmovedora.

-          Creo que ya es hora de desayunar… - añadió la flor - ¿tendrían la bondad de pensar en mí…?

Y el principito, todo confuso, fue a buscar una regadera con agua fresca y enseguida la roció.

Así, lo atormentó rápidamente por su vanidad un poco sospechosa. Un día, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas, díjole al principito:

-          ¡Pueden venir los tigres con sus garras!

-          ¡No hay tigres en mi planeta!, objetó el principito, y además los tigres no comen hierbas.

-          No soy una hierba, respondió dulcemente la flor

-          Perdóneme…

-          No temo a los tigres, pero tengo miedo a las corrientes de aire. ¿No tendrías un biombo?

“Miedo a las corrientes de aire… no es una suerte para una planta, observó el principito. Esta flor es muy complicada…”

-          Por la noche me pondrás bajo un globo. Hace mucho frío en tu tierra. No está nada a gusto, allá de donde vengo…

Pero se interrumpió. Ella había venido en forma de semilla.

No podía haber conocido nada de otros mundos. Humillada por haberse dejado sorprender diciendo una mentira tan ingenua, tosió dos o tres veces, para atraer la simpatía del principito.

-          ¿Y el biombo?

-          ¡Lo iba a buscar, pero me estabas platicando!

-          La flor seguía forzando su tos. Siquiera para infligir remordimientos.
De esta manera el principito a pesar de la buena voluntad de su amor, llegó a dudar de ella. Tomó tan en serio palabras sin importancia que se sintió muy infeliz.

“No debí escucharla, me confió un día, nunca hay que escuchar a las flores. Hay que mirarlas y respirarlas. La mía embalsamaba mi planeta, pero no sabía yo regocijarme. Aquella historia de garras, que tanto me enfadó, hubiera debido enternecerme…”

El principito me siguió confiando:

“¡No supe comprender nada, entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras. Ella me perfumaba, me iluminaba.
¡Jamás debí huir de allí! Hubiera adivinado su ternura que ocultaban sus astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla”.


El único objetivo del pequeño príncipe que se le aparece al aviador es brindar el amor que brota de su corazón a cada momento, a todo quien lo necesite. Como en “Platero y yo” de Juan Ramón o “El caballero Carmelo” de Valdelomar, cada vez que leo y releo “El Principito”, termino quebrado en un mar de lágrimas, como si mi niñez renaciera en cada palabra, en cada frase, en cada párrafo. El actor estadounidense James Dean tenía al pequeño príncipe como su libro de cabecera. Quienes hemos leído la vida del actor de “Al este del paraíso”, “Rebelde sin causa” y “Gigante”, sabemos de su infancia triste, de su niñez desoladora, de su juventud huracanada y entendemos porqué encontraba refugio en este tierno libro.

Hasta el día de su trágica muerte en un accidente automovilístico en Paso Robles en 1955, Dean solía llevar en su maleta de viaje su ejemplar de “El Principito”. La muerte del pequeño príncipe a causa de la mordedura de la serpiente nos invade con esa tristeza negra y profunda con la que nos llega la muerte del Carmelo o la de Platero en la elegía andaluza de Juan Ramón.
Coloquemos estos tres momentos juntos y vibremos con la magnificencia creativa de estos tres grandes de la literatura:



-    Cuando por las noches, mires el cielo, sabrás que en una de aquellas estrellas estaré yo, riendo, entonces será para ti como si todas las estrellas riesen. ¡Tú, tendrás estrellas que saben reír!

-          Y se rió otra vez.

-          Y cuando te hayas consolado (siempre se consuela uno), estarás contento de haberme conocido. Siempre serás mi amigo y tendrás ganas de reír conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana, por placer…
Y tus amigos quedarás asombrados al verte reír mirando el cielo.

Tú les dirás: “Sí, las estrellas, me hacen reír siempre”. Ellos te creerán loco y yo te habré jugado una mala pasada…
Rió una vez más.

-   Será como si en vez de estrellas, te hubiese dado un montón de cascabelitos que saben reír…
Se rió de nuevo pero luego se puso serio.

-          Esta noche… ¿Sabes?... no vengas.

-          No te dejaré.

-          Pareceré enfermo… como si fuera a morir.
Así es. No vengas a ver eso, no vale la pena.

-          No te dejaré.
Pero estaba intranquilo.

-          Te digo por la serpiente, no tiene que morderte. Las serpientes son malas y a veces muerden por gusto.
-          No te dejaré.
Pero algo lo tranquilizó

-          Es verdad que para la segunda mordida ya o tienen veneno…
Aquella noche no lo vi ponerse en camino, se fue sin hacer ruido. Cuando lo alcancé marchaba con paso rápido y decidido y me dijo solamente:

-          ¡Ah, estas ahí!

Me tomó de la mano y se atormentó de nuevo.

-    No debiste venir. Sufrirás pues parecerá que estoy muerto y no será verdad…

Permanecí callado.

-          ¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevarme este cuerpo, que pesa demasiado.

Yo seguí callado.

-          Será como una vieja corteza abandonada. Las viejas cortezas no son tan tristes…

Continué callado.

El principito se desanimó un poco pero hizo un esfuerzo y dijo:

-          Será agradable, ¿sabes? Yo también miraré las estrellas.

Todas serán pozos con garruchas herrumbrosas. Todas las estrellas me darán de beber…

Yo continuaba callado.

-          Será tan divertido! Tendrás quinientos millones de cascabeles y yo tendré quinientos millones de fuentes…

-          Él se calló también, estaba llorando…

-          Es allí, déjame salir solo…

Se sentó porque tenía miedo y me dijo:

-          ¿Sabes?... ¡Soy responsable de mi flor…! ¡Ella es tan débil y tan inocente! Tan solo tiene 4 espinas para defenderse contra todo el mundo…

Yo me senté pues ya no podía mantenerme de pie. Él dijo:

-          Ahí está… eso es todo…

Después de un momento de duda, se levantó y dio un paso.

Yo no podía moverme.

No hubo más que un relámpago amarillo que centelleó en su  tobillo. Quedó un instante inmóvil, y sin gritar cayó lentamente como cae un árbol, sin hacer el menor ruido a causa de la arena.

(El Principito)



LA MUERTE

Encontré a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes. Fui a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara…

El pobre se removió todo bruscamente, y dejo una mano arrodillada… No podía… Entonces le tendí su mano en el suelo, lo acaricié de nuevo con ternura, y mandé venir a su  médico.

El viejo Darbón, así que lo hubo visto, sumió la enorme boca desdentada hasta la nuca y meció sobre el pecho la cabeza congestionada, igual que un péndulo.

-          Nada bueno, ¿eh?

No sé qué contestó… Que el infeliz se iba…

Nada… Que un dolor… Que no sé qué raíz mala… La tierra, entre la yerba.
A mediodía, Platero estaba muerto. La barriguilla de algodón se le había  hinchado como el mundo, y sus patas, rígidas y descoloridas, se elevaban al cielo. Parecía su pelo rizoso ese pelo de estopa apolillada de las muñecas viejas, que se cae, al pasarle la mano, en una polvorienta tristeza…

Por la cuadra en silencio, encendiéndose cada vez que pasaba por el rayo de sol de la ventanilla, revolaba una bella mariposa de tres colores…
(Platero y yo)


Dos días estuvo el gallo sometido a toda clase de cuidados. Mi hermana Jesús y yo, le dábamos maíz, se lo poníamos en el pico: pero el pobrecito no podía comerlo ni incorporarse. Una gran tristeza reinaba en la casa. Aquel segundo día, después del colegio, cuando fuimos yo y mi hermana a verlo, lo encontramos tan decaído que nos hizo llorar. Le dábamos agua con nuestras manos, le acariciábamos, le poníamos en el pico rojos granos de granada. De pronto el gallo se incorporó. Caía la tarde y por la ventana del cuarto donde estaba, entró la luz sangrienta del crepúsculo. Acercóse a la ventana, miro la luz, agitó débilmente las alas y estuvo largo rato en la contemplación del cielo. Luego abrió nerviosamente las alas de oro, enseñoreóse y cantó. Retrocedió unos pasos, inclinó el tornasolado cuello sobre el pecho, tembló, desplomóse estiró sus débiles patitas escamosas, y mirándonos, mirándonos amoroso, expiró apaciblemente.

Echamos a llorar. Fuimos en busca de mi madre, y ya no lo vimos más. Sombría fue la comida aquella noche. Mi madre no dijo una sola palabra y bajo la luz amarillenta del lamparín, todos nos mirábamos en silencio. Al día siguiente, en el alba, en la agonía de las sombras nocturnas, no se oyó su canto alegre.

Así paso por el mundo aquel héroe ignorado, aquel amigo tan querido de nuestra niñez: El Caballero Carmelo, flor y nata de paladines, y último vástago de aquellos gallos de sangre y raza, cuyo prestigio unánime fue el orgullo, por muchos años, de todo el verde y fecundo valle de Caucato.

(El Caballero Carmelo)





PODEROSO CABALLERO…

Una de las atenciones más extremas del común de la vida de los seres humanos está en el hecho de obtener dinero a como dé lugar. Se piensa que para alcanzar un logro importante en la vida, en cualquier dimensión de nuestra esfera social, la seguridad económica juega un papel cardinal en este objetivo. En un escalafón o continuum de requerimientos, la supervivencia ocupa un primer lugar.

Ninguna otra necesidad aparecerá mientras no se haya cubierto las necesidades primordiales. La cultura global actúa persistentemente sobre nosotros cansado ansiedades económicas a cada momento, más ahora que se nos ha impuesto una sociedad de consumo asfixiante que ha relegado nuestra conciencia enclaustrándola en el sótano de la “casa”. Se justifica la avidez de dinero cuando nuestro objetivo es cuidar el bienestar económico de nuestra familia. Pero cuando este objetivo se centra en el solo hecho de acumular dinero significa que ya algo anda mal. Dentro de los daños colaterales de esta actitud está en el hecho de que el afán de riquezas distorsiona el sentido de lo justo y lo injusto. Los valores humanos terminan sometidos a la riqueza.




SEXUALIDAD Y EDUCACIÓN

Saco este dato del libro de George S. Morrison, titulado Teaching in América: en Estados Unidos quedan embarazadas cada año alrededor de un millón de adolescentes (el 11% de las chicas de entre 15 y 19 años que viven en ese país).

Este es el más alto índice de muchachas en ciernes de los países desarrollados.
Hay algo que es indiscutible, la promiscuidad sexual es una realidad entre la juventud. Lo lamentable son las consecuencias: jóvenes inmaduras que de la noche a la mañana asumen la responsabilidad de criar a un niño; jóvenes que al perder la virginidad les cuesta mucho ser aceptadas para una “futura relación seria” (matrimonio) debido al machismo imperante (lo paradójico es que son los varones, generadores del “problema”, quienes exigen de la mujer un “intachable grado de pureza” (virginidad). Muchas adolescentes con experiencia sexual son muy codiciadas por los varones que quieren de la mujer solo vida sexual; pero estas mismas muchachas no son tomadas en cuenta para una relación de pareja donde prima el sentimiento. Los adolescentes de ahora, en su mayoría, solo hablan de fiestas, Facebook, sexo y de todo aquello que signifique diversión. La internet les provee muchos canales de pornografía y diverso material relacionado con sexo. Los padres no cumplen con la obligación de educar a sus hijos en la sexualidad, por el contrario, eluden su responsabilidad.

La promiscuidad sexual no sólo está relacionada con el embarazo, sino con el aborto. En Alemania, cuna de Goethe y de Lutero, de Mark y Schiller, registró entre 1996 y el 2011 un aumento del 60% en la cantidad de abortos entre adolescentes cuyas edades oscilaban entre 15 y 17 años, y del 90 % en chicas aún más jóvenes.


La educación sexual casi no se imparte en las escuelas, sean privadas o públicas, y cuando ocasionalmente se una “charla de orientación”, se soslaya lo más cardinal del tema. Algunos consideran que los jóvenes deben estar bien informados en temas sexuales antes de llegar a los 10 años. Para hablar de sexualidad con los jóvenes es necesario poner énfasis en el aspecto emocional, como el amor y las relaciones afectivas, más bien que en el proceso biológico. Esta forma de abordar el tema resultara más provechosa para los jóvenes quienes actuaran con mayor responsabilidad y no se dejaran llevar por sus instintos.






CRÍTICOS DE ARTE

Los críticos de arte apaciguan sus frustraciones criticando a los artistas. Fracasados en el uso del pincel y la pluma, muestran la misma incapacidad con los instrumentos de cuerda, viento o percusión; sus torpes manos y sus músculos flácidos sucumben también a la hora de enfrentarse con el cincel y el martillo. Se atribuyen la infalibilidad para determinar que está bien y que está mal; este matiz no y este color no encajan en este cuadro, dicen con voz requisitoria; estos versos son disonantes e inexpresivos, dicen con arrogancia; estos acordes se diluyen en esta sinfonía, afirman sacudiendo su apolillada melena de paje dionisiaco. Todo cobra indefectibilidad en sus opiniones. Cuando perseveran en su intención creativa, lo que producen raya en lo medianejo, al punto que ni siquiera el título de un poemario es digerible para el gusto del lector menos exigente.





LIBROS DE TODA UNA VIDA

Un estudiante que me ve leyendo la Biblia me pregunta si la he leído toda. Se produce un silencio, luego vacilo, mi respuesta rotunda es No. Me pregunto ¿habrá alguien que la haya leído de cabo a rabo desde el Génesis  al Apocalipsis? Creo que ni el Papa. La Biblia es un libro que no se lee como una novela de Balzac, una comedia de Shaw o un cuento de Poe. No es un libro que se lee en voz alta como se hacía la lectura hasta San Ambrosio o como se puede hacer con un libro de poesía.


He leído fragmentos de la Biblia desde que era niño, por motivos distintos: por curiosidad, por obligación en la escuela o por comparar algunos pasajes de ella con otros libros  sagrados como el Mahabharata, el Talmud, el Corán o el Gita. Si hiciera una sumatoria de todas estas secciones estaría bordeando, con seguridad, el cuarenta por ciento. Gracias a ello, creo tener una idea puntual de lo que no he leído. Lo mismo me ha pasado con ese libro maravilloso que atesoré desde mi infancia y que lleva el caprichoso título de “Las mil y una noches”. Hasta ahora conservo la edición de Edaf con sus 3,000 páginas y las soberbias ilustraciones del madrileño Carlos Masberger. Es un libro que se lee de a pocos, como el buen vino que se bebe a sorbos. Así como no se ha podido lograr con “Las mil y una noches” un texto canónico, original y fidedigno, resulta también difícil leer la Biblia de un tirón. El disfrute de “Las mil y una noches” está en percibirlo cuento por cuento, si es posible durante toda la vida.






VIGENCIA DE CERVANTES

Los escándalos de corrupción en el Perú, que se hacen evidentes también en las elecciones regionales o presidenciales donde se acusan a candidatos o cuestionan a presidentes por estar inmersos en negociados de sobornos y prevaricatos nos pintan de cuerpo entero como un país de nivel ético desconsolados y de una impunidad para sancionar a los culpables propia de la peor bajeza moral imaginable. En este país un delincuente convicto y confeso puede ser elegido presidente por segunda vez. El Congreso se llena de requisitoriados por la justicia a vista y paciencia de un pueblo de insolvencia cerebral que vota por ellos como si eligieran a un santo o a un papa. Quienes deben impartir la justicia se venden como putas de la calle, solo que estas lo hacen por necesidad, mientras nuestros padres de la patria lo hacen porque así es su forma de vida. Si trastocamos términos del primer párrafo de “La Gitanilla” de Cervantes, tendríamos un divertido corretón dedicado a todos los votantes que llevan a estos delincuentes al Congreso:


“Parece que los gitanos [congresistas] y gitanas [congresistas] solo nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen de padres ladrones, crianse con ladrones, estudian para ladrones, y finalmente, salen con ser ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos como accidentes inseparables que no se quitan sino con la muerte”.


Como Rincón y Diego Cortado, estos rufianes congresistas parecen paridos en un almojarifazgo de cacos y ganzúas donde Monipodio García lidera la banda de hurtadores en donde la Cariarta y la Escalanta, comparten curules con Maniferro, Chiquiznaque y Repolido. Este es el país donde el delito es un “deja hacer, deja pasar”. Eso de “roba pero hace obra” nos demuestra la ambigüedad moral de la que adolecemos. Aquí la moral se deja de lado para delinquir: cuando el político granuja es descubierto de inmediato se coloca la coraza de “perseguido político” a quien se busca mancharle su honorabilidad. 

Ipso facto, un grupo de abogados mercenarios ofrecen sus servicios para limpiar el honor del “afectado”. El delincuente político en el Perú, ante la ausencia de controles y sanciones, se mueve como pececito en el agua; las rejas que deberían caerle encima no existen o son invisibles para él. Liberado de la justicia, sonríe complacido de su pendejada y prepara una nueva incursión delictiva. Aquí no existe la indignación moral: hombres como Piérola, Iglesias, Prado, Leguía, Sánchez Cerro, Odría, Toledo, Fujimori y Alán García nos han privado con sus actos maledicentes de una pátina de decencia.

Un pueblo desnudo no puede ejercer una presión colectiva contra los transgresores, quienes poseen recursos económicos y leguleyos venales para evadir un sistema jurídico inconsistente y en muchos casos tan corrupto como ellos. Lo paradójico es que estos políticos abiertamente corruptos usan la ley contra quienes los denuncian y en muchos casos ganan las querellas y, como García, se van con el botín tarareando valses con letras huachafas como “tengo el orgullo de ser peruano y soy feliz”, o esa otra que con tanto entusiasmo cantaba con el zambo Cavero “Y se llama Perú, con p de patria, la e del ejemplo…”






LA PAJA EN EL OJO AJENO

Nunca un hombre orilló tanto lo auténtico como Albert Camus, que escribía en su Diario en 1939:


“Todos han traicionado, los que incitaban a la resistencia y los que hablaban de la paz. Están ahí, tan dóciles y más culpables que los otros. Y nunca el individuo ha estado más solo ante la máquina de fabricar la mentira. Aun puede despreciar y luchar con su desprecio. Si no tiene derecho a apartarse y despreciar, conserva el de juzgar…”


Esta reflexión del autor de “La peste”, me remite al discurso “ganar batallas, no la guerra” de Mario Vargas Llosa cuando se presentó en Lima, el 10 de octubre de 1978 en la Gran Sinagoga, con motivo de la recepción del Premio de Derechos Humanos que le otorgó el Congreso Judío Latinoamericano en 1977. Hablando de las violaciones atroces de los derechos humanos, dice que estas ocurren sin que innumerables hombres de cultura mencionen una palabra de protesta:


“¿No hemos oído, por ejemplo, a uno de los grandes escritores de nuestra lengua, Jorge Luis Borges, defender al gobierno de su país y al de Chile, que han torturado y asesinado a mansalva a cientos de seres humanos? ¿No ha declarado otro gran escritor latinoamericano, Julio Cortázar, que había que distinguir entre dos injusticias, la que se comete en un país socialista, que es, según él, un mero “accidente de ruta” – incident de parcours – que no compromete la naturaleza básicamente positiva del sistema, y la de un país capitalista o imperialista, que, ella sí, manifiesta una inhumanidad esencial? Pavorosa distinción que, si la aceptamos, nos lleva a protestar con vehemencia cuando Lyndon B. Jonson manda marines a la República Dominicana y a callar cuando Brezhnev destruye con tanques la Primavera de Praga ya que, en el primer caso, el progreso humano está amenazando y en el segundo se trata de un episodio sin importancia desde la eternidad de la historia en que, inevitablemente, se impondrá la justicia socialista”.


Analicemos. Cuando el primer y desastroso gobierno de Alán García quiso nacionalizar la banca privada, nuestro laureado escritor puso el grito en el cielo en defensa de los banqueros y llamó al gobierno de García una banda de bribones y cacasenos. Cuando García asume la presidencia del Perú por segunda vez, después de haberse levantado el dinero del Estado y lanza su famosa frase: Para gobernar el Perú hay que hacerlo con los ricos y ya no toca el bolsillo de los empresarios, Vargas Llosa permanece callado y hasta recibe el galardón que el zar de los “narcoindultos” le ofrece en Palacio de Gobierno. ¿Y qué paso con ese gobierno de bribones y cacasenos? En nombre de la Democracia todo puede suceder: ahí está el dinero mal habido de Toledo y de la “Pareja Presidencial” (Humala – Nadine Heredia). Y qué dice el crítico de Borges y Cortázar. Que Nadine le parece una mujer “simpática”. ¿Y del señor del “tren eléctrico” y “los narcoindultos”? Ni una palabra, pues, al fin y al cabo, esos delitos ocurren en un gobierno democrático y no en un apestado gobierno socialista. Eso es “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”, por citar el refrán que Vargas Llosa utiliza para criticar las opiniones de Cortázar. A Fujimori sí lo dilapida, le lanza todo tipo de vituperios y anatemas, que, por otro lado, bien merecido lo tiene. La política es transitar por un campo minado donde las palabras son arenas movedizas. Meterse a opinar en política es actuar con justicia inmaculada, sin que el fiel se incline, en ningún momento, hacia el lado donde predomina lo arbitrario y lo injusto. ¿Acaso los robos sistemáticos de nuestros gobernantes no han empobrecido nuestro país hasta convertirlo en una masa donde predomina la injusticia social, el hambre, la miseria y la ignorancia? Claro que sí, diría el autor de “La ciudad y los perros”, pero es un gobierno democrático donde hay libertad de prensa. ¿Libertad de prensa al monopolio que ejerce el diario El Comercio? Basta dar una mirada a los diarios, a la radio y a la televisión para ver cómo éstas se hallan secuestradas por esas “fábricas de mentiras” de las que hablaba Camus. Como Van Gogh que disparaba a los cuervos, una voz intelectual, respetable y lúcida desde todo punto de vista como la de Vargas Llosa, debería hacer caer con su opinión no solo al bandido de Fujimori, sino también a sus pares como Toledo, García y Humala.






VIGENCIA DE SARTRE

Muy temprano, lectura de Sartre, “Muertos sin sepultura”. La obra está ambientada en la Francia ocupada por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Fueron muchos los movimientos de la Resistencia que aparecieron en toda Francia, entre ellos Combat, fundado en 1942 para reunir información sobre las fuerzas alemanas de ocupación, sabotear sus instalaciones y, siempre que era posible, combatir al enemigo con las armas. En 1943, uno de sus fundadores del movimiento, Henry Frenay, salió de Francia para tratar de convencer al jefe de las fuerzas francesas libres, Charles de Gaulle, de que cooperará con los agentes de la inteligencia americana, el Office of Shategic dirigido desde Suiza por Allen Dulles, quien después estaría al frente de la CIA. También hubo un periódico clandestino de resistencia que tomó el nombre del movimiento, en él participó Albert Camus. La contribución de Camus al “Combat” clandestino quizá no consistió más que en dos artículos positivamente identificados como suyos; el primero, publicado en marzo de 1944, se titulaba “A guerra total, resistencia total”, y era una advertencia contra la inercia, la falta de compromiso.

“Pues lo matarán a usted, lo deportarán o torturarán tanto por simpatizante como por militante”, dice Camus. El segundo artículo, aparecido en mayo, empezaba con este título: “Durante tres horas han estado fusilando a franceses”; y relataba como los alemanes ejecutaron a noventa y seis hombres de un mismo pueblo en represalia, tras el descarrilamiento de un tren (que no había producido víctimas). Es este el contexto histórico en el que Sartre sitúa sus “Muertos sin sepultura”. La trama es la siguiente: cinco miembros de la resistencia son atrapados por los colaboracionistas franceses, quienes, antes de entregarlos a sus aliados alemanes, los someten a interrogatorios para que denuncien el paradero del jefe de su grupo de resistencia. Son sometidos a torturas, pero ninguno delataba el paradero de su jefe. Sorbier, uno de los partisanos, se lanza por la ventana de la sala de interrogatorios y se suicida. Los que están en las celdas, se dan cuenta que Francois, un adolescente de 15 años, hermano de Lucie, la única mujer capturada, es el punto débil, en el que los torturadores han cifrado sus esperanzas para que hable. Ante esto, Henry, uno de los partisanos, ahorca al muchacho. Todos se sienten culpables por su muerte, pero se dan cuenta que con la confesión de Francois muchos compañeros hubieran puesto en peligro sus vidas. Al final, serán ejecutados, pero su sacrificio habrá valido la pena. Esta obra, junto con “Las moscas” y “A puerta cerrada” fueron fruto de la ocupación de Francia por las tropas nazis, cuando Sartre, conseguida la liberación del campo de internamiento, ha iniciado contactos de diversa orientación para conformar grupos de organización política que combatan a las fuerzas ocupantes.





EL HOMBRE MASA
¿Es libre el hombre que no está sometido a ningún dogma religioso por más liberal que se presente ésta su doctrina? El hombre masa anda siempre tras la sujeción, tras la mordaza, tras la desvaneciente opinión de grupo. Nunca se siente cómodo en la sociedad que invita a la reflexión profunda, su naturaleza borreguil le hace buscar un balido, el murmullo, el rumor, mendrugos con que formarse una opinión. Siempre lo vemos conformando la masa política, la deportiva, la bélica, la masa religiosa. Su ritmo de vida y de pensamiento marcha acorde con sus pies. En la masa donde reina el N.N., la  igualdad lo atrae como a la mosca la basura. Por eso el hombre masa gusta ver pasar sus días en la aglomeración, en el montón, ahí se siente protegido, perteneciente a una fortaleza que no puede ser sitiada. El hombre masa es cobarde, y comparte su cobardía con otros pusilánimes como él que ven en la masa el sitio adecuado para ser alguien, aunque este alguien se atomize en ese bloque granítico de individuos unidos por su fracaso ante la vida, por su falta de voluntad, por su conformismo que genera parálisis mental y atrofia en la acción. El estado de la masa en que vive el hombre masa está hecho para que reine entre sus miembros un estado de absoluta igualdad. “Una cabeza es una cabeza, sentencia Canetti, un brazo es un brazo, las diferencias entre ellos carecen de importancia. Uno se convierte en masa buscando esta igualdad. Se pasa por alto todo lo que pueda alejarnos de este fin. Todas las exigencias de justicia, todas las teorías de igualdad extraen su energía, en última instancia, de esta vivencia de igualdad que cada uno conoce a su manera a partir de la masa”.




EL ESPÍRITU MEDIOCRE
Los espíritus mediocres, esos gusanos que buscan la comodidad de la tierra baldía porque no les están permitidas las alturas, son supersticiosos, adaptables a la vida gremial, a los hábitos y costumbres del vulgo. Son seres peligrosos en cuanto representan el lastre a toda revolución que devasta todos los valores, formando una muralla sólida contra el ingenio, contra el avance social, tecnológico y científico. Su sola presencia corrompe a la civilización, su alma fétida, su espíritu hediondo forjado en la en la ignorancia contamina la naturaleza, la esencia del ser humano noble y progresista. Nunca incursiona en el campo intelectual porque se aburre, se aturde, siente escozor en el cerebro fruto de su estupidez. Para él el amor es sexo puro, sexo canino. Es fanático de la envidia, del parasitismo, de la atrofia mental, de la palabra vulgar. Gusta a morir de la tecnología que entretiene de la cual es adicto y consumista. Sus orejas de burro están siempre dispuestas a escuchar al más sinvergüenza, al más ladrón, al más canalla para que gobierne su vida, para que gobierne su vida. “La democracia es el peor de los buenos gobiernos, pero es el mejor entre los malos”, sentencia Platón. El imbécil hace de esta frase su modus vivendi, su doctrina. Vive unido a la masa que encandilan los demagogos, los líderes de palabra hueca y bolsillos vastos para levantarse un vilo las arcas del Estado. El imbécil hecho multitud desdeña al hombre honrado y pujante. El populacho, la canalla, despreció a Sarmiento, a Alberdi; a Bello, para adorar a Rosas y a Trujillo.





FÚTBOL, MAL DE MUCHOS, REMEDIOS DE TONTOS
No soy asiduo al fútbol porque no he nacido para seguir a la manada, ni para que ninguna multitud me siga a mí, como si yo fuera la matriarca que barrita indicando el derrotero a seguir. No soy asiduo al fútbol (sobre todo el nuestro) porque creo que no se puede vivir forjándose ilusiones que no se cumplen, de celebrar espejismo como si fueran imágenes reales, de andar de fracaso en fracaso como un ciego a quien se obliga a transitar por un sendero lleno de huecos. En nuestro balompié prima la argolla, la mediocridad, el exhibicionismo, los ídolos de barro. Si alguna de nuestras “estrellas” se fuga de la concentración para irse de farra o ir a visitar a una amiguita para brindar antes del partido, no pasa nada, no hay castigo, todo se pasa por alto porque el prestigio y el honor de la patria está en juego y ese jugador, trasnochado o ebrio de fama, que siendo útil. Al entrenador se lo pasa por alto, se le ningunea; pero lo peor es que a éste no lo afecta la afrenta: él puntualmente cobra sus dólares; ya conoce la idiosincrasia del peruano.


Los narradores y comentaristas; los plumíferos de los atosigantes diarios deportivos son los más eufóricos, son los más patrioteros. De ese fuego cojudo que es el fútbol viven y saben cómo atizar la hoguera de la estupidez colectiva. Total, el pueblo necesita de ese calor para olvidar sus miserias, sus frustraciones, su desdén, su desprecio, su envidia, su rencor. Entre carajos y hurras los comentaristas nos hacen creer que el honor, la salvación y el orgullo de este mísero país está en los pies de once jugadores. Solo venciendo al contrincante de turno saldremos de la pobreza (1 de cada dos peruanos vive en condiciones infrahumanas), solo con los goles de zutano, mengano o perencejo podremos superar nuestra frustración de que el mequetrefe que nos gobierna nos mienta al decirnos que, ante el espionaje chileno, Chile dio explicaciones satisfactorias. Un pueblo ignorante que lee el Trome (el gran aporte de El Comercio al desarrollo de la cultura) no ha leído ni leerá las declaraciones del gobierno chileno referente al asunto: “El gobierno chileno no ha autorizado ni autorizará actos de espionaje fuera de su territorio ni los tolerará en el propio”, reza el texto rebelde salido de la presidencia del país sureño. Quien desayuna Deport, almuerza Líbero y cena El Bocón, ignora que la inversión chilena supera los $ 15,000 000 000 millones de dólares. Chile no necesita de otra guerra para apoderarse del Perú: el Perú se alquila, se vende, se da en concesión. La inversión chilena está en las navieras, en el entretenimiento, en la energía, en el transporte aéreo en los automotores, en la minería, en las constructoras, en los alimentos, en el agro, en el retail, en los centros comerciales, en las telecomunicaciones y un interminable en la… El espionaje chileno en el Perú no es nuevo, ya se daba antes de la guerra de 1879. De ahí que tuvieran la seguridad que cuando declararon la guerra al Perú sabían que la superioridad de su escuadra sobre la peruana era abrumadora y el grado de desigualdad no le daba a su rival ninguna esperanza de victoria. Chile estaba preparado para la guerra terrestre y para la marítima; para esta última, sus espías les habían informado que en realidad el Perú no tenía escuadra, porque ninguno de sus barcos estaba en condiciones de echarse a la mar. En su libro “Historia militar del Perú: Guerra del Pacífico”, el historiador Carlos Dellepiane Alonso dice que… “Los directores técnicos de la Armada Chilena conocían, en sus menores detalles, tanto las posibilidades como los defectos de los blindados peruanos. Para obtener informaciones sostenían gran número de espías que llegaban hasta tomar enganche como “vaporinos” en los barcos de guerra peruanos, cuando se contrataban tripulantes en el Callao para, excepcionalmente, hacer mover las unidades con fines de paz; tal como se hizo a Paita para observar el paso de Mercurio por el disco solar, en mayo de 1878. Así, gracias al espionaje, los marinos chilenos tenían conocimiento de que la torre giratoria  del “Huáscar”, donde estaban montados los dos cañones de a 300, no podía dar fuente a estribor sino con determinado ángulo por un defecto de funcionamiento; sabían que los guardianes (cadenas que accionaban el timón) corrían exteriormente sobre ambas bordas para llegar a la popa; conocían que debido a una torcedura del espolón, el barco tenía que inclinar su timón en sentido contrario para mantener el rumbo y que, en consecuencia, los giros en la maniobra eran difíciles y lentos a esa banda. Tenían conocimiento, igualmente, de los defectos de la “Independencia” y sabían, por ejemplo, que sus cañones de a 9, montados en la cubierta superior, eran realmente inútiles por defecto de montaje y que carecía de cañones potentes; así como que la “Unión” no tenía cañones a popa, de contra caza. Este conocimiento perfecto de los secretos de la organización y del mando del enemigo, obtenido por la previsión más cuidadosa, daba enorme superioridad a los chilenos”. Conocer esta parte de la historia es prever un espionaje futuro. Pero, como vemos, todo sigue como en 1872, que es el año en que Dellepiane ubica su relato. Si perdimos contra Chile, nos aferramos a la esperanza de que la selección Argentina lave nuestra ofensa venciendo al equipo mapochino. Solo así nuestra vida será feliz; nos sentiremos como los países que comen mejor que nosotros o como uno de esos que en educación nos lleva una ventaja como la que puede sacarle, en una carrera de a milla, un pura sangre a un burro. 

No soy asiduo al fútbol porque ese infausto deporte (hay que calificarlo así por las consecuencias que provoca en la mente de hinchas y fanáticos) hace que la gente olvide que en los cerros que rodean Lima, habita la miseria, que un gran número de niños en el Perú no conoce la leche, la carne, el queso, el huevo y que el estado de desnutrición en que se encuentran es una puerta abierta a la tuberculosis. No soy asiduo al fútbol porque no hace olvidar que el fallo de la Haya es un motivo para que los cojudos celebren, cerveza en mano, una reivindicación histórica que solo existe en el papel: Chile sigue posesionado del área marítima en disputa. No soy asiduo al fútbol porque siempre será, en este país donde la ignorancia raya en la estupidez, más sofisticada, un motivo para ocultar las satrapías de los políticos, los negociados ilícitos donde el Estado es el más avezado delincuente en desfalcar el erario nacional a vista y paciencia de quienes viven pegados a la televisión o a la radio y piensan solo en fútbol. Visitar hoy Alemania, Polonia, Japón o cualquiera de los países que terminaron devastados por la Segunda Gran Guerra, es vivir una experiencia alucinatoria. Nos cuesta creer que esas ciudades modernas, con bibliotecas, sus modernas escuelas y universidades, sus bien pertrechados y modernos hospitales, hayan sido las mismas que destruyó la insania de la guerra. El fútbol es una buena justificación para que desahoguemos nuestros fracasos y nuestras frustraciones, alentados por una prensa irresponsable e idiota. Es a nuestros congresistas y gobernantes a quienes deberíamos orientar la ira que nos provoca vivir en un país donde los perros y las palomas se cagan por doquier; son ellos y solo ellos quienes han hecho del Perú una pocilga, un campo de tiro para sicarios, un antro de malandrines, timadores y delincuentes con pinta de turiferarios. Pero, sobre todo, no soy asiduo al fútbol desde la venable actuación de Perú frente a Argentina en el mundial del 78. Ese fue el partido de la infamia. Ya dejé de ser, gracias al 6 a 0 de Argentina, el cojudo que, con banderita en mano, lanza hurras por la mediocridad.





LA AGRESIÓN CITADINA
La agresión citadina nos llega desde el aire contaminado que respiramos, desde el caos vehicular que atormenta los nervios y, en donde neandethales modernos en vehículos destartalados y sucios dan, según ellos, un “buen servicio público”. La brutalidad como una marea de estiércol fosilizado nos arremete desde todos los rincones de la sufrible vida, desde la radio bestializadora del idioma hasta la televisión de imágenes plagadas de un morbo malsano. La frivolidad campea por doquier a través de jóvenes donde la ignorancia compite con la pobreza de pensamiento y la falta de tino con la escasez de ideas. La agresión los llega desde las masas irrespetuosas de la autoridad y las leyes, masas humanas que desprecian el orden, odian la disciplina, sienten ojeriza por la limpieza. Aman la tecnología de la diversión porque les da sentido a sus vidas; sin ella, mueren, vegetan en la mar de estupidez humana. La agresión citadina nos llega a través de calles atiborradas de basura, de hordas de perros callejeros que defecan en las veredas y se orinan en los postes o las fachadas de las casas a vista y paciencia de sus dueños; la agresión citadina arremete entre focos de palomas infectadas que picotean en los basurales de barrio, entre los ambulantes que expenden alimentos en condiciones de higiene típicas de guerra. La agresión citadina nos está esperando cada mañana en las esquinas con sus tabloides de titulares mintrosos y bullangueros; pero la acometida más terrible, más dañina, más perversa, nos llega a través del discurso político, porque éste viene cargado de promesas y mentiras propias de los dioses. Esta es la realidad de una ciudad con cerros de casuchas hacinadas, de gentuza de malvivir, de mercenarios, sicarios y estraperlos.



ANIMALES AVEZADOS
Nuestros políticos son antiintelectuales, semianalfabetos, aventureros con gran habilidad para la canallada, diestros en la pendejada que el pueblo festeja con el rotulo de “ese es de los nuestros”. El cholo vivo, el zambo pillo, el chino pendejo, el blanco criollo, son las especies que no deben faltar en el sancochado electoral para que el electorado bruto, conformista e ignorante se sienta en su salsa.


RICOS DEL MUNDO UNÍOS
Los empresarios en el Perú tienen una sola religión: la del dinero; cantan una sola melodía: la del usufructo; y cuando dicen luchar por defender la democracia, solo defienden sus empresas mal habidas. Cada cinco años preparan su campaña electoral apoyando a su fantoche con donaciones millonarias, porque saben que con el triunfo de su candidato no sufrirán desvelos y podrán repantigarse en la comodidad de su hogar son la seguridad de que sus inversiones crecerán como la espuma y que nadie se atreverá a quitarles lo que con tanto esfuerzo han robado al país. Un candidato con los perfiles de Velasco los aterra, los pone en guardia; por el contrario, un papamoscas como Belaunde, un alcohólico ladrón como Toledo, un manitas perico como García, un hampón avezado como Fujimori o un calzonazos como Humala, encaja bien en el molde de gobernante perfecto para to talk business.
Pero peor que los empresarios heliogábalos que saben mercadear, son los pobres que entran al gobierno y levantan todo lo que encuentran: Alán García, Toledo, Fujimori y Humala tienen un común denominador: entran con la ambición de un cosaco borracho a una cantina para expoliar al país. ¿Cuándo los empresarios en el Perú han luchado por los derechos del trabajador? González Prada escribe en su artículo “Mercaderes políticos” de julio de 1915.

“Imaginarse que ellos [los ricos] fomenten las revoluciones radicales y patrocinen la buena fe, la emancipación de los obreros es acariciar un sueño romántico y respirar el aire de otro planeta, clases exploradoras favoreciendo a clases explotadas se igualarían con un absurdo biológico, estómagos digiriéndose a sí mismo”.






LITERATOS
Las reuniones literarias, los coloquios, las presentaciones de libros, los homenajes a algún escritor (vivo o muerto) me resultan de lo más aburrido y desagradable. Recuerdo a un colega sentado al lado mío en un ciclo de conferencias con su grabadora portátil describiendo todo lo que veía; ahí va un ejemplo: “Aquí vemos al escritor Perico de los palotes departiendo con el poeta Fulano Perencejo; más allá, el escritor Mengano lee un libro, muy concentrado él…” y no sigo porque realmente es patético asistir a una reunión donde te encuentras con un cojudo así. Y esto no es nada comparado con la expresión de su rostro cuando describía lo que veía, era para patearle la cara realmente. Por eso será que don Miguel de Unamuno decía que encontrarse “con un genuino y estricto literato” era una de las mayores desgracias que podía sucedernos.



POESÍA Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN
En este mundo de calamidades y decepciones, la libertad de expresión se eleva como un derecho innato de todo ser humano que llega, previo llanto, a este planeta de no pocos sufrimientos. Ese gran maestro de la democracia que fue Abraham Lincoln dijo en 1859:

“Quienes niegan la libertad a otros no la merecen para sí mismos y, si Dios es justo, no pueden conservarla mucho tiempo”.

En una democracia tan fuerte como la de Estados Unidos, setenta años después, el legendario magistrado del Tribunal Supremo estadounidense, Oliver Wendell Holmes, dijo:

“Si hay un principio de la Constitución que exige una felicidad mayor que cualquier otro es el principio de la libertad de pensamiento, no para quienes están de acuerdo con nosotros, sino para quienes tienen ideas que aborrecemos”.

Libertad de expresión, en definitiva, es el principio que encarna la esencia de la tolerancia: según palabras de Flemming Rose, “no debemos prohibir, intimidar, amenazar no usar la violencia contra unas ideas que nos desagradan profundamente”. Colgándose de este derecho, la escritora Gabriela Wiener, quien alguna vez declaró que de lo único que se arrepentía era de haberse tirado un pedo en un trío sexual, ha escrito lo siguiente:

“Bailamos ante la imagen de la Virgen del Santo coño de todos los orgasmos y fuimos bendecidas (…) Y también, claro, fuimos a hacer pichijuntas. Meamos en el baño de un bar irlandés que olía a orinales desde las escaleras. Era el baño del patriarcado, con toda su peste, lo que no queríamos. La otra meada colectiva fue callejera. Nos refugiamos detrás de un edificio oficial y empezamos: cuatro mujeres disparando a la vez contra el cemento sus chorros calientes, que formaron ríos, que a su vez se unieron con otros afluentes formando nuevos cursos que fluían hacia todas partes. Uno de nuestros ríos era de sangre. “Desde que aborté tengo este rojo increíble”, dijo ella. Fue el día de todos los ríos, de todas las sangres de las mujeres unidas”.

Allen Ginsberg, Burroughs, Kerouac, Bukowski y toda la pandilla son unos diletantes al lado de esta feminista de pichi colectiva. En el colmo de su detallismo, nuestra meadora escritora, durante una entrevista con una escritora argentina, dijo que ella y entrevistada, no se lavaban las manos cuando hacían pichi. El artículo ha sido comentado en Hildebrandt en sus trece y, como me pareció interesante, lo tomé de robote. Como una forma de sacudirnos el olor a úrea, veamos algunas muestras poéticas de algunas mujeres que nos reafirman que ellas son capaces como cualquier varón de crear un paisaje artístico con las palabras.

De Cecilia Bustamante:

“Yo soy quien bajo la lluvia temblaba de ternura
y escuchaba rodar el agua por el aire.
La pérdida amada de alguien
a quien todos miran.
Soy ante tus ojos el viento y todo lo que pasa
y también el zumbido final del trueno.
El lugar donde soñar es posible,
tu mano izquierda y tu corazón.
La que descubres y amas. Soy su cuerpo
y la gran tormenta
que derriba y resucita entre sus labios.
Lo que tiernamente se nos da en los frutos
y lo que al final, nunca se olvida”.
(Poema XIII)


“El tiempo es un pueblo vigilante
que gobierna el calor de las hojas.
Y enciende el hondo fulgor que nos corroe.
Múltiple y único,
cultiva tenebrosas penas,
el odio y el amor,
la violenta alegría de los hombres
y la ternura que nos pulveriza al sol”.
(De Altas hojas, en “Poesía”)


De la autora de “Ojeras de mar”, Martha Isarra:

“Tu rostro breve. Aliento de leche y luz.
Me traes noticias del paraíso.
Tus frases cortas. Verbo de cuchillo y miel.
Hueles a mar recién inventado.
Sigo la pista de las gaviotas
que anidan en tus sueños.

¿Cómo serán tus sueños?
De qué aromas me has vestido
al abrirme los párpados
hacia tu reino de chicharras.
Deberías soñarme para siempre.
Pero, no. Una luciérnaga te distrae.
No puedo sostenerme.
Y me devuelves
cotidiana y sin memoria
a la indiscreción de la noche,
a sus interminables preguntas.

Las gaviotas han partido
ahora están borrando sus huellas.
Qué dulcísimo alivio
el de tus manecitas
confirmando mis mejillas.

Algo tienes del paraíso. Yo no lo conozco
pero estoy segura que algo tienes de él,
la magia está de tu lado
y del mío sólo queda un teléfono enmudecido.

¿En qué segundo nace una mañana?

Las gaviotas parecen embriagados puntos
en tenue azul recién pintado.
Despiertas y me abrazas
con la fuerza del guerrero victorioso…
Exiges el botín de mi alegría. Es lo justo.
Has conquistado indecibles planetas
que nadie más que tú conocía.
Las gaviotas se embriagan de azul
abro las cortinas. Les doy la bienvenida”.
(Canción de amor para Magari, en “Canto al amor”)


De Orfelinda Herrera de Ángeles:

“Era mayo cuando el amor rubricó
nuestro nacimiento.

Los manantiales de las primeras lluvias
espejaban a las madres

y por primera vez
los hombres no estaban en pugna
con su color.

Desde ahí decidimos amarnos todo el tiempo”.
(Gracia de amor, en “Canto al amor”)


De Blanca Varela

“El rayo ha perfumado ferazmente nuestra casa.
Tenemos sed, tenemos prisa por golpear
con el hueso de una flor en la tini ebla.

Hay un árbol talado en esta historia.
Contemplamos el cielo. No hay señales.
¿Es de día? ¿Es de noche?
Murió la araña que media el tiempo,
sólo hay un viejo muro y una nueva familia de sombras.
(De “Ese puerto existe”)


“El día queda atrás,
apenas consumido y ya inútil.
Comienza la gran luz,
todas las puertas ceden ante un hombre
dormido,
el tiempo es un árbol que no cesa de crecer.

El tiempo,
la gran puerta entreabierta,
el astro que ciega.

No es con los ojos que se ve nacer
esa gota de luz que será,
que fue un día.

Canta abeja, sin prisa,
recorre el laberinto iluminado,
de fiesta.

Respira y canta.
Donde todo termina abre las alas.
Eres el sol,
el aguijón del alba,
el mar que besa las montañas,
la claridad total,
el sueño.

(Así sea, de “Canto Villano”)





ORDEM E PROGRESSO

Brasil no solo “produce” futbolistas, sino que compite con Estados Unidos en la producción de etanol, compuesto químico conocido como alcohol etílico, que es obtenido a partir de la fermentación de los azúcares que puede utilizarse como combustible, solo, o bien mezclado en cantidades variadas con gasolina, cuyo uso se ha extendido principalmente para reemplazar el consumo de derivados del petróleo. Si bien aún los países han consolidado una innegable alianza para dominar el mercado mundial, es Brasil quien en un futuro no muy lejano puede dejar rezagado a su compinche de hoy, gracias a la selva amazónica con que cuenta. Ya la deforestación de la selva brasileña para albergar cultivos de caña de azúcar, soya o palma, se da hace un buen tiempo; pero ahora, el aumento productivo de etanol que se da en producción galopante, implica una gran deforestación con su respectivo impacto ambiental y social terrible, ya que supone la destrucción de la Amazonía y la miseria de millones de campesinos. Serán arrebatados los campos forestales para dar lugar a las grandes extensiones de tierra que requiera la producción de etanol, cuyo efecto inmediato será una liberación de grandes cantidades de carbono del suelo. “Ordem e progresso” (“orden y progreso”) versa la frase que cruza la bandera verde amarilla del coloso de América del Sur. Y parece que, cuando del progreso se trata, poco o nada importa el enriquecimiento de unos cuantos en perjuicio de una inmensa mayoría. La urgencia por producir gigantescas cantidades de energía de soya, maíz o caña de azúcar, provocan hambrunas, expulsarán a los pequeños agricultores de sus tierras y empobrecerán más aún las regiones del planeta que ya lo son.





EL ORGULLO HERIDO

“…el moro (a pesar de que yo no pueda aguantarle) es de una naturaleza noble, constante en sus afectos y me atrevo a pensar que se mostrará para Desdémona un tiernísimo esposo. Ahora yo la quiero también; no por deseo carnal – aunque quizá el sentimiento que me guía sea tan gran pecado –, sino porque ella me proporciona en parte el razonamiento de mi venganza. Pues abrigo la sospecha de que el lascivo moro se ha insinuado en mi lecho, sospecha que, como un veneno mineral, me roe las entrañas, y nada podrá contentar mi alma hasta que liquide cuenta con él, esposa por es esposa; o, si no puedo, hasta que haya arrojado al moro en tan violentos celos, que el buen sentido no pueda curarle”.
Otelo II, 1

Así se expresa Yago, alférez de Otelo, noble moro al servicio de la República de Venecia, personaje de “Otelo, el moro de Venecia” de William Shakespeare. Al igual que sucede con el Quijote de Cervantes, el bardo inglés creó personajes como Yago que parecen superarlo en inmortalidad. ¿Pero qué tiene de excepcional este singular Yago? ¿Qué ha hecho de él un personaje de antología literaria criminal? La respuesta cabe en una palabra de siete letras: envidia. Otelo sabe que la envidia es hermana natural de la sospecha, por eso ha de transformarse en un maestro del camuflaje. Una opinión simplista sobre la envidia puede ser que “la envidia es querer lo que otra persona tiene”. La envidia es un defecto mucho más grave, al punto que los teólogos cristianos la consideraron como uno de los siete pecados capitales. El homicidio bíblico cometido por el envidioso Caín contra su hermano Abel, encierra una profunda verdad. Milton en su “Paraíso perdido” nos dice que la envidia fue la que llevó a Satanás a convertirse en el monstruo que se convirtió. La envidia retratada por Dostoievski en su novela “Memoria del subsuelo” y por el maestro de armas Claggart de Melville destaca a uno de los defectos más destructores de los que tientan a los seres humanos. Melville supo retratar la envidia en Claggart, maniático de la disciplina y que representa el mal como Billy Budd representa el bien. Claggart hace todo lo posible para agriar la vida del joven marinero, sirviéndose de planes diabólicos, siempre arrastrado por su envidia convertida después en odio. En Yago hay en su interior un reconocimiento de inferioridad en relación con Otelo, y una irritación subyacente por este reconocimiento. Si bien la envidia es en sí misma una emoción dolorosa, se asocia con el placer cuando se ve que al envidiado le acontece una desdicha. En Yago la envidia no va por lo material, es la vida de triunfos que en el campo de batalla obtiene Otelo lo que lo hace infeliz. Yago se compara con Otelo y descubre que el moro tiene una ventaja considerable sobre él; su incapacidad propia lo aplasta ante la excelencia que goza aquel a quien considera objeto de su envidia. Sin “locura” lo lleva a pensar que la mala suerte en él, crece en la proporción de la buena suerte de Otelo. Yago sufre de ese tipo de envidia a la Nietzsche llama “resentimiento”, un tratamiento profundo de esta tendencia humana tan común y lamentable. La personalidad codiciosa del pusilánime alférez y su mala voluntad hacen de su vida un infierno. En su interior crece como la lava de un volcán el reconocimiento de inferioridad que tiene sobre el moro que colecciona victorias tras victorias; Yago sufre una irritación subyacente por este reconocimiento. Yago siente en su delirio que posee tantos méritos como el hombre al que envidia; como única salida a su frustración culpa al mundo por dejarse engañar por las falsas virtudes de los exitosos como Otelo y por no reconocer los verdaderos méritos que tienen ellos. Esta frustración puede convertirse en odio si se exacerban dos condiciones: una es su sentimiento de impotencia; la otra, la irritación ante la inhumanidad y la corrupción de un sistema que no reconoce sus sacrificios, sus esfuerzos, sus mejoras, ni cuánto les importa el éxito y el fracaso. Su “locura” lleva a Yago algunas veces al autoengaño: si es en algo en lo que puede vencer al moro es en el campo de la maledicencia. Su astucia para el engaño es insuperable, sus palabras son su mejor carta de presentación:

“- Y ¿quién se atrevería a decir que represento el papel de villano, cuando el consejo que doy es honrado y sincero, de una realización probable y el único medio, en verdad, de aplacar al moro? En efecto; es muy fácil inclinar a la complaciente Desdémona a toda honrada solicitación. Está fabricada de una naturaleza tan liberal como los libres elementos. Y en cuanto a ganar al moro, es para ella una tarea fácil – aun cuando se tratara de renunciar a su bautismo, a todos los sellos y a todos los símbolos de la redención –, pues su alma se halla tan agarrotada en los lazos de su amor, que Desdémona puede hacer y deshacer, como plazca a su capricho representar el papel de Dios con su débil resistencia. ¿En qué soy, pues, un malvado porque aconsejo a Cassio la línea que ha de llevarle directamente al logro de su bien?
¡Divinidad del infierno!... Cuando los demonios quieren sugerir los más negros pecados, principian por ofrecerlos bajo las muestras más celestiales, como hago yo ahora. Pues mientras este honrado imbécil [Cassio] solicite apoyo de Desdémona para reparar su fortuna, y ella abogue apasionadamente en favor suyo cerca del moro, insinuaré en los oídos de Otelo esta pestilencia de que intercede por él por lujuria del cuerpo; y cuanto más se esfuerce ella en servir a Cassio, tanto más destruirá su crédito ante el moro. Así la enviscaré en su propia virtud y extraeré de su propia generosidad la red que coja a todos en la trampa”.
Otelo II, 3






RUSIA 2018
Las declaraciones brindadas por el mafioso brasileño Marcelo Odebrecht pone al descubierto a todos los gánsters que han dirigido el destino de este sufrido país: Keiko Fujimori, Alan García Pérez, Alejando Toledo, Ollanta Humala y el actual presidente Pedro Pablo Kuczynski recibieron millones de dólares de Marcelo Odebrecht para sus campañas políticas. Eso ha quedado bien claro en la fiscalía brasileña, en las cortes de Estados Unidos y para los fiscales peruanos que fueron a Brasil. Pero Pedro Pablo Kuczynski ya era un mafioso conocido; basta darle una ojeada a su intervención para favorecer a la Internacional Petroleum Compani en la época de Velasco. De ahí que el gringo se fugara como una vulgar rata antes que el gobierno militar le echara mano y lo enviara a prisión por traición a la patria. Pero como los peruanos no tenemos memoria y nos hemos acostumbrado al “roba, pero hace obra”, el lobista Kuczynski salió elegido presidente, cargo desde el cual ha pretendido limpiar toda la podredumbre que lo cubre de pies a cabeza. Hagamos una simple deducción lógica. Kuczynski fue ministro en el gobierno de Toledo. Jorge Barata, gerente de Odebrecht, el encargado de repartir las coimas de la empresa brasileña, ha declarado a la fiscalía que entregó 20 millones de dólares, a Alejandro Toledo, no para las elecciones, sino para su cuenta personal, dinero que favorecía el financiamiento y sobre costos de la obra la Interoceánica. ¿Quién era el Ministro de Economía entonces?, el gringo Kuczynski. ¿Quién en representación del gobierno peruano firmaba los contratos?, pues, nada menos que el ministro Kuczynski. Y ahora ante los hechos que le sacan el disfraz de hombre decente, sale el gringo con su polo de la selección peruana (aprovechando la cojuda fiebre del fútbol) a dar un breve mensaje diciendo que todo lo que dice Marcelo Odebrecht sobre él es falso. Todos sus impromptus, sus calandracas y su cinismo no puede desmentir lo indesmentible. Apoyado por las falaces declaraciones de sus bochincheros, y sabiendo, que al pueblo le importa un carajo la política porque se encuentra obnubilado con la fiebre del futuro mundial, el gringo se pasea orondo convencido que, como decía Humberto Martínez Morosini cuando un partido era aburrido, “aquí no pasa nada”. El peruano lee Trome, Chino, Depor, Bocón y Libero; ahí se acojuda, se droga de frivolidades, sin importarle que un cachaco de mierda, borracho y prepotente, golpee a una indefensa mujer, como si cada uno de los varones de este país no hubiéramos sido paridos por una de ellas.
Aquí no se marcha para defender a las mujeres maltratadas por un machista retobado, aquí no se sale a las calles a reclamar contra los curas pedófilos ni contra un poder judicial enquistado de jueces macutenos y venables. No, aquí se visten con la “blanquirroja” solo para alentar la cojudez, el falso patriotismo, como si el futbol representara la dignidad y la hidalguía de un país.

Este es el Perú que no cambia, porque parece que acá los huevos solo los ponen las gallinas. Aquí cualquier carcamal es presidente, cualquier cabildero es ministro, cualquier macuquero es empresario, y, lo que es peor, cualquier hijo de puta puede ser congresista.     



MEMORIAS DE LUIS ALBERTO SÁNCHEZ
En esos hermosos seis volúmenes de su “Testimonio personal”, joya de información política y social, Luis Alberto Sánchez cuenta una anécdota que parece una profecía de lo que han sido los dos desastrosos gobiernos apristas, con ese delincuente de marca mayor llamado Alan García Pérez, alias Presidente. Cuento la anécdota para no diluirme en otros rumbos:

“Algunas veces, entre bromas y veras, yo [Sánchez] le decía a Víctor Raúl, parodiando nuestro saludo fraternal: “en la lucha: hermanos, en el dolor: hermanos, en la victoria... cada uno para su santo”. Esto último, naturalmente, era de mi cosecha y reemplazaba a la ritual respuesta: hermanos. Víctor Raúl reía, pero un poco enojado. Un día me dijo: “no conviene hacer bromas con los símbolos ni con los lemas; no repitas esa broma”. Ahora que hemos triunfado, que hemos ganado la victoria suelo pensar que la broma no era tal y que tenía demasiada dosis de premonición; y eso, sí, duele”.
(en Testimonio Personal, volumen 6, pág. 282)

Claro que Sánchez tenía razón, quién mejor que él para juzgar a Alan García, el monstruo que ha destruido lo que llevó más de cincuenta años construir: el Partido Aprista. Del partido de Haya solo quedan despojos, las ruinas de Hiroshima y Nagasaki con cadáveres andantes como Mulder, Del Castillo y Velásquez Quesquén dando zarpazos por aquí y por allá, viendo todavía que bolso pueden picar. En la década del ochenta ya era común escuchar este corrillo que todavía suena por algún lugar:
“En la lucha: hermanos, en el dolor: hermanos, en la victoria: hermanos, en la repartición… disciplina compañeros”.






DESMEMORIAS DE UN CAMALEÓN
Si por un sortilegio diabólico los hombres nos metamorfoseáramos en animales, a Vargas Llosa le tocaría el camaleón. Comunista, siendo estudiante sanmarquino, Varguitas mudó de tienda y en la década del sesenta se colgó de las barbas de Fidel y del Che Guevara; vino Juan Velasco Alvarado y a comienzos de la década del setenta se encandiló con la Revolución Peruana (allí esta esa carta de marzo de 1975 donde llama al general Velasco de “Señor Presidente”); después de la expropiación de la prensa se volvió un vitriólico y bilioso opositor a Velasco. En la década de 1980 se volvió belaundista; liberal urbi et orbi en la década del 90; ultraliberal rayando el milenio; para terminar el 2008 besándole el culo a Alan García, a aquel que calificó de líder de un gobierno de cacasenos, embustero sin escrúpulos, esponjoso patético, comandante de la putridez y demagogo a tiempo completo, entre otras exquisiteces.

¿Por qué no pensar que antes de que se muera el japonés ladrón y asesino, vendrá el marqués Vargas Llosa a beber el Sake de la amistad y a cortar el Sashimi luciendo un  bello quimono comprado en una de las más elegantes boutique de Tokio? Canchero en el campo de las sumas teológicas de los acomodos, nadie como él para poner la pica en el Flandes. Tiene la capacidad de pasar como judío o converso, como cristiano o musulmán, como ateo o creyente con la facilidad con que el agua se filtra por un tamiz apolillado. O sea que todo lo que Varguitas nos contó en “El pez en el agua” no pasó de ser una promesa hitleriana, un pacto stalinista, una bravata de Mussolini en Aprilia. Veamos algunas perlas que el autor de “La ciudad y los perros” parece haber olvidado.

Cuando creí encontrar la explicación de lo que Sartre llamaría la situación del escritor en el Perú en tiempos de la dictadura, escribí en la revista Caretas unos artículos bajo el título común de «El intelectual barato», que –esta vez, con razón– aumentaron la vieja fobia contra mí de quienes se reconocían intelectuales baratos. Alan García, con su intuición infalible para este género de operaciones, reclutó a varios de ellos para que fueran sus mastines, y me los lanzó armados con las armas que manejan tan bien. Ellos tuvieron un importante papel durante la campaña y no ahorraron esfuerzos para que ésta descendiera a la mugre.
El primer contratado fue –gran paradoja– un periodista mercenario que había servido fielmente a Velasco desde la dirección de La Crónica, un personaje del que se puede decir, sin temor a equivocarse, que es el más exquisito producto que el periodismo de estercolero haya forjado en el Perú: Guillermo Thorndike. Desde aquel diario, con una pequeña banda de colaboradores reclutados en las sentinas literarias locales (la excepción era Abelardo Oquendo, uno de mis mejores amigos de juventud, de quien nunca pude entender qué hacía allí, rodeado de escribidores resentidos e intrigantes como Mirko Lauer, Raúl Vargas, Tomás Escajadillo y aún cosas peores), alternó la adulación al dictador y la cerrada defensa de sus acciones con campañas de infamia en contra de esos opositores a quienes la censura sobre los medios de comunicación nos impedía responder”.
(“El pez en el agua”, Memorias; Ediciones Peisa, 2002 – págs. 351 – 352)

“Alan García salió a la televisión a explicar que había hecho un cálculo, según el cual varios candidatos a senadores o diputados del Frente Democrático llevaban gastando ya en spots televisivos más dinero del que ganarían a lo largo de los cinco años de gestión, caso de ser elegidos. Estaban, pues, subsidiados por grupos oligárquicos, cuyos intereses irían a defender al Congreso Nacional en contra de los del pueblo peruano. ¿Cómo iban a retribuir esos parlamentarios a sus generosos mecenas? Aunque el presidente García no parecía la persona más indicada para vocear semejantes escrúpulos, a mucha gente debió quedarle en la cabeza que aquel exceso de publicidad escondía algo turbio. Y a otros votantes, los del montón, los que no hacen análisis, los que siguen impulsos, simplemente debió desagradarles esa arrogante demostración de poder económico y apagarles el entusiasmo que habían sentido, en un principio, por lo que parecía una propuesta nueva y limpia”.
(Ibídem, pág. 459)

“Otro caballo de batalla del APRA era mi «ateísmo». «¡Peruano!: ¿Quieres un ateo en la Presidencia del Perú?», se preguntaba un spot televisivo en el que aparecía una cara semimonstruosa –la mía–, que parecía encarnación y preludio de todas las iniquidades. Los investigadores de la oficina del odio encontraron, en un artículo mío sobre la huachafería –forma del  mal gusto que es una propensión nacional–, titulado « ¿Un champancito, hermanito?», una frase burlona sobre la procesión del Señor de los Milagros. Alan García, que para mostrar al pueblo peruano lo devoto que era, se vestía de morado en octubre y cargaba el anda con expresión de pecador contrito, se apresuró a declarar a la prensa que yo había ofendido gravemente a la Iglesia y a la más cara devoción de pueblo peruano. Los validos hicieron coro y durante varios días se vio, en diarios, radios y canales, a ministros y parlamentarios del gobierno convertidos en cruzados de la fe, desagraviando al Señor de los Milagros. Recuerdo a la fogosa ministra Mercedes Cabanillas, la cara trémula de indignación, hablando como una Juana de Arco dispuesta a ir a la pira en defensa de su religión. (No dejaba de tener gracia que hiciera esto el partido fundado por Haya de la Torre, quien había comenzado su carrera política, en mayo de 1923, oponiéndose a la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en Lima y que había sido acusado, buena parte de su vida, de enemigo de la Iglesia, ateo y masón).
(Ibídem, pág. 469)

“Desde esa segunda proyección nunca tuve la menor duda sobre el desenlace ni me hice la menor ilusión sobre mis posibilidades de triunfo en una segunda vuelta. En los meses y años anteriores había podido palpar físicamente el odio que llegaron a tenerme los apristas y los comunistas, a quienes mi irrupción en la vida política peruana, defendiendo tesis liberales, llenando plazas, movilizando a unas clases medias a las que antes tenían intimidadas o confundidas, impidiendo la nacionalización del sistema financiero, y reivindicando cosas que ellos habían convertido en tabúes –la democracia «formal», la propiedad y la empresa privada, el capitalismo, el mercado–, les desbarató lo que creían un seguro monopolio del poder político y del futuro peruano. La sensación, alimentada por las encuestas a lo largo de casi tres años, de que no había manera legal de atajar a ese intruso resucitador de la «derecha» que llegaría al poder en olor de multitudes, había envenenado aún más su animadversión y, exasperada ésta por las intrigas que orquestaba desde Palacio Alan García, había aumentado su encono contra mí de una manera demencial. La aparición de Fujimori, en el último minuto, era un regalo de los dioses para el APRA y la izquierda y era obvio que ambos se entregarían en cuerpo y alma a trabajar por su victoria, sin ponerse a pensar un minuto en los riesgoso que era llevar al poder a alguien tan mal equipado para ejercerlo. El sentido común, la razón, son flores exóticas en la vida política peruana y estoy seguro de que, aun si hubieran sabido que, veinte meses después de votar por él, Fujimori iba a acabar con la democracia, cerrar el Congreso, convertirse en dictador y empezar a reprimir a apristas e izquierdistas, estos hubieran votado igual por él con tal de cerrarle el paso a quien llamaban el enemigo número uno.
(Ibídem, págs. 504 - 505)

Leído todo esto, no cabe duda que sus memorias (El pez en el agua) debieron titularse Memorias de un desmemoriado. El 27 de marzo del 2009 declaró al diario La República (después de toda la basura que le arrojaron), que “eso fue hace veinte años” y que “hay que voltear la página”. ¿Si lo que sucedió hace veinte años hay que olvidarlo por qué creerle entonces señor Vargas Llosa cuando sigue despotricando del japonés corrupto y asesino?

Todo se puede esperar de un esperpento camaleónico que con la mayor desfachatez y cobardía engañó a la tía (Julia Urquidi Illanes) con su prima hermana (Patricia Llosa) a quién engañó a su vez con otras mujeres, hasta dejarla por otra anciana (Isabel Preysler), mujer de mundo que goza de gran popularidad en la prensa rosa española. Varguitas sigue siendo la misma rata que fue siempre. 





PROTOCOLOS, CUMBRES Y OTRAS FULLERÍAS
Si algo unía a Donald Trump con Roger Ailes, era el cinismo, la angustia por el dinero y la estupidez crónica. Ailes, el fundador de Fox News, ha muerto, dejando como legado ese canal por donde circulaban las aguas defecables del Tea Party, la cloaca instintiva de Sarah Palin, la ultraconservadora, racista, fanática, religiosa y enemiga acérrima del medio ambiente y todos los que están convencidos que creen que la teoría de la evolución es peligrosa. Ha muerto el hombre que avivó la idea de que el efecto invernadero es un invento de lunáticos y le dio cabida a cuanto troglodita conservador quisiera decir lo que le dictasen el odio y la ignorancia. Pero a decir verdad, ya Roger Ailes había muerto tras ser acusado por acoso sexual contra una empleada y conductora de Fox News. Ha muerto una sabandija pero queda, recurriendo al lenguaje que usaban los del FBI en la época de Edgard Hoover, “una mierda gorda”: Donald Trump. En estos últimos meses, en que un iceberg de 10 kilómetros de largo se ha desprendido de la Barrera de Hielo Ross y ha encallado en la Sonda de Mc Murdo, anunciando un apocalipsis futuro, el hombre del cabello amarillo – naranja que dirige Estados Unidos (ese gran país formado por gente mediocre al decir de Borges), acaba de sacar al país del norte del Acuerdo de París, firmado por 195 países con el fin de contrarrestar la acelerante contaminación ambiental. Barak Obama como presidente del segundo país más contaminante del planeta después de China, hizo de su agenda de lucha contra el cambio climático una de las prioridades de sus ocho años de gobierno. Fue precisamente él quien ratificó la participación de Estados Unidos en el Acuerdo sellado hace casi dos años, en diciembre de 2015 en París para ser más exactos. Obama subrayó que “fue el liderazgo firme y con principios de Estados Unidos en el escenario mundial el que hizo posible este logro”. Nada más conocerse la decisión del gorila blanco de abandonar el Acuerdo de París, Obama difundió un comunicado en el que lamenta el anuncio, que sitúa a Estados Unidos en ese “pequeño puñado de países que rechazan el futuro”. Aun así, Obama confía “en que nuestros Estados, empresas y ciudades darán un paso al frente y harán aún más para liderar el camino en la lucha contra el cambio climático”. ¿Qué es lo que está sucediendo en la Antártida mientras el ególatra y codicioso Trump, twittea como un frenético adolescente enamorado? Veamos el informe elaborado por Justin Gillis para The New York Times. A pesar de que muchos consideran que la Antártida no cambia, millones de toneladas de hielo se mueven de la tierra al mar cada año, y lo han hecho durante una eternidad. El temor de muchos glaciólogos es que partes de la capa de hielo podrían estar en las primeras etapas de una desintegración incontenible. El nivel del mar podría elevarse en un futuro cercano en varios metros, debido a la fragmentación de partes de la capa de hielo que se disolvieran en el mar. Un rápido deterioro de la Antártida podría ocasionar que el mar se eleve tan rápido que decenas de millones de refugiados costeros tendrían que huir tierra adentro, potencialmente colocando presión sobre las sociedades hasta el punto de quiebre. ¿Qué ocurriría si se derritieran los casquetes glaciares? La superficie de tierra firme se nuestro planeta soporta una carga de unos 38 millones de kilómetros cúbicos de hielo (de los cuales, 85 por ciento está en el continente de la Antártida). Como el agua es algo más densa que el hielo, esos 38 millones, al derretirse se quedarían en unos 33 millones de kilómetros cúbicos de agua. Está claro que si el hielo se derritiese, toda el agua o casi toda, iría a parar al océano. El océano tiene una superficie total de 360 millones de kilómetros cuadrados. Si dicha superficie permaneciera constante y los 33 millones de kilómetros cúbicos de hielo fundido se esparcieran uniformemente por toda su extensión, alcanzaría una altura de 33/360 o 0.092 kilómetros. Es decir, la capa de hielo fundido tendría un espesor de 92 metros. Pero lo cierto es que la extensión superficial del océano no permanecería constante, porque, de subir su nivel, se comería unos cinco millones de kilómetros cuadrados de las tierras bajas que hoy día festonean sus orillas. Lo cual significa que la superficie del océano aumentaría y que la capa de ese nuevo aporte de agua no sería tan gruesa como acabamos de suponer, aparte de que el peso adicional de agua haría ceder un poco el fondo del mar. Aun así, el nivel subiría probablemente unos 60 metros, lo bastante como alcanzar la vigésima planta del Empire State Building y anegar buena parte de las zonas más pobladas de la tierra. La cantidad de hielos terrestres ha variado mucho a lo largo de la historia geológica de la Tierra. En el apogeo de un periodo glacial avanzan, gigantescos, los glaciares sobre millones de kilómetros cuadrados de tierra, y el nivel del océano baja hasta el punto de dejar al aire libre las plataformas continentales. En cambio cuando la carga de hielo es prácticamente nula, como sucedió durante decenas de millones de años, el nivel del océano es alto y pequeña la superficie continental. Ninguna de las dos situaciones tiene porque ser catastrófica. En pleno periodo glacial, los hielos cubren millones de kilómetros cuadrados de tierra, que quedan así inhabilitados para la vida terrestre. Pero, en cambio, salen a la luz millones de kilómetros cuadrados de plataforma continental, con posibilidad de ser habitados. Si, por el contrario se derrite el hielo, el agua anegará millones de kilómetros cuadrados, que quedan así inservibles para la vida terrestre. Pero en ausencia de hielo y con áreas terrestres más pequeñas, el clima será ahora más benigno y habrá pocos desiertos, por lo cual será mayor el porcentaje de tierras habitables. Y como la variación en el volumen total del océano es relativamente pequeña (6 o 7 por 100 como máximo), la vida marina no se verá afectada demasiado. ¿Pero es esto posible con la superpoblación que tiene la Tierra actualmente? Imposible. Si el cambio de nivel durase miles y miles de años, como siempre ha sido en el pasado, no habría dificultad para afrontarlo. Pero el problema es que la tecnología humana está vertiendo polvo y anhídrido carbónico en el aire. El polvo intercepta la radiación solar y enfría la Tierra, mientras que el anhídrido carbónico atrapa el calor y la calienta. Si uno de los efectos llega a predominar en el futuro sobre el otro, la temperatura de la Tierra quizá suba o baje con relativa rapidez. Y en cosa de cien años puede que los hielos se derritan o que se formen glaciares continentales. En la actualidad, la catástrofe futura apunta a un hielo que se derrite. Lo catastrófico no es el cambio en sí, sino la velocidad del cambio. Recientes pronósticos computacionales sugieren que si las emisiones de efecto invernadero continúan a un alto nivel, partes de la Antártida podrían fragmentarse fácilmente, ocasionando que el mar se eleve a 2 metros para fines de este siglo (el doble del aumento máximo proyectado por un panel internacional del clima hace cuatro años).

¿Pero qué es el efecto invernadero? Cuando decimos que un objeto es “transparente” porque podemos ver a través de él, no queremos necesariamente decir que lo puedan atravesar todos los tipos de luz. A través de un cristal rojo, por ejemplo se puede ver, siendo, por tanto, transparente. Pero, en cambio la luz azul no lo atraviesa. El vidrio ordinario es transparente para todos los colores de la luz, pero muy poco para la radiación ultravioleta y la infrarroja. Pensad ahora en una casa de cristal al aire libre y a pleno sol. La luz visible del sol atraviesa sin más el vidrio y es absorbida por los objetos que se hallen dentro de la casa como resultado de ello, dichos objetos se calientan, igual que se calientan los que estas fuera, expuestos a la luz directa del sol. Los objetos calentados por la luz solar ceden de nuevo ese calor en forma de radiación. Pero como no están a la temperatura del sol, no emiten luz visible, sino radiación infrarroja, que es mucho menos energética. Al cabo de un tiempo, ceden igual cantidad de energía en forma de luz solar, por lo cual su temperatura permanece constante (aunque, naturalmente, están más calientes que si no estuviesen expuestos a la acción directa del sol). Los objetos al aire libre no tienen dificultad alguna para deshacerse de la radiación infrarroja, pero el caso es muy distinto para los objetos situados al sol dentro de la casa de cristal. Solo una parte pequeña de la radiación infrarroja que emiten logra traspasar el cristal. El resto se refleja en las paredes y va acumulándose en el interior. La temperatura de los objetos interiores sube mucho más que la de los exteriores. Y la temperatura del interior de la casa va aumentando hasta que la radiación infrarroja que se filtra por el vidrio es suficiente para establecer el equilibrio. Esa es la razón por la que se pueden cultivar plantas dentro de un invernadero, pese a que la temperatura exterior bastaría para helarlas. El calor adicional que se acumula dentro del invernadero pese a que la temperatura exterior bastaría para helarlas. El calor adicional que se acumula dentro del invernadero – gracias a que el vidrio es bastante transparente a la luz visible pero muy poco a los infrarrojos – es lo que se denomina “efecto invernadero”. La atmósfera terrestre consiste casi por entero en oxígeno, nitrógeno y argón. Estos gases son bastante transparentes tanto para la luz visible como para la clase de radiación infrarroja que emite la superficie terrestre cuando está caliente. Pero la atmósfera contiene también un 0.03 por ciento de anhídrido carbónico, que es transparente para la luz visible, pero no demasiado para los infrarrojos. El anhídrido carbónico de la atmósfera actúa como el vidrio del invernadero. Como la cantidad de anhídrido carbónico que hay en nuestra atmósfera es muy pequeña el efecto es relativamente secundario. Aun así, la tierra es un poco más caliente que en ausencia de anhídrido carbónico. Es más, si el contenido de anhídrido carbónico de la atmósfera fuese el doble, el efecto invernadero, ahora mayor, calentaría la Tierra un par de grados más, lo suficiente para provocar la descongelación gradual de los casquetes polares. Un ejemplo de efecto invernadero a lo grande lo tenemos en Venus, cuya densa atmósfera parece consistir casi toda ella en anhídrido carbónico. Dada su mayor proximidad al Sol, los astrónomos esperaban que Venus fuese más caliente que la Tierra. Pero, ignorantes, de la composición exacta de su atmósfera, no habían contado con el calentamiento adicional de efecto invernadero. Su sorpresa fue grande cuando comprobaron que la temperatura superficial de Venus estaba muy por encima del punto de ebullición del agua, cientos de grados más de lo que esperaban. Agreguemos estos conceptos para redondear las ideas expuestas.

Calentamiento global: Calentamiento de la superficie terrestre debido a la contaminación del aire o a la liberación natural de gases invernadero en la atmósfera.

Gases invernadero: Gases que atrapan el calor cerca de la superficie terrestre. Existen alrededor de 30 tipos de gases invernadero, de los cuales el CO2 es el más importante.

Cambio climático: Cambios en el sistema climático resultantes del calentamiento global.

Clorofluorocarbonos (CFC) e Hidrofluorocarbonos (HFC): Sustancias químicas inventadas por químicos industriales en 1928, muy útiles para la refrigeración, para fabricar espuma de poliestireno y como propulsores para los atomizadores y para los aparatos de aire acondicionado. Estas sustancias son sumamente destructivas para la capa de ozono. Son, además, poderosos gases invernadero.

Combustibles fósiles: Los más comunes son el carbono, el petróleo y el gas. Estos combustibles son los restos fósiles de organismos que vivieron hace millones de años.

Más de sesenta por ciento del agua dulce de la Tierra está encerrada en las capas de hielo de la Antártida. El hielo tiene decenas de millones de años de estarse acumulando. Capas delgadas de nieve que caía poco a poco se convirtieron gradualmente en hielo, sepultando cordilleras y creando una capa de hielo de más de 3 kilómetros de espesor. Bajo su propio peso pero, ese hielo fluye cuesta abajo en corrientes de lento movimiento que a la larga descargan icebergs en el mar. ¿Qué pasaría si la capa de hielo se desintegrara en su totalidad? Pues, el nivel del mar se elevaría en 50 metros, un potencial apocalíptico que dependería de la velocidad con la que sucediera. Los científicos coinciden en que si se quema todos los combustibles fósiles que se sabe existen, el colapso de la capa de hielo sería inevitable. En los años noventa, se iniciaron extensos monitoreos satelitales y en espacio de una década surgió evidencia de que la capa de hielo se retraía y desestabilizaba. Desde entonces, el ritmo al que algunos de los glaciares descargan hielo en el mar se ha triplicado. Más de cien mil millones de toneladas se pierden cada año. Si el ascenso de la temperatura resulta ser tan rápido como algunos pronostican, podría llevar a una catástrofe sin igual, porque cientos de millones de personas y millones de millones de dólares en propiedades están a menos de un metro del nivel del mar. En las simulaciones de los peores escenarios, el continuo calentamiento global hace que la Barrera de Hielo de Ross se colapse a partir de mediados de este siglo. Las partes más vulnerables de la capa de hielo podrían elevar el nivel del mar en 3 a 5 metros, aunque un gran número de científicos cree que eso tomaría más de un siglo. De que esta predicción sea certera depende en parte de su el lecho marino debajo de la Barrera de Hielo de Ross tiene profundos canales que pudieran permitir que el agua caliente del océano ataque al hielo desde abajo. Muchos científicos creen que las temperaturas más calientes del aire empezarán a debilitar a la Antártida Occidental desde arriba mientras que el agua más cálida del océano la ataca desde abajo. Las aguas más cálidas parecen estar haciendo mayor daño a una serie de glaciares que fluyen a una región llamada el Mar de Amundsen. Los satélites han identificado, según el informe de Justin Gillis para The New York Times, la pérdida más rápida de hielo allí, lo que plantea una pregunta perentoria: ¿Acaso ya ha empezado un colapso incontenible? Tener una mayor comprensión de cómo el hielo de la Antártida ha fluctuado en el pasado podría ofrecer una guía sobre los cambios que podría infligir el calentamiento. Durante un periodo de calentamiento natural hace unos 120 mil años, el nivel del mar subió de 6 a 9 metro comparado con hoy, lo que implica que las capas de hielo tanto en Groenlandia como en la Antártida podrían ser sensibles a un ligero calentamiento. Recortes agresivos en las emisiones podrían estabilizar a la Antártida durante siglos.

PROTOCOLOS Y CUMBRES
Los protocolos y cumbres sobre el cambio climático no han sido más que saludos a la bandera, reuniones anodinas donde no faltan los mañaneros desayunos, los suculentos almuerzos y las sobremesas sociales. El Protocolo de Kioto comenzó en 1985, cuando se presentó durante un congreso científico celebrado en Villach, Austria, la primera evaluación fidedigna de la magnitud del cambio climático al que se enfrentaba el mundo. En 1992, durante la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, 155 países firmaron la convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que señalaba el año 2000 como la fecha límite para que las naciones signatarias redujeran sus emisiones a los niveles de 1990. Aquel objetivo resultó ser exageradamente optimista. Cinco años después de prolongadas negociaciones, los países que habían firmado la Convención Marco se volvieron a reunir en diciembre de 1997 en Kioto, Japón, y llegaron a un nuevo acuerdo con respecto a la reducción de emisiones. El Protocolo de Kioto, que debía ser ratificado por cada país, establecía dos cuestiones fundamentales: los objetivos de emisión de gases invernadero para los países desarrollados, y el comercio de emisiones de los seis gases invernadero más importantes, un negocio valorado en 10,000 millones de dólares: establecía unos objetivos modestos para conseguir una reducción de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en torno al 5%. Sin embargo cuatro naciones – Estados Unidos, Australia, Mónaco y Liechtenstein – se negaron a ratificarlo, pues de hacerlo estarían obligadas a actuar de acuerdo con sus reglas. El Protocolo creo una gran división entre los que estaban seguros de que era esencial para la supervivencia de la Tierra y los que se oponían ferozmente por motivos económicos y políticos. Dentro de este último grupo, muchos creían que Kioto presentaba muchos fallos económicos y que era poco realista desde el punto de vista político. Otros creían que todo el asunto del cambio climático era una chorrada. Estados Unidos y Australia (país que tiene la mayor tasa de emisiones de gases invernadero per cápita de todos los países industrializados – un 25 por ciento más alta que Estados Unidos) se negaron a ratificar porque alegaban que les costaría demasiado. Manifestaban que una economía fuerte era la mejor garantía contra sobresaltos futuros, y ambos vacilaron en hacer cualquier cosa que pudiera ralentizar su economía. Es ilustrativo el informe elaborado por el Centro Nacional de Datos Climáticos quien enumeró diecisiete fenómenos meteorológicos ocurridos entre 1998 y 2002 que costaron más de 1,000 millones de dólares cada uno. Entre ellos hay sequias, riadas, temporadas de incendios, tormentas tropicales, granizadas, tornados, olas de calor, tormentas de hielo y huracanes. El más caro de estos eventos fue la sequía de 2002, que costó 10,000 millones de dólares. Todos estos, por supuesto, no tienen ni punto de comparación con los costes de los huracanes Rita y Katrina. En algún momento de este siglo llegará el día en que la influencia humana sobre el clima supere con creces la de todos los factores naturales. Entonces ya no podemos seguir hablando de actos de Dios, pues cualquiera de nosotros podría haber previsto las consecuencias de seguir vertiendo dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Mientras gobernantes como Donald Trump y Georges Bush II se muestren reacios a aceptar una realidad catastrófica que va más allá del papel, la Tierra, como decía Vallejo, “es un dado roído y ya redondo / a fuerza de rodar a la aventura, / que no puede parar sino en un hueco, / en el hueco de inmensa sepultura”.   

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