domingo, 26 de febrero de 2012

LA ESENCIA HUMANA







Para Eduardo Jáuregui Carbajo,
a su noble corazón y amistad
                                                                       entrañable.



LA HERENCIA DEL BUEN DIOS


“Y atónito por el terror de las cosas que verán tus ojos”, versa el Deuteronomio (XXVIII, 34). Estas  palabras encajan en las ensangrentadas manos de un sanguinario Dios, creador del Hombre, esa especie de Homo Sadicus que se ha propuesto, con mucho éxito, destruir el hábitat en que ha vivido por miles de años. La crueldad, el sadismo, el espíritu asesino y vengativo, la maldad en todos sus matices, todo está ahí, esperando aflorar en su momento porque está en la esencia humana.




CATOLICISMO Y NAZISMO, SANGRE DE UN MISMO RÍO


El presente está unido con el pasado por lazos imperceptibles. En el  drama de Rolf Hochhuth, uno de los libros de más repercusión en su tiempo, El gobernador general, un verdugo de las SS hitlerianas, dice al sacerdote Ricardo Fontana: “Somos los dominicos del siglo técnico. Vuestra Iglesia ha mostrado precisamente que se puede quemar a los hombres como el carbón. Tan sólo en España, sin recurrir al crematorio, habéis incinerado a 350,000 personas, quemándolas vivas caso todas…”


Con un poco de reflexión podemos llegar a la siguiente conclusión: ¿no existen acaso nexos de continuidad entre las hogueras de la Santa Inquisición y los crematorios de los campos de concentración de Auschwitz de la Alemania Nazi; entre las mazmorras sofisticadas del “Santo” tribunal de la Inquisición y las cámaras de torturas de la Gestapo?


Y qué decir de los centros de tormento de las sociedades modernas que no distan en sadismo de los juicios promovidos contra las “brujas” en la Edad Media y la “caza de brujas” que se práctica actualmente en muchos países del mundo llamados civilizados.


Una vez puesta en marcha, la Inquisición se asemejo a un perro rabioso desencadenado, que muerde sin hacer distinción entre los suyos y los ajenos. Porque  el diablo intentaba descarriar no sólo a los marranos y los moriscos, y no sólo a plebeyos, sino también a los cristianos más poderosos y más fieles a su religión.


Así razonaron los inquisidores, y por eso trataron con recelo y desconfianza no sólo a los de abajo, sino también a los de arriba – los allegados del rey, los círculos universitarios, los teólogos y escritores-, es decir, el medio a que pertenecían ellos mismos. Sus desafueros y su poder fueron aumentando a medida que depuraban ese medio, “escardando” a los elementos inseguros y vacilantes, que actuaron “por incitación del diablo”.


En Tomás de Torquemada se ve cuántas arbitrariedades podía cometer un inquisidor investido de poderes ilimitados, enérgico, vanaglorioso, engreído y vengativo, que no se detenía ante nada. Así fueron la mayoría de los inquisidores españoles. Esto explica por qué las muelas de la Inquisición trituraban no sólo a los culpables, sino también a gentes inocentes e incluso a algunos de los individuos más fieles de la Iglesia.


El filósofo español Juan Luis Vives escribió a principios del siglo XVI, en una carta a Erasmo de Rotterdam: “Pasamos por tiempo difíciles, en los que no se puede hablar ni callar sin peligro”. Fue a fines de este siglo XVI, exactamente el 27 de febrero de 1593, Giordano Bruno fue recluido en la cárcel de la Inquisición en Roma. El primer interrogatorio tardó en efectuarse hasta el 16 de diciembre de 1596. Es decir, el nolano estuvo enterrado prácticamente durante casi cuatro años en los sótanos del “Santo” tribunal romano que esperaba sacar de ello el doble provecho: “ablandecer” al recluso, doblegar su voluntad de resistencia, por una parte, y de otro lado ganar  tiempo para estudiar detalladamente las numerosas obras del filósofo y hallar en ellas algo que probara el carácter herético de sus concepciones.


La congregación del Santo Oficio que enjuicio a Giordano Bruno estaba integrado por prelados con rango de Cardenal y poseedores de una crueldad y avaricia remarcables. Entre ellos se encontraba Sarnino, encargado del Índice de los libros prohibidos; Sfondrato, hijo ilegítimo del Papa Gregorio XIV (se decía de él que en un año de Gobierno de su padre acaparó por saqueo más riquezas que otros conseguían en un decenio); Camillo Borghese , el futuro Papa Pablo V y el Jesuita Roberto Bellarmino, homúnculo (era de baja estatura) cruel, unos de los ideólogos de la Contrarreforma, que posteriormente tomó parte relevante en el proceso de Galileo.


Cuanto hubiera querido Adolfo Hitler contar entre sus S.S. con estos “ángeles” de alas negras cuyo paso por la humanidad esta cubierto de tanta sangre inocente. Católicos o nazis, es lo mismo, la crueldad está en la esencia humana. 


METAMORFOSIS

Nació Pedro, pero desde niño sintió un escozor incomprensible cuando escuchaba su nombre. Cuando presintió que le sonaba traidor, se lo cambio por Peter, total, si había más trinchudos que él y se llamaban Maycol, Jon, Chester, Yony, Foster, Clinton; porque él no podría ser Peter, como Fonda o Frankton.

Luego, el Maldonado, le cayó como estigma, un salivazo al rostro, un pedo subrepticio, una patada en el culo: Maldonado, maldiciente, maldito, maldición, maldadoso, todo malo, nada bueno; hasta maricon le dijeron una vez y eso no iba con él; allí empezó la Metamorfosis del apellido paterno, hasta convertirse en Peter McDonald’s, un hijo de puta, pero con nombre gringo.  



HOMS, LEGADO DE CENIZAS DE STALINGRADO

En su poema “Oraciones para los momentos supremos”, el poeta metafísico inglés John Donne (1572 – 1631) dice:


“Ningún hombre es en sí equiparable
a una isla/ todo hombre es una parte
del continente/ un trozo de tierra firme. /
si el mar se llevara lejos un terrón, /
Europa lo  perdería como si fuera un promontorio/
… Como si se llevaran la casa solariega/
de tus amigos o la tuya propia. /
La muerte de cualquier hombre me
disminuye/ puesto que estoy implicado
en la condición humana/ por eso no
busques saber/ por quién doblan las
campanas/ están doblando por ti”.

Todo hombre que muere se lleva con él parte de mí, es el diáfano mensaje de un hombre cuya poesía revela un alma en tensión constante, paradójica, ingeniosa y contradictoria.

Qué lejos se hallan estos versos del alma humana, de esa enferma que deambula desquiciada por los meandros de un rio teñido de sangre. Allí están para avalar esta triste realidad  de las constantes guerras que a lo largo de la historia nos han mostrado la triste realidad de la esencia humana. ¿Cuántos seres murieron durante las dos grandes guerras? Y qué decir de las más recientes: Vietnam, Corea, la del Golfo, Irak: una sinfonía sanguinolienta de nunca acabar. 

Una de las batallas más cruentas de la Segunda Guerra Mundial fue la de Stalingrado, ciudad que fue sitiada por el ejército alemán, pero que resistió al enemigo con una tenacidad inimaginable, al punto que los empecinados soldados germanos, medio muertos de hambre y frío, ya no estaban en condiciones de proseguir la lucha. De los doscientos cincuenta mil hombres que componían las fuerzas del VI Ejército, se redujeron en pocas semanas a unos cien mil, débiles y agotados. Los restantes cayeron en la lucha, murieron de frío o fueron hechos prisioneros por los rusos. El 10 de enero de 1943 comienza el  último gran ataque soviético sobre los defensores alemanes de Stalingrado, ya en ruinas. Las heladas ruinas de la ciudad están enrojecidas por la sangre y ennegrecidas por la pólvora y el humo.
El historiador francés, Claude Bertin, nos ha dejado un escalofriante testimonio de más de 240 páginas del espectáculo dantesco que se vivió en la ciudad rusa de Stalingrado: “Un poco más lejos se distingue el humo de una hoguera que sale de un sótano donde los ametralladores se calientan en torno al fuego. Los supervivientes de esta ciudad del horror hacen toda su vida en la obscuridad de los sótanos. Sobre la carretera que conduce al Volga, se ven entremezclados montones de piedras, de barricadas, de cadáveres de tanques soviéticos incendiados, de cañones demolidos. Sobre este decorado de desolación lanzan los alemanes el 14 de octubre la ofensiva más sangrienta, la más feroz de toda la batalla del Stalingrado. Sobre un frente de cuatro o cinco kilómetros, proyecta Von Paulus cinco divisiones de infantería y dos divisiones de tanques.

Desde el amanecer una formidable barrera de artillería y morteros aplasta a los defensores soviéticos. En el transcurso de la jornada, la Luftwaffe efectuará más de dos mil salidas. Aquella mañana no se oirán en Stalingrado las explosiones separadas. El ruido de todas ellas se confunden en un enorme trueno ininterrumpido. Los soldados no alcanzan con la vista más allá de cinco metros; tan densos son el humo y la polvareda en las calles y las ruinas. En el puesto de mando del general Tchuikov, jefe del LXII Ejército Ruso, puesto excavado en el acantilado del Volga, los cristales se han quebrado en mil pedazos, por el simple efecto de las vibraciones. Después de cuatro horas de bombardeos, la infantería y los tanques alemanes pasan al ataque. El grueso de la infantería se lanza por el norte de la ciudad contra la fábrica de tractores Dzerjinski. Los zapadores de la Wehrmacht consiguen  hacer saltar los campos de minas que obstaculizan la carretera a los asaltantes.

Tras un combate de cuatro horas los soldados alemanes fuerzan las defensas soviéticas, penetran en territorio del a fabrica y llegan hasta el Volga, avanzando un kilometro y medio. Los oficiales y soldados soviéticos no han retrocedido: los alemanes han avanzado sobre una alfombra de cadáveres. Ellos mismos han dejado en tierra a mil quinientos hombres y cincuenta tanques” (“La Segunda Guerra Mundial”, Claude Bertín; tomo 9). Después  de 180 días de batalla, el 3 de febrero de 1943, Alemania claudicó. Miles de soldados alemanes fueron hechos prisioneros; sólo unos cuantos regresarían a Alemania  con vida. Había llegado el turno de los rusos para el ensañamiento, el mismo del que habían hecho gala los soldados alemanes. Una de las razones más importantes de la victoria de Stalingrado fue la increíble resistencia de la población rusa al sufrimiento. En una ciudad convertida prácticamente en un horno, la actividad industrial se mantuvo casi hasta el fin de los combates. Los hombres y las mujeres trabajaron en las fábricas. Allí retuvieron el material a fin de estar preparados, el  día de la liberación, a remitirlo según las necesidades  del Ejército Rojo. Y cada noche, estos hombres, estas mujeres, regresaron a través de las calles cubiertas de embudos, y bajo bombardeos incesantes, a las ruinas y sótanos que les servían de domicilio.

El aprovisionamiento era deplorable, mísero. Espantosas las condiciones de higiene. La supervivencia en la ciudad era tan difícil que hasta los perros intentaban huir.

Hoy, después de más de 65 años de esa vesánica batalla, el recuerdo de Stalingrado parece renacer en la ciudad siria de Homs. El gobierno sirio liderado por un Hitler de actualidad, Bashar al Assad, pretende acallar los gritos de rebeldía de los pobladores de Homs con proyectiles de mortero, y misiles y fuego de helicópteros, lanzados sobre los barrios de esta inerme ciudad siria. El mensaje es muy claro, castigar a la población de Homs por haberse atrevido a levantarse contra el régimen arbitrario de Bashar al Assad, y que este escarmiento amilane la intención de nuevos levantamientos en Damasco y Aleppo. Democracia a bombazos, democracia masacrando y matando hombres, mujeres y niños inocentes que nada tienen que ver con esta insurrección.

“Nadie sale de Homs” es la consigna del genocida Bashar al Assad. Visto así, la ciudad de 80000 pobladores, queda a merced de una agresión militar en toda regla. Los cuantiosos heridos mueren en casas particulares por falta de medicinas. 

Al no permitirse. Corredores humanitarios, los heridos no pueden ser atendidos fuera de la ciudad: sin personal médico, sin medicinas ni reservas de sangre, la muerte es cuestión de días. Cuando algunos pobladores, desesperados por la situación que se vive, tratan de negociar con los puestos de control militar para tratar de salir de la ciudad argumentando tener heridos, ancianos enfermos o niños pequeños con ellos, la respuesta es siempre la misma: nadie sale de Homs.

Hay formas de matar a un hombre, miles diría yo, la desesperanza es una de ellas. Bashar al Assad está matando la esperanza de cada uno de los miles de sitiados en Homs cuando todo se ha perdido, cuando no queda esperanza alguna, la vida es un oprobio, y la muerte una necesidad, parece decir el sátrapa sirio. Cada día que transcurre en la sitiada ciudad, se contabiliza, por lo general, un centenar de muertos. Gracias a la tecnología moderna se pueden apreciar videos ciudadanos que,  burlando la férrea vigilancia que el ejército impone, logran salir de Homs: las escenas de masacres – niños despedazados, hombres y mujeres mutilados y decapitados -  se suceden con otras de violencia mas sibilíticas. Los escasos depósitos de agua han sido agujereados por las balas, con el valioso liquido escapando por los orificios sobreviene la inanición, que haya un muerto más, que importancia tiene, debe ser el pensamiento del líder sirio.
Según las informaciones filtradas desde la ciudad, un número indeterminado de recién nacidos prematuros que yacían en incubadoras, han muerto por el corte de suministro eléctrico ordenado por los represores. El objetivo de tan brutales medidas, seria allanar el camino para permitir la entrada del Ejército y proceder a la detención de los varones, en una repetición de lo que fue la masacre de Hama de 1982 ordenada por el presidente de entonces, Hafez al Assad – padre de Bashar – y ejecutada por su hermano, Rifaat al  Assad. Y como la vida y la historia están llenas de ironías, la que cerca y bombardea con saña la ciudad de Homs, es la IV División del ejército sirio comandado por el hermano del actual presidente, Maher al Assad.
Ante este hecho incomprensible que vislumbra para Homs un futuro sombrío, cabe preguntarse donde están los organismos internacionales cuyo fin, para el que fueron creados, es velar por la justicia en el mundo. En Siria no hay petróleo, de ahí que el país más intervencionista del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, haga oídos sordos. No habría, por parte de los habitantes de Homs, con que pagarles el favor. En Libia si intervino Estados Unidos. ¿Por qué? Porque allí si había petróleo con que pagar. La cosa es bien clara, la comunidad internacional lucha por algunos y a otros los abandona. Allende  era un peligro para Estados Unidos por el acercamiento que tenía con Fidel Castro: vino el golpe de Pinochet apoyado por la C.I.A., en la Guerra de las Malvinas  el ejército ingles masacró al ejército argentino: los estadounidenses no intervinieron, no ganaban nada.

Vista así las cosas, parece que el  destino de la humanidad es una apología a la muerte, aquí no caben las dudas ni la incertidumbre que tanto desveló a John Donne:

“Muerte, no te envanezcas, aunque te hayan
llamado/ poderosa y temible, porque
no eres así, / ya que aquellos a
quienes tú los crees abatidos, /
no mueren, pobre muerte; ni a
mi puedes matarme. / Del descanso y del
sueño, que son imagen tuya/ fluye
mucho placer; tú más nos puedes dar. /
Muy pronto nuestros hombres mejores
van contigo, / descanso de sus huesos,
libertad de las almas. / Esclava del
destino, del azar, de los desesperados, /
habitas con la guerra, el veneno y el
mal;/ y pueden la amapola y la magia
dormirnos/ aún mejor que tu golpe.

Por qué te envaneces. /Pasado un breve
sueño, despertaremos eternos, / y no
habrá ya más muerte; tú morirás,
¡oh muerte!”



EINSTEIN NO SÓLO MIRABA LAS ESTRELLAS
Explosión de la bomba atómica
en Hiroshima, Japón.


La suerte de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki estaba sellada ya desde fines de 1938, aun cuando ambas serían borradas del mapa por dos bombas atómicas recién en 1945. Todo comenzó en el Kaiser Wilhem Institute, de Berlín, cuando Otto Hahn y Fritz Strassman, dos científicos alemanes, hicieron un descubrimiento alarmante: bombardeando núcleos de uranio con neutrones, quedaban en los desechos restos de bario.
Ambos científicos quedaron confundidos, puesto que el bario tenía sólo ma mitad del peso del uranio y eso era algo sorprendente. Después de consultar con otros especialistas, entre los que se encontraba Neil Bohr, se llegó a la conclusión que la presencia de bario sólo podía ser explicada por la ruptura o “fisión” del núcleo de uranio.

Los experimentos más acuciosos que se sucedieron demostraron que cuando se fisionaba el núcleo del uranio, se liberaban dos neutrones y cada uno de ellos causaba una nueva fisión. En esencia, se producía una “reacción en cadena” en una pequeña fracción de segundo, liberando un enorme caudal de energía. Bohr captó el potencial de este fenómeno para generar una súper bomba, y cuando llegó a los Estados Unidos transmitió la información a Enrico Fermi, uno de los principales físicos nucleares en el mundo, que había estado a punto, él mismo de descubrir la fisión.

Surgió entonces la preocupación de que Alemania pudiese apoderarse de las enormes reservas de uranio en el Congo Belga y, Leo Szilard, científico que había trabajado anteriormente con Einstein, sintió que tenía que hacer algo al respecto. Szilard, amigo de Einstein, sabía que éste tenía una gran amistad con la reina de Bélgica. Es por ello que, junto con el físico Eugene Wigner, Szilard se dirigió a la casa de verano de Einstein en Long Island para hablar con él.

Franklin Delano Roosevelt
El físico alemán comprendió las implicancias del descubrimiento, aun cuando no era un experto en física nuclear ni había oído nada acerca de la reacción en cadena implícita en los núcleos de uranio. También, Szilard, decidió que una carta al presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, podía servir para la causa. Einstein firmó ambas misivas y finalmente la más larga le llegó a Roosevelt: el científico húngaro de origen judío, Leo Szilard, se sintió complacido.


Albert Einstein
Old Grove Rd. Point Peconic, Long Island.
2 de agosto de 1939
Franklin D. Roosevelt
Presidente de los Estados Unidos
White House Washington, D.C.
Señor.
Algunos recientes trabajos de Enrico Fermi y L. Szilard, los cuales me han sido comunicados en manuscritos, me llevan a esperar, que en el futuro inmediato, el elemento uranio puede ser convertido en una nueva e importante fuente de energía. Algunos aspectos de la situación que se ha producido parecen requerir mucha atención, y si fuera necesario inmediata acción de parte de la Administración. Por ellos creo que es mi deber llevar a su atención los siguientes hechos y recomendaciones.

En el curso de los últimos cuatro meses se ha hecho probable - a través del trabajo de Loiot en Francia así como de Fermi y Szilard en los Estados Unidos – el inicio de una reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio por medio de la cual se generarían enormes cantidades de potencia y grandes cantidades de nuevos elementos parecidos al uranio. Ahora parece casi seguro que esto podría ser logrado en el futuro inmediato.

Este nuevo fenómeno podría ser llevado a la construcción de bombas, y es concebible – pienso que inevitable – que puedan ser construidas bombas de un nuevo tipo extremadamente poderosas. Una sola bomba de ese tipo, llevada por un barco y explotada en un puerto, podría muy bien destruir el puerto completo, así como el territorio que lo rodea. Sin embargo, tales bombas podrían ser demasiado pesadas para ser transportadas por aire.

Los Estados Unidos tiene muy pocas minas con vetas de uranio de poco valor, en cantidades moderadas. Hay muy buenas vetas en Canadá y Checoslovaquia, mientras que la fuente más importante de uranio está en el Congo Belga.

En vista de esta situación usted podría considerar que es deseable tener algún tipo de contacto permanente entre la Administración y el grupo de físicos que están trabajando en reacciones en cadena en los Estados Unidos. Una forma posible de lograrlo podría ser comprometer en esta función a una persona de su entera confianza quien tal vez podría servir de manera extraoficial. Sus funciones serían las siguientes:

a)   Estar en contacto con el departamento de Gobierno, manteniéndolos informados de los próximos desarrollos, y hacer recomendaciones para las acciones de Gobierno, poniendo particular atención en los problemas de asegurar el suministro de mineral uranio para los Estados Unidos.

b)  Acelerar el trabajo experimental, que en estos momentos se efectúa con presupuestos limitados de los laboratorios de las universidades, con el suministro de fondos. Para lograr esos fondos es necesario el contacto con personas privadas que estuviera dispuestas a hacer contribuciones para esta causa, y tal vez obtener cooperación de laboratorios industriales que tuvieran el equipo necesario.

Tengo entendido que Alemania actualmente ha detenido la venta de uranio de las minas de Checoslovaquia, las cuales han sido tomadas. Puede pensarse que Alemania ha hecho muchas acciones, porque el hijo del Sub-Secretario de Estado Alemán, Von Weizacker, está asignado al Instituto Kaiser Guillermo de Berlín donde algunos de los trabajos americanos están siendo duplicados.
Su Seguro Servidor
Albert Einstein.

Puede parecer paradójico el contenido de esta carta por cuanto Einstein siempre mostró una posición no intervencionista en cuestiones donde la política asoma sus narices. Pero vayamos a los años previos a la llegada de Adolfo Hitler al poder, para comprender este hecho.
Adolfo Hítler


A comienzos de los años veinte el horizonte político en Alemania se iba encendiendo; el poder político de los nacionalsocialistas había aumentado en Alemania y Einstein veía claro que ni quería ni podía quedarse más tiempo allí. Por esa razón pasaba gran parte del tiempo en viajes por el extranjero. Muchas universidades del mundo entero ansiaban tenerlo como conferenciante o para una estancia quizá más larga.

La revolución Nacionalsocialista de 1933 puso punto final a su permanencia en Alemania. Tras diversas estancias intermedias emigró por último a los Estados Unidos de América, donde tomo posesión de una cátedra en la universidad de Princeton. Allí encontró residencia estable para los últimos años de su vida y también el ocio necesario para investigar los problemas filosóficos relacionados con la física y la política. Pero la inquietud de la época no se paraba, como es natural, ante los límites del campus de Princeton, y al iniciarse la guerra, en 1939, Einstein se vio arrastrado por problemas políticos de gran peso, probablemente en contra de sus deseos.

Con Hitler en el poder, los nazis se hicieron fuertes.

Einstein pasó a encabezar la lista de las figuras más odiadas de la Alemania nazi. La prensa lo atacó como traidor; Philipp Lenard y un grupo de científicos se juntaron para difamarlo: la teoría de la relatividad como contribución a la ciencia no ofrece nada trascendental. ¡Tamaño fanatismo, este que enceguece!

Einstein devolvió los ataques desde la prensa, condenando a Hitler siempre que se presentaba la oportunidad, y convocando al mundo civilizado para que interviniera en su contra. Pronto se puso precio a su cabeza en Alemania. Los camisas pardas asaltaron su departamento en Berlín y su casa en Caputh. Todo le fue confiscado, incluso su querido bote, el cual tiene un origen curioso; en 1929 Einstein cumplió cincuenta años y, como era de esperar, hubo una gran celebración. Varios amigos se pusieron de acuerdo para comprarle entre todos un velero, que durante varios años fue su orgullo y su alegría. Era de caoba y tenía una pequeña cabina y un baño. Surgió entonces una nueva necesidad, un lugar donde guardarlo y disponer de una casa de verano sobre un lago, donde pudiera usarlo y disfrutarlo. Einstein, que ya se había divorciado de su primera mujer, Mileva Maric, encontró con su prima y segunda esposa, Elsa Lowenthal, un lote sobre un lago, en Caputh, una pequeña aldea rural cercana a Berlín. Durante varios años pasó allí, Einstein, momentos de tranquilidad y paz; este fue el bote confiscado.

Albert Einstein
También los nazis se hicieron de 30,000 marcos que tenía en bancos de Berlín. Ilse, una de las dos hijas de Elsa y que fue secretaria de Einstein durante varios años, estaba todavía en el departamento de Berlín cuando lo asaltaron por primera vez y se aterrorizó cuando las tropas de asalto lo saquearon, llevándose todo lo que pudieron. Ilse – anticipándose a los hechos – había estado tratando de poner a salvo los papeles de Einstein; ella y su marido, en efecto, lograron preservar la mayor parte de ellos. Según un informe, los nazis planeaban capturar a Ilse y a Margot como rehenes en un esfuerzo por alcanzar a Einstein, pero el complot falló cuando ellas se las ingeniaron para escapar a Paris.
Hechos como estos, prepotentes y arbitrarios, llevaron al físico de Ulm a asumir partido en la política o en actitudes bélicas que pueden dejar una imagen de Einstein demasiado incompleta, si es que no se profundiza un poco en otros acontecimientos políticos colaterales a su vida.

Su posición en cuestiones pacifistas parece a primera vista contradictoria. 

Uno de sus biógrafos más puntuales, el inglés Clark, escribe sobre él: “La persona de Einstein entraña por tanto muchas contradicciones. Era un alemán que odiaba a los alemanes; un pacifista que exhortaba a sus conciudadanos a las armas y que tuvo parte importante en el desarrollo de la bomba atómica, un sionista que anhelaba la reconciliación con los árabes y que no emigró a Israel sino a América”. (“Einstein: la vida y el tiempo”, Ronald Clark. Nueva York, 1971)

Es necesario conocer con más exactitud los motivos que lo impulsaron a esas contradicciones, para aproximarse más a la comprensión de su persona. Einstein se destacó desde joven como pacificador. Desde el comienzo mismo de la Primer Guerra Mundial apoyó el movimiento pacifista y todavía en los años veinte estaba seguramente convencido de que el nacionalismo era la causa principal de las guerras. Su esperanza se fundaba en un nacionalismo más mesurado, capaz de crear las condiciones para una paz más duradera. Sin duda, Einstein reconoció muy tarde que los jóvenes movimientos políticos del siglo XX, que en parte aprobaba y en parte rechazaba, conducían en última instancia a la formación de grandes complejos de poder totalitarios; que si bien no eran Estados nacionales en el antiguo sentido de la palabra, si estaban decididos a llevar adelante sus pretensiones con aparato militar muy superior al de aquellos Estados nacionales. Así pues, Einstein no se enfrentó realmente con el problema del pacifismo sino al iniciarse la Segunda Guerra Mundial en 1939.

En 1929 había declarado todavía a un diario de Praga que en el caso de una nueva guerra se negaría a prestar servicio de armas. Diez años más tarde tuvo que preguntarse si esa postura seguía siendo justificable cuando en el otro lado estaban Hitler y los nacionalsocialistas. Para entender la respuesta de Einstein es preciso reflexionar un poco sobre el concepto de pacifismo.

El Enola Gay y su tripulación
Werner Heisenberg (1901 – 1976), uno de los científicos más trascendentales de la física moderna, ha reflexionado sobre este punto con gran ecuanimidad: “Quizá quepa diferenciar a qué podemos llamar pacifismo extremo y a que pacifismo realista. El pacifista extremo rehúsa hacer servicio de armas en cualquiera de sus formas, aun en el caso de que el grupo humano al cual pertenece o en el que ha decidido vivir se encuentre en grave peligro; está dispuesto a entregar él mismo de la vida, o bien intenta huir a algún país que le ofrezca asilo. El pacifista realista afronta una decisión más ardua. Cree que en el caso de un conflicto debe primero formarse un juicio independiente sobre la situación jurídica, opina que esa situación es enjuiciada de una manera muy distinta por ambos bandos, e intenta ver el tema del conflicto también desde el otro lado. Sabe además que la paz sólo puede preservarse cuando cada una de las partes está dispuesta a hacer dolorosas concesiones.

Intenta convencer por tanto a sus compatriotas o correligionarios para que rebajen sus condiciones, para que enjuicien con más prudencia la situación y para que hagan verdaderos sacrificios en pro de la paz. Pero si tras profunda reflexión llega al convencimiento de que la otra parte ha exagerado sin tasa sus aspiraciones o de que es un grupo humano que practica al mal irrefrenadamente, entonces hace suyo, no ya el derecho, sino el deber de oponer resistencia aunque sea con las armas. La dificultad de esta segunda versión del pacifismo es que aquí ya no basta con estar a favor de la paz. Hay que formarse un juicio independiente acerca de la situación y luego decidir qué sacrificios se pueden hacer en aras de la paz” (“Encuentros y conversaciones con Einstein y otros ensayos”, Werner Heisenberg; Alianza Editorial, 1979).

Roosevelt tomó en serio la amenaza de que Alemania podía fabricar una bomba atómica. Acordó formar un comité para estudiar el asunto. El comité se reunió y tras alguna discusión, asignó unos insignificantes 6,000 dólares para investigar la factibilidad de un proyecto de fabricación de la bomba atómica. Para Szilard eso fue un insulto; sabía que sería necesaria una suma mucho mayor. Como pasaban los meses y todos parecían moverse muy despacio, Szilard, indignado, acudió a Einstein con otra carta, este la firmó y fue enviada el 7 de marzo de 1940. Sin embargo, pasaría más de un año antes de que las cosas realmente empezaran a funcionar.

Einstein estaba deseoso de que los Estados Unidos entrara en la guerra. Sabía que eso haría una diferencia muy grande y lo descorazonaba el hecho de que algunas personas intentaran que los norteamericanos se mantuvieran al margen. El 7 de diciembre de 1941, Japón atacó Pearl Harbor con una fuerza devastadora, por lo que Estados Unidos no tuvo otra alternativa: declararle la guerra a Japón y a Alemania.

La mortífera bomba lanzada
en Hiroshima
Si Einstein recibió la noticia de buena gana, también debe haber comprendido que aquello representaba un compromiso serio y grave. El “Proyecto Manhattan”, como se le denominó a las investigaciones sobre la bomba atómica, tuvo como primer paso mostrar una versión retardada de la reacción en cadena de la fisión, la cual, al ser posible, podía ser controlada. Enrico Fermi y su equipo lograron esto en la Universidad de Chicago el 2 de diciembre de 1947. Este fue el primer paso de lo que se lograría definitivamente en 1945: Hiroshima y Nagasaki serían los destinatarios de tan horripilante envío.

Einstein detestaba considerar que se la usaría, pero a pesar de sus reservas, quería poner su parte en el esfuerzo bélico. Cuando en 1944 se organizó en Estados Unidos una subasta de libros raros y manuscritos, cuyo producto contribuiría a financiar la guerra, le pidieron a Einstein el manuscrito original de 1905 sobre la relatividad especial. Lo había descartado hacia unos años, pero se ofreció para rescribirlo.
Se subastó en 6 millones de dólares, que fueron directamente a las arcas para el financiamiento de la guerra. Otro de sus manuscritos obtuvo 5 millones de dólares.

La guerra terminó en mayo de 1945, y si bien Einstein sintió un profundo alivio, continuó preocupado por lo de la bomba. Después de la muerte de Roosevelt, asumió la presidencia de los Estados Unidos Harry S. Truman. El 24 de julio de 1945, durante la Conferencia de Postdam, Truman le dice al líder soviético José Stalin que posee un arma de tal poder que, para los japoneses, podría significar “una lluvia de destrucción desde el aire” y que “nada igual se ha visto en la tierra”. Stalin lo escuchó con atención, pero ignorando la magnitud e importancia de esa confesión. El comentario de Truman en aquella cumbre de líderes mundiales se refería al “arma del juicio final” con la que ya contaba Estados Unidos: la bomba atómica.

Dado que los norteamericanos e ingleses estimaban que Japón no se iba a rendir con facilidad e invadirlo tomaría tiempo y más hombres (las batallas de Iwo Jima y Okinawa serían una muestra de ello), ni el presidente Harry S. Truman ni su homólogo británico, Winston Churchill, escucharon, el 6 de agosto de 1945, a quienes se oponían al ataque con Hiroshima usando la nueva arma.

Imagen de Hiroshima después de
la explosión
Hiroshima fue el peor ataque aéreo que la humanidad había conocido hasta entonces. A las ocho y quince y diecisiete segundos de la mañana del 6 de agosto de 1945, la primera bomba atómica se la historia – “Little Boy” – se desprende del bombardero “Enola Gay”. El blanco es la ciudad de Hiroshima, más exactamente un pequeño puente sobre el apacible río Ota. La nave se aleja velozmente del punto cero. La explosión se verifica 43 segundos más tarde. En caída libre y a una altura de 565 metros, “Little Boy” estalla y genera una energía equivalente a una carga de 20 mil toneladas de TNT. Un intenso brillo corta el cielo y desata fuertes vientos. Es un huracán de fuego de más de 400 metros de diámetro y que se eleva en forma de hongo a 20 kilómetros de altura. El aire arde a más de 3000 grados centígrados. El coronel Paul W. Tibbets, a bordo del “Enola Gay”, debe estar satisfecho de haber lanzado con precisión su mortífera carga nuclear sobre Hiroshima.

Instantáneamente, miles de seres humanos se desintegran; de quienes permanecen inmóviles sólo queda una sombra humana de partículas de carbón en el lugar. Otros miles logran sobrevivir unos pocos segundos, para ser golpeados por escombros o sepultados por edificios que caen. Otros logran arrojarse a los ríos, pero estos están hirviendo… “La dura margen nos conduce ahora; / y el río opone al fuego su humeante / niebla, de agua y ribazos protectora”. , canta Dante en el Infierno de su Comedia. En la horrenda vorágine mueren 200,000 personas; la mitad de la población diurna de la ciudad. “Soy compañero de la muerte, destructor de mundos”, dijo Oppenheimer, el padre de la bomba atómica, luego de la detonación de prueba de la bomba en Nuevo México, en un paraje conocido como Álamo Gordo. En Hiroshima Oppenheimer no destruyo mundos sino que mató hombres, mujeres y niños, volviendo la vida polvo en el viento. En Hiroshima la muerte se lleva con ella 60,000 edificios, fuegos dispersos se convierten en incendios mayores y la contaminación radioactiva inicia brutalmente su inhumana y silenciosa labor de provocar una muerte lenta.

A pesar de estas devastadoras consecuencias, poco o nada se hizo para evitar que, tres días después, el 9 de agosto, Truman ordena lanzar sobre Nagasaki el segundo artefacto explosivo atómico, bautizado como “Fat Man”. Cuando Albert Einstein se enteró – como todo el mundo – de que el infierno de sus temores se había hecho realidad en Hiroshima y Nagasaki, afirmó: “Si hubiera sabido… no habría firmado nunca esa carta”. El padre de la teoría de la relatividad y estudioso del átomo se refería a la carta que había enviado el 2 de agosto de 1939 al presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt.

Imagen de Nagasaki después
de la segunda bomba atómica
Einstein escuchó las noticias mientras estaba de vacaciones en el lago Saranac. Según Helen Dukas, una de sus asistentes desde 1928 y que permaneció junto al físico alemán hasta el día de su muerte, su único comentario fue: “¡Ay de mí! ¡Dios mío!”. No hizo ninguna declaración pública. Había visitado Japón en la década de 1920 y fue recibido con los honores que su investidura merecía. A pesar de que debido a la guerra estaban los bandos contrarios, no sentía hacia ellos una gran animosidad, y después de los ataques a Hiroshima y Nagasaki, expresó una considerable compasión hacia ellos. Respecto a los alemanes, por el contrario, no sentía sino ira.

Los culpó por los campos de concentración que los nazis iban diseminando por Europa y, hasta el día de su muerte, por la agresión mundial que Alemania mostraba contra todo lo que significaba el mundo civilizado.

Cuando el científico alemán Arnold Sommerfeld le escribió después de la guerra, pidiéndole que olvidara el pasado y volviera a ser miembro de la Academia Prusiana, se rehusó.  No quería tener nada más que ver con los alemanes, aunque exceptuó a la mayoría de sus amigos de esa nacionalidad.

Pero hay un asunto espinoso que tiene que ver con las ideas políticas de Einstein. En su libro “Einstein: una vida”, (Nueva York: Wiley, 1996), Denis Brian cuenta sobre el espionaje y seguimiento que el director del FBI, J. Edgar Hoover hacía en contra del científico alemán. Hoover estaba decidido a probar que Einstein era un comunista y un espía, y durante años ordenó monitorear cuidadosamente todas sus actividades. 

Como no pudo encontrar nada sobre Einstein, enfocó su atención en su secretaria, Helen Dukas (quien era tan peligrosa para el país, más o menos como un perrito faldero). Por un momento pensó en “intervenir” el teléfono de Einstein, pero decidió no hacerlo porque podía ser vergonzoso para el FBI si se descubría.

Conferencia de Postdam.
Churchill, Truman y Stalin
Existe un documento, un artículo aparecido en 1949 en los Estados Unidos, que nos muestra a un Einstein convencido del socialismo, un militante explícito del anticapitalismo. Dice Einstein en este artículo, que en una discusión con un hombre, este le manifestó su inquietud sobre un nuevo conflicto bélico que pondría en peligro la existencia de la humanidad. Einstein quedó perplejo cuando el hombre le dijo: “¿Por qué se opone usted tan profundamente a la desaparición de la raza humana?”. Para el científico alemán esa era la declaración de un hombre que se ha esforzado inútilmente en lograr un equilibrio interior y que tiene más o menos perdida la esperanza de conseguirlo. Es la expresión de la soledad dolorosa y del aislamiento que mucha gente está sufriendo en la actualidad.

Para Einstein el hombre es, a la vez, un ser solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia existencia y la de los que estén más cercanos a él, para satisfacer sus deseos personales, y para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social, intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus condiciones de vida.

A pesar de estas aparentes contradicciones, para Einstein, la personalidad del hombre que, finalmente emerge, está determinada en gran parte por el ambiente en el cual se encuentra durante su desarrollo, por la estructura de la sociedad en la que crece, por la tradición de esa sociedad, y por su valoración de los tipos particulares de comportamiento.

El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar por si mismo; pero él depende tanto de la sociedad – en su existencia física, intelectual, y emocional – que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del marco de la sociedad.

J. Edgar Hoover
Los progresos tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han creado, según Einstein, condiciones que están aquí para quedarse, para crear un binomio inseparable: producción y consumo; de ahí que es sólo una leve exageración decir que la humanidad ahora constituye incluso una comunidad planetaria de “yo creo” y “tu compras” y, su variante, “yo me hago rico” y “tú te haces pobre”.

¿Pero qué es aquello que constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo? Esa esencia, según Einstein, está inmersa en la relación del individuo con la sociedad. El individuo es más consciente que nunca de su dependencia de sociedad. Pero él no ve la dependencia como un hecho positivo, como un lazo orgánico, como una fuerza protectora, sino como algo que amenaza sus derechos naturales, o incluso su existencia económica. Todos los seres humanos, cualquiera que sea su posición en la sociedad, están sufriendo este proceso de deterioro.
Las opiniones de Einstein en este artículo deben haber caído como granadas de guerra en la cabeza del director del FBI; he aquí algunas esquirlas de un convencido socialista que, sin haber hecho uso de instrumentos de precisión ni de laboratorio, concibió la teoría general de la relatividad, uno de los más renombrados monumentos de la historia física.

*       La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, la verdadera fuente del mal.

*       Es importante señalar que los medios de producción – es decir, la capacidad productiva entera que es necesaria para producir bienes de consumo tanto como capital adicional – puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad privada de particulares.

*       Llamo “trabajadores” a todos los que no compartan la propiedad de los medios de producción.

*       Los propietarios de los medios de producción están en posición de comprar la fuerza de trabajo del trabajador. Usando los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista.

*       Como el contrato de trabajo es “libre”, lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la demanda de los capitalistas de fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores compitiendo por trabajar.

*       El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo animan la formación de unidades de producción más grandes a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos prácticos, separan al electorado de la legislatura.

*       Bajo las condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan, directamente o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa, radio, educación).

*       La producción está orientada hacia el beneficio no hacia el uso.

*       El trabajador está constantemente atemorizado con perder su trabajo.

*       El progreso tecnológico produce con frecuencia más desempleo, en vez de facilitar un cupo de trabajo.

Einstein concluye su reflexión manifestando que está convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos males: el establecimiento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo orientado hacia metas sociales, pues, según Einstein, en el sistema educativo se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura.

Harry S. Truman
Parece increíble, que lo que el físico alemán escribió hace 62 años, parezca una crónica salida de un diario de hoy. Visionario en la física, también Einstein lo fue en el análisis de la sociedad en que vivía y en la que vendría con los años, esa sociedad capitalista con una poderosa ideología – la creencia en los mercados libres y sin restricciones – que está llevando al mundo al borde de la ruina. Sirva como ejemplo lo sucedido en Estados Unidos, donde incluso en sus días de apogeo, desde principios de los años ochenta hasta el año 2007, el capitalismo desregulado al estilo estadounidense trajo mayor bienestar material sólo para los más ricos en el país más rico del mundo.

De hecho, a lo largo de los 30 años de ascenso de esta ideología, la mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos declinaban o se estancaban año tras año.

Los remedios para el déficit de Estados Unidos surgen inmediatamente de este diagnóstico: se debe poner a los Estados Unidos a trabajar mediante el estímulo de la economía; se debe poner fin a las guerras sin sentido; controlar los costos militares y de drogas; y aumentar impuestos, al menos a los más ricos. Pero la derecha no quiere saber nada de esto, y en lugar de ello, está presionando para obtener aún más reducciones de impuestos para las corporaciones y los ricos, junto con los recortes de gastos en inversiones y protección social que ponen el futuro de la economía de los Estados Unidos en peligro y que destruyen lo que queda del contrato social.

Este es el panorama desolador para el futuro de la humanidad, controlada por la mezquindad de mercados financieros y economistas de derecha que velan sólo por sus intereses sin importar el resto.
Como se aprecia, Einstein no sólo miraba las estrellas, sino que, en algunos intersticios de descanso, dejando de lado sus reflexiones sobre el universo, su agudo pensamiento penetraba en la sociedad para comprender, entender, reflexionar y criticar las relaciones del hombre con sus semejantes, de las sociedades con las sociedades.

De una u otra forma, ese capitalismo que cuestionaba con reservas, es el régimen económico que él ayudó a fortalecer en los Estados Unidos de las post guerra, si partimos de la arriesgada premisa de que quien posee el poder bélico, puede imponer, a largo y mediano plazo, eufemísticamente, su poder económico. La historia va confirmando estas sospechas.


JERARQUÍAS ESCATOLÓGICAS



El señor Steven Levitsky es un gringuito bonachón, que por el solo hecho de gustar del ceviche y del pisco, se siente una autoridad para opinar sobre política peruana y, más aún, para darnos lecciones de crítica, reflexión y agudeza. En un artículo salido de los más rancios estercoleros de “El Comercio”, manifiesta que quienes critican las intromisiones gobiernistas de la Primera Dama (término huachafo) Nadine Heredia, son unos machistas anticuados porque prefieren el rol decimonónico de la mujer discreta y apagada. Sería bueno decirle a este papanatas que en las elecciones presidenciales del 2011 quien salió elegido presidente fue Ollanta Humala, su marido, y no ella.
El salir en esos bodrios de papel cuché, “Cosas” u “Hola”, no le dan derecho a hablar como vocera de un gobierno donde no tiene cargo alguno y, más aún, que se atreva a conminar a un ministro a que le brinde información inmediata sobre una preocupación que la agobia. O el señor Levitsky es un alma caritativa, un lameculo o un perfecto cojudo cuando dice que la esposa de El Camaleón es la Hillary Clinton, la esposa del ex presidente estadounidense, conocido por sus aficiones a que se le practique el felatio al paso.
No le quitemos méritos a nuestra socióloga, pero seamos realistas y salvemos las distancias con mesura y humildad. Este gracioso artículo, que raya en lo chistoso, me trae los versos de Dante en su Comedia, cuando en el círculo VIII del Infierno, bolsa II hace referencia a los aduladores que se hallan inmersos en la basura:

“De un sarro están los muros guarnecidos
que trae de abajo un halito asqueroso
por el que ojo y nariz son ofendidos.

Tan oscuro es el fondo de este foso
que sólo puede verlo el que ha llegado
donde el arco se eleva más airoso.

Allí fuimos; y luego he contemplado
gente hundida en estiércol: se diría
en letrinas humanas cosechando.

Mientras mi visita el fondo recorría,
vi a uno con tanta mierda en la cabeza
que ni laico ni fraile parecía.

“¿Por qué tanto te gusta”, al verme empieza
“mirarme más que a la otra sucia gente?”
“Porque si mi memoria no tropieza

te he visto con el pelo reluciente
y Alessio Interminei, de Luca, eras:
por eso te miré más fijamente”.

Y él, dando en su testuz puñadas fieras:
“Aquí me hundió mi lengua malhadada
nunca harta de palabras lisonjeras”.

Después: “Haz que penetre tu mirada
avante”, dijo el guía, “ y tenla atenta
hasta que por tus ojos sea alcanzada

la desgreñada meretriz mugrienta
que rascándose está con las merdosas
uñas, y se alza, agáchase o se sienta.

Esa es la puta Tais a quien “¿hermosas
prendas hallas en mí?” dijo su amante,
y respondió: “¡Más bien maravillosas”!

                              (Comedia, Infierno; VV. 106 – 135)

La educación no discrimina; hay aduladores negros y blancos, católicos y protestantes, demócratas y socialistas: está en la esencia del hombre.
Muchos aduladores viven a expensas de quienes los escuchan. Si bien la mayoría cae en las redes de la adulación, hay unos pocos que la rechazan como lo que es: algo indigno. He aquí una anécdota atribuida a Vespasiano:

“Hallábase este emperador romano oyendo los encendidos elogios de un adulador, y cuando llegaba al colmo de la hipérbole, Vespasiano le dio un bofetón.
-      ¿Por qué me maltratas? – preguntó el otro, desconcertado.
-      Porque me muerdes, y la defensa es natural”.

Los aduladores, al decir de Francois Mauriac, resultan útiles, por cuanto el adulador siempre pondera las flaquezas del adulado, y esto beneficia este último.
Tal vez no haya habido monarca en la tierra más adulado que Luis XIV de Francia. Sus cortesanos parecían tener por exclusiva ocupación o al menos por esencial preocupación la de discurrir ditirámbicos e inéditos cumplidos, dedicados a la Real persona, importándoles un ardite el ridículo papel que, procediendo así, representaban. Se cuentan numerosas muestras elocuentes de semejante y estúpida conducta, pero tal vez sea la siguiente una de las que mejor evidencian el grado de estulticia a que se había llegado.

“Luis XIV alcanzó una avanzada edad – falleció a los 77 años - y quejábase un día, ante algunos de sus caballeros, de haber perdido los dientes. Y sin abrir demasiado la boca, para apenas mostrar los suyos, uno de aquellos memos exclamó, con sorpresa admirablemente fingida:
-      ¡Oh, Majestad!, ¿acaso hay dientes?

Dentro de toda esta boñiga de adulación se establecen jerarquías bien definidas donde los lamebotas ocupan la parte más baja de la pirámide. Pero ellos saben que pueden ir escalando posiciones, y que todo depende de su paciencia y habilidad para desenvolverse en un campo donde hay mucha competencia, pues los aduladores pululan como moscas alrededor de un mojón.
De lamebotas se puede ascender a chupamedias, lugar un poco más acomodaticio y donde ya se perciben algunos beneficios que antes no se tenían. De ahí, con paso firme y seguro se sube a lamepiés. Aquí ha sucedido algo muy interesante, ya hay un contacto físico con el adulado, es decir, este ya nos tiene confianza al permitirnos pasar nuestra lengua por sus pinreles.
Aquí se produce un fenómeno extraño, pues, el adulador por un arte de magia o sortilegio, se desprende del adulado y, por una ley de física aún no descubierta por científico alguno, logra suspenderse en el aire y sube a la escala de huelepedos. Ahí permanecerá un buen tiempo oliendo las flatulencias del adulado. Que se mantenga en ese lugar de honor dependerá de su olfato, el cual deberá estar siempre atento a cualquier meteorismo salido del culo que se adula. Llegar a esta posición no es nada fácil, ha costado esfuerzo, pero las gratificaciones que vendrán ameritan el sacrificio. Un aforismo persa dice que la paciencia es un árbol de raíz amarga, pero de frutos muy dulces, dulcísimos; para el adulador, es casi seguro, que los pedos de su adulado deben saberle a pastillas de menta.
Después de un buen tiempo suspendido en el aire, pero en la órbita del culo adulado, el adulador sentirá una fuerza impulsora que lo llevará como una nave espacial hacia las nalgas que ha venerado durante largo tiempo. Posado en los glúteos codiciados comenzará su nueva labor con otro título que llevará con la dignidad con la que un general lleva sus medallas en el pecho. Se ha convertido en un honorable besaculos.
Aquí se produce otro fenómeno físico que los científicos todavía no logran desentrañar. El besaculos se ha convertido, en este nuevo cargo, en una especie de pelota de básquet que golpea el suelo, se aleja y vuelve a caer. Pero el besaculos no golpea el suelo, él se aleja y regresa a besar el culo que adula; esta escala puede resultar un poco monótona y aburrida, pero no olvidemos que el besaculos es un ser dotado de una tolerancia a prueba de balas. Luego de un tiempo de ejercitarse en el arte de la adulación, el besaculos tendrá ahora su prueba de fuego, ahora deberá demostrar sus dotes lacayiles. Deberá abrir sus callosos labios y dejar salir su lengua rastrera y servil. Ha llegado a una de las escalas de la pirámide más codiciada por los aduladores, el bastión de los lameculos. Ahora el adulado le ha permitido penetrar en su intimidad, en un lugar que sólo conoció su madre cuando le cambiaba los pañales y le talqueaba el culo, este potito que algún día fue rosadito. Ahora la labor del lameculo, aunque séptica, es un trabajo que lo honra, un puesto bien ganado a punta de privaciones, agudeza y sacrificio. En el camino ha tenido que tumbarse a muchos besaculos que pretendían el puesto magnánimo que él, con mucho orgullo, ostenta. Es un lugar que él se ha ganado, nadie le ha regalado nada, todos los merecimientos le pertenecen.
El besaculos ha llegado al lugar desde donde debe dar el gran salto, un último esfuerzo y se habrá doctorado con todos los honores del caso. Ha llevado años preparándose para el día más feliz de su puta existencia: el graduarse de comemierda. Los postulantes a dicho lauro no son muchos, pero tampoco son pocos. Muchos no llegaron a las puertas de este paraíso escatológico, desistieron en el camino, no porque no tuvieran convicción, sino porque la competencia en este campo es durísima. Hay que tener las goznes en buen estado para arrodillarse todas las veces que el adulado lo requiera, la columna debe estar en óptimas condiciones para doblarse ante el amo. En esta pirámide de mierdas y flatulencias no caben los inseguros ni los hombres de dignidad: hay que nacer cagado para ser servil.
Ahora el lameculo deberá tener buenas rodillas y palmas de las manos en óptimas condiciones, pues, su último ascenso, así lo requerirán. Deberá también pasarse un buen tiempo observando a los perros, pues, a lo largo de lo que le resta de vida deberá andar en “cuatro patas”. Listo ya, y en buenas condiciones, está preparado para su graduación: la de comemierda. Deberá ser astuto y ágil, pues, tendrá que seguir a su amo hacia donde éste vaya y, cada vez que éste defeque, sea el lugar que sea, deberá correr e ingerir su ración de heces, fresquita y oliente, como pan recién salido del horno.

Sus años de sacrificio y entrenamiento han valido la pena, no será el brazo derecho de su adulado, pero sí quien cubra, o mejor dicho, quien desaparezca sus desechos intestinales. Pero el comemierda es sólo la copa del árbol, porque dentro de esta planta de tronco leñoso y resistente, existen ramas que deben ser cubiertas. En otras palabras más simples y comprensibles, diremos que hay cargos colaterales, verbigracia, chupamedias de huelepedos, besaculos de comemierdas, huelepedos de lameculos, lamepiés de comemierdas, etc., y así una serie de ramificaciones que no cualquier matemático podría precisar su número. ¿Pero dónde se les encuentra a estos engendros? Están en todas partes: en los organismo públicos, en el Congreso, en las empresas públicas, en las instituciones militares, en los clubs sociales y deportivos, en las escuelas y en la misma Iglesia, sea cual sea la religión que se practica en ella, porque este estigma está en la esencia humana.




BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, EL APÓSTOL DE LAS INDIAS


Cuenta Bartolomé de las Casas en su “Historia general de las Indias” que en el año 1511, los españoles, aposentados en la isla de Cuba, cometieron tantas crueldades, que muchos indios optaron por huir debido a las atrocidades que contra ellos se cometían. Entre ellos había un cacique o señor principal de nombre Hatuey, quien dijo a su gente que aquellos extranjeros tenían por naturaleza la maldad y la crueldad. Ordenó entonces el cacique que arrojaran al río el oro y las joyas que poseían, pues, después de obtener esas riquezas, los españoles de todas maneras los matarían. El cacique anduvo huyendo hasta que al fin lo capturaron. Los españoles, en represalia, decidieron quemarlo cuando Hatuey estuvo atado al palo donde iba a arder la hoguera, un sacerdote franciscano se acercó a él y le habló de Dios y de la fe cristiana de la cual el cacique nunca había oído. Le dijo también que si creía en aquello que estaba diciendo iría al cielo después de muerto: ahí encontraría la gloria y el eterno descanso, le dijo, pero si no era, pues, entonces iría al infierno a padecer perpetuos tormentos y penas.

El cacique quedó pensativo unos momentos y luego interrogó al franciscano si también los cristianos iban al cielo, el religiosos respondió que sí.

Hatuey, sin pensarlo más, dijo que no quería ir al cielo sino al infierno, por no estar en el mismo lugar donde estuvieran gente tan cruel y perversa como los cristianos.

Esta es la manera más común que tuvieron los conquistadores para ganarse a los nativos a su fe: la matanza, la amenaza y la crueldad en las formas despiadadas e inhumanas que se puedan concebir.

¿Habría que creer en lo que Las Casas cuenta en su libro?
Pocas figuras, a todo lo largo de las letras y la política española, han sido tan discutidas como la suya. Nacido en el barrio de Triana, en Sevilla, el año 1474, Las Casas fue el primer sacerdote ordenado en América, el año 1510. Hijo de un modesto mercader de Tarifa que participó en el segundo viaje de Colón, Las Casas estudio latín y humanidades en Sevilla, y partió para La Española (Santo Domingo), con el gobernador Nicolás de Ovando, encargado de repoblar aquella isla, en 1502. En esta isla, Las Casas obtuvo un repartimiento o “encomienda” de indios, institución por la cual un español de beneficiaba de algunos trabajos de los indios a cambio de adoctrinarlos, haciéndoles cambiar la vida salvaje por una sedentaria de trabajo retribuido.

¿Cuándo comienza su conversión y su rechazo a este tipo de repartimiento?
El germen se incuba a partir de 1511 cuando se entera por los misioneros dominicos, que condenaban la encomienda, de los abusos y atrocidades que muchos españoles encomenderos cometían. Por ese entonces Las Casas no sólo se beneficiaba con la encomienda, sino que defendía la legitimidad de tal institución.

Instalado en Cuba como capellán castrense a órdenes de Pánfilo de Narváez, obtuvo un repartimiento allí, como justificándose, Las Casas escribía que sólo ocupaba “en mandar sus indios de repartimiento en las minas a sacar oro y hacer sementeras, y aprovechándose de ellos cuanto más podía”.

Pero lo cierto es que las injusticias y atropellos cometidos por los españoles contra los indios, hicieron que madurara su toma de conciencia, la cual terminaría con su “conversión” en 1514, cuando iba a predicar la pascua de Pentecostés a Sancti Spíritus, al preparar el sermón reparo su atención en muchas sentencias del Eclesiastés y comprendió la injusticia de los tratos dados a los indios.


Si opresión de pobres y perversión de derecho vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está sobre ellos.
Además, el provecho de la tierra es para todos; el rey mismo está sujeto a los campos.
El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.
(5: 8, 10).

Renunció Las Casas a los indios que tenía, cedió sus tierras, y apasionadamente se consagró a defender la libertad de los nativos de América y a reclamar para ellos un trato humano.

Las Casas, según su testimonio, sintió el llamado de Dios para predicar contra la encomienda por considerarla una institución impía.

Llego entonces a la conclusión de que los únicos poseedores de las tierras del Nuevo Mundo eran los nativos y que el verdadero fin de los españoles en esas tierras era ir como misioneros para convertir a los indígenas a la fe cristiana, sin auxilio de ningún hombre de armas. Pero la existencia de tierras americanas de oro y plata fue la gran tentación de los conquistadores. “No ficieron como buenos, / como manda la hidalguía”, dicen estos versos del romance de Lorenzo de Sepúlveda, relativo a la reyerta en las Cortes entre los caballeros del Cid y los de sus yernos, los condes de Carrión; versos que caen como guante en las manos ensangrentadas de los españoles que arrasaron con saña y vileza aldeas y pueblos enteros en su afán de enriquecerse.

La más extraordinaria epopeya de la historia humana, la conquista de América, fue realizada en menos de veinte años (1519, Cortés en Méjico; 1536, Pizarro en el Perú). Lo que más asombra es el hecho del número increíblemente corto de españoles: la expedición de El Centauro de las Indias. Hernán Cortés, constaba de 416 hombres; los que siguieron a Francisco Pizarro en su avance a Cajamarca llegaban sólo a 170. Esta hazaña sólo pudieron llevarla a cabo con una superioridad técnica (armas) y una gran provisión de caballos y perros adiestrados en el “arte” de matar. Económicamente los gastos de expedición recaían sobre los propios organizadores, o sea en su casi totalidad sobre elementos particulares. Si tenemos en cuenta que el tesoro real tenía derecho a un 20% de los metales preciosos que produjeran las minas del reino. La estructura económica del mundo civilizado sufrió la gran transformación a raíz del hallazgo en 1540 de los míticos filones de Zacatecas y de Potosí.

Según los estudiosos del tema, los conquistadores se llevaron en un siglo trescientos mil kilos de oro y diecisiete millones de kilos de plata aproximadamente.

Lo cierto es que Bartolomé de Las Casas, después de su conversión, escribió páginas virulentas contra los conquistadores españoles en defensa de los indios a quienes explotaban y asesinaban la mayoría de las veces sin mediar motivo alguno. Fue por este hecho tan trascendental que se formó la famosa leyenda negra, que arrojó sobre España sombras tenebrosas. Las polémicas que tuvo que sostener con sus opositores han quedado registradas entre las páginas más vehementes de la historia de España. Son famosas sus polémicas con Juan Ginés de Sepúlveda, un latinista, preceptor de Carlos V, a propósito de las cualidades de los indios.  Esta fue el origen de una nueva legislación para América, que consagró la defensa de los indios en las llamadas Leyes de Indias. Otra fue la que se dio durante el reinado de Carlos I, en cuyo gobierno se gestaron los supuestos de tal peculiaridad en el plano existencial político basados en la polémica, cuyos polos fundamentales fueron Gonzalo Fernández de Oviedo y el dominico Bartolomé de las Casas. En ellas se sustanciaron las agresiones polémicas entre el nacionalismo intelectual de Fernández de Oviedo, defensor de una fuerte conciencia de unidad vital, comunidad de sangre, integridad espiritual y de destino comunitario, que puso en la nación española y en los “perfectos españoles”, y el anticolonialismo del dominico, contrapartida radical de lo que mantenía Fernández de Oviedo. Fray Bartolomé vivió la vida de América, estuvo en contacto directo con los indios, fue confidente de los descubridores, se enfrentó a las figuras más atrevidas de la conquista y a los más encopetados caballeros de la corte. A veces sus defensas pueden estar empañadas por un tono de exageración, pero esto no le resta verosimilitud a su bizarra denuncia. He aquí una selección de algunos extractos de algunas de estas denuncias que nos permitirán entender mejor la esencia del hombre: todas ellas pertenecen a “Historia general de las Indias”.

“Entre estas son las matanzas y estragos de gentes inocentes y despoblaciones de pueblos, provincias y reinos que en ella se han perpetrado, y que todas las otras no de menor espanto”.

[Son las gentes] más humildes, más pacientes, más pacificas e quietas [los indios]... Son asimismo las gentes más delicadas, flacas y tiernas en complisión e que menos pueden sufrir trabajos y que más fácilmente mueren de cualquiera enfermedad, que no hijos de príncipes e señores entre nosotros, (...) son también gentes paupérrimas y que menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas, no codiciosas”.

“Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte [los españoles], hasta hoy, e hoy en este día lo hacen, sino despedazarlos, matarlos, angustiarlos, afligirlo, atormentarlos y destruirlos por las entrañas y nuevas y varias y nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad”.

[La isla de Lucayos] e la más sana tierra del mundo, en las cuales había más de quinientas mil ánimas, no hay una sola criatura. Todas las mataron trayéndolas y por traerlas a la isla Española, después que veían que se les acababan los naturales en ella”:

“Oprimiéndolos [a los indios] con la más dura horrible y áspera servidumbre en que jamás hombres ni bestias pudieron ser puestas. (...) La causa por que han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de ánimas los cristianos ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días y subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas”.

 “... Comenzaron a entender los indios que aquellos hombres no debían de haber venido del cielo; y algunos escondían sus comidas; otros sus mujeres e hijos; otros huianse a los montes por apartarse de gente de tan dura y terrible conversación. Los cristianos dábanle de bofetadas e puñadas y de palos, hasta poner las manos en los señores de los pueblos. Y llego esto a tanta temeridad y desvergüenza, que al mayor rey, señor de toda la isla, un capitán cristiano le violó por fuerza a su propia mujer. De aquí comenzaron los indios a buscar maneras para echar los cristianos de sus tierras; pusiéronse en armas, que son harto flacas y de poca defensa y resistencia (...); los cristianos con sus caballos y espadas y lanzas comienzan a hacer matanzas y crueldades extrañas en ellos.

Entraban a los pueblos, ni dejaban niños y viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. (...) Tomaban las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas. (...) Hacían más horcas largas que juntasen casi los pies a la tierra, y de trece en trece, a honor y reverencia de Nuestro Redentor de los doce apóstoles, poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos”.

Una vez que teniendo en las parrillas que quemándose cuatro o cinco principales y señores (y aún pienso que habían dos o tres pares de parrillas donde quemaban otros) y porque daban muy grandes gritos y daban pena al capitán o le impedían el sueño, mandó que los ahorcasen y el alguacil, que era peor que el verdugo que los quemaba, no quiso ahogarlos, así es que les introdujo palos en las bocas para que no se les escuchase y atizóles el fuego hasta que se asaron del espacio como él quería”.

“Y porque todos los indios que huir podían se encadenaban en los montes y subían a las sierras huyendo de hombres tan inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos del linaje humano, enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos que cuando veían un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían en él y lo comían como si fuera un puerco. Estos perros hicieron grandes estragos y carnicerías. Y porque algunas veces, raras y pocas, mataban los indios algunos cristianos con justa razón y santa justicia, hicieron ley entre sí, que por un cristiano que los indios matasen, habían los cristianos de matar cien indios”.

Fray Bartolomé de las Casas fue un hombre batallador, apasionado, tozudo que todavía a los noventa y dos años, y ya al borde de la muerte, con una vela en la mano, desde su lecho, mantenía ánimos para la exhortación y la polémica. Como escritor fue de desbordante fertilidad. A parte de su “Brevísima Relación de la destrucción de las Indias” y de su “Historia General de las Indias”, dejo “Del único de modo de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión” (1537: ed. en 1942); “Apologética historia de las Indias” (1550: ed. en 1909), de la cual se extractó los capítulos referentes a los incas, osea, “De las antiguas gentes del Perú” (ed. en 1892); y “Thesauri qui in Regnis qual communi vocablo discuntur del Perú”, relación en torno a los “tesoros del Perú”.

En los libros del dominico alternan la polémica con la historia, y a pesar de que los hechos suelen resultar deformados por el partido en que lo colocó su agresiva defensa de los indios, es difícil hallar otra obra de tan copiosa información como la suya, y tan indispensable como documento de consulta.

La denuncia del dominico podrá tener una pequeña dosis de patetismo y de exageración, pero en esencia no podemos detenernos a discutir si son galgos o podencos ante una realidad cruel e inexplicable. Los cronistas españoles y muchos historiadores de la península, se han disuelto en demagogias, gastando sus filos en más de quinientos años de arrogancias, triunfalismos, despropósitos y crecientes mentiras para acallar una verdad que se lleva inmune, una verdad que denuncia la perversidad y miseria de un conquistador que se deleitó con la muerte de muchos inocentes.

Los soldados tuvieron la osadía de ostentar públicamente la venia del rey de España para justificar el robo, la destrucción y la muerte.

Las matanzas de Nicaragua, Cholula, Tepeaca, Panuco, Tututepeque, Ipilcingo, Colima, Yucatán y Guatimala, son descritas por los casos con crudeza y realismo. Cuesta mucho convencernos que son hombres quienes cometen estas atrocidades, estos genocidios. Estas páginas escritas por el dominico español, compiten en perversidad con el sadismo y la maledicencia de una inquisición o una Gestapo. Citemos a Las Casas.

“Estos dos hermanos [Behechio y Anacaona] hicieron grandes servicios a los reyes de Castilla e inmensos beneficios a los cristianos, librándolos de muchos peligros de muerte, y después de muerto el rey Behechio quedó en el reino por señora Anacaona.

Aquí llego una vez el gobernador que gobernaba esta isla con sesenta de caballo y más trescientos peones, que los de caballos solos bastaban para asolar a toda la isla y la tierra firme, y llegaronse más de trescientos señores a su llamado seguros, de los cuales hizo meter de una casa de paja muy grande los más señores por engaño, e metidos les mando poner fuego y los quemaron vivos. A todos los otros alancearon e metieron a espada con infinita gente, e la señora Anacaona, por hacelle honra, ahorcaron y acaecía algunos cristianos, o por piedad o por codicia, tomar algunos niños para manparallos no los matasen e poníanlos a las ancas de los caballos: venía otro español por detrás y pasabalo con su lanza. Otrosi, estaba el niño en el pueblo, le cortaban las piernas con la espada”.

Unos buenos discípulos de Herodes fueron estos conquistadores. He aquí otras iniquidades cometidas contra los niños:

“Los indios, de miedo, quien tenía los hijos daba uno, en quien tenía tres daba dos, e por esta manera cumplían con aquel tan sacrílego comercio, y el señor o cacique contentaba los españoles si fueran cristianos”.

Ciertamente unos sádicos blasfemos estos señores conquistadores que, según la corona española, eran los encargados de sacar de su “estado salvaje” a los nativos. No faltaron en estas crueldades, niños que eran despedazados a punta de espada para dar de comer a los lebreles, perros adiestrados para matar a los nativos arrancándoles la carne aun estando vivos. No faltó tampoco el canibalismo:

“Cuando iban a hacer la guerra [los españoles] a algunos pueblos o provincias, llevaban a los indios ya sometidos para que hiciesen la guerra a otras tribus; y como no les habían dado de comer durante varios días, les obligaban a que comiesen a los indios que capturaban. Y así había en su real solemnísima carnicería de carne humana, donde en su presencia se mataban los niños y se asaban, y mataban el hombre por solas las manos y pies, que tenían por los mejores bocados.
Y con estas inhumanidades, oyéndolas todas las otras gentes de las otras tierras, no sabían dónde se meten de espanto”.

Este es el testimonio de un dominico que un día tomó la decisión de cambiar su vida cuando descubrió que iba por la senda equivocada, es la bizarría de un hombre que tuvo el coraje de enfrentarse a todo un sistema que sólo llevaba desolación y miseria por donde iba.
Ese es Bartolomé de las Casas, todo un apóstol en las Indias de esos terribles años.



 TRANSFUSIONES
Las grandes transfusiones de sangre se hacen en el campo de batalla; no en aras de la solidaridad, sino como una forma de satisfacer la intolerancia y la ambición.




ROSAL DE SANGRE
El ser humano es un rosal que con el tiempo va perdiendo las rosas con que vino al mundo y se va llenando de espinas con las que hiere a otros y a sí mismo.
En un acto de natural agresión y de autodestrucción, va dejando tras de sí un sendero de sangre, ayes y dolores. Es un jardín de muerte, vacío y soledad donde terminaría sus aciagos días. Son pocos los seres que escapan a este inevitable destino que yace desde siempre en la esencia humana.



LA FILOSOFÍA DE LA FUTALIDAD

Noam Chomsky
Hoy, 4.30 a.m.; escucho el Concierto para oboe de amor y cuerdas, en mi menor de Telemann; y mi espíritu vuela hacia confines donde la broza de la vida vulgar y corriente no llegará nunca. Estoy leyendo a Chomsky, ese pensamiento inquieto, lucido y riguroso, que sostiene sus ideas y reflexiones en pilares ampliamente documentados. Sus ensayos sobre política y filosofía me han hecho pasar momentos de gran expectativa. En una de sus reflexiones en “Hegemonía y supervivencia”, hablando sobre la democracia, Chomsky manifiesta que lo que queda de ella, en este mundo de consumismo, no va más allá del derecho que tenemos a elegir entre mercancías.

Quienes dirigen el mundo empresarial acompasados por grandes “publicistas”, llevan tiempo explicando que hay que inculcar en la población una “filosofía de la futilidad” y de la “carencia de sentidos de la vida” para concentrar la atención humana en las cosas más superficiales que componen la mayor parte del consumo de moda.
Inválidos por esta propaganda malsana desde la infancia, los seres humanos aceptaran entonces sus vidas insignificantes y subordinadas y se olvidaran de esas ideas ridículas de manejar sus propios asuntos.
Se sentirán complacidos de poner su destino en manos de los presidentes de empresas y la industria de las relaciones públicas y, en el reino político, en las de quienes se presentan a sí mismas como las “minorías inteligentes” que atienden y administran el poder. El apetito aquí no obedece a la razón sino a la rapiña.


Salustio, en su “Conjuración de Catilina”, sostenía que bajo el pretexto del bien público, quienes llevaban las manijas del poder político y económico sólo buscaban su provecho común sin guardar recato alguno en sus competencias. El tiempo pasa y la esencia humana sigue siendo la misma.




LA GUERRA Y DIOS

En una guerra Dios está siempre en ambos bandos nunca pierde. Es tan sabio que ha dotado al hombre de una estupidez tal, que, vencedores y vencidos, terminan adorándolo por  igual: unos, por haberlos hecho vencer a su enemigo, y los vencidos, por haber tenido la sabiduría y la equidad para acabar con la masacre. El hombre siempre tendrá un motivo para achacarle al otro, traición, intriga, ambición desmesurada como combustible para caldear las llamas de la belicosidad y lanzarse sobre nuestro vecino con la mayor fiereza posible.

Ahí están los casuistas justificando lo injustificable, purificando las acciones del agresor y forjando héroes para que los civiles los adoren con la misma pasión y fanatismo con que los católicos adoran a sus santos de escayola. “Ya he visto bastantes cadáveres como para querer ver más”, diría un soldado que regresa de una guerra vesánica. Ya Kant había dicho que la naturaleza del hombre no era de paz sino de guerra. Si no encuentra un motivo para guerrear, inventa uno; siempre encontrara un artificio para atacar a su semejante. La guerra no requiere un motivo determinado, agregó el filósofo de Königsberg, se encuentra en todo hombre. Parece que viniéramos al mundo con un corazón, un riñón, un hígado y una bala dispuesta a metérsela en el cuerpo al primero que se cruce en nuestro camino. Son las mujeres quienes cargan sobre su alma el flagelo de la guerra; por siglos han dado al mundo hijos que han derramado su sangre en alguna contienda que no provocaron. ¿Cuántas viudas e hijos huérfanos han dado las guerras no es una pregunta que Dios debería contestar?

Su omnisapiencia nos resultaría de gran utilidad estadística. A Napoleón la guerra le pintaba un arte inigualable, pues, decía haber sostenido sesenta batallas, pero que todo lo que sabía sobre ella lo había aprendido sólo con la primera. El común denominador de esa necedad llamada guerra es sangre, muerte e irracionalidad. Dos guerras mundiales no han servido para nada; el hombre sigue exudando su animalidad. La idiotez y el rencor se dan la mano después de cada batalla: la derecha es del que acabó con más vidas que las que se anotó su oponente; la izquierda, luciendo una sumisión engañosa, es la del vencido que esconde su rencor tras una mueca sarcástica. La tontería en el hombre es un asunto deífico; las guerras civiles lo demuestran. Es como si el hombre, carente de enemigos en la casa vecina, decide invitar a la muerte a su propio hogar. Se habla y se repite hasta el infinito la crueldad de los campos de concentración que los nazis construyeron por casi toda la Europa ocupada. ¿Y Guantánamo qué cosa es? ¿Un centro recreacional que ha instalado Estados Unidos para el regocijo de culpables e inocentes que se hallan encerrados ahí?

Allí se tortura como se torturaba en Mauthausen y Treblinka; allí los seres humanos pierden el sentido de la realidad como se perdía en Dachau o en Sobibor: en Guantánamo los militares estadounidenses matan y desaparecen personas como se esfumaban en el tristemente célebre campo de Auschwitz. Los campos de concentración no fueron un invento de los criminales nazis, ya existían antes de que Hitler alcanzara la adolescencia. Los españoles los implementaron en Cuba durante la guerra por la independencia, allá por 1898, como medio de concentrar y ejercer un control sobre la población rural y evitar que la misma apoyara a los independentistas. También entre 1899 y 1902 los ingleses, en su afán colonizador, los habían utilizado durante la guerra de los Boers, cuando enfrentaron a la república de Transvaal y al Estado Libre de Orange, en los actuales territorios de Sudáfrica. Por entonces, los británicos reunieron a sus detenidos en grandes espacios donde llegaron a hacinarse más de veinte mil prisioneros.

Miles de ellos morirían por las pésimas condiciones de reclusión y la falta de atención médica para controlar las enfermedades que se desencadenaron.


Sólo un hombre de corazón puro como Shelley vio en las guerras el germen de la tiranía. Wilde, siempre con ese tono irónico que lo llevó a escribir sus grandes comedias, dijo que la guerra era fascinante porque encerraba en su esencia la maldad, y que el día que se la considerase como algo vulgar, dejaría de ser popular.





ORILLANDO LA VEJEZ

A veces la presión alta, un leve calambre en las piernas, un sutil dolor en la cintura, una inesperada taquicardia, un mal genio por las cosas baladíes me alertan que estoy orillando la vejez. Leo y releo desde hace algún tiempo “La vejez” de Simone de Beauvoir como quien lee un manual de instrucciones para conducir una máquina desconocida. Uno se reconforta pensando que la vejez es sinónimo de sabiduría, aunque como decía César Miró, hay dos clases de viejos: los viejos sabios y los viejos estúpidos. Desde la Edad Media abundan las iconografías sobre la vejez. Los viejos son representados hasta en los pórticos de las iglesias luciendo aspectos descarnados y largas barbas. En el Apocalipsis también está la vejez presente:

“Después de estas cosas, miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, era como una trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá y yo te mostraré las cosas que es necesario que sean hechas después de estas.

Y luego me arrebató el Espíritu; y he aquí un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado.

Y el que estaba sentado era al parecer semejante a una piedra de jaspe y de sardónica; y el arco del cielo estaba al derredor del trono semejante en aspecto a la esmeralda.

Y al derredor del trono había veinticuatro sillas; y vi sobre las sillas veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas y tenían sobre sus cabezas coronas de oro”.
(4, 1-4)


Las xilografías que Alberto Durero hizo sobre el Apocalipsis y que fueron publicadas en 1498 nos muestra en una de ellas este pasaje del texto de San Juan. Entre los ancianos coronados se aprecia también a otros que, con los brazos extendidos, brindan ofrendas al Cristo sentado en un trono flanqueado por ángeles y teas. Se piensa que estos ancianos corresponden a los 24 signos del Zodiaco representados en Babilonia por viejos porque, presidiendo las 24 horas del día, encarnaban al tiempo.

Los manuscritos ilustrados del Apocalipsis inspiraron a los escultores, que representan a menudo a esos ancianos. Se los considera consejeros sabios. Corneille demandó para el hombre que envejece el derecho al amor. Corneille más de cincuenta años, edad avanzada para su época, cuando se enamoró de la Du Parc, a quien dedico inolvidables versos:

“Sé que mi pelo es gris, sé que los años/
poco merito dejan a las almas mejor nacidas/
… Que si en mis buenas épocas parecí tolerable/
He amado demasiado tiempo para seguir siendo amable/
y que de una frente arrugada los pliegues amarillentos/
mezclan un triste encanto a los inciensos más dignos.


O estos otros de fuerte inspiración:

“Marquesa, si mi rostro/
tiene algunos rasgos un poco envejecidos/
recordad que a mi edad/
no seréis mucho mejor./
El tiempo a las cosas más bellas/
se complace en afrentar/
y sabrá marchitar vuestras rosas/  
como ha arrugado mi frente./
Para esa raza nueva/
donde tendré cierto crédito/
no pasaréis por bella/
sino porque yo lo haya dicho”



Lo cierto es que la vejez no es más que la memoria que tenemos de la vida pasada, una etapa en que físicamente todo se vuelve graveza, una época en que comenzamos a vivir más de los recuerdos que de la vida hogaña, pero sin olvidar que ella nos traerá la placidez de vivir en paz con nosotros mismos los últimos años de nuestra vida.






A GOLPE DE CINCEL

No se puede esculpir un rostro sino se conoce la naturaleza viva de la membrana de tejido muscular que va ininterrumpidamente desde una oreja, alrededor de los labios, hasta la otra. ¿Se puede llegar a ser un escultor inmortal sino se ha familiarizado el artista con todos los componentes del cuerpo humano y la función precisa que cada uno de ellos cumple? ¿Y qué hay de las interrelaciones que existen entre los huesos, la piel, la sangre, los músculos, el cerebro, los intestinos o los tendones? Miguel Ángel se convenció de que un escultor no podía generar movimientos sin percibir primero su causa, no era posible influirle vida a un David sino se tenía entre las manos un corazón humano y, con él, entre los dedos, cerrar los ojos e imaginar los suaves latidos que insuflaban vida poniendo en movimiento toda esa compleja maquinaria de sangre que corre como un río a través del cuerpo mojando bazo, riñones, hígado, pulmones, todo, con una precisión de reloj. Los dibujos de brazos y piernas mostrando músculos en los cuadernos de Leonardo, denuncian la presencia del gran pintor florentino sobre los cadáveres. ¿Para observarlos exteriormente solamente? ¿Cuál era la pena con que se castigaba a aquellos que osaban practicar disecciones violando así la paz de los muertos?: la muerte. ¿Pero de qué valía una vida consagrada del arte sin los riesgos necesarios para buscar la perfección? Había que introducir los dedos con sumo cuidado entre tejidos y membranas para ver el leve movimiento de las mandíbulas, dar leves golpes precisos sobre el cráneo para destapar la cavidad craneana y tener ante los ojos maravillados la masa cerebral. ¿Riesgos? ¿Qué es la vida consagrada al arte sin el filo de la espada en el gaznate? Había que conocer el cerebro para imaginarse porque los ojos miran, se cierran y abren; porque los brazos tienen la movilidad que tienen: ora en jarras, ora en jambas, ora cruzados como en una santificada cruz de San Andrés. El mármol fue para Miguel Ángel su vida y su destino como el lienzo fue la savia en que Leonardo humedeció su genio.





INVOLUCIÓN

I
Si bien como especie humana surgimos de un mundo de sombras e ignorancia, supimos en un momento arrancarle a la Naturaleza sus secretos y sus bondades, para aprovechar de ella lo que la vida misma nos ofreció. En este mundo de ahora, donde la ambición nos ha llevado no a someterla, sino a destruirla, la Naturaleza parece tomar represalias sobre el Hombre: allí están los huracanes, los terremotos y tantas otras manifestaciones de una Naturaleza rebelde y poderosa.


II

A medida que el hombre primitivo fue dejando atrás el mazo y el taparrabo y fue adquiriendo determinados valores en su trato comunitario, también sacó a relucir, poco a poco, los vicios propios de su condición humana. Lo que un día llegó a ser dura roca, el mar, a través de la sal y las olas, fue exfoliándola hasta convertirla en arena.






GASSET E INGENIEROS EN LA MISMA ORILLA

Es fácil percibir a nuestro alrededor el poder que va adquiriendo el hombre vulgar, ese hombre masa del que habla Ortega y Gasset en su ensayo “La rebelión de las masas”. Son pocos los hombres que se exigen a sí mismos. En ese esfuerzo intelectual no logran muchas veces todos sus objetivos o los van logrando poco a poco. El hombre multitud o vulgo está provisto de una chatura que lo convence de su vulgaridad y, saltándose todas las reglas de la ética y la moral, quiere imponer por doquier su perniciosa condición. La masa tiene el poder de arrollar todo lo que significa civilización, dignidad, orden social, calificación, lo selecto. El hombre masa no se exige nada, no tiene metas ni objetivos, para el existir, vivir, es permanecer inmutable en cada instante de su vida; la perfección no está en su perspectiva de vida porque no la posee: es un insecto que nace, se reproduce y muere sin más ni más. El crecimiento desmesurado de la población ha hecho imposible insertarlos en la cultura tradicional. Este crecimiento sin control ha formado una casta que han puesto en grave peligro los principios morales y sociales que rigen la vida de los hombres. El hombre masa vota irresponsablemente por cualquier politicastro que, con su verbo florido y algunas dádivas, se le pone enfrente. Dar un vistazo a los sátrapas que han gobernado muchos países de América Latina o de Europa nos darán un buen diagnóstico de lo que significa poner la capacidad de elección en manos del hombre masa. ¿Es difícil percibir las atrocidades cometidas por hombres como Ronald Reagan, Georges Bush o Barak Obama? Que lo digan los miles de muertos inocentes de Cuba, Líbano, Siria, Egipto, Libia y de países centroamericanos donde las manos ensangrentadas de Estados Unidos ha estado presente convencidos de que quitándose los guantes de seda sanguinolentos se liberan de su crimen, Estados Unidos continua su terrorismo internacional entre bambalinas con la proliferación de la tecnología del entretenimiento, el hombre masa se multiplica día a día llevándonos inexorablemente a la barbarie que caracterizó al hombre primitivo.  La rebelión de las masas de Ortega es la invasión vertical de los bárbaros. El hombre masa no valora todo lo que ha hecho más cómoda su existencia; el vulgo no solo se caracteriza por su ignorancia supina, sino por su ingratitud. Solo está pendiente de sus necesidades vitales, posee el instinto del animal salvaje y, por ende, su comportamiento social es igual al de un perro o al de una sabandija. Sumergido en los placeres mundanos que le brinda la tecnología, el hombre masa vive en el limbo, sin pensar en nada que no sea su diversión que hoy en día es su bienestar supremo. En aposición a esta barbarie, existen pequeñísimos seres capaces que se resisten a convertirse en esos despojos humanos que pululan en las calles, los autobuses, los cines, los estadios, etc. Pero estos hombres selectos, nobles, se van convirtiendo en ese Harri Haller de El lobo estepario de Hesse, un ser aislado, arrinconado en un mundo de barbarie. Lo más peligroso es que el hombre masa se ha camuflado tan bien, que ahora lo vemos asentando raíces en la política y el comercio. El mono se ha investido de trajes lujosos y se ha instalado en los congresos; a través del comercio, se han introducido en la educación, aperturando colegios y universidades las cuales manejan como si fueran bares o pollerías. No preparados para la vida académica tienen la astucia del zorro para los negocios, de ahí que muchos hombres masa se hayan convertido en “prestigiosos empresarios” aunque no sepan bien ni siquiera el abecé.

“El hombre masa se siente perfecto. Un hombre de selección, para sentirse perfecto, necesita ser especialmente vanidoso, y la creencia en su perfección no está consustancialmente unida a él, ni es ingenua, sino que le llega de su vanidad, y aun para el mismo tiene un carácter ficticio, imaginario y problemático. Por eso el vanidoso necesita de los demás, busca en ellos la confirmación de la idea que quiere tener de sí mismo. De suerte que ni aun en este caso morboso, ni aun “cegado” por la vanidad, consigue el hombre noble sentirse de verdad completo. En cambio, al hombre mediocre de nuestros días, al nuevo Adán, no se le ocurre dudar de su propia plenitud. Su confianza en sí, es, como Adán, paradisiaca. El hermetismo nato de su alma le impide lo que sería condición previa para descubrir su insuficiencia: compararse con otros seres. Compararse sería salir un rato se sí mismo y trasladarse al prójimo. Pero el alma mediocre es incapaz de transmigraciones – deporte supremo. Nos encontramos, pues, con la misma diferencia que eternamente existe entre el tonto y el perspicaz. Este se sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la inteligencia. El tonto en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece discretísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se asienta e instala en su propia torpeza. Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros modos de ver más sutiles. El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía:

“Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio jamás”.
(“La rebelión de las masas”, José Ortega y Gasset)

Ortega toma a Europa como muestra para sus planteamientos socio – filosóficos. Para Ortega la civilización es la voluntad de convivencia y, aunque Platón sostuviera que la democracia es el peor de los buenos gobiernos, pero que era el mejor entre los malos, sigue siendo ésta la que mejor representa en política la más alta voluntad de convivencia. Para el filósofo español, una sociedad está siempre integrada por una masa y una minoría especialmente cualificada. Las masas no son solo ni principalmente las masas obreras; masa es el que se siente como todo el mundo, no se trata, pues, de una división en clases sociales. Frente a esa forma común de existencia está la vida noble, como exigencia y esfuerzo. Para el hombre escogido, existir es un perpetuo esforzarse, exigirse, un ser que está en cotidiana actividad. Lo cual no se da en el hombre masa, cuya medianía lo mantiene estático en su mundo de mediocridad. Si bien “La rebelión de las masas” se empezó a publicar en Madrid, en forma de artículos, desde 1926, apareció recién como libro en 1930. Ya antes que el libro de Ortega, el médico, escritor y sociólogo argentino, José Ingenieros, había publicado un libro que es afín al de Ortega, “El hombre mediocre” (1911). El libro encierra mucho de su catecismo por mejorar las condiciones de la clase obrera. Para Ingenieros, si se careciera de ideales no sería posible el progreso humano. Ingenieros habla de espíritus superiores y espíritus elementales: el primero necesita de la crítica y de la inconformidad para alzar vuelo en su anhelo de perfección; por el contrario, el elemental es propenso a la adaptación y a los hábitos colectivos. Siempre habrá, forzosamente, idealistas y mediocres; estos últimos podrían equiparse al hombre masa de Ortega. En la jerarquía de la inteligencia humana la mediocridad representa el claroscuro entre el talento y la estupidez; es el corcho que permanece a flote en el agua: ni se eleva ni se hunde. El aurea mediocritas de Horacio se refiere, claro está, a la limitación placentera que elige el selecto, o algunos selectos, quienes, precisamente por serlo, rechazar el boato inútil y los asedios del poder y la gloria. Característica típica del hombre mediocre es su falta de unicidad, no posee un rótulo que lo diferencie de otro, es un ser despersonalizado, tiene el sello común de todos los mediocres, lo que le permite vegetar moldeado por el medio “como cera fundida en el cuño social”. Las cualidades del mediocre lindan con la rabia y el sarcasmo: con la rabia porque es parte de esa masa que representa el atraso y el conformismo; humorístico, porque siendo gusanos se lanzan de la copa de un árbol para imitar el vuelo de las águilas. El mediocre no califica como humano si tomamos al pie de la letra el Pensamiento de Pascal: “Salir de lo mediano es salir de la Humanidad”. El mediocre se caracteriza por no reconocer su inferioridad y no aceptar la superioridad de otro, a quien inconscientemente desprecia: la serpiente observa con codicia el vuelo del ave rapaz. “La mediocridad es lo excelente para los mediocres” decía J. Joubert y que Alfred de Musset confirmaría en Sobre la pereza: “La médiocrité qui ne comprend rien qu’elle…” (“La mediocridad que no comprende sino lo mediocre”). Como elemento social estático más que dinámico, el hombre mediocre reposa tranquilo y satisfecho sobre un cierto número de lugares comunes que le ahorra el trabajo de pensar. El lugar común es su dogma, la rutina y su conservadurismo parte de su decálogo de inercia. Una pasión frecuente en los mediocres es la envidia que va de la mano con la mentira; su propensión a la uniformidad hace que sienta horror por la individualización excesiva. Ingenieros señala que los grandes males que originan los partidos políticos, compuestos de gente servil que merodean por los congresos en virtud de la flexibilidad de su columna vertebral.

Estado; prestigian proyectos de grandes negocios con el erario, cobrando sus discursos a tanto por minuto”.
(José Ingenieros, “El hombre mediocre”).

Es común en la política de todos los países ver como la creación del clima mediocre lleva consigo el triunfo de las masas dirigidas por parlanchines embaucadores. Innegable resulta que la naturaleza se oponga a toda nivelación y que necesite del caso singular para realizarse sin prescindir de la clase común de los individuos, de las masas. El desequilibrio, la desigualdad, es la fuerza motriz y esencia de toda selección. El hombre de excepción necesita un ambiente propicio para su desarrollo. Cuando una raza, un arte, una ciencia o un credo preparan su venida o pasan por una renovación fundamental, el hombre sin igual aparece personificando nuevas orientaciones de los pueblos y de las ideas. Allí están Malinowski, Schopenhauer, Nietzsche, Sartre, Orwell, Joyce, Lacan, Russell y una larga lista de seres tocados por lo extraordinario. Como prototipo del hombre excepcional y transformador, Ingenieros presenta una semblanza de Domingo Faustino Sarmiento, el gran educador, proselitista y escritor argentino. Incomprendido, objeto de ataque y de burla para todos los espíritus vulgares, Sarmiento supo salir desdeñoso para dejar un magisterio de siembra que aún hoy perdura.







¿CULPA O RESPONSABILIDAD? EL CASO EICHMANN

¡Oh Alemania!
Quien solo oiga los discursos
que de ti nos llegan, se reirá.
Pero quien vea lo que haces,
echará mano al cuchillo.
    Bertold Brecht


Antes de la publicación de “Eichmann en Jerusalén”, Hannah Arendt había publicado un libro que le había dado prestigio en los ambientes académicos de las universidades de California, Chicago, Columbia y Princeton, “Los orígenes del totalitarismo”, ensayo en el que la filosofía judía sostiene que el origen de esta plaza se encuentra en el antisemitismo y el imperialismo. El bien el antisemitismo carecía de importancia política, pasó, con el advenimiento de Adolfo Hitler a convertirse en el agente transformador del nazismo y, a través de él, de la Segunda Gran Guerra y de los innumerables campos de concentración con sus respectivos exterminios en masa de judíos, gitanos, homosexuales y “enemigos” políticos del Partido Nazi. El imperialismo para Arendt tuvo una connotación diferente, pero no menos siniestra: la estrafalaria disparidad entre causa y efecto que introdujo el imperialismo, provocando una profunda transformación política y económica a nivel mundial y alentando la insolucionable lucha de clases. Pero es “Eichmann en Jerusalén”, su libro más controvertido, el que generó odios en la mayoría de los intelectuales judíos que vieron en el libro una defensa al nazismo y, sobre todo, al “monstruo de todo lo ocurrido” [Adolph Eichmann] según la acusación de uno de los jueces que juzgó al teniente coronel de las SS (Obersturmbann führer). En las conclusiones finales del juicio, los magistrados determinaron que:

“Has reconocido [Eichmann] que el delito cometido contra el pueblo judío en el curso de la guerra es el más grave delito que consta en la historia, y también has reconocido tu participación en él. Pero has dicho que nunca tuviste inclinación a matar, que nunca odiaste a los judíos, y pese a esto, no pudiste comportarte de manera distinta y no te sientes culpable. (…) Tú mismo has habado de una culpabilidad por igual, en potencia, no en acto, de todos aquellos que vivieron en un Estado cuya principal finalidad política fue la comisión de inauditos delitos. Poco importan las accidentales circunstancias interiores o exteriores que te impulsaron a lo largo del camino a cuyo término te convertirías en un criminal, por cuanto media un abismo entre la realidad de lo que tú hiciste y la potencialidad de lo que los otros hubiesen podido hacer. Aquí nos ocupamos únicamente de lo que hiciste, no de la posible naturaleza inocua de tu vida interior y de tus motivos, ni tampoco de la criminalidad en potencia de quienes te rodeaban. (…) Y del mismo modo que tú apoyaste y cumplimentaste una política de unos hombres que no deseaban compartir la tierra con el pueblo judío ni con ciertos otros pueblos de diversa nación como si tú  y tus superiores tuvierais el derecho de decidir quién puede y quién no puede habitar el mundo –, nosotros consideramos que nadie, es decir, ningún miembro de la raza humana, puede desear compartir la tierra contigo. Esta es la razón, la única razón, por la que has de ser ahorcado”.
(“Eichmann en Jerusalén”, un estudio sobre la banalidad del mal; Hannah Arendt)


[Resulta curioso y contradictorio que los judíos estén haciendo algo similar a lo que hicieron los nazis, en el mundo de hoy con el pueblo Palestino. Nota del autor].

Arendt al analizar el caso de Eichmann habla de la responsabilidad individual y colectiva. Para ella es importante la distinción responsabilidad/ culpa, el papel de las máximas morales o la capacidad de distinguir el bien del mal. Ella al igual que Karl Jaspers en “El problema de la culpa” (1946), sostiene que la culpabilidad singulariza, expone a un sujeto determinado ante determinadas acciones que ha producido, es una atribución estrictamente personal y requiere la intencionalidad por parte del sujeto. Ella rechaza rotundamente, y esto le ganó la ojeriza y el odio de un gran sector de los intelectuales y el pueblo judío, la noción de culpabilidad colectiva, tan en boga durante el juicio que llevó al jerarca nazi a la horca. La culpa y la inocencia son para Arendt siempre individuales. La culpa, en este sentido, tiene una fuerte orientación solipsista (el individuo consigo mismo). La responsabilidad, por el contrario, tiene una conformación intersubjetiva: se responde ante alguien o ante un colectivo. La responsabilidad, al contrario que la culpa, puede ser colectiva, “por una acción que no hemos cometido, que se hizo en nuestro nombre, y de la que somos responsables por pertenecer a una comunidad. Esa responsabilidad vicaria es el precio que pagamos por vivir en una comunidad”. Eichmann es para Arendt un hombre insignificante, un burócrata mediocre, un individuo de la sociedad – masa que cumplía con las órdenes asignadas sin detenerse a pensar si éstas eran adecuadas o no, él solo obedecía y punto. Un hombre de este tipo estaba listo a sacrificar sus creencias, su honor y su dignidad humana. En el juicio de Eichmann estaba Harry Mulish, un joven escritor holandés en ciernes, que luego se convertiría en un reconocido novelista. Más adelante escribió sus impresiones sobre Eichmann, de una manera muy similar y complementaria a la de Hannah Arendt:

“Hasta la muerte de Hitler, Eichmann se mantuvo fiel a su máxima orden (la eliminación de los judíos). Después se convirtió en un “ciudadano pacífico”, es decir: fiel a la orden de la sociedad en la que vivía entonces. Cuando lo arrestaron, se mostró fiel a la policía israelí y contestó a todas las preguntas, algo que otros no habían hecho. En Jerusalén, cuando los jueces entran en la sala, él es el primero en ponerse de pie. El ayudante de Servatius (el abogado defensor), que habla con él durante horas cada día, me contó que Eichmann sería capaz de saltar a la comba todo el día si así se lo ordenaran. Solicitó que le dieran la orden de ahorcarse él mismo; mientras no se la den, no lo hará, aunque tenga los bolsillos llenos de sogas”.
(Harry Muslich, El juicio a Eichmann, Causa penal 40/61).


La expresión “mal banal” y “banalidad del mal” se ha convertido en un cliché, no ha escapado a su propia banalización. El término no se ha difundido tanto que se usa para adjetivar cualquier tipo de violencia extrema: desde las acciones de un narcotraficante hasta el uso de pesticidas por la industria agrícola, desde las acciones cometidas en cualquiera de los escenarios bélicos (el vuelo de instalaciones industriales cubanas por parte de Estados Unidos o el ingreso en 1976 de Siria en el Líbano, con el beneplácito de Estados Unidos, que dejó como saldo nuevas matanzas, la principal de ellas en el campamento de refugiados palestinos (a quienes tanto odian los judíos) de Tel al – Zaater, donde miles de personas fueron asesinadas por fuerzas cristianas apoyadas por Siria y provistas de armas israelíes). Da la impresión que cuando no se puede explicar las motivaciones de la violencia en los términos habituales (deseo de poder, control de territorio, riquezas, etc.) y se nos muestra como una “violencia sin sentido”, se recurre a esta atípica denominación de Hannah Arendt para poder “mencionar” un prototipo de mal extremo e inconcebible. “Banal” es el individuo que lo comete, y lo es tanto porque no manifiesta motivos para la acción como por “su normalidad”. Es banal, porque nos muestra una irreflexividad, y esto fue lo que llamó poderosamente la atención de Arendt respecto a Eichmann:

“[…] la única característica especifica que uno podía detectar en su pasado y también en su conducta durante el juicio y los interrogatorios policiales previos era algo completamente negativo: no era estupidez, sino una curiosa, y verdaderamente autentica, incapacidad de pensar”.


Según Arendt si los judíos no hubieran sido comunidades organizadas, hubiera resultado más difícil para los nazis exterminarlos en grandes números; de ahí que resulta evidente que muchos consejeros judíos seleccionaban a los que debían embarcarse en los vagones que iban a los campos de concentración.

[…] y sabemos, gracias a una orden dictada por Kaltenbrunner, jefe de la RSHA, que “se tenía especial cuidado en no deportar a los judíos con relaciones y amistades importantes en el mundo exterior”. En otras palabras, los judíos no tan “prominentes” eran constantemente sacrificados en beneficio de aquellos cuya desaparición en los territorios del Este podía provocar incomodas pesquisas. No era preciso que “las amistades en el mundo exterior” vivieran fuera de Alemania. Según Himmler había ochenta millones de buenos alemanes, y cada uno de ellos tenía su judío decente. Evidentemente, “los demás judíos son unos cerdos, pero este judío es un judío de primera clase” (Hilberg). Se dice que el propio Hitler conocía a trescientos cuarenta judíos de “primera clase”, a quienes había dado la condición de alemanes o concedido los privilegios propios de los medio judíos. Miles de medio judíos fueron declarados exentos de toda restricción, lo cual quizá explique que Heydrich ocupara tan alto cargo en las SS, y que el generalfeldmarschall Erhard Milch tuviera tan alto puesto en las fuerzas aereas de Göring, ya que nadie ignoraba que Heydrich y Milch eran medio judíos. (De los grandes criminales de la guerra únicamente dos se arrepintieron antes de morir. Uno de ellos fue Heydrich, en el curso de los nueve días de agonía, antes de que las heridas que le infligieron los patriotas checos le causaron la muerte. Y el otro fue Hans Franck, en su celda de condenado a muerte, en Nuremberg. […] Actualmente en Alemania, esta idea de los judíos “prominentes” todavía no ha sido olvidada. Y así vemos que mientras los judíos excombatientes y los demás grupos de judíos privilegiados ni siquiera se mencionan, todavía se lamenta el sino de los judíos “famosos”, con total olvido de los restantes. No son pocos, especialmente en las minorías cultas, quienes todavía lamentan públicamente que Alemania expulsara a Einstein, sin darse cuenta de que constituyó un crimen mucho más grave dar muerte al insignificante vecino de la casa de enfrente, a un Hans Cohn cualquiera, pese a no ser un genio”.


Este “hecho selectivo” creó indudablemente en el seno judío, un divisionismo soterrado. Hubo muchas delaciones e indiferencias de los unos a los otros. Al fin y al cabo, los judíos eran seres humanos que, en algún momento, en los umbrales de la muerte, habían hecho hasta lo imposible por salvar sus vidas o, en el mejor de los casos, extenderla un poco más aunque sea sacrificando la vida del prójimo.





LOS PRIMEROS TIEMPOS

En la época de las cavernas,  lanzas y mamuts, el hombre no fue más que un observador contemplativo de lo que sucedía a su alrededor. La naturaleza con sus rayos, relámpagos y truenos; los cometas surcando el espacio y meteoritos fugaces nos atemorizaban; los movimientos sísmicos, las erupciones volcánicas y las plagas nos llenaban de horror. Nuestra capacidad de comprender el ballet de la naturaleza era casi nulo. Todo era un misterio mágico que había que temer y reverenciar a ver si así, instintivamente, podíamos hacer algo por apaciguar esa furia desconocida. Para darle sentido al mundo se fue creando poco a poco una mitología variada llena de dioses a quienes había que rezarles y adorar para que fueran piadosos y les otorgaran sus más ardorosos anhelos. Gracias a estas primitivas jaculatorias sobrevivimos comiendo vegetales y ocasionalmente carne de algún animal distraído o indefenso. Las riberas de los ríos o las orillas de los lagos nos sirvieron de viviendas al socaire. De la selva extrajimos frutos para complementar nuestra dieta. Poco a poco tuvimos entendimiento de nuestro mundo, aun cuando en la Edad Media, curas chupópteros de vientres abultados y mofletes rojizos, nos metieron en la cabeza historias de vírgenes preñadas, muertos que regresan a la vida, Santos de escayola y angelitos barrunteros.






LA CREACIÓN DE LO BRUTO Y LO SALVAJE
Después del acto sexual, el hombre siente cierto rechazo por la hembra (como si su escondido instinto animal aflorara con la consumación). En cambio para ella comienza un reto mágico de amor y pasión, de éxtasis y ensueño que la lleva a soñar despierta. Ve en el hombre que yace a su lado al ser más maravilloso de la tierra, a alguien incomparable a quien entregaría su vida sin restricciones. La mujer se siente sujeta a su hombre; el hombre siente en cambio que tiene al lado a una enemiga que lo quiere sujetar, retener, posesionarse de su ser. Esto tiene que ver mucho con la dominación que los hombres han hecho de la hembra desde la Antigüedad clásica, pasando por la Edad Media, hasta los tiempos modernos.
En el Epígrafe 93 de sus “Epigramas”, el escritor latino Marco Valerio Marcial, quien desplegó una actividad literaria coronada por el éxito más grande bajo el gobierno de Domiciano, se expresa terriblemente sobre las féminas:

“Cuando tienes trescientos consulados, Vetustila, y tres pelos y cuatro dientes, pecho de cigarra, piernas y color de hormiga; cuando tienes una frente más arrugada que tu estola y unos pechos que parecen telarañas; (…) y tu vista alcanza lo que alcanzan las lechuzas por la mañana, y hueles a lo que los machos cabríos, y tienes las rabadilla de una ánade flaca, (…) solamente una antorcha funeraria puede penetrar en semejante coño”.
(Libro III, 93)

Aunque su intención fue alabar indiscriminadamente, Marcial se convirtió en testigo en testigo de su época: como no tiene interés en hacer una pintura desde un estricto punto de vista moral, nos presenta fielmente la situación imperante en Roma, sin deformaciones. Aguda observación de la vida y costumbres, no sigue, pues, la tradicional vía moralizante de la sátira romana, sino que busca temas de burla y de risa. En el fondo este humorismo resulta melancólico, y el mote y la caricatura denotan el estado anímico de quien, deseando encontrar seres humanos, halla sólo miseria y bajeza. ¿Qué decepciones amorosas pueden haberlo llevado a expresarse en ese tono sobre la mujer? Eso nunca lo sabremos, pero ahí están sus epigramas misóginos para confirmar el hecho. Pero lo que sí sabemos, después de leer sus escritos, es que el realismo es notable en su obra, aunque para conseguir más efecto recargue los rasgos; pero con la invitable caricatura obtiene mayor vivacidad y energía. Sus mejores momentos están en la capacidad para combinar los juegos de ingenio con la imagen más veraz de la vida, por la difícil armonización de lo real y lo paradójico. Muchos de sus epigramas solo tienen dos versos (un dístico) y, por encima de las imperfecciones, hablan de la naturalidad, espontaneidad y elaboración de su arte y, por ello, son imborrables. Dentro de su género menor, buscan divertir con hechos intrascendentes, pero sin cansar. Cuando se recurre al dístico, cuando se utiliza tal brevedad la concisión y la precisión son imprescindibles, porque hay que decir o insinuar el mayor número de ideas con el menor número de palabras, de modo que el juego de éstas, lo mismo que el empleo de los sinónimos y los antónimos, resulta fundamental; y en ello Marcial es un verdadero maestro que sustenta toda la tradición posterior. En sus burlas contra las mujeres no se limita, no se intimida el picotazo a veces resulta ser una verdadera cornada. Veamos algunos de sus versos:

Gelia y sus lágrimas fingidas
“Gelia, cuanto está sola, no llora la pérdida de su padre;
si hay alguien, se le saltan lágrimas forzadas.
No siente tristeza quien busca, Gelia, que la alaben:
siente de verdad dolor quien lo siente sin testigos”.
(Libro I, 33)

A Lesbia, una procaz meretriz
“En umbrales sin vigilar y abiertos, Lesbia, siempre
cometes pecados sin ocultar tus devaneos,
y te gusta más el mirón que el amante
y no te agrada el placer, si queda oculto.
Pero las prostitutas alejan a los testigos con cortinas y
cerrojos, y rara vez se abre una rendija en los lupanares del
Sumemio. Al menos aprende a tener vergüenza de Quíone o Yade:
los cementerios esconden a las guarras y a las putas.
¿Te parece una crítica demasiado dura?
Te prohíbo que te vean, no que te forniquen”.
(Libro I, 34)

A Basa, lesbiana
“como nunca te veía, Basa, junto a los hombres
y como ningún chismorreo te atribuía un querido,
sino que a tu alrededor un grupo de tu propio sexo siempre
estaba a tu completo servicio, sin que hubiera un hombre,
me parecía que eras, lo reconozco, una Lucrecia:
pero eras tú, ¡horror!, Basa, un fornicador.
Te atreves a reunir dos coños gemelos entre sí
y tu monstruoso clítoris simula al hombre.
Has inventado una monstruosidad digna del enigma de Tebas:
que donde no hay un hombre haya adulterio”.
(Libro I, 90)

En “El Corbaccio”, obra satírica de Giovanni Boccaccio, escrita entre los años 1354 y 1355, encontramos un verdadero manual que podríamos insertar, sin lugar a dudar, en el extensísimo campo de la literatura misógina medieval que Boccaccio, en parte, conocía. ¿Pero de dónde surgen estos sentimientos y rencores personales que quitan libertad psicológica, y por lo tanto artística, a la descripción de los sentimientos y rencores que se agitan en el libro? Indaguemos hasta donde el tiempo y la historia nos lo permitan. Boccaccio tuvo una aventura amorosa poco brillante, ya cuarentón, con una graciosa viudeta, a quien le revelaba por carta su “ardiente deseo”. Recibió en respuesta una misiva, a la cual Boccaccio contestó ilusionado y manifestándose entonces con mayor ardor y claridad. La mujer enseñó las dos cartas a un galán suyo, divirtiéndose luego públicamente a costa de Boccaccio, quien se encontró burlado “a guisa de cornudo”. Fue ahí que ideó su venganza, transformándola con mano harto experimentada de narrador feliz y acostumbrado, al terreno fantástico de la imaginación. En el libro, el autor sueña que va vagando por lugares placenteros, cuando de repente, sin percatarse de ello, se encuentra en un bosque salvaje e inextricable, que es el Laberinto de Amor, o la Porqueriza de Venus, donde expían, transformados en animales, los desgraciados engañados por el mentiroso amor de la mujer. Interviene, en el momento preciso, una sombra bajada del cielo para salvar a Boccaccio, que resulta ser nada menos que el difunto marido de la viuda, que viene a rebelarle las nefandas astucias y las vituperables intimidades de aquella digna representante del sexo femenino, creado para vergüenza y condenación de los hombres. A Boccaccio le impone al difunto, como penitencia, la obligación de revelar a los vivientes todo lo que ha oído: cosa que se dispone a hacer con el mayor placer del mundo. “El Corbaccio” es considerada la obra más viva de Boccaccio, rica en vituperios, sarcasmos y rencores, en cuya expresión ha puesto en juego todos los recursos de su agudísima pluma. En este sentido, el libro es de una vivacidad autobiográfica inmediata. Veamos un fragmento:  

“La mujer es un animal imperfecto, recocido por mil pasiones desagradables y abominables solo de pensar en ellas, por no hablar de razonar de ellas. (…) Ningún otro animal es menos limpio que ella: el puerco no alcanza su suciedad, ni siquiera cuando está emplastado de fango, y si acaso alguien quisiera negarlo, míreme sus partos, búsquense los lugares secretos donde ellas, avergonzándose, esconden los horribles instrumentos que emplean para quitarse sus superfluos humores”.

Esto nos lleva a pensar en el principio paulino de que mejor sería no sucumbir a los placeres carnales aunque existiera la remota posibilidad de conocerlos sin condenarse.
Hay un extraño mito narrado en los “Diálogos” de Platón en el que se deja entrever tres puntos fundamentales. Primero, que para lograr la completitud, el hombre necesita buscar algo que esté más allá de él mismo, posiblemente una causa, pero generalmente, y de preferencia, una pareja. Segundo, que esta búsqueda implica amor, que el amor implica sexualidad, pero que la sexualidad sola no producirá una plenitud emocional. Tercero, que la deseable fusión de amor y sexualidad frecuentemente se ve obstaculizada por el prejuicio, que con frecuencia es motivada por la envidia. La envidia está en la raíz de la mayoría de prejuicios y ciertamente la sexualidad suministra un terreno fértil para ella. Veamos el mito mencionado líneas arriba:

“Aristófanes describe cómo originalmente la criatura humana era el doble de grande que ahora, tenía forma esférica, cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras y dos grupos de genitales. Estos ancestros nuestros eran poderosos y arrogantes; ellos ofendieron a Zeus, quien los cortó por la mitad, estiró su piel y la amarró con un nudo, todavía visible en el ombligo. Las mitades separadas vagan por el mundo buscando la mitad que perdieron: aquellos que eran completamente masculinos o completamente femeninos buscan a una pareja del mismo sexo que ellos, pero los que eran originalmente andróginos buscan a una pareja del sexo opuesto. De allí el anhelo insatisfecho y la necesidad de completarse: de allí, el amor”
(El banquete, Platón)

Aquí no hay rastros de misoginia alguna. Es en la Edad Media donde esta misoginia reviste aires de brutalidad que rayan en la estupidez. Basta con oír las palabras de Odón de Cluny, santo de la Iglesia Católica Romana, quien en el siglo X lanza unas diatribas contra las féminas, dejándonos la impresión de haber sido parido por un engendro. Escuchemos al santo francés:

“La belleza del cuerpo [de la mujer] está solo en la piel. En efecto, si los hombres vieran lo que hay debajo de la piel, dotados de la penetración visiva interior como los linces de Blocia, la mera visión de las mujeres les resultaría nauseabunda: esta gracia femenina que es solo mucosidad, sangre, humor y hiel. Considerad lo que se esconde en las fosas nasales, en la garganta, en el vientre: inmundicias por doquier […] y a nosotros que nos repugna tocar aun con la punta de los dedos el vómito o el estiércol, ¿cómo poder desear estrechar entre nuestros brazos un simple saco de excrementos?
(Tres libros Collatiunum, PL, 133)

Si tomamos al pie de la letra estas palabras, concluiremos que la madre de este santo parió por lo menos una inmundicia: a él.
Pero la mujer también ha sido víctima de la misoginia, al punto de crear sobre ella, una aureola de superstición estúpida: la bruja. Ya Horacio, en la Antigüedad, manifiesta:

“Yo mismo he visto a Canidia, ceñida con su capa negra, con los pies desnudos y el cabello suelto, aullar con Sagana la mayor. La palidez les había dado a ambas un aspecto horrible”.
(Sermones, 8)

También en el africano, Lucio Apuleyo, encontramos una sutil caricaturización de la mujer como hechicera:

“-¡Oh, Lucio!, hijo mío amado, por esta diosa que tengo mucha ansia y miedo por ti y como a cosa mía deseo proveerte y remediarte. Guárdate, y guárdate fuertemente, de las malas artes y peores halagos de aquella Panfilia, mujer de ese huésped Milón. Cuanto a lo primero, ella es gran mágica y maestra de cuantas hechiceras se pueden creer, que con cogollos de árboles y pedrezuelas y otras semejantes cosillas, con ciertas palabras hace que esta luz del día se torne en tinieblas muy oscuras y del todo se confunda la mar con la tierra. Y si ve algún gentilhombre que tenga buena disposición, luego se enamora de su gentileza y pone sobre él los ojos y el corazón: comienza a hacerle regalos, de manera que le enlaza el ánima y el cuerpo que no puede desasirse. Y después que está harta de ellos, si no hacen lo que ella quiere, tórnalos en un punto piedras y bestias o cualquier otro animal que ella quiere; a otros mata del todo; y esto te digo temblando, porque te guardes que ella ame fuertemente y tú, como eres mozo y gentilhombre, has de agradarle.
(El asno de oro, Libro Segundo)
Lucio Apuleyo.

Pero la bruja (mujer) también sabe congregarse en sectas, a celebrar sus aquelarres, a volar (con escoba o sin ella), a trocarse en animal y a convertirse en enemigo social en los albores del mundo moderno, tanto que se merece los procesos inquisitoriales y la hoguera. La literatura está llena de brujas y aquelarres: “Macbeth” de Shakespeare, Fausto de Goethe; y también de mujeres que son tildadas de brujas, como es el caso de Esmeralda en “  Nuestra Señora de París” de Víctor Hugo. Ni los hombres de ciencia se salvan de estas creencias. El médico y astrólogo italiano Gerolamo Cardano manifestaba en el siglo XVI:

“Son mujercillas [las brujas] de miserable condición, que malviven en los valles alimentándose de castañas y hierbas. […] Por eso son macilentas, deformes, tienen la tez térrea, los ojos saltones, y su mirada demuestra su temperamento melancólico y bilioso. Taciturnas y ausentes, se diferencian poco de los que están poseídos por el demonio. Son tan firmes en sus opiniones, que de atender sólo a los discursos que hacen, se podría considerar verdadero lo que cuentan con tanta convicción, hechos que no se han producido jamás ni jamás se producirán”.
(De rerum Varietate, XV)

Nadie se aprovechó más de la brujería y la hechicería para calumniar a la mujer, que la Iglesia Católica a través de ese organismo luciferino, demoniaco y manipulador llamado Tribunal de la Santa Inquisición. Las brujas como los herejes a fines del siglo XI y comienzos del XII ya eran linchados por las enfurecidas, que consideraban al Clero como demasiado condescendiente; las autoridades seculares cooperaron con las eclesiásticas, como hermanas gemelas, en el esfuerzo mancomunado por extirpar un mal que consideraban peligroso. El más enconado enemigo de las mujeres, sean éstas, brujas, iluminadas o simplemente una inocente acusada falsamente por alguna enemistad, fue Fray Tomás de Torquemada, un misógino fanático y recalcitrante. Al cabo de dos años de haber sido nombrado Inquisidor General de España, Torquemada se había elevado a una posición tan importante en el gobierno del país que ocupaba el segundo lugar únicamente con respecto al rey y la reina.
Las ilusas o ilusionadas fueron las mujeres que, en los siglos XVI y XVII fueron condenadas por la particularidad de “hacerse pasar por Santas”. Como Isabel de la Cruz flagelada para ejemplo de los herejes en Guadalajara y luego llevada en peregrinaje “ejemplar”, que siempre terminaba con la flagelación, por toda la ciudad en la que había estado predicando antes.
En los “Anales de la Inquisición de Lima” de Ricardo Palma, se lee a la letra:

“La humanidad se estremece aún de horror al recorrer las páginas de la historia de ese tribunal sangriento, creado por el fanatismo para exterminio de la impía y herética pravedad, y que juzgaba divino su origen, calumniando esa religión de amor y tolerancia que se llama Cristianismo y minando por su base la doctrina redentora que el Hombre – Dios hizo con su sangre germinar en el Gólgota”.

Quien haya leído a profundidad la historia de esta entidad criminal, podrá llegar a la conclusión que en sus métodos de tortura eran más sanguinarios e inventivos que la Gestapo en la era Nazi
Las acusaciones contra estas mujeres “iluminadas” es la ilusión. Estas mujeres, dice el inquisidor, no son santas, pero se ilusionan con serlo; no hacen el bien ni a ellas ni a los otros, pero ilusionan (y se ilusionan) con hacerlo. Y ya que la ilusión es enemiga de la verdad el silogismo se cierra: ellas son falsas y por lo tanto servidoras del que es mentiroso desde siempre, Satanás. Además, la filosofía y la teología de la época (pero recordémoslo también la medicina) no vacilaban en expresar pareceres duros sobre la condición femenina. El corolario de la afirmación anterior definía, pues, lo siguiente: “La mujer es fácilmente presa de la ilusión dictada por el diablo, porque es débil, vana, vacua, imaginativa, fantasiosa. No se la podrá atacar con la misma violencia con que se agrede a los otros herejes porque, de alguna manera, la herejía de la ilusión es casi connatural de la naturaleza femenina”.
Vaya consuelo para las mujeres de esa época, después de leer estas palabras escritas por una mente enferma y de pensamiento retorcido; en estos casos, difícilmente se llegará a la hoguera.
Si revisamos con mayor detalle los escritos inquisitoriales nos sorprendemos de que existen condenas que son mucho peores que una hoguera: la mujer débil es loca, por lo tanto no debe ser escuchada. La imagen de estas que ya  no existen aunque aúllen, recen, canten, maldigan o bendigan, es comparable a la de Casandra, la hija del rey troyano Príamo, extraviada por sus visiones de las murallas de Troya que están derrumbándose por la acción de los ejércitos griegos.
La imaginación de los inquisidores y de muchos autores de libros sobre las brujas y hechiceras es sorprendente. El inquisidor sólo tiene palabras horrendas para nombrarlas: blasfemas, asesinas, perjuras, incestuosas. Juan de Pedraza, en un texto de 1568, afirma con el convencimiento de un exaltado:

“Se empeñan [las brujas] en sofocar de noche a las criaturas, provocando el demonio un profundo sueño en los padres y las madres: no para chupar su sangre, sino para complacer a Satán, el que da los mayores lugares, favores y honores en sus fiestas y reuniones a quién mata mayor número de niños. Pero en las casas donde había cruces, o crucifijos o imágenes de nuestra Señora, no podían hacer daño, ni tampoco a los niños a los que las madres al ponerlos a dormir hubiesen hecho el signo de la cruz […]. Algunos creen que entra en las casas con las puertas y ventanas cerradas, y es un error diabólico dar a los miembros del enemigo las dotes del cuerpo glorioso. La verdad es que el demonio las abre muy despacio, entra y luego vuelve a cerrarlas cuando salen. Y creer que cambian la figura que Dios les ha dado, transformándose en escoba o gatos, va contra la fe […]. Pero el demonio engaña tanto su imaginación que parecen tener otra figura”.

Algunos de los que trataron con las brujas o estudiaron sus costumbres, afirman que se reunían semanalmente para celebrar el esbat y cuatro veces al año para sabbat. Las fechas son: 3 de febrero, 1 de julio, la víspera del 1 de agosto y el 1 de setiembre. A estas reuniones, invitadas personalmente por su amo, el diablo, las brujas acuden a pie (si el lugar está cerca) o volando (si está más o menos distantes). Vuelan a bordo de gallos o cabras, pero más habitualmente en horquillas, palos y escobas. Para poder volar primero se cubren con un ungüento que produce una especie de catatonia aparente (para los ojos de quien viese a la bruja realizar esta operación), pero en realidad la proyecta a una dimensión invisible, dominada por el diablo.
Giovan Battista Della Porta, en su obra sobre la magia publicada en 1558, afirma haber conocido a una vieja que se había ofrecido espontáneamente a mostrarle cómo sucedía:

[…] se desvistió y se untó vigorosamente el cuerpo con un ungüento, mientras podíamos observarla por la puerta entreabierta y cayó, a causa de la operación de los humores soporíferos, en un estado de sueño profundo. Entramos y entonces nos agredió con malas palabras. Luego perdió el sentido completamente. Volvimos a salir. Cuando el poder del ungüento perdió fuerza, se despertó, empezó a delirar y a decir que recorrió mares y montes y respondió falsamente a una pregunta que le hice.

A veces no se unta el cuerpo sino el medio de transporte. La bruja, pues, llega al lugar de sabbat, cuya descripción se puede conocer por testimonios tomados de los procesos, por textos de los teólogos de la época, e inclusive, por documentos pontificios, como la bula Vox in Roma del 13 de junio de 1233. He aquí unos datos de esa bula, tan increíbles que cuesta creer que puedan figurar en un documento oficial de tanta trascendencia:

“[…] las brujas preparan el ungüento, o grasa de las brujas, compuesto, entre otras cosas de sangre de abubilla y de murciélago, rascadura de campana y hollín. Una bruja mezcla los ingredientes en un caldero que hierve sobre un fuego de verbena, mientras las otras cabalgan entre las nubes, yendo a la reunión a caballo de una horca o de un macho cabrío. Cuando llegan untan la horca con el ungüento recién preparado, pronunciando horribles consagraciones. Otra bruja levanta hacia el cielo un vaso cargado de huesos, mientras otra desgrana un rosario donde, a guisa de cuentas, hay algunas campanillas, dos dados y el minúsculo cráneo de un aborto. Finalmente van al sabbat donde magos y brujas se acopian formando – según las palabras de Boguet – las combinaciones más monstruosas: el hijo con la madre, el hermano con la hermana, el padre con la hija […]”

El sabbat vendría a ser un “culto macabro”, una especie de rito religioso al revés, una caricatura de la celebración sagrada, de la que cambia varios elementos: la hostia se recorta de una rodaja de nabo, por ejemplo. Esto impresiona con violencia el imaginario del clero de la época:

“[…] se sientan para hacer un banquete y, cuando se ponen de pie, después de haber terminado, se adelanta, de detrás de una estatua que en general se alza en el lugar de estas reuniones, un gato negro, grande como un perro de tamaño mediano; éste avanza, caminando hacia atrás y con la cola levantada. El nuevo adepto lo besa el primero en la parte posterior, luego hacen lo mismo el jefe y los otros, por turno, pero sólo si lo han merecido. A los que no se considera dignos de este honor el maestro de ceremonia les augura paz. Vuelven a su lugar, permanecen un momento en silencio, siempre dirigidos hacia el gato. Luego el maestro dice: «¡Perdónanos!», y lo mismo repite el segundo, y el tercero agrega: «Señor, lo sabemos»; un cuarto concluye: «Debemos obedecer» […]. Cuando, cada año, en Pascua reciben el cuerpo del Señor de manos del sacerdote, lo retienen en la boca y luego lo escupen en la basura, para ofender al Salvador”.

La cita es del “Compendio maléfico” de F.M. Guazzo, publicado en Milán en 1608 y citado en “El libro negro de la inquisición” de Natale Benazzi y Matico D’ Amico.
Pero el verdadero protagonista del sabbat de esta reunión que cada vez más toma el aspecto de una lucha intransigente de formas religiosas (Dios y el mal en la figura de Satán), el dueño y señor, es el diablo, que:

“[…] preside la reunión sentado en su trono, bajo despojos terroríficos de macho cabrío o de perro. A él se acercan para rendirle honores, no siempre de la misma manera: de rodillas, en acto de súplica; de espaldas; con la cabeza hacia atrás y las piernas levantadas, de manera que el mentón esté dirigido al cielo. Le ofrecen velas negras como la pez u ombligos de niños; en signo de homenaje le besan el ano… a esas reuniones nocturnas acuden multitud de personas de ambos sexos, pero el número de mujeres es mucho mayor que el de hombres…; las danzas están compuestas por giros que deben hacerse siempre hacia la izquierda…; cada banquete es bendecido por el diablo con palabras blasfemas, donde se indica a Belcebú como el creador, dador y conservador de todas las cosas. La misma fórmula es válida también para agradecer después de la comida. Al término del banquete cada demonio toma de la mano a la adepta que tiene a su cargo […] se dan la espalda y forman un círculo, sacudiendo la cabeza como locos, bailan, con las velas usadas anteriormente para la adoración del demonio, en las manos. En honor de éste cantan canciones muy obscenas, siguiendo el ritmo de timbales y zampoñas […], mientras se acoplan orgiásticamente”.
(Bernardino de Siena, “Las prédicas vulgares”, citado en M. Centeni, “Las brujerías”, Xenia, pág. 74).

Toda esta literatura rocambolesca, producida por unos teólogos recalcitrantes, imaginativos y gorrones, dice mucho de una religión cuyo historial es tan oscuro como las hordas fascistas de la Italia de Mussolini, los fanáticos nazis de Hitler o los esbirros de la Rusia estalinista. Toda una literatura donde se denigra la condición de la mujer hasta límites enajenables.
Pero no todo es negro para la mujer en esta larga Edad Media. Francia, país de la risa y de la inspiración chispeante, es también la patria de la caballería; y es preciso entender esta palabra en su sentido medieval: a la vez culto al honor y respeto a la mujer.
Lancelote, enamorado de la reina de Ginebra, y Tristán de la rubia Isolda, conservan en el corazón el remordimiento de haber traicionado a su rey; es el drama de su amor y de su vida. A lo largo de los torrentes poéticos de esta época se pone en evidencia un sentido inquebrantable de fidelidad a la palabra dada, se trate, como en las novelas de caballería, del vínculo señorial, o de la fe que se ha jurado a la dama en las canciones de los trovadores.
El verdadero enamorado ha de estar dispuesto a afrontarlo todo por amor: proezas físicas, tormentos morales, angustias de separación; nada debe ser difícil para él cuando se trata de conquistas a la mujer que ama:

“Ni trabajos ni penas
ni el dolor que se sufra
ni la ira dolorosa
ni el mal que padezca
han de apartarme
un solo día de mi amada”.

El enamorado se dirige siempre a ella con un respeto infinito:

“Dama, la sin igual
bella y buena, con razón alabada”

o bien:

“Joven amable, a quien no me atrevo a nombrar”.

La mujer aparece como una criatura divinizada, de “cuerpo gentil”, rostro claro “que resplandece como el sol”, modales llenos de gracia, representa para el caballero el ideal de toda perfección

“Dama cuyo nombre no me atrevo a decir
que reúnes todos los bienes
tenéis renombre de cortesía
y superáis en valor a las demás.

Obra de Dios, digna, alabada
más que ninguna criatura
dotada de todos los bienes y virtudes
en espíritu y naturaleza”.

A través de esa literatura, grácil y delicada, resulta fácil conocer el ideal de belleza femenina de la Edad Media:

“Tiene cabellos rubios
ojos verdes, boca sabrosa,
un cuerpo digno de besos,
un cuello blanco…”

o este otro:

“Nunca vi una flor en una rama
que fuera tan blanca
como lo es vuestro gracioso pecho;
los brazos largos, los dedos finos,
los pies pequeños, de dedos menudos
son rasgos de vuestra belleza…
Vuestros ojos rientes, algo rasgados,
tiemblan como tiembla la noche
la estrella en el agua de la fuente…”

Las tretas seductoras que nos describe el relator con delicados toques – en ello se ha destacado el escritor cortesano Chrétien de Troyes – completan el retrato de la mujer como un ser adorable, lleno de finura, distinción y elegancia de espíritu: tretas de pastoras para apartar al ocasional perseguidor, tretas de damas que simulan cólera u orgullo para seducir mejor al caballero que las corteja.
Veamos a Troyes:

“A la alborada, con el canto de los pajarillos, el joven se levanta y monta, y tanto caminó que llegó hasta una hermosa pradera donde vio una tienda plantada a la vera del arroyo de una fuentecilla. Era la tienda admirablemente hermosa: una parte era bermeja, y la otra estaba bordada de orifrés. Arriba tenía un águila dorada. Daba el sol muy claro y rojizo en el águila, y del resplandor de la tienda brillaban todos los prados. Alrededor de la tienda, que era la más bonita del mundo, había hojas y ramajes, y unas chozas galesas recién levantadas. El doncel se dirigió hacia la tienda, y una vez allí habló de este modo:
-       Dios, ahora veo vuestra casa, y cometería un desafuero si no fuera adoraros. Verdad decía mi madre sin duda alguna cuando me dijo que los monasterios son la cosa más bonita que haya, y añadió que no me encontrara con uno sin ir a adorar al Creador en quien creo. Iré a rogarle con fe que me dé algo para comer, porque lo voy a necesitar mucho.
Se acerca entonces a la tienda, y la encuentra abierta. Ve que en el centro hay una cama cubierta con una colcha de seda, y sobre la cama, sola, duerme una doncellita. Su acompañamiento estaba en el bosque; habíanse ido las doncellas a coger florecillas recientes para esparcir por la tienda como solían.
Cuando el muchacho entró en la tienda, el caballo relinchó tan fuerte que la doncella lo oyó, despertando sobresaltada: Y el muchacho, que era un alma de cántaro, dijo:
-       Doncella, yo os saludo, tal como me enseñó mi madre. Mi madre me enseñó y me dijo que saludase a las doncellas en cualquier lugar donde las encontrara.
La doncella tiembla de terror, porque le parece que el joven está loco, y se considera a sí misma una loca también porque la ha encontrado sola.
-       Muchacho – dice –, sigue tu vía. ¡Huye, no vaya a verte mi amigo!
-       Antes os besaré, por mi cabeza – dice el muchacho –, pese a quien pese, porque mi madre así me instruyó.
-       En verdad que no te besaré jamás, mientras pueda – dice la doncella –. ¡Huye! Que mi amigo no te encuentre, pues si te encuentra te matará.
El joven tenía brazos robustos, y la abrazó toscamente, ya que no sabía hacerlo de otro modo. La puso debajo de él toda extendida, y ella de defendió con todas sus fuerzas y se revolvió todo lo que pudo, pero no logró impedir que el muchacho la besara, quisiera ella o no, siete veces seguidas, hasta que, según dice el cuento, vio en su dedo un anillo con una esmeralda muy clara.
-       También me dijo mi madre que tomara el anillo de vuestro dedo, y que no os hiciera nada más. ¡Así que dame el anillo! Lo quiero.

-       En verdad que el anillo no lo tendrás nunca – dice la doncella –, sábelo bien, a menos que me lo arranques por la fuerza.

El muchacho la agarra por el puño, le fuerza a estirar el dedo, le quita el anillo, se lo pone en su dedo y dice:
-       Doncella que os vaya bien. Ahora me iré satisfecho, y mejor beso dais vos que ninguna camarera que haya en toda la casa de mi madre, porque no tenéis la boca amarga.
Y ella llora diciendo:
-       Muchacho, no te lleves mi anillito, me harías muy desgraciada y perderías la vida, tarde o temprano, te lo aseguro.
A él no le llega al corazón nada de lo que oye, pero como había ayunado, estaba muerto de hambre. Encuentra una tinaja llena de vino, y junto a ella una copa de plata, y sobre un haz de juncos ve una servilleta blanca y nueva. La levanta y encuentra debajo tres buenos pasteles de cabrito tierno. No le repugna el manjar. Para calmar el hambre que le angustia, parte uno de los pasteles y se lo come con gran apetito, y vierte en la copa de plata el vino, que no estaba nada malo, se lo bebe con largos y frecuentes tragos y dice:
-       Doncella, no voy a poder yo solo con todos los pasteles. Venid a comer, que están muy buenos. A cada uno le bastará con el suyo, y aún sobrará uno entero.
Mientras tanto, ella llora, y por mucho que él ruega e insiste, ella no responde una sola palabra, sino que llora aún más y se retuerce las manos violentamente. Él comió tanto como quiso, bebió hasta hartarse y al instante se despidió, tras cubrir lo que sobraba, encomendando a Dios a la que no había apreciado su saludo:
-       Dios os guarde, bella amiga – dice –. Pero por Dios no os duela que me lleve a vuestro anillo, porque antes de que yo muera de muerte, os lo recompensaré. Me voy con vuestro permiso.
Ella llora y dice que nunca le encomendará a Dios, porque por su culpa tendrá que sufrir gran vergüenza y pesar, más de lo que jamás sufrió ninguna desdichada, y que ya nunca tendrá socorro ni ayuda mientras le dure la vida: que sepa bien que la ha traicionado. Así quedó ella llorando, y al poco tiempo su amigo volvió del bosque. Vio las huellas del joven, que seguía su ruta, y se enfureció. Al encontrar llorando a su amiga, le dijo:
-       Señora, me parece, por las huellas que veo, que ha estado aquí un caballero.
-       No, señor, os lo aseguro. Quien vino fue un muchacho galés antipático, vil y tonto, que bebió cuanto quiso de vuestro vino y  comió de vuestros tres pasteles.
-       ¿Y por eso, hermana, lloráis? Que se lo hubiera comido y bebido todo, eso hubiera querido yo.
-       Aún hay más, señor – dijo ella –, mi anillo entra en el pleito, porque me lo ha quitado y se lo lleva. Preferiría estar muerta antes de que se lo hubiera llevado.
He aquí que él se desconforta y la angustia se le introduce en el corazón.
-       A fe mía – dice – aquí hay ofensa. Y puesto que se ha llevado el anillo, hecho está. Pero sospecho que haya hecho algo más. Si es así, no me lo ocultéis.
-       Señor – dijo ella –, me besó
-       ¿Beso?
-       En verdad, bien os lo digo, pero fue muy a mí pesar.
-       Antes bien consentisteis, y os gustó. No encontró ninguna oposición – dice aquel a quien le atormentan los celos –. ¿Creéis que no os conozco? Sí, ciertamente os conozco, y muy bien. No soy tan tuerto ni tan bizco que no vea vuestra falsía. En el mal camino habéis entrado, en negra desgracia. No comerá ya avena vuestro caballo ni será sangrado hasta que yo tome venganza. Y cuando pierda las herraduras no será vuelto a herrar, y si muere, me seguiréis a pie. Nunca os serán cambiadas las ropas que vestís, y me seguiréis a pie y desnuda hasta que le haya cortado la cabeza. No será otra mi justicia.
Y luego se sentó y comió”.  
(“Historia de Perceval o El cuento del Grial”, Chrétien de Troyes – El anillo de la doncella vv. 636 – 833)

Dando realce a la finura de estos cuadros, la Edad Media puso de relieve mejor que cualquier otra época el doble aspecto del eterno femenino: junto a la Virgen, a la mujer respetada y honrada, aquella por quien el enamorado muere de amor, y a quien solo se acerca temblando, está Eva la tentadora, la Eva que perdió al mundo. Narradores, poetas, autores de “fablianx”, no le escatiman sarcasmos:

“La mujer, monja o beata, no piensa mal, más que la zorra que atrapa a la gallina”.

Despliega sus encantos para traicionar mejor después:

“La dulce nadería cuyo nombre es falsa amiga”.

Coqueta, perversa, sonríe solo para “atrapar” los corazones ingenuos que se dejan cautivar:

“Es demasiado loco quien se fía de ella hasta el punto de no poder desprenderse”.

Cosechará solamente dolor y decepción, porque…

“La mujer es muy cambiante
… tan pronto ríe, como llora
… nació para defraudar”.

Dura en implacable, no la conmueve ningún dolor, ninguna súplica, y opone una serenidad fría a las estrofas más apasionadas, como “La bella dama sin Merced” del poeta francés Alain Chartier:

“La mujer es más codiciosa que la osa ante la miel; te amará según tengas los bolsillos llenos”.

El poeta inglés John Keats, siguiendo el gusto romántico de tratar temas medievales, tomó el tema del poeta francés de una traducción de Geoffrey Chaucer, para construir su balada “La belle dame sans merci”, compuesta el 28 de abril de 1819. El boceto de Keats, sutil análisis de amor, no se aparta de la intención, que sobre la mujer, quiso darle Alain Chartier.
En la balada de Keats, un caballero exangüe y abatido narra un encuentro con “la hermosa dama despiadada”, describe su belleza, y explica que pasó con ella cierto tiempo, en el cual la dama mostró amarle; dice que por fin se dirimió y soñó que reyes, príncipes y guerreros mortalmente pálidos lo compadecían por estar en poder de la dama. Al despertar se encontró solo en el declive de una colina, angustiado por el deseo de volver a encontrar a la amada.
También en el matrimonio, la mujer hace la vida imposible a su infortunado marido, y lo engaña impúdicamente cuando lo abandona, el marido se siente muy feliz de su libertad, como el poeta Vaillant:

“Buenas gentes, perdía a mi dama
quien la encuentre, sepa que se la entrego
de buena gana
… porque esa cordial muchacha
Es muy cariñosa con todos”.

Pura o perversa, objeto de burla o de adulación, la mujer domina la literatura de la Edad Media como domina la sociedad:

“Para la mujer están destinados muchos dones,
para ella se componen muchas canciones;
muchos locos se han vuelto cuerdos por ellas,
muchos villanos han logrado alcurnia,
los audaces se vuelven cobardes,
y generosos quienes eran avaros”.

Es la mujer quien inspira las canciones, quien anima a los héroes novelescos, quien hace suspirar o conmoverse a los trovadores. Le dedican sus versos; para ella se componen manuscritos suntuosamente ilustrados. Ella es el sol, la rima y la razón de toda poesía.

Por último, las palabras del filósofo e historiador Severo Catalina, podrían servir de paliativo a tanto estigma vertido sobre la mujer a través de los siglos.

“El amor identifica las almas; la confianza es la base del amor; la tolerancia lo alimenta y lo conserva. No se realiza la perfectibilidad humana: todos erramos; tal es nuestra condición. La intolerancia de ciertos hombres es un vicio que nace de la soberbia, se disfraza con el rigorismo, y acompaña casi siempre a la estupidez. Los que no perdonan a su mujer una mirada, quizá inocente, se permiten a sí mismos licencias quizá criminales. Los que espían a su mujer los actos más sencillos, hasta en sus pensamientos, si les es posible, ofrecen muy lastimosa idea de sus actos propios y de sus íntimos pensamientos.
El marido y la mujer deben ser los mejores amigos del mundo”.

(“La mujer”, El matrimonio IV)





PIMPÓN PRESIDENCIAL

La aparición de gobernantes como Donald Trump y su antecesor Georges Bush II, nos hace pensar en las reflexiones de Platón en el libro quinto de La República, donde el filósofo griego renueva algunas advertencias detallando más ciertos puntos referentes a la educación de los custodios del Estado, y pasa a examinar los motivos que pueden resumirse en la falta de capacidad y de preparación de quienes ostentan el mando. Dice Plantón:
“A no ser que los filósofos gobiernen los Estados, o que los que hoy se llaman reyes y soberanos sean verdadera y seriamente filósofos, de modo que la autoridad política y la filosofía se encuentran juntas en una misma persona excluyendo absolutamente del gobierno a quienes no reúnan tales condiciones, no hay remedio para los males que arruinan a los Estados ni para los que afligen al género humano, ni jamás la República perfecta cuyo plan trazamos aparecerá sobre la Tierra ni verá la luz del sol”.

Esperar que los gobernantes tengan una formación filosófica es mucho pedir, pero por lo menos, se espera que los gobiernos estén en manos de gente capacitada para tan difícil labor. Los gobiernos democráticos ponen a millones de personas en manos de una sola persona, que por más asesores que tenga, es a la carga quien prima sobres las decisiones que, muchas veces, son vitales para el destino de una nación. El Perú, por ejemplo, ha estado en manos de incapaces en muchos periodos de su historia; Sánchez Cerro, Alan García y Ollanta Humala, son tres especies del mismo género: la estupidez. Pero nuestros gobernantes se han visto superados con gran frecuencia por otros más bárbaros que ellos. Georges Bush II, es una especie de troglodita político difícil de encontrar. Pedro Pablo Kuczynski es también una rara avis, un híbrido de Cantinflas y Pepe Biondi, un zamarro cínico, mentiroso y con tendencia a la idiotez crónica. Pero como los peruanos tenemos un espíritu derrotista que nos hace perder casi en todo, Georges Bush II supera a nuestro gringo bamba largamente. Veamos esta partida de pimpón imaginaria basada en declaraciones de ambos “mandatarios”:

Georges Bush II:
“Si no tenemos éxito, corremos el riesgo de fracasar”.
“Es tiempo para la raza humana de entrar en el sistema solar”.

Pedro Pablo Kuczynski:
“Tenemos que colgar a los rateros”
(Declaraciones dirigidas a animar a las comunidades al linchamiento. Cirilo Robles, alcalde del distrito de Ilave, en Puno, fue ajusticiado a golpes por presunto ratero).

Georges Bush II:
“Marte está esencialmente en la misma órbita. Marte está más o menos a la misma distancia del sol, lo que es muy importante nosotros tenemos fotos donde existen canales, pensamos, es agua. Si hay agua, eso significa que hay oxígeno. Si hay oxígeno, significa que podemos respirar”.
“Hemos perdido mucho tiempo hablando de África con justicia. África es una nación que sufre una increíble enfermedad”.

Pedro Pablo Kuczynski:
“No todo lo que ha hecho Odebrecht en el Perú es corrupto”.
“Ahora, 29 millones de dólares (de corrupción) que es la cifra que está dando vueltas, es una cifra minúscula”.

Georges Bush II:
“Queremos que cualquiera que pueda encontrar un trabajo sea capaz de encontrar un trabajo”.
“Quiero que se diga que la Administración de Bush está orientada al resultado, pero creo en el resultado de focalizar la propia atención y energía en la educación de los niños en la lectura, porque tenemos un sistema educativo atento a los niños y a sus padres, más que mirar a un sistema que rechaza el cambio y que hará de América lo que queremos que sea, un país de gente que sabe leer y que sabe esperar”.

¿Qué dice que dijo? Ni Cantinflas podría rebasar a este gringo, que al hablar, parece no hacer superado su alcoholismo.

Pedro Pablo Kuczynski:
“Carlos Moreno ha renunciado por razones personales. Era mucho trabajo”.
(Esta fue la primera declaración del Presidente cuando fue interrogado por la salida de sus asesor y médico personal. Luego, cuando salió a flote el “negociazo”, “no sabes la cantidad de plata que vamos a ganar”; y toda la podredumbre de ese médico sinvergüenza, su amigo Presidente se limitó a decir, fingiendo indignación: “Esa persona traicionó mi confianza”.

George Bush II:
“La ilegitimidad es algo de lo que tenemos que hablar en términos de no tenerla”.
“Pienso que si usted sabe lo que cree, será mucho más fácil responder a su pregunta. No puedo responder a su pregunta”.
“He hablado con Vicente Fox, el nuevo presidente de México, para tener petróleo que enviar a Estados Unidos. Así no dependeremos del petróleo extranjero”.

Pedro Pablo Kuczynski:
“Son acusaciones muy viejas”
(Con estas palabras, Kuczynski se refirió a la denuncia de cupos en su partido. Esta fue la respuesta cuando salió a la luz la revelación de la mugre que había en el interior de Peruanos por el kambio. En vez de sancionar, Kuczynski optó por respaldar a los mafiosos de su partido que habían hecho su “negociazo”: José Labán, Jorge Villacorta y al congresista Gilbert Violeta. No debe extrañarnos la posición del Presidente, total, son ratas de la misma camada, no hay peligro de que se muerdan).

George Bush II:
“Es importante entender que hay más intercambios comerciales que comercio”.
“Francamente, los profesores son la única profesión que enseña a nuestros niños”.
“Tendremos a los Americanos mejor educados del mundo”.

Pedro Pablo Kuczynski:
“No me preocupa que haya un poquito de contrabando. ¿A quién le preocupa eso?
(Ante el polvo que generó esta declaración, Kuczynski se rectificó diciendo que “Puno vive del comercio con Bolivia y, como todos sabemos, hay algo de contrabando ahí, pero yo no apoyo para nada el contrabando”. Aquí Kuczynski saca la “garra” que tanto le hace falta a nuestros futbolistas e igual en disparates a Bush. La cobardía para defender su palabra es algo frecuente en este gringo lobista. En una guerra no sería raro encontrarlo escondido en una trinchera mientras sus compañeros ponen el pecho a la balas enemigas”.

George Bush II:
“El sistema de educación pública es uno de los fundamentos de nuestra democracia. Después de todo, es donde los niños de América aprenden a ser ciudadanos responsables, y aprenden las habilidades necesarias para aprovechar las ventajas de nuestra fantástica sociedad oportunista”.
Aquí Mister Bush da la impresión de haberse empujado un misil de whisky americano combinado con vodka ruso.

Pedro Pablo Kuczynski:
“No todos los 73 congresistas de la bancada fujimorista son miembros del partido, habrá como 30 que se subieron al carro creyendo que ella ganaba (…) lo que hay que trabajar desde un punto de vista completamente egoísta es jalarse algunos de esos”.
(Declaraciones al diario español “El país”. Ante la reacción de las hienas fujimoristas, Kuczynski, quitándole como siempre el culo a la jeringa, se rectificó con esa concha de abanico que lo caracteriza, diciendo que él no pretendía promover el transfuguismo – algo tan común en la cloaca congresal – sino convencer a los no fujimoristas que sus propuestas son buenas. “Han interpretado mal, cuando digo jalar es jalar las convicciones”. ¿Nuestra clase política tiene convicciones? Este Kuczynski había estudiado en una de las mejores universidades de Estados Unidos, pero eso no lo exonera de poseer una alta dosis de cojudismo).

George Bush II:
“Muchas de nuestras importaciones vienen de ultramar”.
“Después de todo, hace una semana, Yasir Arafat estuvo asediado en su palacio de Ramala, un palacio lleno claramente de pacifistas alemanes y de todo ese tipo de gente. Ahora se han ido. Ahora Arafat es libre de mostrar su liderazgo, de gobernar el mundo”.

Pedro Pablo Kuczynski:
“Aeropuerto de Chincheros sí va”
(Frase pronunciada por el Presidente el 30 de enero de 2017. Según Kuczynski la obra beneficia a los peruanos porque representa un ahorro de 590 millones de dólares. “A los criticones les decimos, cállense la boca, déjennos trabajar”, insistió, con la furia de un indio sioux. Pero cuando llegaron las críticas en avalancha, Kuczynski hizo lo que mejor sabe hacer aparte de robar, tirarse para atrás y congelas el proyecto. Recapitulemos un poco los negocios sórdidos de este – usemos la frase de Hernando de Soto para calificar a Vargas Llosa – gringo “hijo de puta”. Recurramos a las denuncias de investigación hechas por “Hildebrandt en sus trece” y tomemos algunas perlas del estercolero del Presidente por el cambio. Kuczynski está vinculado como accionista de Cosapi, una de las empresas encargadas de la construcción de la Línea 2 del Metro de Lima. “Renuncié a Cosapi hace más de 15 años. No hay que mentir”, fue la respuesta de Kuczynski tratando de echarle tierra a su desvergüenza. El presidente y Cosapi, jugando en pared, han ocultado algunos hechos. Kuczynski no se fue de Cosapi el 2007 como él sostiene: allí estuvo por lo menos hasta el 2012. Por otro lado, Cosapi hizo contratos con el Estado cuando Kuczynski, uno de sus accionistas, era ministro. Así que eso de “Hija de ratero, ratero”, también le encaja a él: “Gringo hijo de puta, hijo de puta”. Veamos otra perla de Kuczynski. El portal noticioso Bio Bio de Chile, publicó una descripción minuciosa de las relaciones comerciales intermediadas entre el expresidente chileno Sebastián Piñera y el elegido presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski. ¡Estas son las verdaderas relaciones bilaterales de nuestro presidente y Sebastián Piñera! El expresidente de Chile no sólo es accionista de Exalmar, sino también de otras 20 importantes empresas peruanas. “Aeropuertos, terminales portuarios, agencias marítimas, operadores logísticos y construcción son los nichos de mercado en los que el empresario Piñera ha incursionado en el Perú en los últimos años”. ¿Y cuál es la madre del cordero con respecto al aeropuerto de Chincheros?
Recurramos nuevamente al equipo investigador de “Hildebrandt en sus trece”. Tras el ingreso de Sebastián Piñera al directorio de “Andino Investement” el holding hizo una nueva apuesta: el Aeropuerto Internacional de Chinchero, en Cuzco. Se trataba de un contrato de 265 millones de dólares y una concesión de 40 años. Para ello Andino hizo consorcio con la compañía argentina “Corporación América”. La adjudicación se concretó el 25 de abril del 2014, bajo la administración Humala. Después de haber dejado el poder en Chile, Sebastián Piñera se paseaba por nuestro país como pececillo en el agua. Fue recibido en Palacio de Gobierno por Humala, quien se convirtió en un entusiasta del nuevo aeropuerto cusqueño. La empresa sacó las garras solicitando mejores condiciones financieras; pero la crisis económica no permitía hacer mayores concesiones, así que el negocio de Piñera quedó paralizado. Con la llegada de su socio en Exalmar a Palacio de gobierno, el expresidente chileno se dejó caer por la Casa de Pizarro, donde hubo una buena comilona. En la foto se ve a Piñera presidiendo la mesa (una mera cortesía); lo acompañan un risueño Kuczynski, el canciller del Perú, Ricardo Luna y el ministro de Economía Alfredo Thorne. Piñera declaró después de la comida que Pedro Pablo Kuczynski va a ser un gran presidente del Perú”. El besaculo despertó el interés de Kuczynski por el futuro turístico del Cusco. De ahí en adelante el presidente “peruano” no perdió oportunidad de hablar de impulsar ese proyecto, que hasta el día de hoy sigue encarpetado. De lo que no cabe duda, es que el expresidente chileno Sebastián Piñera, ya sea por mar, por tierra o por aire, sabe que con este gringo mafioso se puede hacer negocios. Carlos Fuentes escribió un bello libro, “Gringo viejo”, yo estoy tentado a imitar al escritor mejicano con una novela: “Gringo pendejo”.

George Bush II:
“La mujer que sabía que sufrí dislexia. ¿Cómo lo sabía si yo nunca me entrevisté con ella?
“El gas natural es hemisférico. Me gusta llamarle hemisférico en la naturaleza, porque es el producto que podemos encontrar en el vecindario”.

Pedro Pablo Kuczynski:
“Aquí habrá una interpelación y quizás un voto de censura. Y si se llega a eso, habría que pensar en un voto de confianza”.
(Con sus aires de hombre de carácter, Kuczynski lanzó la advertencia al comienzo cuando la cabeza de su exministro de Educación Jaime Saavedra había sido puesta en la picota por las ratas fujimoristas. Pero cuando el Presidente de los “cambios” vio que la camada ratuna se le venía encima, almibaró su discurso: “Yo nunca he dicho que voy a plantear una cuestión de confianza. He dicho que la Constitución me permite hacer eso, pero no hay ninguna decisión al respecto”. Once días después que lanzó su frase de apoyo a su ministro, anunció que no iba a plantear una cuestión de confianza por Saavedra. El ministro se quedó  solo y cayó del pedestal. Ante esta posición de cobardía del presidente, cabría preguntarse: ¿Quién es más cagón, Humala o Kuczynski?

George Bush II:
“Estoy atento no solo a preservar el poder ejecutivo para mí, sino también para mis predecesores”.
(¿Cómo se puede ser tan bestia y llegar a ser Presidente de los Estados Unidos?)

Pedro Pablo Kuczynski:
“En 2011 no apoyé a Alberto Fujimori, sino a su hija”.
(Otra de sus grandes mentiras aparece en esta respuesta a Nadine Heredia, quien lo cuestionó por condenar a Venezuela y no al exdictador y ladrón preso en la Diroes.
“No hay ninguna contradicción. Yo no apoyé al señor Alberto Fujimori en el 2011, apoyé a su hija. Ella es otra persona. Ella no es lo mismo que Alberto. Se llama Keiko”. ¿Cómo dijo señor Presidente? Y dónde quedó eso de “Hijo de ratero es ratero. De tal palo tal astilla”; “La hija de quien está en la cárcel por corrupción”.
Por otro lado, las imágenes televisivas desmienten a Kuczynski quien participó en el mitin de cierre de campaña del 2011, donde se deshizo en elogios por Alberto Fujimori. Escuchémoslo: “Tenemos que tener esperanza en un Perú mejor, que en cinco años sea un país más próspero y menos pobre, queremos una economía estable y Keiko si puede. Hay que combinar la técnica con el corazón, eso es lo que el gobierno de Keiko hará con corazón, tecnología y honestidad”.

George Bush II:
“Estamos empeñados en trabajar con ambas partes para llevar el nivel de terror a un nivel aceptable para ambas partes”.

Pedro Pablo Kuczynski:
En relación al caso de Alejandro Toledo, hemos tomado todas las acciones que la ley nos permite a nivel nacional y en jurisdicciones de Estados Unidos y otros países”.
(El 31 de marzo de 2017, Kuczynski fue interrogado por el fiscal que dirige el caso Odebrecht, Hamilton Castro. El presidente del “cambio” no solo respaldó el rol del expresidente fugitivo y coimero sino que además defendió la construcción de la carretera de las millonarias coimas. En muchos puntos del interrogatorio, Kuczynski se refugió en supuestos fallos de memoria por el tiempo transcurrido. “No recuerdo”, fue su frase más recurrente. Que Kuczynski le dio una mano a Toledo con su “silencio”, es más que evidente. El mensaje es claro: una mano lava la otra y las dos la carita.

George Bush II:
“Sé que en Washington hay muchas ambiciones. Es natural. Pero espero que los ambiciosos se den cuenta de que es más fácil triunfar con un éxito que con un fracaso”.
“Uno de los denominadores comunes que he encontrado es que las esperanzas surgen en torno a lo que se espera”.
(La tontería de la Humanidad, decía Benavente, se renueva diariamente. No hay duda de que un mérito que no se le puede negar el expresidente Bush, es su espíritu diario de renovación).

Pedro Pablo Kuczynski:
“Queremos terminar con los procesos (militares). La justicia debe ser justa, pero debe ser rápida, no puede durar un proceso 20 años, tenemos que terminar con eso”, anunció el presidente de Peruanos por el Cambio en la ceremonia de Condecoración a los comandos Chavín de Huántar. ¿Y los familiares de las victimas ejecutadas en Accomarca, en los Cabitos o en Putis que esperan justicia? Los responsables de estos juicios interminables han sido oficiales del Ejército, que se ha negado sistemáticamente a  proporcionar información para identificar con nombre propio a los responsables de los crímenes y a los abogados de los acusados, que han utilizado como principal recurso la delación de los procesos).
“Yo soy una persona liberal. Si quieren formar su troncho (porro), y sé que no les gusta que se diga eso, pero no es el fin del mundo. La droga dura sí es algo bien grave (sic)”.
(La marihuana es considerada una droga dura porque provoca adicción, señor Kuczynski. La marihuana afecta al cerebro. El THC (el ingrediente activo de la marihuana) afecta y daña las células nerviosas que se encuentran en la parte del cerebro en que se forman los recuerdos, lo cual dificulta recordar cosas. La marihuana afecta gravemente el sentido del tiempo y el espacio que se requiere por ejemplo para manejar una bicicleta, motocicleta o automóvil. Un solo cigarro de marihuana contiene cuatro veces más alquitrán cancerígeno que un cigarro con filtro. Por sus actitudes y descabelladas declaraciones, Pedro Pablo Kuczynski debe fumarse un troncho antes de hablar tantas huevadas).

Cerremos esta partida del pimpón, dándole el cierre al expresidente Bush, al hombre que ha desacreditado a Estados Unidos como pocos lo hicieron antes, al hombre cuyas mentiras terminan en ciudades arrasadas y genocidios, al analfabeto funcional que por un milagro del supremo paso del alcoholismo crónico a la obediencia de Dios.

George Bush II:
“Sé que el ser humano y los peces pueden convivir pacíficamente”.
“¿Ustedes también tienen negros?” (Al presidente brasileño Fernando Cardoso)
“Entiendo que la agitación en Oriente Próximo crea agitación en toda la región”.
“Mi viaje a Asia comienza en Japón por una razón importante. Comienza aquí porque desde hace siglo y medio América y Japón han formado una de las mayores y más duraderas alianzas de los tiempos modernos. De esta alianza salió una era de paz en el Pacífico”.
(Dios mío… ¿Hiroshima y Nagasaki? Por la puta madre, qué bruto que es este gringo).


Llegando al final, lo más justo es darle a la partida un empate. La estupidez y el cinismo en ambos es el mismo, lo que varía es la forma. La animalidad de Bush es tan insuperable como la cobardía de Kuczynski. Pero la pusilanimidad del presidente de Peruanos por el Cambio parece inclinar un poco la balanza a su favor, pues, como decía Tirso de Molina en El burlador de Sevilla,… y el traidor/ es traidor porque es cobarde”.





SENDERO DE TERROR
“De puño y letra” es un libro de Abimael Guzmán Reinoso escrito en prisión y que ha visto la luz para beneplácito de sus fieles seguidores. Se ha vuelto común este hecho. Vladimiro Montesinos, alias “el Doc”, también ha invadido las librerías desde su prisión dorada con el libro “Operación militar Chavín de Huántar – con el terrorismo no se negocia”. Aquí habría que agregarle el marbete, pero “con el narcotráfico, sí”. En una manifestación policial, Guzmán responde a su interrogador:

“Yo, Manuel Rubén Abimael Guzmán Reinoso, Jefe del Partido y de la Revolución peruana y Presidente del Partido Comunista del Perú, soy preso político y prisionero de guerra. No reconozco derecho alguno al Estado peruano ni a ningún otro Estado, derecho alguno a enjuiciarme por terrorismo, porque yo no  participo, sino en el servicio y conducción ideológica y política de una guerra popular;…

La verborrea sigue; hueca, gaseosa, difuminada en un cerebro retorcido. Este frustrado hombrecillo no hubiera pasado a la historia infame, sino hubiera tenido al lado de él a su primera mujer, Augusta La Torre, la camarada Norah, llamada así por Norah West, personaje femenino de “La hora veinticinco” del escritor rumano Virgil Constantin Gheorghiu, novela que había apasionado a Guzmán en su juventud transcurrida en Arequipa. Fue Augusta La Torre la que cautivó con su verbo y sus ademanes a masas desprevenidas y sin ninguna formación: campesinos miserables, desdichados hijos de campesinos, jóvenes pobres de barriadas pobres, a todos ellos Augusta La Torre supo venderles el cuento de la revolución. Anouk Guiñé, en su artículo “Encrucijada de guerra en mujeres peruanas: Augusta La Torre y el Movimiento Femenino Popular”, manifiesta:

“Augusta fue la parte más consecuente de ese aparato y es la que demuestra mayor firmeza y fidelidad a los principios. (…) Lo que hacía Augusta era tomar a las mujeres más aguerridas, las educaba y las integraba al movimiento. Armamos la sección femenina del Frente Estudiantil Revolucionario, luego la sección femenina del Frente de Defensa del Pueblo, luego la sección femenina de las Trabajadoras del Mercado, la sección femenina de la Federación de Campesinos de Ayacucho, etc. Y con todas ellas se armaban las convenciones de mujeres (…) Augusta y otras mujeres del Movimiento Femenino del Pueblo también trabajaron en las zonas mineras para integrar a la mujer del obrero a los sindicatos obreros y a las huelgas mineras”.
(Anouk Guiñé, Université du Havre Groupe de Recherches Identitás et Cultures (GRIC)  

Camarada "Norah"
Catalina Adrianzen, antropóloga, investigadora social y dirigente de agrupaciones femeninas, que, estallada la “Guerra Popular” iniciada por Sendero Luminoso dirigió la célula senderista en el Cuzco, resume el criterio que llevó a Abimael Guzmán a permitir la presencia vital de la mujer en el movimiento.

“Para el marxismo ayer como hoy la politización de la mujer es el problema clave de su emancipación, y a ella los clásicos le prestaron especial atención. Marx enseñaba: “Cualquiera que conozca algo de historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento femenino. El progreso social puede medirse exactamente por la posición social del sexo débil” (Carta a Kugelmann, 1856). Y para Lenin la participación de la mujer es mucho más urgente e importante para la revolución: “La experiencia de todos los movimientos liberadores confirma que el éxito de la revolución depende del grado en que participen las mujeres”.
(Catalina Adrianzen: “El marxismo, Mariátegui y el movimiento femenino”).

La camarada Norah capacitó y formó una guardia femenina que, encabezada al principio por ella, fue protagónica en las devastaciones de poblados y en los atentados en las ciudades. Robin Kilk, en “Las mujeres de Sendero Luminoso”, IEP, Lima, 1993, sostiene que no  fue casual que en el senderismo haya sido “Una mujer la encargada de dar el tiro de gracia a los oficiales policiales y militares atacados por los especialmente entrenados escuadrones de aniquilamiento de Sendero Luminoso. El Senderismo declara que el cuarenta por ciento de sus militantes son mujeres”. Guzmán, en una revisión de los años de violencia, resalta el papel de la mujer en el Movimiento Femenino Popular como uno de los organismos generados “que más ha servido al Partido y el empeñoso esfuerzo y energías que su plasmación demandaba redundó en resultados inmensamente mayores que las más altas expectativas imaginadas, lo prueba su grandioso aporte a la guerra” (Anouk Guiñé, Ibídem, op, cit.). Testimonios brindados por miembros de Sendero Luminoso que tuvieron relación directa con Augusta La Torre, la presentan como una mujer con carácter de hierro a la hora de dirigirse a algún “revisionista”:

“(…) Sus gestos y manos golpeaban con mucha dureza contra quienes habían expresado tal opinión “política”. Me impresionó, una vez más, su cólera y sus gestos muy duros que no había conocido antes en la joven dirigente del PCP. Sus justos razonamientos eran expresados con tal precisión y cólera comunista, que hacía agachar la cabeza a quienes habían manifestado y dado a entender que la Junta Militar fascista [Morales Bermúdez] tenía un ápice de revolucionaria. Más aún si alguno de ellos en vez de autocriticarse dejaba duda con sus intervenciones a medias tintas. Así, la camarada Norah nos hacía ver la precisa y correcta formación comunista que nos enseña el Presidente Gonzalo, Jefatura del PCP y la Revolución”.
(Documento “¡Honor y gloria a la camarada Norah! En su 60° Aniversario”, Miembros del Buró Político del Partido Comunista del Perú, 2006)

Augusta La Torre, según testimonios de senderistas, se despertaba muy temprano cada día, para preparar las reuniones con los documentos partidarios correspondientes. Se le veía caminar de un lado a otro de la habitación, como una fiera enjaulada, pisando fuerte cada paso y moviendo simultáneamente, brazos y puños como si estuviera martillando las ideas que pronunciaba como un susurro. Solía increparles a sus “soldados” sus errores con voz estentórea. Les hacía ver que perdían tiempo buscando masas en las punas desoladas, apenas pobladas, cuando los numerosos valles andinos se hallaban habitados por numerosos campesinos insatisfechos de su miseria. El mismo Abimael Guzmán reconoce las múltiples tareas que Augusta La Torre llevaba a cabo en el movimiento senderista:

“Norah ¿recuerdas? Los fragorosos años setentas, duros, difíciles, pero fructíferos, plasmaron tu desarrollo: la organización del zonal más importante de Lima, la del departamento de Propaganda, la forja del Comité Zonal Andahuaylas Cangallo, ejemplo de la preparación de la guerra popular y cuanto por el Movimiento Femenino Popular, hiciste, son prueba fehaciente. Y en las decisivas luchas contra la línea oportunista de derecha de “afines” y anarquistas, testigo inolvidable fue el IX Pleno, y el año setentinueve lo corroboran, tu calidad de gran dirigente brilló pleno y reconocida. Así, comunista forjada, dirigente probada ingresaste resuelta a los tiempos de guerra que se abrieron”.
(Abimael Guzmán, “De puño y letra”)

Hombre enfermo desde los cuarenta años, a Guzmán lo perseguían varios males. Ya le habían diagnosticado mal de montaña crónico, condición que produce policitemia, una patología que incrementa notoriamente la cantidad de glóbulos rojos en el torrente sanguíneo ocasionando dificultad para respirar, mareos, fatiga y dolor de cabeza. Una de las características de esta enfermedad es producir hipertensión pulmonar lo cual para quien viva en ciudades de altura supone molestias que afectan incluso la memoria y el carácter, y que mejoran rápidamente una vez que el paciente desciende a nivel del mar. El mal de montaña crónico es conocido también como la enfermedad de Monge, en honor al médico peruano Alberto Monge quien identificó y describió este mal por vez primera en la década de los años veinte. Es por esta razón que Guzmán se vio obligado a abandonar la ciudad de Huamanga que tiene una altitud de 2761 metros sobre el nivel del mar y, entonces desde Lima, a 550 kilómetros de Ayacucho, le era imposible ocuparse de las tareas necesarias para dar crecimiento a su organización. En aquel Perú andino con costumbres feudales, había tres departamentos con los índices mayores de pobreza y explotación. Ayacucho, Apurímac y Huancavelica. Cuando en 1972 el Banco Central de Reserva elaboro un Mapa de la Pobreza del Perú, reveló que: “entre las diez provincias más pobres del país, figuraban tres de Apurímac, una de Huancavelica y dos de Ayacucho: Cangallo en el segundo lugar y Víctor Fajardo en el séptimo, precisamente las provincias donde en 1980 se inició la acción armada de Sendero Luminoso” (Carlos Iván Degregori, “El Surgimiento de Sendero Luminoso, Ayacucho 1969 – 1979”, IEP, Lima, 1990). Era este el Perú que conocía muy bien Augusta La Torre y, ante la imposibilidad de Abimael Guzmán de estar en esos parajes de altura, fue ella quien, con todo el vigor de sus treinta años, empieza a viajar con frecuencia a Huamanga y a las ciudades de Cangallo, Chuschi, Vilcashuamán y el valle del río Pampas, zonas en las que cuatro años después había de estallar el alzamiento senderista. A sus males ya expuestos, Guzmán sumaba la psoriasis que ya se le presentó en 1973. Este mal es de origen autoinmune, es decir, el propio organismo envía células a destruir la piel creyendo que se trata de un tejido extraño y los signos visibles de esta enfermedad son las escamas acompañadas de inflamación, dolor, hinchazón y picor en los codos, las rodillas, piernas, espalda y/o cuero cabelludo. Es una enfermedad, según los dermatólogos, de curso ondulante, es decir, mejora y empeora sin un patrón determinado, y cuando la persona que la padece está sometida a situaciones de estrés le asoman episodios severos. En el caso de Guzmán se añadió también una artritis psoriática localizada, al principio, en la pierna derecha lo cual dificultaba su andar. Es por las enfermedades que sufría Guzmán, que Augusta La Torre Carrasco tuvo que suplirlo en las tareas que este no podía desempeñar en la región andina. Fue ella también la creadora del mito Gonzalo, la mujer cuyo fanatismo la llevó a ubicar en un alto pedestal a Guzmán y fue ella, según declaraciones de militantes senderistas, quien imprimió al senderismo uno de sus rasgos más notorios: el desmedido culto a la personalidad del Presidente Gonzalo. Julio Roldán Aquino ha recogido testimonios de militantes senderistas donde se aprecia la mitificación que se hizo  de la figura de Abimael Guzmán:

“El Presidente Gonzalo lo ha analizado todo, su fuerza y convencimiento está en lo que dijo y se cumplió, y sobre todo en la capacidad de prever y anticiparse a los hechos que van a suceder. No importa si vive o está muerto el individuo de carne y hueso, lo que interesa al pueblo y a la clase es la enseñanza, el pensamiento, el mensaje, las líneas trazadas, las vigas maestras, la regla de oro”.
(Declaración a un corresponsal extranjero por un senderista muerte el 19 de junio de 1986).

Otro entrevistado en torno a la figura de Guzmán declaraba:
“Las enseñanzas y la energía del Presidente está en cada momento y en cada acción, en el instante del triunfo y la derrota momentánea, está en la prisión y en los momentos de tortura, en la reunión clandestina, en el enfrentamiento armado, en la hora que se avecina la muerte; allí está guiando, orientando, dando valor y confianza. Está en los volantes y documentos del Partido, en las fechas y en los símbolos, y también en el momento de alegría y el placer”.

Otro militante:
“Yo como individuo no soy nada, con las masas y aplicando el Pensamiento Gonzalo, puedo ser héroe muriendo físicamente por la revolución, viviré eternamente”.
(en, Gonzalo el mito”, Julio Roldán Aquino. Lima, agosto de 1990)

Pero a Abimael Guzmán no le faltaron intelectuales que elevaran su figura y que hasta predijeron el triunfo de la “Guerra popular”. El antropólogo ayacuchano Manuel Jesús Granados, para gratificar la importancia que tenía el “Pensamiento Gonzalo”, construyó la siguiente figura:

“Haciendo una comparación, se puede afirmar que la revolución es un hombre. La cabeza es el Presidente Gonzalo, el cuerpo es el Partido Comunista del Perú, y los brazos y piernas son el Ejército Guerrillero Popular. Pero el Partido Comunista del Perú y el Ejército Guerrillero Popular no son nada sin el Presidente Gonzalo. Él encarna la totalidad, dando la certeza de una futura Victoria final”.
(Manuel Jesús Granados, El Partido Comunista Peruano – Sendero Luminoso: Aproximaciones a su ideología”, en revista, “Socialismos y Participación”, 1987, N° 37)

Y resaltando la idea, el mensaje, la orientación, concluye así:
“Una vez creado el gran  mito subjetivo, ya no tendrá importancia que el Presidente Gonzalo sea capturado o muerto. Otros serán los encargados de aplicar su pensamiento y si es posible, desarrollarlo dentro de los canales previstos hasta conseguir el triunfo de la revolución”.
(obra citada)

No pocos intelectuales se refirieron a Guzmán en términos alturados en la época del apogeo del senderismo. He aquí algunas perlas:  

“… me di cuenta que había un plan extraordinario que estaba siendo seguido punto por punto, de etapa en etapa y ganando tiempo y espacio.
Luciano Metzinger

“Si Abimael Guzmán y el camarada Gonzalo son la misma persona, entonces, quien viene dirigiendo este gran acontecimiento histórico, es un hombre de inteligencia superior, de voluntad y disciplina inquebrantables.
Miguel Gutiérrez

“No se puede entender a Sendero Luminoso sino se atisba siquiera la personalidad, sin duda, extraordinaria de su fundador y líder máximo, Abimael Guzmán Reinoso”.
Enrique Chirinos Soto

“Arequipa ha sido pobre en muchas cosas, menos en producir hombres. Guzmán es uno de ellos. Creo que, en el Perú, su nivel está al lado de Mariátegui”.
Miguel Ángel Rodríguez Rivas.

“Un hombre brillante, un gran polemista, poseedor de retórica precisa… Como profesor era brillante, como expositor excelente,… muy disciplinado y ordenado, poco proclive al ocio, estaba buscando siempre qué hacer y hablando sobre lo que había que hacer”.
Guillermo Lumbreras.

Caído los velos del tiempo y vistos los hechos con los ojos de hoy, nos parece que algunos intelectuales, por más lumbreras que sean, confunden retorica con verborrea, polemista con monómano. Para el dinamitero Guzmán no cabía oposición, discusión o crítica a lo que él decía, todo el que no estuviera de acuerdo con su discurso mesiánico era tildado de “revisionista”, palabreja que la llevaba prendida siempre del ojal. Compararlo con Mariátegui es un disparate, cuesta imaginar al Amauta ordenando:

“Como práctica destripar personas incluyendo mujeres embarazadas o niños para exponer sus intestinos frente a sus familiares; amarrar a un poste en la plaza pública a modestos alcaldes, gobernadores o simples líderes cotidianos para apedrearlos o atarles petardos de dinamita a la cintura para que sus familiares busquen palmo a palmo algún pedazo para darle una mínima sepultura; entregar un cuchillo a un familiar para que lo hunda en el cuerpo de un padre, un hermano, un sobrino; arrastrar a campesinos propinandoles espaciados golpes con piedras para alargar su agonía; degollar personas para exhibir sus cabezas sobre estacas al borde de las carreteras; o masacrar poblados enteros como Lucanamarca y Soras”.
(Umberto Jara, “Abimael, el Sendero del terror”)

Como buen discípulo de Mao Tse – Tung, Abimael Guzmán aplicó el arma más temible de su maestro: la crueldad. Un ejemplo de las atrocidades del líder chino aconteció en 1948, cuando avanzó sobre Changchun, en Manchuria, y no consiguió tomarla mediante el ataque directo, Mao dio la orden de sitiarla por hambre. Lin Biao, comandante de Mao destacado allí, dijo el 30 de mayo: “Hay que convertir Changchun en una ciudad de la muerte”. El comandante que defendía la ciudad era un héroe de la guerra contra Japón, Zheng Donggno, quien se negó a capitular. Donggno, sabiendo que era difícil alimentar a los quinientos mil civiles, intentó evacuarlos. La orden de Mao fue tajante: “Impidan por todos los medios que los civiles abandonen la ciudad”. Mao veía en la muerte de los civiles una presión para que Zheng Donggno se rindiera. Aunque Mao carecía completamente como Guzmán de compasión, sabía utilizar este sentimiento para manipular a los demás. Zheng supo resistir hasta el final. Tres meses después del bloqueo, Lin Biao informaba a Mao:

“El bloqueo […] ha producido estupendos resultados y ha generado una grave hambruna en la ciudad […] Los civiles no pueden alimentarse más que de hojas y hierbas y muchos han muerto ya de hambre […]. Nuestra principal política ha consistido en impedir la salida. […] En primera línea, colocamos un centinela a cada 50 metros, además de alambradas y vallas, y bloqueamos todos los huecos […] A los que conseguían salir, los convencíamos para que volvieran […] A mediodía que la inanición se iba agravando, los hambrientos […] escapaban como podían y cuando los traíamos de vuelta los dejábamos en tierra de nadie […] Muchos morían de hambre allí mismo. En solo [uno de los sitios] se produjeron 200 muertes […]
(“Mao, la historia desconocida”, Jung Chang y Jon Halliday)

Esta política fue tan cruel que los soldados de Lin Biao se resistían a aplicarla. Lin le escribe a Mao:

“La gente que se estaba, muriendo de hambre se arrodillaba frente a nuestros soldados en masa, suplicándoles que los dejaran salir. Algunos dejaban a sus bebés frente a las tropas y se marchaban, otros se ahorcaban en los puestos de vigilancia. Los centinelas no podían soportar la visión de tanto sufrimiento. Algunos se arrodillaban junto a los hambrientos y lloraban con ellos […] otros dejaban salir clandestinamente a algunos refugiados. Tras corregir esta conducta, descubrimos una tendencia distinta. Los soldados empezaron a golpear, violar y apresar refugiados [para hacerlos volver], llegando a abrir fuego sobre ellos y causando muchas muertes”.
(obra citada)

Al final del quinto mes de asedio, la población civil había descendido de medio millón a 170,000 habitantes. Un veterano del ejército asediado ha dejado testimonio de lo que sentían sus camaradas en ese momento:

“Cuando desde fuera de la ciudad oímos que mucha gente había muerto de hambre, no nos impresionó mucho. Habíamos ya tantos cadáveres amontonados que teníamos el corazón endurecido. Estábamos inmunizados. Pero cuando entramos en la ciudad y vimos o que realmente había pasado, quedamos destrozados. Muchos de nosotros llorábamos. Otros muchos decían: se supone que luchamos a favor de los pobres, pero, de todos estos muertos que hay aquí, ¿cuántos son ricos?, ¿cuántos son nacionalistas?, ¿acaso no son todos pobres?
(obra citada)

Como se aprecia en este testimonio, no se trataba de un ejército, muchas veces, fanatizado. Había espacio para la reflexión, lo cual no se daba, y los hechos lo han demostrado, por parte de los desquiciados miembros de Sendero Luminoso, quienes haciendo suya la célebre consigna de Mao Tse – Tung “El poder nace del fusil”, operaron a sabiendas de que, para los pobres, ese mensaje era impactante, atractivo, porque les brindaba una esperanza; y, cuando no se tiene nada y sientes que todo te ha sido expoliado, una esperanza es siempre una luz que hay que tomar. Llega el momento en que los desposeídos de antiguo sienten que arriesgar la vida por un ideal es apenas una de las tantas formas en que se nos presenta la muerte que, igual, los terminará visitando ya sea por hambre o por enfermedad. Esos mensajes de Abimael Guzmán calaron en la mente de una bárbara caterva que encontró una excusa para incurrir en una violencia como la que aplicó Mao en China. Estos fanáticos senderistas repetían frases hechas; incapaces de articular un conjunto de ideas razonables, decían luchar por una “revolución” y por una bandera que jamás habían visto. Se dedicaron a matar sin justificación alguna a gente inocente que, según el desquiciado líder senderista, eran “revisionistas”. Cometieron masacres por un inexistente Pensamiento Gonzalo; arrasaron poblados andinos por un Pensamiento Mao que no sabían explicar; accionaron criminales cochesbomba por la ficción de estar conquistando una ciudad; y, en vez de la senda luminosa prometida, trajeron años de sombra, miseria, sangre y sufrimiento. ¿Cuál fue la “retorica precisa” de este azota pueblos llamado Abimael Guzmán Reinoso? Escarbemos en su verborrea algunas frases alucinatorias, llenas de sandeces.

“Una Gran Revolución Cultural Proletaria, el más grande movimiento político de masas de la historia (…) fijó el rumbo a seguir a partir de las grandes movilizaciones de masas impulsadas por las organizaciones de “guardias rojos” que recorrieron todo China y las gigantescas concentraciones y mítines de millones en las principales ciudades chinas  y especialmente en Pekín. Se desarrolló con la “Tormenta de enero” (1967) en que el proletariado de Shanghái destruyendo el poder burgués de los usurpadores revisionistas (…) volvió a restablecer la dictadura del proletariado en toda la República Popular China, mediante los “Comités de Triple Integración Revolucionaria”: Cuadros del Partido probados, soldados y masas. En síntesis, la Gran Revolución Cultural Proletaria es la más alta cumbre de la revolución proletaria mundial; queda y quedará para los comunistas y revolucionarios (…) como la más alta cumbre de la revolución proletaria mundial en el siglo XX”.
(Manuscrito de Abimael Guzmán)

Estas parrafadas deben haber sonado a los seguidores de Guzmán como una sopa de disparates difícil de digerir. Sigamos con el “Pensamiento Gonzalo”:

“Hoy es el día de la jura de la bandera; pero, la nuestra es Bandera Roja, tiene un distintivo: la hoz y el martillo. Nuestra Bandera es absolutamente roja; siempre los que se levantan tienen banderas rojas. (…)… quince mil millones de años lleva la Tierra para generar el Comunismo, ¿cuánto dura un hombre?, mucho menos que el simple parpadeo de un sueño; no somos sino una pálida sombra y pretendemos levantarnos contra todo ese proceso de la materia; seremos un sueño a fenecer. Burbujas ensoberbecidas ¿eso queremos ser? ¿una parte infinitesimal que quiere levantarse contra quince mil millones de años?, ¡qué soberbia, qué putricción! (SIC), viejo mar envejecido, podrido por el tiempo, feudal, burgués, imperialista, aguas negras en descomposición. ¿Qué más es? Fetidez, ridículo. ¡Seamos pues materialistas! ¡Comunistas! demostrémoslo, eso es necesario”.
(Abimael Guzmán Reinoso, discurso “Por la nueva bandera”, IX Pleno Ampliado del Comité Central, 7 de junio de 1979)

El discurso sensiblero es muy eficaz en la política y por lo dicho, Guzmán lo sabía. La historia nos ha dado muchos ejemplos de líderes mesiánicos (Napoleón, Hitler, Stalin, Mao, Mussolini) que lograron imponer sus ideas, con más facilidad cuando sus oyentes carecían de una formación política, de un pensamiento crítico o ignoraban conceptos básicos que les permitieran evaluar aquello que se les estaba diciendo. Es por eso que ante esos pequeños grupos de gente ignorante, pero de necesidades urgentes para salir de la miseria, el eufórico líder senderista consiguió varios objetivos: impuso su deseo de preparar, con premura, el comienzo de la lucha armada y fue ungido como el Presidente Gonzalo, artífice del partido y guía de la inminente revolución. En su discurso “Comenzamos a derribar los muros y a desplegar la aurora”, II Sesión Plenaria del Comité Central, 28 de marzo de 1980, encontramos dinamitas verbales con pólvora mojada que debe haber puesto bizco a más de un oyente iracundo y confundido:

“Existe miseria y está junto a fabulosa riqueza, hasta los utópicos lo sabían que ambas andan juntas: ingente y desafiadora riqueza junto a denunciadora y clamante pobreza. Y es así porque la explotación existe. La explotación está uncida a la opresión y esta también existe, asesina a las masas, las consume por el hambre, las aherroja, las degüella, pero las masas no son corderos, están formadas por hombres agrupados en clases que se organizan, generan sus partidos y estos sus dirigentes (…) Hemos predicado, llamado a las armas, a la lucha armada. Nuestra voz no ha caído en el desierto, la semilla cayó en buen surco, comienza a germinar”.

¿En algún momento, este incendiario maoísta tomó alguna pistola y se enfrentó a la policía o al ejército? No, claro que no. Él vivía en Lima en cómodas residencias, fumando Winston Light, bebiendo Whisky de marca y bailando la “Danza del Zorba” de Theodorakis. Para la lucha armada tenía sus tontos útiles, sus cándidos oyentes, sus ingenuos “soldados”. Sigamos con las palabras de este “pensador de alcoba”:

“Las voces que lanzamos son ecos poderosos, crecientes, voces que atronarán nuestra tierra. Aquellos a quienes dijimos ponerse en pie, levantarse en armas, sembrando en su voluntad, responden: estamos prestos, guíennos, organícennos, ¡actuemos!, y cada vez nos requerirán más. O nosotros cumplimos lo que prometimos o seremos hazmerreír, fementidos, traidores. Y eso no somos nosotros (…) Que las acciones armadas confirmen nuestra prédica, que nuestra sangre se junte con la sangre de los que tienen que verterla; no tenemos derecho a que esa sangre tirite sola, que su frío se acune con la tibieza de la nuestra. O no somos lo que somos (…) es como un largo camino, es como el andar, mover un pie te exige mover el otro y otro y si te cansas no es para quedarte sino para tener suave y calmo descanso y seguir ascendiendo”.

“Que nuestra sangre se junte con la sangre de los que tienen que verterla”, dice Abimael Guzmán Reinoso, alias, “Pensamiento Vendehúmos”. Pasada la barbarie y conocedores de sus eruditos discursos, nos damos cuenta que Guzmán debería estar en un sanatorio para enfermos mentales y no en una cárcel. Pero sigamos con la palabra del “Presidente Gonzalo”:

“Mañana la materia nos recogerá en su bélica paz, allí es donde podremos descansar definitivamente (…) Hagamos acciones militares. Fogueémonos en ella. De novatos que somos devendremos experimentados. Que tus manos desarmadas arrebaten las armas de quienes las tienen aplicando la astucia y guiadas por ideas claras (…) Vamos a actuar en boicot, cosechas, invasiones, sabotajes, terrorismo y principalmente en acciones guerrilleras. Ese es nuestro destino, nuestra necesidad. Todos hemos firmado: que florezca la violencia concretada en el Inicio de la Lucha Armada, llevémosla adelante mediante grupos armados; comenzar por los grupos sin armas, de esas ardientes semillas brotarán ardientes girasoles (…) Así la aurora aposentará en nuestra patria”.

Como se ve, las frases retóricas, de baja calidad poética, tratan de formar un discurso que más parece las piezas de diferentes rompecabezas. Ya podemos imaginar el efecto que debe haber tenido en las mentes de los senderistas, campesinos en su mayoría cuyo nivel intelectual debe haber orillado el analfabetismo. Más repercusión debe haber tenido los ademanes y el tono incendiario con que Guzmán acompañaba sus arengas revolucionarias. Este discurso con atisbos bíblicos surtieron un efecto perverso en los senderistas que hicieron padecer a miles de familias peruanas en los doce años que duró la barbarie generada por este lunático y su rabiosa mujer, Augusta La Torre. Seres acribillados, mutilados, degollados, torturados, dinamitados, lapidados; aldeas arrasadas, viudos, viudas, huérfanos, mujeres y hombres que perdieron a sus hijos muchas veces en la flor de la vida, desaparecidos, fosas comunes, cochesbomba, migrantes, torres dinamitadas, apagones, servicios públicos destruidos, toda una gama de crueldades producidas por un hombre cuyo “ego es exaltado a través de un culto a la personalidad inédito en la historia del movimiento comunista. Recuérdese que el culto a la personalidad de Lenin se despliega después de su muerte. En los casos de Stalin, Mao y Kim Il Sung el culto se desata después de la toma del poder” (“Discurso y violencia política en Sendero Luminoso”, Carlos Iván Degregori). Abimael Guzmán pasará a la historia como un trastornado que, patológicamente, presentaba un ego deformado, al punto que se podía pagar con la muerte el acto de objetar el ilusorio e inexistente “Pensamiento Gonzalo”. Este hombre, que gustaba ser catalogado como “el más grande marxista – leninista – maoísta viviente sobre la tierra”, parece estar dando actualmente, signos de una demencia soterrada. El tiempo dará su veredicto.





DEMÓCRATAS Y REPUBLICANOS
En el siglo XX y lo que va del XXI, los Estados Unidos ha intervenido o generado no pocos conflictos bélicos a nivel mundial. Haciendo un recuerdo, notamos que los gobiernos demócratas han coincidido con más guerras amargas y costosas que los republicanos. Lo curioso es que los demócratas (considerados como izquierda) tienen la idea de evitar participar en conflictos y guerras extranjeras abordando los problemas internacionales a través de organismos como la Organización de las Naciones Unidas. Durante el régimen de Woodrow Wilson (1913 – 1921) se produjo la Primera Guerra Mundial, durante el de Franklin Delano Roosevelt (1933 – 1945) la Segunda Guerra Mundial y durante el segundo gobierno de Harry S. Truman (1945 – 1953) la Guerra de Corea, y durante el gobierno de Jhon F. Kennedy (1961 – 1963) la terrible Guerra de Vietnam.
Por el lado republicano, durante el gobierno de George Bush padre (1989 – 1993) la Guerra del Golfo y durante el gobierno de George Bush hijo (2000 – 2009) la Guerra de Irak. La ventaja de los demócratas es clara, pero más claro es aún el espíritu belicoso de aquel país que se enorgullece de llamarse Estados Unidos.





EL IMAGINARIO POPULAR
La historia está plagada de infundios, de tergiversaciones, de amañamientos. Esta lacra tan propia de los pueblos atrasados, con altos índices de ignorancia, crea en el imaginario popular una serie de mitos falsos que quedan prendidos en los anales históricos como una lapa. Uno de estos mitos se ha creado sobre la imagen de Alberto Fujimori Fujimori, un advenedizo de procedencia dudosa que, en base a mentiras, fraudes y falsas promesas se hizo de la presidencia del Perú, convirtiéndonos en uno de los países más corruptos del mundo. Ni mil infiernos podrían saldar los delitos que este forajido le ha infligido al Perú. El periodismo prostituto que Montesinos y Fujimori compraron al peso, contribuyó a que se difundiera a la opinión pública falsas creencias en diversos sectores sociales que fueron alimentando preferencias electorales a favor de esa organización criminal llamada fujimorismo. “La gente adora al chinito porque acabó con el terrorismo y mejoró la economía”. Así como se crea entre los niños la creencia de Papa Noel, la cigüeña que trae a los niños, el ratón Pérez que pone dinero bajo la almohada por los dientes de leche o la existencia de un Dios que ve todas nuestras acciones, así se creó entre el pueblo la creencia de que el chinito era el salvador del Perú, el mesías tan esperado para sacar al Perú de su atraso, que iba a poner mano dura y acabar con la anomia que nos había convertido en una nación insegura y miserable. Analicemos los hechos:

a)   Cuando Fujimori llega al poder, ya las Fuerzas Armadas había implementado una nueva política antisubversiva que venía aplicando desde hacía algunos años. Por otro lado, es la policía que con su grupo policial de la Dirección contra el terrorismo (DIRCOTE), conocido este grupo como el GEÍN al mando del general Ketín Vidal, quienes capturan a Abimael Guzmán. Fujimori y Montesinos, para que no les hagan sombra y atribuirse logros que ellos no habían ameritado, dan la espalda a Ketín Vidal y a su grupo. La documentación que existe nos permite concluir que desde el inicio de su gobierno, Fujimori reforzó al Ejército y debilitó la Policía en la lucha contra el terrorismo. Con el pretexto de eliminar de la policía a malos elementos vinculados al narcotráfico, pasó al retiro a infinidad de oficiales, incluyendo a policías capaces y honestos que sabían que no se someterían a los nuevos planes de Fujimori y Montesinos, siendo reemplazados por oficiales militares serviles y corruptos. Aún más, quitaron a la policía la administración de los fondos que recibía el Perú de parte de los Estados Unidos para la lucha contra el terrorismo y la transfirieron al ejército. Lograban así, Fujimori y Montesinos, reducir la importancia del rol que había tenido la Policía en la lucha contra la subversión y el narcotráfico (Gonzalo Salas, “El crimen de Pedro Huilca – 25 años de impunidad”). Era claro ya, el bolsiqueo que Fujimori y su socio Montesinos con la complacencia de Ernesto de Bari Hermoza, jefe del Ejército, comenzaban a hacer en las arcas del Estado.

b)  Las privatizaciones que se llevaron a cabo en la década de 1990, arrastró una corrupción generalizada y sistemática. Los fraudulentos manejos financieros y económicos que desencadenaron en la crisis y la recesión en los últimos años de la década, nos indican como Fujimori, Montesinos y De Bari Hermosa, amasaron increíbles fortunas a través de un latrocinio cuyo nivel superó a la de todos los demás gobiernos de la historia moderna. Mucho dinero de los fondos de la privatización de las empresas estatales no fue utilizado para fortalecer la economía, sino que la mayor parte de ese dinero fue desviado mediante un manejo corrupto, sin controles ni fiscalización, para la satisfacción de los intereses personales y electorales de Fujimori (Alfonso W. Quiroz, “Historia de la corrupción del Perú”).  

c)   Hay una verdad indiscutible: Fujimori siempre careció de la legitimidad legal y del respaldo social requeridos para gobernar al país. La forma como Fujimori llegó al poder y logró dos veces su reelección a la presidencia de la república fue a través de la ilegalidad y el fraude. La desenfrenada corrupción estaba dirigida a satisfacer la codicia personal y a contar con recursos para el soborno y el manejo tramposo de las campañas electorales reeleccionistas planificadas por Montesinos y Fujimori desde el inicio de su gobierno.

“Montesinos se convirtió en el asesor de confianza de Fujimori y en el jefe de facto del SIN [Servicio de Inteligencia Nacional] en julio de 1990. Los jefes formales del servicio de inteligencia pasaron a ser simplemente figurativos. El poder encubierto de Montesinos estaba más allá de la supervisión o control institucional. Desde su cargo no oficial, el asesor espía ejercía una influencia indebida, tomando decisiones de poder invisible detrás de la presidencia del país. Montesinos aprovechó los vacíos institucionales en colaboración con un presidente en vulnerable posición política, dispuesto a minar las normas constitucionales y ejercer el poder ejecutivo sin límites. Fujimori no contaba con un partido político coherente y sus partidarios no tenían la mayoría en el Congreso. Además, Montesinos alimentaba la inseguridad del presidente alarmándole con supuestas conjuras para deponer y asesinarle”.
(“Historia de la corrupción en el Perú”. Alfonso W. Quiroz).


Los miembros de la sala constitucional de la Corte Suprema acudieron al SIN a entrevistarse con Montesinos para tratar sobre el borrador de una resolución favorable a la apelación de Fujimori para postular a la presidencia por tercera vez. Previo soborno, los miembros de la Corte Suprema aprobaron la resolución judicial respectiva. En 1999 se sobornó a las autoridades electorales. En este acto fraudulento estuvo involucrado el mismo jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), José Portillo, y el congresista fujimorista Absalón Vásquez. Se falsificaron un millón de firmas necesarias para la inscripción de Perú 2000, un nuevo partido político de Fujimori. Jorge Avendaño en “Como Fujimori jodió al Perú”, escribe lo siguiente:

“La captura del Poder Judicial y del Ministerio Público sirvió no solamente para que Fujimori se perpetuara en el poder. Sirvió también para que Montesinos y otras personas (entre las cuales podría estar el propio Fujimori) se llenaran los bolsillo de dinero mal habido [el tiempo ha confirmado que Fujimori también era partícipe del negocio]. La utilización política del sistema judicial consistió básicamente en:

1.    Denunciar penalmente a los enemigos del régimen.
2.   No denunciar penalmente a los amigos del régimen (ambos asuntos los decidía el Ministerio Público.
3.   Sentenciar penalmente a los enemigos y absolver a los amigos.
4.   Resolver favorablemente al gobierno los casos de contenido político, preferentemente acciones de amparo que pretendían impedir el comportamiento abusivo del gobierno.
5.   Resolver favorablemente al gobierno los asuntos que pudieran llegar por violación de los derechos humanos.
6.   Resolver favorablemente las denuncias por tráfico de drogas que se formularan contra miembros del gobierno o de las Fuerzas Armadas. También se utilizó políticamente el sistema judicial para resolver en contra de los enemigos del gobierno casos aparentemente societarios como el del canal 2.

Pero además, decíamos hubo una utilización del aparato judicial para cobrar coimas a los litigantes, a cambio de un fallo favorable; o chantajear exigiendo el pago de una suma de dinero bajo la amenaza de una sentencia desfavorable. Para estos efectos el gobierno de Fujimori creó todo un aparato de corrupción dentro del Poder Judicial y el Ministerio Público. Se valió para ello de las famosas Comisiones Ejecutivas y de ciertos jueces y fiscales a los que colocó en puestos claves dentro de la estructura judicial. En el Ministerio Público el instrumento fue Blanca Nélida Colán. En el Poder Judicial habría sido Alejandro Rodríguez Medrano, quien ya ha sido suspendido en sus funciones judiciales por la Corte Suprema en momentos en que escribimos estas líneas”.

[Como buen alumno de Fujimori, Alan García, heliogábalo en la comida y voraz en la rapiña, hizo algo similar a Fujimori en los famosos narcoindultos. El expresidente de la Comisión de Gracias Presidenciales, Miguel Facundo Chinguel, fue acusado de recibir dinero por conmutar la pena de sentenciados por narcotráfico en el segundo gobierno de Alan García. La Sala Penal de Apelaciones emitió un fallo que absolvió al expresidente de la Comisión de Gracias Presidenciales de la primera imputación. Así recortaron los años de cárcel del exdirigente aprista, que ahora solo cumplirá nueve años de condena. Saldrá el 22 de julio de 2022. Alan García liberó durante un segundo gobierno a más de 1,000 presos por narcotráfico agravado. Es la mayor excarcelación que se conozca en el mundo. García justificó su decisión apelando a la piedad cristiana para dar a los reos una segunda oportunidad y aliviar la sobrepoblación carcelaria en el Perú].

De modo que asumir que el fujimontesinismo gozaba de toda la popularidad es un cuento chino. Esta usurpación de Poder Judicial pinta de cuerpo entero lo mafioso que es Alberto Fujimori, quien ahora lloriquea con una cobardía que contrasta con la soberbia y malignidad con que ha prostituido al Perú.


d)  Para nadie es extraño que la dictadura de Alberto Fujimori y su siamés, Vladimiro Montesinos Torres, estuvo marcada por el terror y la inseguridad ciudadana. Con el falso pretexto de refrenar la subversión, utilizaron el poder omnímodo del que gozaban, para acosar a sus opositores políticos, personas inocentes que nada tenían que ver con el terrorismo de Sendero, a quienes no compartían la política corrupta del gobierno y denunciaban sus actos de corrupción. Se secuestró, se torturó, se asesinó y se desapareció a mucha gente con el fin de neutralizar toda oposición. Cuando la primera dama, Susana Higuchi, denunció ante la opinión pública a comienzos de 1992 la apropiación de las donaciones japonesas por parte de familiares del japonés mafioso, fue acusada de inestable mental y fue mantenida prisionera en el Palacio de Gobierno. Sus hijos, incluidos Keiko y Kenji Fujimori, hicieron de la vista gorda y se pusieron del lado del déspota de su padre, lo que en su momento causó indignación entre los peruanos. Keiko Fujimori, dando muestras de ambiciones que van más allá del amor maternal y de justicia, se convirtió de inmediato en la Primer Dama de la República. Más escandalosa fue la amnistía que Fujimori otorgó a los asesinos procesados por delitos contra los derechos humanos, entre los que estaban los miembros del Grupo Colina, ese grupo de asesinos dirigidos por Montesinos y con la anuencia de Fujimori. Este grupo Colina se hizo conocido por las matanzas de la Cantuta y Barrios Altos.

Todos estos hechos, todas estas falsedades, han creado en la mente de muchos peruanos “los mitos de Fujimori”, encubriéndose así los más graves delitos y crímenes cometidos por el expresidente y sus secuaces. En la esencia del hombre existe un apetito de criminalidad soterrada, esperando el momento preciso para emerger de la oscuridad.


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