A
Juan Ernesto Barreda Delgado,
a
su recuerdo grato y tierno,
porque
todo ha de pasar por
nuestra
vida como un
lastimero
adiós.
LA LECTURA
La
lectura siempre me ha salvado de la mediocridad cotidiana, del vulgo que exuda
tosquedad; ella ha hecho que mis sentimientos se eleven y pula mi facultad de
expresarlos. Me ha ayudado a retener, a aislar y a hacer perceptibles los
momentos prodigiosos del espíritu. A través de ella he podido descubrir la
grandiosidad de las palabras y la magia de su sonido. He vibrado tanto con mis
lecturas que día a día se reaviva mi amor por la palabra escrita. La lectura me
ha acercado a la música, la pintura, a la filosofía, a la historia, a todo
aquellos que hace del hombre una vida.
ESAS HUELLAS QUE EL INVIERNO DEJA
A SU PASO
1
Dicen
que el invierno es triste, que arrastra duros aquilones que al aire cortan con
suma facilidad, como una navaja que
rasga la seda; que su ceñudo semblante cubre de oscura sombra la luz que
purifica. Solo porque es así, amo el invierno con su cielo anubarrado, con ese
frío a veces glacial que hace huir a la gente
y esconderse en sus cubiles como sabandijas. ¡Oh, invierno divino!,
estación de paz y de silencio, de serenidad y lucidez; sublime amor que junto a
la lectura, el vino y el cigarro, me brindas la quietud y el consuelo en este
duro mundano trajinar.
2
La
muerte no termina con la vida; es el comienzo de otra existencia, el inicio de
un nuevo día a través de un largo sendero sin regreso.
3
A
veces caigo en una placentera depresión y soy un caballo que lucha contra un
pavimento que resbala, y, en ese intento inútil en que trato de afirmar mis
patas para levantarme, vuelvo a caer, a caer y a caer, ardiendo de deseos por
volver a levantarme.
4
Siento los ríos correr en mis sueños con un
sosiego que calma mis nervios. Veo en sus aguas paisajes bajo el agua inquieta,
miradas ausentes que dejaron atrás sus sombríos ojos.
5
Es
común que las tormentas que se suceden en mi mente, bruscas y misteriosas, me
abrumen cuando estoy escribiendo; después de cada esfuerzo prolongado me entrego a la música de Mendelssohn,
Schumann, Meyerbeer, Glenka, Grieg, Chausson... y la corriente de coros,
rapsodias, sonatas, lieders, sinfonías…corre, corre y corre como un río que
resbala entre los sueños vespertinos del invierno.
6
El
invierno se encabalga en días tristes, breves, fugaces en luz, pleno de
silencio, y mis pasos buscan los caminos donde nadie pasa y paso la tarde
buscando esos resquicios de paz y de sombra.
7
¡Ah!,
cuanto placer navegar sobre el Moldava que desciende, frío y soñoliento, entre
las flautas y clarines de mi amado Smetana, ese espíritu noble que se negó a
admitir que el mal corroe los cauces de los ríos en que va la vida.
8
Yo
sé de amaneceres que embriagan, de crepúsculos que rozan lo sensible, del
sentimiento inefable que reclama un lugar en la hoja en blanco, del llamado de
los manes en las noches que el insomnio me fulmina de dolores, de vértigo, de
fúnebres deseos.
9
He
soñado con un bosque de crujidos misteriosos: una rama se ha quebrado dejando
en su caída un silbido dulce y triste; una extraña melodía, discontinua y
monótona, que me atrae invenciblemente.
10
El
hombre que está solo tiene espíritu libre y deja volar su pensamiento sin muros
que lo aprisionen; privado de la mujer y de los hijos se halla liberado de
pensamientos caseros y materiales que perturban su tranquilidad, de obstáculos
en su ascenso a las alturas a la que está llamado por su arte que exige de él
hasta la vida misma.
11
¿De
qué perdido sueño vienes? ¿A qué perdido sueño vas? De mí recoges las imágenes
que tienes, de mi te llevas las imágenes que das. De qué celeste sueño surgen
los recuerdos como un espejo donde vemos los rostros ya perdidos que nos
persiguen siempre.
12
Río
de sangre que sin prisa serpenteas a través de mi cuerpo. Rojo es el caudal que
va y viene por mi mente acariciando las murallas de mis castillos románticos.
En tierra, agua, aire y fuego has bebido de la vida y del amor que corroe mi
existencia.
13
Una
atmósfera cálida de flores y de trinos, de sol y de parques abarrotados de la
grita que aturde es tan incompatible con mi temperamento de soñador solitario y
nervioso, que corro a los confines de las tierras sordinas como un salmón que
lucha contra la corriente para desovar.
14
Río,
agua eterna que corres sin descanso, que has bebido mucho y conocido tantas
cosas en épocas remotas, muéstrame los
rostros de aquellos que bebieron de tus aguas temerosas.
15
Cuando
releo el “Ulises” de Joyce, descubro nuevamente que sólo una obra de tal magnitud es capaz de satisfacer el deseo
de un hombre que anhela perderse y renovarse en ella.
16
Hay
horas de la noche en que en mi soledad se
postran inquietos pensamientos. Un dolor de muerte que amenaza quebrantar mis
fronteras, desborda mi autocontrol y, con él,
mi espíritu decae como un cristal que se hace añicos.
17
Veo ciudades rodeadas de muros donde lápidas
albinas cubren las planicies que recorro a paso lento con aire fatigado.
Visiones nocturnas de un invierno en que mi mente se adormece.
18
Son
las tres de la madrugada y me siento atraído invenciblemente por esa tristeza
que lo invade todo.
SENCILLA,
PRUDENTE Y RECATADA
La
mujer es un ser extraño. No es de las que cree que el agua sea más dulce, ni
que la miel ingerida a hurtadillas sea más agradable. Mayormente, llevada por
el amor de sus hijos, perdona al marido sus infidelidades, lanza al trasto todo
aquel ignominioso hecho que en algún momento destrozo su vida y sus ilusiones.
Parece
comprender que todo ser humano está lleno de debilidades y errores y, que por
ello, tras una profunda labor de meditación, debe terminar comprendiendo lo
incomprensible. Se aferra tanto a la vida que no quiere perder la oportunidad
de amar y ser feliz. Parece que vinieran al mundo con esa máxima de Tolstoi
pegada a la piel… “madres, en vuestras manos tenéis la salvación del mundo”. Su
capacidad de olvidar sobrepasa las murallas de su orgullo. Cuan diferente es el
caso del hombre que llevado por las pasiones humanas ni olvida ni perdona. Siente
que nunca podría superar aquello que considera la antesala del infierno. Su
arrogancia supera los límites del entendimiento y la comprensión. Camino al
sepulcro, arrastra consigo a sus hijos poniendo en riesgo la felicidad y el
futuro de estos.
DIVINA
OBJETIVIDAD
Carezco
de las virtudes del Buen Dios:
Crueldad,
sadismo, indiferencia, sordera y todas esas cualidades que son ensalzadas con
salmos, hostias, jaculatorias, latinazgos, romero, mirto, menta y hojas de
palma.
Ad maiorem Dei gloriam.
ESTAS OSCURAS
ALEGRÍAS INDECIBLES
La
poesía es la indiscreción de la razón, ese hurgar importuno en los territorios
prohibidos del sentimiento, de lo íntimo, de lo recóndito. Arte surgido del
sacrilegio, del sacrificio del otro, del que convive en el interior del poeta.
Una forma de expropiación de sentimientos y vivencias.
*
Noche
que a la luz,
Con
tu presencia das valor.
*
¿Por
qué pintar a la muerte de luto cuando es el día el que muere y la noche que lo
preceda la que nace?
*
La
noche incita al pecado mientras los pájaros duermen, y la luna, fisgona,
adereza con su tenue luz el ardor de la carne.
*
Los
deseos dormidos se liberan por la noche. Como un enjambre de sátiros rendidos a
sus bajas pasiones.
*
Pecado
y deseo se buscan por la noche; de día, el primero se viste de decencia; el
segundo, regresa al claustro de las novicias.
*
Amo
la noche porque envuelve las horas en que el mundo duerme, en que las voces se
callan y las calles arrastran un silencio que fascina, que arrulla, que
devuelve al alma su equilibrio y su frescor.
*
Cendal
oscuro
donde
el traidor e infame,
esconde
su coraza
y
el alma ennegrecida
de
hollín y de pecado.
SORDOS Y
VERBOSOS
Vivimos
la desgracia de una joven generación de sordos. Torpes en el arte de la
elocuencia, poseen una extraordinaria sabiduría para no escuchar. Carcomida por
la tecnología consumista y galopante, el interés de estos jóvenes se orienta
hacia el entretenimiento mediático más que al estudio o el interés por el arte.
CONVIVENCIA
He
sufrido y llorado por muchas mujeres a quienes he amado; gracias a mi voluntad
no he sucumbido ante la adversidad de estos amores desbocados; pero no creo que
exista voluntad tan fuerte que logre que vivamos con ellas en paz y armonía.
SIMBIOSIS
Para
dialogar con un idiota se requiere un lenguaje es especial, de un lenguaje
superficial como una pátina de barniz sobre una mesa corrientona, un lenguaje
que necesita años de ejercitación en un ambiente insipiente donde el necio y el
ignorante conviven en una armonía condal.
ESA FE Y ESA ESPERANZA VANA
Tengo
fe en muy pocas cosas, por descontado doy que en ninguna de éstas tiene algo
que ver el ser humano. Por cualquier parte que se le mira, el hombre sólo es
mentira, salvo que algún ignorante por ahí crea en sus apariencias. Este
escepticismo que me invade se ha posesionado de muchos, haciendo posible una
glacial deshumanización.
Toda
esa devoción que vemos a diario no es más que una farsa a las que nos hemos
habituado. Todo está cubierto de una hedionda manta de hipocresía; la venalidad
de la justicia, manifestada en todas las esferas de la sociedad, se aprecia
diariamente en hechos muy concretos; la miseria y desvergüenza de mafias
organizadas que explota la credulidad – una credulidad tristemente pueril – de
tanto necio; la proliferación de gamberros, matones, mediocres, arribistas,
hampones, áulicos y toda una gama de lacras ahogan la sociedad que no encuentra
como sobrevivir a estos flagelos ¿De qué vale la denuncia del justo contra el
sordo y ciego juez?
OMISIONES Y OBJECIONES
Hemos
eliminado del Himno Nacional la estrofa aquella donde se escuchaba la humillada
cerviz levantó, porque según algún patriotero chauvinista, esos versos ofenden
nuestra dignidad. La pregunta es: ¿Es que todavía nos queda un ápice de
dignidad?
VEJEZ Y ESPERA
Entramos
en la edad difícil, la edad en que arrastramos penas y cosechamos tristezas al
ver que el tiempo se lleva a los nuestros, y no s quedamos en el umbral de
nuestras casas viéndolos pasar sin que nada podamos hacer por evitarlo.
ENCUENTROS
INEVITABLES
Nada
disgusta más a mi inteligencia que tratar, la mayoría de los días, con hombres
comunes, ventrales, sapos que sueñan metamorfosearse en Príncipes Azules.
CONSERVADURISMO
SIN FONDO
Fieles
a nuestro conservadurismo, seguimos ocupando en el mundo nuestro puesto de
furgón de cola. Los asientos de primera o segunda clase nos aterran por el
esfuerzo que demanda llegar hasta ellos. Si alguien viene a liberarnos de
nuestra mísera condición lo arrojamos a patadas por la única ventana que
tenemos.
Ahí,
cómodamente, nacemos, crecemos, comemos, nos embriagamos, defecamos,
miccionamos y morimos.
SANTOS Y MOJIGATOS
En muchas cosas abundan los santos de escayola, que
van de Santa Rosa a San Martín de Porras, pasando por San Hilarión y San
Camilo, hasta los corazones de Jesús y las Vírgenes Inmaculadas revestidas de
hojas de palma. De vez en cuando se les vela con algún cirio y un poco de
incienso. Pero esta devoción suena a cáscaras sin nueces, apuntadas sin hilo.
Lo paradójico es que el evangelio no vive en esas
almas devotas y mojigatas, al menos no se les ve en sus acciones que distan
mucho de las del barbado del burrito.
HUMORADA
Los
abogados son personas tan inteligentes que, en una especie de esquizofrenia
metamórfica, logran creerse sus mentiras.
MARCANDO LINDES
Cuando
el hombre honesto descubre que el camino que conduce al vicio está lleno de
beneficios, cae en la tentación y delinque, tirando por la borda los años de
virtud que acompañaron su vida. Sólo los espíritus fuertes, acostumbrados al
ayuno en tiempos de carestía, logran pasar inmunes ante la mesa provista de
manjares y bebidas usadas como anzuelo por los santos macarros. Bien dice el refrán, “En arca abierta, el justo peca”; agrego una oportuna máxima de
Lichtenberg, “La ocasión no sólo hace al
ladrón sino también a los grandes hombres”.
ESA DAMA DE LOS
OJOS VENDADOS
Los
abogados se parecen a las putas: siempre listos a entregarse al mejor postor;
el ojo de águila puesto en la billetera del que contrata. Trasnochan en busca
de un intersticio del Código Tributario que sea vulnerable para defender a
algún mafioso que desea torearse los impuestos. Ratas metamorfoseadas en
juristas, los abogados nunca le dicen no a ningún cliente. Tienen la capacidad
viciosa de defender lo indefendible, de comprobar lo incomprobable, de defender
con pasión aquellos en lo que nadie cree y menos ellos, lógicamente gastan más
saliva que una babosa para construir la oratoria teatral con que atacarán una
verdad a todas luces vista y que, aun cuando saben que se enfrentan a una
veracidad perogrullo, lograrán demostrar con el
Código en la mano, la “falsedad” de
esa verdad que, ante sus ojos y su razón, no es más que una patraña con la que
se pretende calumniar y culpar a su “honorable” cliente de turno. He ahí donde
estriba la “grandeza” de un abogado.
Donde
hay un acto de corrupción ellos lo multiplican por mil; donde hay un político
robando ellos ven a un sonámbulo que no sabía lo que hacía; donde hay un
estafador ellos ven a un amnésico que olvido entregar lo prometido; donde hay
un pedófilo ven la reencarnación de un Jesucristo amante de los niños; donde hay
una bruja que embarra la honra de la gente ellos ven una alfarera.
Ante
un rancio expediente tan podrido como su defendido; el abogado echará mano a su
infalible hermenéutica jurídica: citará parágrafos, arguirá citas, incisos y
casuísticas con la maestría de un mago sacando conejos de un sombrero de copas.
Maestros eximios de la butifarra y la burundanga, expertos amasando zango y
frejol colado, diestros en el sancochado legal y el aguadito ilegal, estos
indignos representantes de la dama de los ojos vendados y de las básculas, no
valen, como diría Chocano en su célebre proceso,”Ni un mojón del Dulanto”.
HEREJÍA
COMPARATIVA
El
loco de arriba y los locos de abajo; el primero, sufre la desdicha de no saber
qué hacer con lo que ha creado; los segundos, adoran en su Creador el fruto de
sus imperfecciones, la ineficacia de su accionar y lo estéril de su existencia,
porque esa inoperancia divina les permite disfrutar libremente de sus vicios,
ante la impotencia de quien no puede juzgar en ellos la depravación de la que
él también adolece.
MASCARADAS
El
hombre común: el que trabaja en un banco, el obrero, el vendedor de fruta, el comerciante
de abarrotes, el policía, el político o nuestro vecino, vive parapetado detrás
de su máscara de ocasión, de ahí que nos resulte imposible conocer su verdadera
identidad. Es así que la hipocresía, la envidia, la avaricia, la pereza y todas
las lacras que aderezan la vida de los hombres conviven cómodamente camufladas
entre la poca decencia, la rala honestidad y la exigua honradez. “Al punto comprendí que aquellas gentes/
componían la secta de malvados/ a Dios y a sus contrarios repelentes”. (Infierno III; 61 – 63. Dante, Comedia).
GAJES DE LA
VIDA COTIDIANA
El
pesimista, desde que despierta, tiene que inventarse una ficción que le permita
sobrellevar el arduo y tedioso día que le espera. Una de éstas, su preferida es
hacerse el idiota. Ante la estupidez que lo rodea: escuchar al que elabora
proyectos que nunca se van a realizar; contestar el saludo – por cortesía – a
un cretino que funge de jefe y que ocupa aquel puesto por ser el cuñado, el
hijo, el sobrino o el alcahuete del dueño de la empresa; conversar con
“colegas” que saben tanto de educación como uno de física nuclear. En
conclusión, un pesimista debe ocultar su amargura porque de lo contrario corre
el riesgo de ser tildado de conflictivo, antipatriota, enano del entusiasmo,
frustrado y otras sandeces más brotadas del mejor optimismo chauvinista que se
pueda imaginar.
ANARQUISTA
ANTES QUE CONFORMISTA
He aprendido a golpes y en un sinnúmero de traspiés,
a ser radical e intransigente, drástico y extremista: negro o blanco, nunca
gris; cielo o infierno, nunca el purgatorio. Los espíritus titubeantes viven
entre el aquí y el allá, en un ir y venir de acuerdo a las circunstancias,
conveniencias y coyunturas. Escépticos en el oportunismo, estos espíritus
navegan sobre la sentina con la misma indiferencia que por un manantial de agua
florida. Tienen el olfato atrofiado, la nariz saturada de pituita; la
pituitaria es un badajo que con el mismo entusiasmo entona el salmo de un diácono
o la jaculatoria de un sacristán. De pensamiento aplanado y duro, las escasas
ideas les cuelgan como una aldaba que a cada instante golpea las puertas de la
ignorancia y la idiotez. Estos espíritus pendulares han hecho del escepticismo
el canon cotidiano para regir sus rastreras vidas. Fuego con ellos y su santa
doctrina de sermones indigestos.
LA LEY EN SU LABERINTO
Cuando escucho la palabra abogado se me revuelve el estómago
y cuando escucho la frase “la ley dice”, regurgito,
por decirlo lo más enfermísticamente
posible. Siempre que escucho a dos abogados discutiendo me parece estar
ante dos farsantes, dos hampones de alto vuelo. Allí está esa caterva de
congresistas para avalar mis palabras. Pero, lo más curioso, es que ambos
contendientes, Constitución en mano, esgrimen la razón como suya. ¿Dónde está
el detalle? El hecho de que en el Perú
se legisla de manera desprolija, desordenada y la anti técnica; y la
desprolijidad y la súper abundancia de normas jurídicas constituyen dos de las
mejores coartadas para incumplir la ley. Todo el ordenamiento jurídico peruano
está salpicado de leyes que se contradicen. Todo el mundo quiere una ley propia
con la cual sacarle la vuelta a la justicia y seguir delinquiendo. La
embrollada legislación existente dificulta el trabajo del juez honesto y
facilita la labor del corrupto. El magistrado se ve sometido a la arbitrariedad
para dar sus fallos. Los peruanos solos los maestros eximios en cuanto a
incumplir las leyes se refieren, pero también
tenemos el primer puesto para elaborarlas.
Dada la ley, aparece a los pocos días la Fe de erratas,
es decir, la pendejada en acción. Porque para pendejos, los peruanos nos
montamos la corona sin ningún problema.
En sus “Anales”,
Tácito dice que “muchas son las leyes en
un estado corrupto” (lib. III, cap. XXVII), y
el Perú es el mejor ejemplo de ello;
ahí están los hechos para demostrar esta sentencia con creces. Si bien una ley
no puede contentar a todos, queda claro que todos deben pasar con igualdad de derechos por el mismo tamiz. Así
como la muerte no exonera a nadie, por igual, la ley debe correr el mismo
destino.
Desde que el hombre vive en sociedad, se encuentra en
estado de conflicto. Vemos entonces a los hombres reunidos de consumo: por un
lado abrazándose y, por el otro, buscando herirse mutuamente. Las leyes
constituyen el obstáculo, más o menos eficaz, destinado a suspender o impedir
estos enfrentamientos. Pero la extensión prodigiosa del planeta en que
habitamos, la diferente naturaleza de las regiones de la tierra y de los
pueblos que la habitan, no permiten que todos los hombres vivan bajo solo y un
único gobierno: el género humano ha debido fraccionarse en determinado número
de Estados que se distinguen por la diferencia de las leyes a las cuales
obedecen. Un gobierno único no habría hecho del género humano más que un cuerpo
extenuado y languidecente, extendido sin vigor sobre la superficie de la
tierra. Los diferentes Estados no son otra cosa que ágiles y robustos cuerpos
que, dándose las manos unos a los otros. Forman uno solo, y cuya acción
reciproca mantiene por doquiera el movimiento y la vida.
Uno de los libros que ha sido más criticado es “Del espíritu de las leyes” de Charles
– Louis de Secondat, barón de Montesquieu. En él, Montesquieu explica las leyes
como relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas y
demuestra que tanto el mundo físico como el mundo de la inteligencia están
gobernados por reglas y relaciones intrínsecas a su propia existencia.
Montesquieu examina la trama de las fuerzas que actúan en las diversas
sociedades históricas para descubrir coherencias y discordancias entre las
instituciones y las leyes con respecto a su esencial necesidad, a su “espíritu”. Para él, siguiendo los
lineamientos de Platón en la República, las leyes del Estado se reducen todas a
la naturaleza de su gobierno, que puede ser republicano (democrático u
oligárquico), monárquico o despótico, según predominen en él la virtud, el
honor o el miedo. Libro de valor
indiscutible, “Del espíritu de las
leyes”, significo para Montesquieu lo que los “Ensayos” para Montaigne, con la diferencia de que el estudio de
Montaigne se refiere al hombre moral y a los recursos espirituales, y el de
Montesquieu al hombre social, y al mecanismo de las leyes.
¿Habrán leído nuestros legisladores este valioso libro?
Lo dudo, los gobiernos despóticos y ladrones que se suceden en este mísero país
nos dicen a todas luces que no. El despotismo insulta a la naturaleza humana.
Ésta, que se exalta con la virtud de la vida bien llevada, se envilece, se
degrada, bajo un gobierno hecho para “animales”
más que para hombres. ¡Negra figura del despotismo! La virtud no tiene nada que
hacer en este tipo de regímenes camuflados
bajo un nombre de gobierno
democrático, y el honor es peligroso en él. Su principio es el temor, con
una prensa prostituida a sus intereses (verbigracia: El Comercio, Correo), con
unos periodistas venales y serviles (como ese obeso periodista de RPP o el
pedófilo que unge de escritor y estupidiza más a un pueblo ignorante que lo
escucha y lo ve en televisión). Y con una radio en manos de cualquier improvisado.
¿Y por qué la gente los lee, los escucha y los ve? Por una sencilla razón:
ningún Gobierno idiotizó tanto, ni carcomió tanto cerebro como el de Alberto
Fujimori y su chambelán Vladimiro Montesinos. El mismo tiempo que se empleó en
atrofiarnos el pensamiento y el amor por la belleza y la cultura, se deberá
emplear para revertir tal situación.
El papel de los hombres en estas democracias mentirosas y
arbitrarias, “como el de los animales”, es aquí el instinto, la obediencia, el
castigo. Ninguna objeción sacada de los sentimientos naturales, del estado de
salud, de las leyes de honor, es válida contra el mandato del demócrata
autoritario, mentiroso y ladrón. Se recibió la orden, y esto basta.
El saber es demasiado peligroso para el gobernante
“demócrata”, por ello quizá nuestros estudiantes reciben sólo 900 horas de
clase al año, mientras que a un escolar chileno se le otorgan 1200. Y sólo
estamos hablando de Lima y sin contar
los feriados que el Gobierno ha dispuesto para el año 2012. ¿Y que diremos de
la sierra y la amazonia? Es probable que ahí prevalezcan situaciones más degradantes, con menos horas para las
mujeres que se quedan en casa para realizar labores domesticas, mientras el
varón no pierde clases ¿Será el promedio de estos jóvenes 400 ó 500 horas
anuales tal vez? No es ningún misterio que los escolares peruanos ocupan en las
pruebas latinoamericanas los últimos (alguna vez fuimos penúltimos) lugares en
matemática y humanidades. La extrema obediencia supone ignorancia en quien
obedece, inclusive en quien manda, el cual no tiene que deliberar, que dudar ni
razonar, no tiene más que querer, como una mujer en ciernes con antojos.
“Cuando
se han corrompido los principios del gobierno, las mejores leyes se hacen malas
y se vuelven contra el Estado; cuando los principios se mantienen sanos, aun
las leyes malas hacen el efecto de las buenas: la fuerza del principio suple a
todo.
Los
cretenses, para tener a los primeros magistrados sumisos a las leyes, sujetos
siempre a la dependencia de las mismas, se valían de un medio muy singular: la
insurrección. Una parte del pueblo se sublevaba, ponía en fuga a los
magistrados y luego los obligaba a descender a la condición privada. Todo esto
se hacía en virtud de una ley, que establecía el derecho de insurrección contra
el abuso de autoridad. Esta ley, que autorizaba la sedición para impedir las
demasías del poder, parece que había de acabar con cualquier República. No
destruyó, sin embargo, la República de Creta”. (Del espíritu de las leyes”, Montesquieu;
Libro VIII, cap. XI).
Cuanta falta haría una ley así en este país donde la
corrupción bordea cifras astronómicas. Entonces sí que veríamos correr por las
calles a congresistas, ministros, funcionarios públicos y hasta el mismísimo
Presidente de la República, seguidos de una multitud de estafados por las
promesas electorales.
RALEA
Pueblo vil y canallas, servil y desmemoriado; vulgo
despreciable que vive del hedor de la inmundicia despreciando a cada instante
lo valioso y lo bello, lo sagrado y lo sublime.
¡A dónde los versos de Vallejo o la prosa de Arguedas!
¡ A dónde las
pinceladas cromáticas de Sabogal o los acordes divinos de García Zárate!
Pueblo ignorante y despreciable, sois la esencia de la
barbarie donde se incuban los vicios de un pueblo acomplejado, vulgar y
derrotista.
MÁS ALLA DE LA REALIDAD
Prefiero escribir sobre lo que creo ver y no sobre
lo que veo. Esa experiencia vital sobre lo que creo haber visto mantiene
ocupada mi mente durante mucho tiempo, antes de verter esa experiencia
“imaginativa” en la página en blanco. Esa visión se enriquece a medida que
transcurren los días; al final la imaginación ha dado sus frutos y tengo entre
manos una historia.
JÓVENES
LECTORES
Tan
importante como el tema, es para mí la expectativa que se genera cuando se
narra un cuento. Los lectores de hoy, jóvenes de una revolucionaria modernidad,
viven, sueñan y se deleitan con las imágenes que la tecnología les brinda cada
día: es una generación de facebook, twitter.
Estos
nuevos lectores, duele decirlo, están acostumbrados a la velocidad de los
medios de comunicación.
De
ahí, insisto que un cuento debe generar tal expectativa que atrape de inmediato
la atención de estos jóvenes lectores.
Sí,
desde las primeras líneas tengámoslo prisioneras, aunque se sólo unos veinte
minutos de atención.
MUNDANAS
MUDANZAS DEL ESPÍRITU
Nunca
me he sentido obligado a amar, pero sí he sentido la necesidad de ser feliz
para vivir, porque creo que es la única forma que tenemos para transitar por
este mundo. Hacer feliz a otros no garantiza el hecho de que yo también lo vaya
ser. Ahí está el egoísmo y la ingratitud para salirnos al paso.
De
eso ya he tenido bastante y en grandes dosis. Tengo el pellejo curtido como el
más duro cuero. Allí están labradas las traiciones.
Lucho
día a día por conservar una armonía interior, una paz delicada y cariñosa que
acaricie mi alma y fortalezca mi espíritu.
Cuando
mi ser más íntimo goza de buena salud me da lo mismo comer pan duro o pasteles,
abrigarme con trapos o con buena tela, son tan pocos los seres que merecen ser
amados que el amor al prójimo me tiene sin cuidado; esa sentencia santurrona se
la dejo al cura salteador.
RADIOGRAFÍA
DE UN FANTOCHE
Humala parece un
personaje de comic convertido en
presidente. Lanza frases con la sintaxis de un cómico ambulante, amenaza con la
fiereza de un león desdentado que alza la garra donde ya no se avizoran las
uñas. Todo terno parece quedarle grande, como si fueran prestados, o la ropa de
un difunto muerto de largueza; cuando luce deportivo parece un metalero de la
parada. Mantiene el rostro sin expresión alguna, mientras farfulla una retahíla
de cortas, rápidas e inconexas frases cómicas que ni la ilustrada Nadine entiende. Ese es el hombre del futuro diferente, del que iba a
moralizar este pobre y triste país.
SUEÑO DE UNA
NOCHE DE VERANO
Cuando Michael Caine apareció ante mis ojos y me
pidió que le cambiara 50 dólares me quedé más que estupefacto. Su magistral
actuación en “Trampa mortal” se me
presentó en ese momento como una imagen viva. Ante esos ojos azules, cínicos e
imperturbables, no me quedó más que deshacerme en halagos y llenarlo de loas,
pero pareció importarle un carajo, pues, puso cara de impaciente y casi me
restregó el billete con el rostro de Ulysses T. Grant, por
la cara.
Con manos temblorosas me apresuré a juntar un poco
de dinero que tenía, sin ocultar mi satisfacción por esa extraña transacción,
pues no sé porque circunstancia de la vida tenía que dictar unas clases en la
Católica y no tenía dinero para el taxi en que debía llegar, pues, normalmente
un profesor, según tenía entendido, llegaba en auto propio. Sólo cuando contaba
el dinero para hacer el cambio me percaté que el actor británico no estaba
solo, un hombre, cuyo rostro me es difícil recordar (no debía ser actor
seguramente) lo acompañaba, como un chambelán al lado de su rey. Pero de algo
si estaba seguro, ese hombre tenía pinta de vividor, de esos que acompañaban
como lapa a Papa Hemingway en los San Fermines.
Sentí gran malestar cuando me di cuenta que el
importe del cambio requería de cinco soles de vuelto y don Michael tenía visos
de no tener un céntimo en soles (cuando sacó los 50 dólares note que en esa billetera
había unos mil dólares en diferentes billetes). ¿O yo le quedaba debiendo a él
o el me quedaba debiendo a mí? Lo cierto es que
no puedo recordar como terminó ese asunto, lo que sí sé es que mientras él se
alejaba muy campante con el otro sujeto yo contaba una gran cantidad de
billetes de (parecían ser por el color) de 200 soles, de esos que tienen la
imagen de la Santa del rosal. Los billetes estaban viejísimos, hasta pelusas
tenían de lo gastados que estaban, también estaban muy sucios.
En el banco me los cambian, si es que, nadie me los
quiere recibir, alcance a gritarles, al actor y a su acompañante, en todo caso
lo busco a usted, terminé diciendo.
La risa estruendosa de Caine, tan peculiar y única
como la de sus películas, se escuchó con un tono burlón que me alarmó.
-
Eso si la
policía nos encuentra, dijo el actor y continuó su risa, ahora ya maquiavélica.
Entonces caí en la cuenta de que podía haber sido
víctima de una estafa, como aquella de los diamantes en su película “Un plan
perfecto”.
Esto que acabo de narrar es un sueño, de ahí
entonces las incoherencias que se puedan encontrar, verbigracia, por qué yo
contaba billetes que Caine me había dado cuando se supone que yo se los
cambiaba a él.
¿Por qué del sueño? Esa noche buscaba una película
para ver (felizmente Milagros ha ordenado en algo la cuantiosa videoteca que
tenemos). Y entre las carátulas que pasaron por mis ojos, estaba el rostro de
Caine en la película Jack de Reaper. Eso es todo, ese es el germen o si se
quiere entender mejor, el único indicio que me llevaría a suponer que ese hecho
generó aquella alucinación onírica. Lo cierto es que, quiéranlo o no, tuve el
placer de haber intercambiado algunas palabras con mi admirado actor inglés.
LA PAJA EN EL OJO AJENO
"Hago una respetuosa exhortación al presidente Ollanta Humala y a sus colegas sudamericanos para que actúen en favor de la democracia y el estado de derecho en favor de ese país", escribió en una carta.
Vargas Llosa señala que "las graves dudas que existen sobre el resultado oficial del proceso electoral y la hostilidad desatada representa por lo menos a la mitad de venezolanos", exigen a la comunidad internacional poner freno "a la deriva autoritaria que parece estar en marcha".
Para ello pidió que se realice un nuevo escrutinio bajo observación internacional, a fin de que Venezuela pueda contar con un gobierno que "este fuera de sospecha de ilegitimidad".
"Hago una respetuosa exhortación al presidente Ollanta Humala y a sus colegas sudamericanos para que actúen en favor de la democracia y el estado de derecho en favor de ese país", escribió en una carta.
Vargas Llosa señala que "las graves dudas que existen sobre el resultado oficial del proceso electoral y la hostilidad desatada representa por lo menos a la mitad de venezolanos", exigen a la comunidad internacional poner freno "a la deriva autoritaria que parece estar en marcha".
Para ello pidió que se realice un nuevo escrutinio bajo observación internacional, a fin de que Venezuela pueda contar con un gobierno que "este fuera de sospecha de ilegitimidad".
Vargas Llosa podrá ser un gran escritor, pero creo
que su visión de marketing supera con creces su prosa novelística. Leer sus
declaraciones sobre política exterior resulta intolerable frente al hecho de no
pronunciarse ante la problemática de la corrupción que sigue corroyendo el Perú.
¿A quién le interesa a nivel mundial el caso Comunicore de Castañeda Lossio o
el enriquecimiento ilícito de Alán García Pérez? Eso no vende, y eso bien lo
sabe nuestro “laureado” Varguitas. Esas
noticias no dan páginas en el Time
de Nueva York, en El País de Madrid,
en el Corriere de la Sera de Roma o en
el Der Spiegel de Alemania, por lo tanto no hay fama que difundir, por ende, no vale la pena gastar tinta en un problema casero sin importancia. Quien ha sido premiado en Palacio de Gobierno, con beso en la mejilla incluido, por uno de los más avanzados ladrones que ha dado el Perú, no va a dedicar su tiempo, ni su fama, ni su prestigio a investigar a temendo delincuente. ¿Por qué? Porque eso no vende, no da portadas, ni siquiera en un periodiquillo de Haití. En este país de cagones y genuflexos, se tiene miedo de alzar la voz contra quien, a todas luces, le importa un comino lo que pueda estar sucediendo aquí. A nuestros comentaristas políticos les resulta más cómodo colgarse del saco de este "defensor de democracias", porque eso también les da una efímera popularidad casera.
ESOS SERES MARAVILLOSOS
Los
libros han sido siempre mis únicos y fieles amigos y siguen siéndolo aún desde
aquel feliz encuentro que tuvimos hace más de medio siglo.
¿Qué
encierra en sí mismo tanta hermosura, tanta exaltación, tanta alegría y
tristeza a la vez? Nadie como ellos para seducir y hermanarnos con la
naturaleza que nos rodea y con nuestro espíritu. Logran lo que nadie puede,
llenar las vacías existencias, mostrarnos horizontes y crear ilusiones y
esperanzas y, lo que es más valioso, devolvernos la confianza cuando nos invade
el desaliento y la desesperación.
FUERZAS
MISTERIOSAS
Nuestro
sentimiento encuentra soporte en aquello a lo que él da forma, y lo encuentra
siempre, por unos momentos o por largos momentos, todo depende de la intensidad
de ese sentir, el cual se rige por aquello a lo que está dirigido. Nuestro sentimiento
nace como un pequeño planeta que gira en torno a una gran estrella, pero a
diferencia de las leyes de la física, las leyes del amor se rigen por fuerzas
desconocidas. Ese pequeño “planeta”
de sentimientos puede crecer y crecer hasta igualar a la “estrella” por la que gira.
EL “GRAN
CAMBIO”
Ya
ha pasado el tiempo en que los oídos de los hombres estaban atentos a la
palabra fina, a la cita histórica impregnada de una pátina de erudición y
memoria, a la expresión ponderada, a la mención poética rebosante de ritmo,
rima y armonía; ahora prima lo grosero y ardoroso de la política chabacana.
Los
vándalos y los áulicos desconocen que los sabios luchaban con elegantes cartas,
y artículos contundentes; ahora esgrimen la bellaquería y se arrojan unos a
otros; a modo de las verduleras, expresiones ordinarias, injuriosas; el
lenguaje de la calle, del vulgo, llena ahora las galerías de Congreso, los
titulares de los diarios, las voces melifluas y acicaladas de los “periodistas”
en la radio y la televisión.
Cada
cual quiere imprimir la verdad a su favor aunque tenga que hacer uso del hierro
candente e inquisitivo. ¿Con quién discutir sobre arte, historia o ciencia
cuando las tribunas y las cátedras han caído en manos de arribistas y
fanáticos, los cuales, como último y mejor argumento de la razón que tienen, es
acudir al insulto, al vituperio, a la calumnia y a la infamia?
El
mundo de hoy ya no tiene espacio para la libertad de pensamiento, para la
conciliación, para la comprensión y la tolerancia. Las artes y la ciencia no
pueden prosperar en una letrina.
FORMA Y FONDO
EN LA POÉTICA
(Variaciones
sobre un mismo tema)
I
La poesía tiene una dosis de inspiración, otra de talento, pero ahí no queda todo.
Un poeta es aquel que está equipado de palabra, motivos, cultura general, tropos, sentido del ritmo interior y exterior y un largo etcétera del que carecen los componedores de líneas cortas, ripioso, sin inspiración ni gracia.
La mala poesía no existe. La poesía es o no es, simplemente. El poeta lee poesía todos los días de su vida, de eso se alimenta su espíritu inquieto; sólo se mejora cuanto más se lee, cuanto más se suda, cuanto más se sufre, cuanto más se sumerge uno en la esencia y en la diversidad de la palabra, cuanto más se enemista uno con la conformidad y percibe que la transformación de su creación es algo natural, porque en esos constantes cambios va surgiendo la obra final, aquella que está llamada a ser y perdurar.
II
Crear poesía no es una transcripción de la realidad, la creación poética consiste en tomar muchas veces lo nefasto de esa realidad para hurgar en su esencia y arrancarle lo bello.
III
La poesía y el arte en general se orientan a que el lector vea en ellos un acicate que transforme su vida, aquella que frecuentemente, les resulta anodina y sin sentido. Cuando esta magia se da, el lector se siente vigorizado y fluye en él una luz que aleja de su existencia las tinieblas donde se escondían su tedio y su pesimismo.
Pero hay que tener cuidado, pues, un poema no es solo contenido, la calidad del poema también estriba en la constante transformación que sufre la alquimia artística, en la magnificencia que va adeuquiriendo el ritmo y la melodía.
IV
El quehacer del poeta es sagrado y lleno de privaciones, de ahí que no le éste permitido desviarse de su camino hacia los senderos de lo social.
V
El poema tiene que ser capaz de generar su propia música para Producir efecto en el lector. Esos momentos maravillosos e indefinibles que provoca en nosotros la música, intenta producirlos el poeta.
Lo secreto, en su calidad de inabordable, no se logra con meras descripciones o explicaciones meticulosas; para llegar a él existe el camino de los símbolos. En este derrotero no cabe la descripción ni el análisis exacto, sino la sugestión que se forma en la conciencia. El poema que ha llegado a este punto no necesita de un compositor musical. Son muchos los casos de poetas cuyos poemas han sido profanados por algún músico oportunista para beneficio propio: ahí están los casos de Martí, Antonio Machado y Neruda sólo por citar algunos. Al poeta le ha costado sumergirse en los abismos de sus íntimas vivencias, donde los objetos se diluyen y la diversidad los confunde, para crear sus versos. También del mundo exterior ha contemplado follajes, riachuelos, lagos, crepúsculos, albores, nieblas, brumas, horizontes, o al menos paisajes esgrimidos por acción de su fantasía. El poeta elabora sus ladrillos, forja y moldea sus barras de hierro en la fragua, muele su piedra y prepara su arena. Luego de tan bravío esfuerzo, queda de él un semblante de asombramiento marchito, como los últimos resplandores del fuego de una fogata que se agota.
En un acto de sacrilegio, del anonimato surge el “músico” usurpador y ladrón, toma el material creado con tanto sacrificio y construye su edificio. La expoliación es frecuente en el mundo de la música. El poeta desciende de los ángeles; el usurpador del buitre carroñero.
VI
El poeta debe entender que en su misión no está el de ser un modelo de comportamiento humano ni tampoco el de crear un modelo de cómo debe ser un hombre ejemplar. Su labor debe mantenerse fiel a la esencia y dejar salir la voz de su alma con la mayor integridad y energía posible.
VII
La conciencia lírica es la voz del yo individualizado y eco de ese yo hacia el mundo que lo rodea; es lamento, reflexión y jeremiada de una soledad que se ha encontrado a sí misma.
VIII
No está en la función primera del poeta dedicarse a componer cosas bonitas para satisfacer el oído de sus lectores, debe, principalmente transparentarse a sí mismo y plasmar mediante el embeleso de las palabras su propio ser, sus más íntimas vivencias, sea cual sea este el resultado.
IX
Un poema tiene contenido y forma. A veces puede predominar uno sobre el otro. Una cosa es Unamuno y otra es Góngora. Se ha dicho del vascuence que toda su poesía es un gigantesco empeñarse en que el fondo sea el que califique poéticamente a la forma. Leer a don Miguel es toparse con una forma abrupta e hirsuta. Poseedor de un carácter turbulento y apasionado, la poesía de Unamuno deja entrever la angustia de un hombre ansioso e insatisfecho. Agitado por violentas pasiones, Unamuno es pródigo en impulsos instintivos que buscan expresarse en erupciones ingobernables.
La angustia ante la muerte y sus indescifrables misterios los atormentan; en nada se asemeja esta angustia al prosaico temor a morir.
“Sobre mi cabeza ruedan ya las olas;
ved que yo me muero y me muero a solas,
sin consolación
oh, qué hermoso cielo ves en el abismo.
¿Si será aquel cielo? ¿Si será este mismo?
¿Si será ilusión?
Va el cielo a tragarme. ¿Es que subo o caigo?
¿Es que me desprendo o más bien arraigo?
¿Es esto morir?
¿Dónde está el abajo?, ¿dónde está el arriba?
¿Es que estoy ya muerta o aún estoy viva?
¿Es esto vivir?
Oh, ya no me duelen. Ved, sobre ellas floto,
la cabeza hundida, y en el pecho roto
me entra entero el mar.
Voy en él durmiendo, voy en él soñando,
voy en él en sueños volando, volando
sin jamás parar.
“Volo de buque”
La valoración de este tipo de poesía tenemos que buscarla en su capacidad para incitar intensas emociones. La forma en poetas como Unamuno o cae en cierto rigor rítmico, manifestándose en sutiles metáforas o en duras imágenes, o deja de lado el ritmo, la rima y la métrica y surge como un río desbocado sin cauces que lo contengan.
En Góngora la forma desespera, enajena, no por ello prescinde de belleza. La potencia imaginativa del poeta cordobés llega en muchos de sus sonetos a una superlación, a un grado de audacia no visto hasta entonces. En el soneto dedicado a la armada en que los marqueses de Ayamonte se embarcaron para Méjico, empieza con unas metáforas incontrastables y soberanas:
Velero bosque, de arboles poblado
que visten hojas de inquieto lino;
puentes inestable y prolijo, que vecinoel occidente haces, apartado:
mañana ilustrará tu seno alado
soberana beldad, valor divino,
no ya el de la manzana de oro fino
griego premio, hermoso, mas robado:
consorte es, generosa, del prudente
moderador del freno mexicano.
Lisonjeen el mar vientos segundos.
que en su tiempo (cerrado el templo a Jano,
coronada la paz) verá la gente
multiplicarse imperios, nacer mundos.
"A la embarcacion en que se entendió pasaran a nueva España los marqueses de Ayamonte".
El mundo, a través de su personalísima visión, aparece henchido hasta términos inconcebibles; la fantasía del poeta convulsiona en un frenesí heroico y una perturbacion de sublimidad que contagia a la naturaleza inanimada hasta darle vida autónoma. En un soneto dedicado a El Escorial manifiesta:
Sacros, altos, dorados capiteles
que a las nubes borráis sus arreboles,
Febo os teme por más lucientes soles,
y el cielo por gigantes más crüeles.
Depón tus rayos, Júpiter; no celes
los tuyos, Sol; de un templo son faroles
que al mayor mártir de los españoles
erigió el mayor rey de los fïeles,
religiosa grandeza del monarca
cuya diestra real al Nuevo Mundo
abrevia, y el Oriente se le humilla.
Perdone el tiempo, lisonjee la Parca,
la beldad de esta Octava Maravilla,
los años de este Salomón Segundo.
(Góngora, ―Obras‖ 1: 21)
Sus atrevidas expresiones metafóricas también se
distinguen en sus sonetos erótico – amorosos.
Góngora posee la cualidad de poder hablar de la
belleza de la mujer sin utilizar casi nunca el lenguaje habitual propio de
estos menesteres. Uno de sus más conocidos sonetos es el que dedico “a los labios de una dama”, versos de
una gracia, suavidad y delicadeza inmejorables; el barroquismo aflora a todas
luces:
La dulce boca que a gustar convida
un humor entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
un humor entre perlas destilado,
y a no envidiar aquel licor sagrado
que a Júpiter ministra el garzón de Ida,
amantes, no toquéis, si queréis vida;
porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
cual entre flor y flor sierpe escondida.
No os engañen las rosas, que a la
Aurora
diréis que, aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno;
diréis que, aljofaradas y olorosas
se le cayeron del purpúreo seno;
manzanas son de Tántalo, y no rosas,
que después huyen del que incitan ahora
y sólo del Amor queda el veneno.
(Góngora ―Obras completas)
Las ideas más sencillas y
elementales las expresa Góngora un sinnúmero de veces en una forma complicada
que raya en lo caótico, pero no por ello, la sabía y atrevida estructura y la
inigualable ingeniosidad de la forma interna y externa dejan de irradiar belleza.
En el soneto “Mientras por competir con
tu cabello,…” queda de manifiesto inobjetablemente esta extraña forma de
expresión:
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por
cogello.
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello:
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad
dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
(Góngora ―Obras completas)
A veces su simplicidad nos muestra la otra cara de
Góngora, la de “El ángel de la luz”.
Ayer naciste, y morirás mañana.
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?
Para tan breve ser, ¿quién te dio vida?
¿Para vivir tan poco estás lucida,
y para no ser nada estás lozana?
Si te engañó su hermosura vana,
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
bien presto la verás desvanecida,
porque en tu hermosura está escondida
la ocasión de morir muerte temprana.
Cuando te corte la robusta mano,
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.
ley de la agricultura permitida,
grosero aliento acabará tu suerte.
No salgas, que te aguarda algún tirano;
dilata tu nacer para tu vida,
que anticipas tu ser para tu muerte.
(Góngora ―Obras completas)
También
esa sencillez brota en ese soneto donde habla de una dama que habiéndola
conocido hermosa niña la vio después hermosísima mujer:
Si Amor entre las plumas de su nido
prendió mi libertad, ¿qué hará ahora,
que en tus ojos, dulcísima señora,
armado vuela, ya que no vestido?
Entre las vïoletas fui herido
del áspid que hoy entre los lilios mora;
igual fuerza tenías siendo aurora,
que ya como sol tienes bien nacido.
Saludaré tu luz con voz doliente,
cual tierno ruiseñor en prisión dura
despide quejas, pero dulcemente.
Diré como de rayos vi tu frente
coronada, y que hace tu hermosura
cantar las aves, y llorar la gente.
(Góngora ―Obras completas)
Como
hemos visto, un poema no es sólo contenido, la calidad del poema también
estriba en la constante transformación que sufre en el proceso creativo
mediante la alquimia artística, en la magnificencia que va adquiriendo el ritmo
y la melodía.
Otro apartado sobre la forma y fondo en la poética,
merece la poesía satírica, y costumbrista esa expresión socarrona y mordaz que
ha tenido en el Perú grandes hacedores; pienso en Esteban de Terralla y Landa o
José Joaquín de Larriva y Ruiz, en Pardo y Aliaga o Manuel Ascencio Segura, en
Manuel Atanasio Fuentes o Acisclo Villarán, en José Joaquín de Mora o Federico
Elguera, en Leonidas Yerovi o Manuel Moncloa y Covarrubias. Y qué decir de don
Juan del Valle y Caviedes, cuya copiosa obra poética fue recopilada bajo el
título de “Diente del Parnaso”. Como
buen discípulo de Francisco de Quevedo, Caviedes nos ha legado verdaderas
piezas de antología. He aquí una muestra de su vena creativa:
El
mundo todo es testigo,
Muerte
de mi corazón,
que
no has tenido razón
de
portarte así conmigo.
Repara
que soy tu amigo,
y
que de tus tiros tuertos
en
mí tienes los aciertos;
excúsame
la partida,
que
por cada mes de vida
te
daré treinta y un muertos.
¡Muerte!
Si los labradores
dejan
siempre qué sembrar
¿cómo
quieres agotar
la
semilla de doctores?
Frutos
te damos mayores;
pues,
con purgas y con untos,
damos
a tu hoz asuntos
para
que llenes las trojes,
y
por cada doctor coges
diez
fanegas de difuntos.
No
seas desconocida
ni
contigo uses rigores,
pues
la Muerte, sin doctores
no
es muerte, que es media vida.
Pobre,
ociosa y desvalida
quedarás
en esta suerte,
sin
que tu aljaba concierte,
siendo
en tan grande mancilla
una
pobre muertecilla
o
Muerte de mala muerte.
(“Coloquio
que tuvo con la muerte un médico moribundo”, Fragmento; en Diente del Parnaso, Editorial Garcilaso, Lima 1925. pág. 26)
Hasta
los flatulentos encuentran en la poesía de Caviedes un homenaje a sus molestos
borborigmos:
“Porque conozcas, amigo,
que es bueno tostar la cancha
y cuando oyeres un pedo
no hagas tantas halaracas,
te mostraré con razones,
evidentes, puras, claras,
que tu discurso indiscreto
peca de ignorancia crasa.
¿Es más que una exhalación
de ventrículo dañada,
que en lugar de ir hacia arriba
se dirige hacia las ancas?
Hipócrates y Galeno,
en sus aforismos, mandan
usar de la peonía
que es medicina aprobada
los quirúrjicos peritos
y físicos de importancia
estudian por sus principios,
y por ellos ganan fama.
¿Y los truenos de la sierra
son más pedos con agua,
arrojados de las nubes
porque se creen empachadas?
¿Los pífano y atambores
las trompetas y las cajas,
no son pedos que al sonido
solo mudan circunstancias?
Amigo, todos son pedos;
y la diferencia se halla
ser unos de pergamino,
cuando otros son de badana”.
(“Defensa
de un pedo”, Fragmento; en Diente del
Parnaso, Editorial Garcilaso, Lima 1925. pág. 113 - 114)
Habiendo tantos maestros de la poesía satírica,
llama la atención ver publicado en el diario “El Comercio” (tan venido a menos, que más que un diario parece una
guía de publicidad) un poema titulado “Hermano
mío”, firmado anónimamente por “El
Tabano”. El “poema”, que pretende
ser una sátira contra la familia Humala, es una obra maestra al mal gusto y a
la indigestión poética. Transcrito este derrame de aguas servidas en su
totalidad.
Un periódico
dirigía
Para llenarnos
de ideología
Etnocacerista
se decía
En Andahuaylas
lo confirmaría.
En Piedras
Gordas tenía una larga condena
A su familia
le parecía una pena
Tan solo
porque en armas se alzó
Para golpear
al Estado, según confesó
Cuando su
hermano ganó las elecciones
Se imaginó
grandes transformaciones
Se dejaría el
“Estado de Derecho criollo”
Y el
neoliberalismo antidesarrollo
¿Ese cambio
incluiría un trato preferencial
dado que la
familia siempre es especial?
Eso creyó
Alexis cuando a Rusia viajó
Y el Perú
cuando Madre Mía olvidó
En todo caso
Antauro aprovechó
Y en Navidad y
Año Nuevo se empachó
En un “hospital
militar” se refugió
Donde toda la
familia lo acompañó
El pobre puede
hablar por celular
Y tener cable
para a su hermano escuchar
Cuando quiera
a su amante visitar
Y en la sala
penal su diario redactar
Ahora a un
hotel lo van a trasladar
Nada mal para
un terrorista, cabe recalcar
(Sic)
Cuartetos sin un ápice de belleza ni creatividad,
musicalidad cacofónica con rima paupérrima. Esto demuestra porque “El Comercio” se ha convertido en el
más importante periódico chicha publicado en el Perú.
Para aliviar esta indigestión, cito dos obras
maestras de la sátira fina, dos joyas donde el motivo de burla es ese apéndice
que tanto torturaba a Cyrano de Bergerac en la obra de Ronstand.
Érase una nariz
que andaba sola,
érase una nariz
como un
trinquete;
érase una nariz cual gallardete
que en elevado
mástil se enarbola
Nariz que en
otra parte fuera cola;
mas nariz que a un mortal toca y compete;
nariz cuyo estornudo es un moquete
que deja patitieso al rey de Angola.
mas nariz que a un mortal toca y compete;
nariz cuyo estornudo es un moquete
que deja patitieso al rey de Angola.
Nariz que hunde
de la mar el fondo,
nariz, no cartílago sino leño,
por dentro abismo como cráter hondo.
nariz, no cartílago sino leño,
por dentro abismo como cráter hondo.
Si cual es, me preguntas, su diseño,
es un asa de cántaro, respondo,
y es un alma de cántaro su dueño.
José
Joaquín de Mora
“Retrato de un hombre”
Érase una nariz
como un camote;
érase una nariz
mayor que papa
nariz que en
tiempo frío pide capa
porque no basta
a su amplitud capote.
Nariz que puede
ser quilla de un bote;
nariz que a Lima
con su sombra tapa;
bien puede un
hombre recorrer el mapa
sin que mayor
nariz descubra o note.
Nariz
ridiculísima, bufona;
nariz festiva,
singular, grotesca;
nariz alborotada
y retozona.
Nariz que siendo
enorme y gigantesca,
si el campo de
batalla no abandona,
puede bien ser
que con el tiempo crezca.
Felipe Pardo y Aliaga
“A Narigonides”
MISIÓN DEL
ARTISTA
La búsqueda de la perfección es una inquietud
constante que corroe al artista. En el artista nace tempranamente la
insatisfacción ante la conformidad. Su curiosidad no tiene límites, siempre
está buscando nuevos moldes que superen el presente, el futuro se le presenta
siempre como un motor de renovación.
Nunca cierra los ojos a los errores, rectifica y
sigue su camino con nuevos bríos, la lucha constante, la dedicación y el
sacrificio forman los mandamientos de su credo. El quietismo no existe, el
conformismo es para él un lastre que obstaculiza su espíritu renovador. Para
Miguel Ángel llegar hasta su “David” significó la entrega total en esfuerzo
físico y en espíritu. Sólo un hombre de firmeza indesmayable como Joyce pudo
plasmar en cientos de páginas el “Ulises”.
SOBRE
VISIONES, EL SUICIDIO Y OTRAS REFLEXIONES
I
Las visiones en la vida se repiten como un ciclo
interminable, pero muchas veces estas visiones se reiteran en personas
distintas, en lugares diferentes en tiempos dispares. ¿Cómo nos enteramos de
ello? A través del testimonio que otros hombres nos han dejado y, maravillados,
descubrimos que esas visiones que los llevaron a ciertas reflexiones son las
mismas que nos acontecen a nosotros. Ilustro con un ejemplo. El escritor
austriaco Hermann Broch nacido el 1 de noviembre de 1886 en Viena, descubre a
los nueva años en un bosque en las cercanías de su ciudad natal, lo que más
tarde, en su autobiografía psíquica (1942), descubrirá como el “descubrimiento del propio yo”, que al
convertir al niño solitario en “creador
de mundos” pone fin a una etapa de obsesiones suicidas infantiles. Más
curioso, me parece el hecho de que yo haya sentido esa misma sensación, que
sintió Broch, en 1962, cuando yo tenía ocho años. ¿Dónde fue la revelación? En
las plantaciones de eucaliptos que estaban cerca de la casa de mis abuelos.
Desde los cinco años los visitaba los días sábados;
siempre encontraba alguna excusa para ausentarme de la compañía de los otros
niños que pululaban en ese mágico bosque poblado por esos gigantes, cuyas copas
me parecían rozar el cielo. El suicidio en mi mente tomaba forma de “desaparecer de ese mundo que me rodeaba”,
de ese ambiente hostil que sólo me había traído calamidades y tristezas
profundas. Las necesidades económicas que rayaba en la indigencia, el abandono
de mi padre a tan corta edad, me mostraron un mundo que no merecía “ser vivido”. Pero ese “descubrimiento del propio yo” del que
habla Broch me convirtió en un creador
de mundos ficticios en los cuales solía refugiarme ante los “brutales ataques” de la realidad. La
lectura de Dickens, Salgari, Stevenson, Dumas, Verne y otros más, me hizo
descubrir un mundo paralelo al mío, en el que yo podía recrearlo o transformarlo
a mi antojo. Ya no era sólo yo el que sufría, había otros como David
Copperfield u Oliver Twist que sufrieron en “sus
vidas” lo indecible, pero que también supieron sobrevivir a esas
vicisitudes. Otro descubrimiento de esos mundos ficticios fue el hecho del
saber que también existían seres como el señor Carton, héroe por su sacrificio,
personaje impregnado de una pátina de ternura, salsa imprescindible en las
creaciones dickensianas.
De
aquellos que reflexionan, ¿Quién no habrá pensado alguna vez en el suicidio?, dice Kawabata en su bello ensayo “El bello Japón y yo”. Kawabata,
enfermo y deprimido, dolido sin duda por la muerte de su amigo Yukio Mishima,
quien lo había definido como un “viajero
perpetuo”, se suicidó en su pequeño departamento a orillas del mar. Lo que
resulta paradójico en este hecho, es que en su ensayo “Visión en los últimos momentos”, dice el escritor japonés:
“Por más alejado del mundo que uno pueda estar, el suicidio no es una
forma de iluminación. Por muy admirable que sea, el suicida está lejos del
reino de la santidad”.
Kawabata en ese entonces, dice no admirar ni
simpatizar con el suicidio de Ryunosuke Akutagawa, ni con el de su otro amigo,
el pintor vanguardista Osamu Dazai (1909 – 1948).
Akutagawa se suicidó a los treinta y cinco años, en
1927. Autor de cuentos breves y de gran celebridad como “Rashomom” y “La nariz”, Akutagawa
es un caso extraordinario precocidad, a los veinticuatro años ya era un
escritor reconocido en su país. Nueve meses después de su nacimiento, la madre
del escritor enloqueció.
El padre se desentendió de él y lo mandó a casa de
una tía solterona para que lo educara. Un años después de su boda, en 1919, su
salud y sus nervios empezaron a resquebrajarse, y con ello, el fantasma de la
locura, que lo perseguía desde que tuvo consciencia de la enfermedad de su
madre, oscureció la visión que tenía de sí mismo y de su futuro. La palabra
japonesa que Akutagawa usó para designar la vida fue seimei, palabra que apunta a las fuentes de la vida, al principio
del movimiento. Seimei es la energía,
el impulso vital.
Cuando el escritor sintió que el mismo lo iba
perdiendo a través de sucesivos colapsos nerviosos que muchas veces iban
acompañadas por manifestaciones físicas, se mató con una considerable ingesta
de pastillas.
El título del ensayo de Kawabata proviene de la
nota que Akutagawa dejó al suicidarse. Es la frase de la nota que lo conmovió
con más intensidad.
“Estoy viviendo en un mundo de nervios mórbidos,
diáfanos y fríos como el hielo… No sé cuándo alcanzaré la resolución necesaria
para matarme. Sin embargo, la naturaleza es para mí más bella de lo que nunca
había sido antes. No dudo de que sonreirás ante la contradicción entre mi amor
por la naturaleza y el contemplar la posibilidad del suicidio. Pero la naturaleza
es bella porque viene a mis ojos en los últimos momentos”:
II
De esa etapa de obsesiones suicidas infantiles de
las que habla Broch en su autobiografía mencionada, unida al texto de Kawabata que dice “De
aquellos que reflexionan, ¿quién no habrá pensado alguna vez en el suicidio?”,
saco las siguientes conclusiones. La soledad invita, innegablemente, a la
reflexión; las personas solitarias no se ven “perturbadas” en su pensamiento por otras. No hay quien “corte” la idea que aparece
repentinamente y que nos lleva por cauces no previstos. En el caso de los niños
(Broch, Hesse, Kafka, Sartre, Simone de Beauvoir fueron niños mayormente
solitarios), estos también suelen volverse más reflexivos, sin que esto
constituya una norma. Recuerdo el caso de José María Arguedas cuando deseó,
siendo un niño, morir. No creo que sea un desatino inferir que el “desear morir” es una forma inconsciente
de “querer matarse”. Aquí considero
que es una cuestión semántica que no le quita trascendencia a la inferencia.
Dejemos a Vargas Llosa contar esta anécdota:
“Pablo Pacheco [hermanastro de Arguedas que ya era un joven cuando éste
era aún un niño de ocho años] dejó a José María cuidando un potro negro que
había comprado “con veinte bueyes y doscientos carneros” y lo acusó luego de la
desaparición de un poncho de vicuña que había puesto bajo la montura. Estuvo a
punto de pegarle con un látigo, pero no lo hizo. Más tarde, cuando el niño
estaba comiendo, el hermanastro entró en la cocina, le arrebató el plato de
mote y se lo arrojó en la cara, gritándole: “No vales ni lo que comes”. Esta
fue la primera vez, a sus ocho años, en que José María pensó en suicidarse: “Yo
salí de la casa, atravesé un pequeño riachuelo, al otro lado había un excelente
campo de maíz, me tiré boca abajo en el maizal y pedí a Dios que me mandara la
muerte”.
(en “La Utopía Arcaica. José María Arguedas y las
ficciones de indigenismo”)
¿De cuántas interminables horas dispuso el niño
Arguedas, marginado por la madrastra y maltratado constantemente por el
hermanastro, para reflexionar sobre su ingrata situación y sobre otros temas
más? Deben haber sido muchas. Y ojo, no olvidemos que ahí está también la
naturaleza serrana, llevándolo seguramente al descubrimiento de ese “Yo” del que habla Broch y a convertirlo
a futuro en un “creador de mundos”.
III
Siguiendo con las Visiones. Robert Musil, en unos de sus Diarios, cuenta que una mañana se hallaba sentado a la mesa y que
la observación del servilletero de alpaca – que estaba sobre ella – con su
forma redonda y su color gris plata, lo llevó a una profunda reflexión sobre el
entorno físico que lo rodeaba. Súmesele a esto el estado emocional en que el
autor se hallaba en ese momento
“Yo me aburría mucho en aquellos parajes, pues el aire de la montaña
parecía sentarle mal a mi aparato sensitivo; mi espíritu, como una planta a la
que se ha privado del sustento, no florecía”
(Diarios, Cuaderno 3, 1898)
El color gris plata representa para Musil la calma,
el sosiego, una especie de paliativo para el espíritu agitado. Es una especie
de prosopopeya, el servilletero de alpaca cobra cierto animismo.
Contemplé la imagen. ¡Una imagen deformada! Y, sin
embargo en ella había algo de esa tristeza que sentimos en el acto de la muerte
de Tristán [personaje de una trágica aventura de amor y de muerte en por lo menos
dos romances franceses medievales], cuando nos creemos acariciados por la
frescura salada de la brisa marina (…) Tristán es sentimiento del sentimiento
¿y la imagen reflejada en mi servilletero? Ahora entiendo eso que dice el rey
de los magos del cuento:
He aquí un anillo, si miras en el interior de ese
anillo, veras…”
(Ibídem)
¡Qué trascendencia cobra un simple servilletero en
el transcurrir vivencial del autor de “El
hombre sin atributos”!
Una “visión”
de antología es la vivida por Yasunari Kawabata cuando se encontraba hospedado
en el Kahala Hilton Hotel. Llevaba allí casi dos meses, y en una especie de
ritual matutino, gustaba, casi extasiado, observar como el sol con su
imperceptible movimiento, hacia escarceos lúdicos sobre un conjunto de vasos alineados
cuidadosamente en perfecto orden como si se aprestaran a iniciar una marcha.
Los vasos son de diferentes tamaños, todos están boca abajo y algunos están
agrupados de dos en dos o de tres en tres; se hallan tan apiñados que sus
superficies convergen. No toda la superficie del vaso brilla con el sol
matutino, sólo los bordes inferiores emiten una luz blanca, fulgente, haciendo
relumbrar a los vasos como si fueran brillantes. Pero hay otra clase se luz, la
que se produce cuando los rayos solares se posan en un determinado lugar al
costado de cada vaso. En oposición a la luz de los bordes, esta no es de un
fulgor intenso, sino, más bien, una luz suave y desmayada. ¿Cómo reacciona
Kawabata ante este hecho que para la mayoría pasaría inadvertido o sólo como un
hecho baladí?
“No he visto nunca vasos de brillo tan fulgurante,
ni en Niza o Cannes en la costa sur de Francia, ni en la playa de la península
de Sorrento, al sur de Italia, donde el sol brilla igualmente y el color del
mar es también vívido.
Es probable que retenga en mi corazón, durante el
resto de mi vida, la imagen del sol
matutino reflejado en los vasos de la
terraza del Hotel Kahala como emblema de este Hawai reputado como la tierra del
eterno verano, o como símbolo de la brillantez del sol de Honolulú, de la luz
del cielo, del color del mar y el verdor de los árboles”.
(La existencia y el descubrimiento de la belleza,
en “Dos ensayos”,
Kawabata, 1968).
IV
Una visión más. Contaba García Márquez que una
mañana fue con su mujer a un puerto del Caribe a comprar pescado y mariscos y,
que mientras Mercedes se hacía cargo de ello, él aprovechó para darse una
caminata por el muelle. Al final del embarcadero divisó a un anciano que, con
mirada nostálgica, observaba una lancha que se hallaba en altamar.
Esa sola visión mañanera fue la gestación de esa
breve y excepcional novela que lleva por título “El coronel no tiene quien le escriba”, novela que no tuvo gran
repercusión cuando salió publicada, pero que después del éxito de “Cien años de soledad”, los “críticos literarios” le tomaron
interés. Plinio Apuleyo Mendoza nos ha dejado un testimonio interesante sobre
este hecho:
“Hijo de esta época, es “El Coronel no tiene quien le escriba”, su segundo libro. Tampoco
éste le abrió ninguna puerta. Recuerdo haber tenido durante largo tiempo una
copia del manuscrito, en hojas amarillas. Lo enseñé a personajes que habrían
podido facilitar su publicación, pero estos parecían no advertir sus cualidades
literarias (…) “El Coronel no tiene
quien le escriba” fue publicado en una revista literaria, son que sus
directores pidieran previamente su autorización o le pagaran derecho alguno:
pensaban, de buena fe, que era un reconocimiento generoso publicar un
manuscrito desdeñado por los editores. La crítica local fue desde luego
favorable con “El Coronel no tiene quien
le escriba” como lo sería luego con “La
mala hora”, novela que ganó un premio nacional auspiciado por la empresa
petrolera “Esso Colombiana”.
(“El olor de
la guayaba”, conversaciones con
Gabriel García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza,
1982).
V
Mis visiones. Como todo hombre que se dedica más a
observar el mundo que a mirarlo, tengo frecuentemente mis visiones.
Llamo así al hecho de detenerme a veces breves
minutos, con frecuencia, muchas horas, a observar el mundo y los “elementos” que lo conforman, los que
hacen posible su existencia. Desde una ingente montaña hasta la forma que pueda
tener una cerilla; desde la visión de las astromelias hasta una hojarasca; los
gestos de un hombre que habla por teléfono hasta la mirada que da un pasajero
por la ventana del vehículo en marcha. Hace varios años me extrajeron una
muela. Como acostumbro llevarme lo que es mío, después de un tiempo de tenerla
en un cajón, me puse a observarla detenidamente. De esa “visión” surgió mi cuento “La
muela”, incluido en mi libro “Los
aborrecidos”. Siempre me pregunto. ¿Si no hubiera pedido al dentista la
pieza dentaria y no la hubiera tenido en casa hubiera tenido ese primer
impulso, ese primer aguijón, esa incitación primigenia para escribir dicha
historia? Sin lugar a dudas la respuesta es no. Pues al no existir esa visión
motivadora, la muela hubiera sido relegada al cofre del olvido.
A veces me vienen “visiones” del pasado, “visiones”
que no aproveché y que ahora me resulta imposible darles “existencia”. Con ellas perdí
mi tren, como se dice.
Otra visión aconteció hace veinte años
aproximadamente. Me encontré, muy de mañana, en una calle desértica. En una
esquina, frente a la que yo tendría que transitar, había alrededor de ocho
perros, de los llamados chuscos. Todos estaban en cuatro patas, como oteando
las calles, como olfateando el aire. Recuerdo que un instinto me hizo detener a
unos veinte metros de la esquina por donde yo debía pasar. También por instinto
busque piedras o guijarros en el suelo terroso ¿Por qué? No lo sé, quizá por
instinto. Un mecanismo de defensa.
Luego una espera de tres a cinco minutos y después
de haber sido “examinado” unas tres
veces por lo menos por tres de esos “perros
pandilleros”, los vi alejarse, en grupo, así como lo hacen los muchachos en
sus horas de vagancia, como olas undivagantes. Una curiosidad muy curiosa si
vale la cacofonía: los que iban adelante era un perro negro y uno beige, en
otras palabras el Pachín y el Boby de mi niñez, rivales por antonomasia; el
Caramelo y el Ajiseco; Carita y Tirifilo en su versión canina. Ese mismo día
nació mi cuento “Boby y los otros”.
Muchas de mis historias han nacido de “visiones”.
VI
“Lo
absurdo y el suicidio”, así
subtitula Albert Camus el capítulo primero “Un
razonamiento absurdo”, de su libro “El
Mito de Sísifo”.
“No hay más que un problema filosófico
verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de
que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía.
Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si
el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación. Se trata de
juegos; primeramente hay que responder. Y si es cierto, como quiere Nietzsche,
que un filósofo, para ser estimable, debe predicar con el ejemplo, se advierte
la importancia de esta respuesta, puesto que va a preceder al gesto definitivo.
Se trata de evidencias perceptibles para el
corazón, pero que deben profundizarse a fin de hacerlas claras para el
espíritu”.
(El Mito de Sísifo, Albert Camus, Editorial Lozada; Tercera edición 16 – XII – 1959).
Partamos de lo siguiente. La mentalidad del ser
humano, históricamente, no ha sido estática, por el contrario, siempre ha
habido un germen de cambio. Ese estancamiento de la Edad Media queda atrás con
la llegada del Renacimiento. El teocentrismo, tan característico del hombre
medieval, es relegado, superado por el antropocentrismo avasallante del hombre
renacentista. El hombre del Renacimiento se rebela contra el orden establecido
de un monarca recompensado por las autoridades eclesiásticas como
representación del poder divino, que se precipitaba sobre la cabeza de gobierno
y de la sociedad. Ya el hombre del renacimiento no debe rendirle cuentas a
ninguna autoridad - civil o eclesiástica -; a través de la nueva concepción
antropocéntrica, el hombre sólo salda sus cuentas a su conciencia: es él contra
sí mismo.
Esta rebelión contra órdenes preestablecidas lleva
al hombre a ejercer su libertad, y por ende, a manejar su autonomía a su
antojo.
Por esta desvinculación del “orden natural” de tantos siglos, lo lleva, por otro lado, a
sentirse extraño a este espacio que abandona.
De esta forma, el centro de su reflexión estará
dada por la interrogante ¿tiene sentido la vida?
Esta situación de percibirnos extraños, “extranjeros” como dice Camus, deviene
del hecho de no encontrar ningún sentido en este mundo. ¿Qué ha pasado? El
mundo que nos parecía cercano, cotidiano, familiar, se ha vuelto ajeno y
extraño. Esa autonomía que nos lleva a rendirle cuentas sólo a nuestra
conciencia, nos ha separado de la vida. Este es el “absurdo”, para Camus, inspirado en el concepto del filósofo danés
Soren Kierkegaard.
“Kierkegaard, quizá el más interesante de todos,
por lo menos a causa de una parte de su existencia, hace más que descubrir lo
absurdo: lo vive. El hombre que escribe: “El más seguro de los mutismos no
consiste en callarse, sino en hablar”, se asegura, para comenzar, de que
ninguna verdad es absoluta y no puede hacer satisfactoria una existencia
imposible en sí misma.
(…) Rechaza los consuelos, la moral, los principios
de todo descanso. No procura calmar el dolor de la espina que siente en el
corazón.
Lo excita, por el contrario, y, con la alegría
desesperada de un crucificado contento de serlo, constituye pieza a pieza, con
lucidez, negación y comedia, una categoría de lo demoniaco. Este rostro a la
vez tierno e irónico, estas piruetas seguidas de un grito que sale del fondo
del alma son el espíritu absurdo mismo en la lucha con una realidad que lo
supera.
Y la aventura espiritual que lleva a Kierkegaard a
sus queridos escándalos comienza también en el caos de una experiencia privada
de sus apariencias y vuelta a su
incoherencia primera”.
(Ibídem, Camus).
Este divorcio con el mundo es fruto de ese
distanciamiento entre nuestro pasado y el fruto de nuestras acciones realizadas
y nuestras expectativas y anhelos se tornan irreconciliables, de ahí que
nuestro presente resulte desconectado de cualquier tipo de razón para vivir.
¿En que se ha convertido la vida cotidiana? En una fragmentación de actos
baladíes. El hombre no logra articular los actos que rigen su existencia; como
pequeños islotes separados, no se da un escenario donde poder sostener un hilo
conductor a ese conjunto de acciones fragmentadas. Es en este caos vivencial
donde lo absurdo cobra importancia cardinal y termina por enquistarse en
nuestras vidas, dirigiendo nuestras acciones: aquello que era extraño
inicialmente termina siendo lo más próximo e íntimo para cada ser humano
aquejado por la sensación de lo absurdo.
El absurdo se manifiesta cuando hay una separación
entre un deseo de la conciencia por encontrar una razón de ser a este mundo o
situación existencial absurda y un mundo sin sentido.
Un claro ejemplo de este mundo sin sentido es el de
la Europa que debe erigirse sobre la catástrofe de dos guerras mundiales, sobre
un Holocausto de horror, sobre dos bombas atómicas creadas por el hombre para
destruir al hombre.
Pero sobre este clima catastrófico y desolador,
Camus plantea una alternativa para superar esta ruptura: la rebelión. Se puede
vivir aceptando que la vida es absurda, pero esta aprobación no me constriñe a
aceptar tal condición. Por consiguiente, la conciencia de esta situación y el
posterior rechazo frente a la misma suponen la posibilidad de afirmar que lo
absurdo no someterá nuestra libertad en este acto de rechazo.
Camus lo señala con precisión:
Así saco de lo absurdo tres consecuencias, que son
mi rebelión, mi libertad y mi pasión. Con el solo juego de la conciencia
transformo en regla de vida lo que era invitación a la muerte, y rechazo el
suicidio. Conozco, sin duda, la sorda resonancia que corre a lo largo de estas
jornadas. Pero solo tengo que decir que es necesaria. Cuando Nietzsche escribe:
“Parece claramente que lo principal en el cielo y en la tierra es obedecer
largo tiempo y en una misma dirección: a la larga resulta de ello algo por lo
que vale la pena vivir en esta tierra, como por ejemplo la virtud, el arte, la
música, la danza, la razón, el espíritu, algo que transfigura, algo refinado,
loco o divino”, ilustra la regla de una moral de gran porte. Pero muestra
también el camino del hombre absurdo, obedecer a la
llama es a la vez lo más fácil y lo más difícil. Es bueno, sin embargo, que el
hombre se juzgue de vez en cuando.
Es el único que puede hacerlo”.
(Ibídem, Camus).
Wolfsschanze, octubre – noviembre 2013.
ALÁN GARCÍA O EL ARTE DEL ENGAÑO
Una vez escuché decir a Javier Valle Riestra que en
una polémica entre Alán García y Ollanta Humala el primero desaparecería al
segundo de un plumazo, porque el cachaco
mediocre (como lo llamó Martha Hildebrandt y que después, como todo en su
vida, se retractó, se estaría enfrentando a un gran estadista. Si eso lo
hubiera dicho cualquiera de nuestros políticos del montón no me hubiera llamado
la atención, pero que lo diga un intelectual como Valle Riestra eso ya
preocupa.
Por otro lado, señor Valle Riestra, hasta un asno
estaría en ventaja polemizando Humala que no reconoce ni su sombra; ese hombre
no deja huellas porque su pensamiento, si lo tiene, levita.
¿Estadista Alán García? Hay dos palabras que
definen a García: mentiroso y ladrón. Nadie lo definió mejor que Hugo Chávez: “ladrón de siete suelas”, es decir, ese
ganzúa que levanta con todo.
Si García hubiera vivido en el siglo XIII hubiese
competido con Cianfa Donati, el famoso ladrón de ganado o con Agnolo
Brunelleschi, ese noble florentino que solía disfrazarse para cometer robos.
García se disfraza de aprista para cometer sus latrocinios.
García como Fujimori y Toledo por hablar de nuestros
ex presidentes de hogaño, han hecho de la mentira algo compulsivo.
Sabe que miente en lo de la matanza de los penales
de 1986 donde fueron aniquilados a la mejor manera de la Cantuta y Barrios
Altos, 240 reclusos (la mayoría de ellos ejecutados después de haberse
rendido); García sabe que miente en lo del chuponeo telefónico; le mintió a su
mujer estando casado; miente ante las comisiones que lo investigan por
enriquecimiento ilícito; García miente con todo desparpajo siempre. Así le
pongamos al frente la más evidente de las verdades, seguirá mintiendo sin que
le tiemble ningún músculo de la cara. ¿Estadística García? ¿García un
intelectual? García destroza la poesía de Vallejo y distorsiona los versos de
Calderón cuando los cita para adornar su anodina verborrea. Si se tiene en
frente una muchedumbre de borregos ignorantes, ninguno de ellos se dará cuenta
de los disparates que lanza el orador. García desvirtúa verbos, destronca
oraciones descoyuntando la sintaxis, maltrata adverbios, trastoca conectores.
Lee a Denegri y a Martha Hildebrandt y termina escribiendo y hablando como Alan
García. La mentira en García es algo atávico, lo lleva en los genes. Como
mentiroso es el Corifeo de todos esos mentirosos que lo rodean y lo aplauden a
rabiar (Eugenio Chang Cruz, Jorge del Castillo, Mauricio Mulder, Mercedes
Cabanillas), todo esa basta engendrada
en el estercolero de la infamia y la mentira. García desterró la verdad
del Perú durante su primer gobierno, la mandó fusilar durante su segundo
gobierno y ahora se presenta como la madre abnegada que cobija en su seno lo
que el desterró y fusiló impunemente.
Un político portugués afirmó hace algunos años que “la política es el arte de no decir la
verdad”, no sabía seguramente que en este lado del mundo había un malandrín
que le daría real valor y significado a esas palabras.
Para García la política no es nada más que un
negocio. Si la frase “la plata viene
sola” fue dicha por él o no, eso no es lo sustantivo. Él sabe que ha
robado, sabe que nosotros sabemos que ha robado, pero, por pertenecer al grupo
de los ladrones compulsivos, en un tercer gobierno seguirá robando.
¿Cómo un hombre visionario e inteligente como Haya
de la Torre, que vivió monásticamente y murió pobre, pudo haber sido engañado
por este roedor de cola y uñas largas? He ahí el mérito de García, su capacidad
de metamorfosearse.
Quien engañó a Haya de la Torre, como no iba a
poder engañar a un pueblo donde la ignorancia y la indiferencia es el común
denominador.
Dante en la Divina Comedia, considera como
absolutamente despreciables a quienes en vida no tomaron partido, fuese justo o
injusto, es decir a los indiferentes.
“Si entiendo bien lo que tu lengua expresa”,
la sombra del magnánimo repuso,
“la cobardía sobre tu alma pesa;
la cual al hombre muchas veces puso
de espaldas al deber que le cabía,
como a la bestia su mirar confuso.
Para ahuyentar de ti la cobardía,
te diré por qué vine y qué he oído
y por qué tu desdicha me dolía”.
INFIERNO, CANTO II v.v. 42 – 50.
DURA REALIDAD
Cuesta imaginarse que en un aula de clases con
cuarenta estudiantes de quinto de secundaria, no se encuentre uno que haya leído
a Vallejo, a Darío o a Martín Adán; que esos mismos jóvenes desconozcan quien
fue Mozart, Beethoven o Chopin, que no
hayan asistido ni por asomo a alguna representación teatral; que no sepan que
Leonardo pintó un cuadro llamado La Gioconda y que Miguel Ángel pintó la
Capilla Sixtina. Es más, casi un noventa y cinco por ciento de ellos no han leído
jamás un libro. El que menos tiene dos televisores y dos computadoras en su
casa, pero no hay en un rincón de ella ni siquiera unos diez libros. Lo peor de
todo no son sólo los padres y los hijos, sino la gran cantidad de maestros que están
en la misma situación.
LA LIBERTAD SE DOBLEGA
J. Edgar Hoover |
Prosigo con mi lectura sobre el FBI, la exhaustiva
investigación hecha por el estadounidense Tin Weiner, reportero de The New York
Times, ganador del Premio Pulitzer. Ya había leído de él “Legados de Cenizas, la historia de la CIA”. La historia, decía
Edward Gibbon en su Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, es “poco más que el registro de los crímenes,
locuras y desventuras de la humanidad”. Los anales de la CIA como los del
FBI estadounidenses están llenos de locuras y desventuras, junto con actos de
valentía e ingenio. En la historia del FBI (Oficina Federal de Investigación)
destaca la figura de J. Edgar Hoover, hombre astuto e ingenioso que nunca dejó
de observar a sus enemigos. Fue uno de los padres fundadores de la inteligencia
estadounidense y el artífice del moderno Estado vigilante. Cada huella digital
archivada, cada byte de datos
biográficos y biométricos contenidos en los bancos informatizados del gobierno,
le deben su existencia. Hoover fue un Maquiavelo que manipuló magistralmente la
opinión pública y que practicó la guerra política y el secretismo en aras de la
seguridad nacional, a menudo saliéndose de la ley y a expensas de la moralidad.
Combatió el comunismo y el terrorismo con una pasión arrolladora durante
cincuenta y cinco años.
Richard Nixon |
Desde la década de 1940, y hasta el día de su
muerte, el 2 de mayo de 1972, Hoover supo prever las apocalípticas amenazas a
las que hoy se enfrentan los Estados Unidos. Bajo su mando, el FBI violó las
libertades de la Carta de Derechos para
imponer los poderes del presidente como comandante en jefe.
De ahí que el historial del FBI esté plagado de
detenciones y retenciones ilegales, allanamientos, robos, escuchas telefónicas
e instalación de micrófonos ocultos bajo los auspicios del presidente
estadounidense. ¿Y qué podría suceder si el presidente de turno y su equipo
político deciden por su cuenta anulas a sus opositores haciendo uso de ese “aparato ilegal” que usado tantas veces
por el FBI y la CIA para combatir a sus enemigos?
Ahí está Nixon y el caso Watergate. A principios de
1972, el equipo de Nixon se propuso colocar dispositivos de espionaje en los teléfonos
del Comité Nacional Demócrata, en el edificio de apartamentos Watergate de Washington,
D. C. El intento fracaso. El 15 de setiembre de 1972 fueron arrestados unos
hombres por colocar micrófonos ocultos en la sede central del Partido
Demócrata. Luego de las primeras pesquisas, las altas esferas del FBI sabían
que la conspiración y el encubrimiento se habían orquestado en la Casa Blanca.
El gobierno de Nixon decidió encubrir su participación en el escándalo. Al cabo
de seis días de haber sido descubierto el allanamiento, Nixon le sugirió a la
Agencia Central de Inteligencia (CIA) que ordenara al FBI suspender sus
pesquisas, so pretexto de que la seguridad nacional estaba en juego. De hecho,
el allanamiento sólo fue unos de los aspectos de una campaña organizada, cuyo
fin era localizar y destruir a las personas que el gobierno veía como sus “enemigos”.
W. Mark Felt, "Garganta profunda" |
Esas actividades incluyeron el uso de recursos de
espionaje, allanamientos y recaudación de fondos en forma ilegal. Para
asegurarse el favor del FBI, Nixon colocó después de la muerte de Hoover, a Pat
Gray a cargo de la Oficina, es decir, una marioneta a quien se podía manipular.
Esto provocó un malestar general en la institución, ya que el cargo del
Director, como primera opción, le correspondía a Mark Felt, el legítimo
heredero de Hoover. Este hecho llevó a Felt y sus aliados a filtrar los
secretos del Watergate a la prensa unas semanas antes de las elecciones de
noviembre de 1972. Felt se haría célebre treinta y tres años después cuando
confesó que él era el hombre conocido como “Garganta Profunda”, la fuente de
información del FBI que ayudó al Washington
Post a contrastar los datos de los sensacionales reportajes de Bob Woodward
y Carl Bernstein sobre la investigación del Watergate. Pero Felt no fue el
único.
Muchos agentes de los altos mandos del FBI tomaron
la decisión de filtrar a la prensa todo dato que pudiera esclarecer aquel caso
tan espinoso, y lo hacían porque la Casa Blanca estaba obstruyendo la
investigación. Ese fue el principio del fin de la presidencia de Richard Nixon.
Sin el FBI, los periodistas habrían estado perdidos. El Washington Post y la
revista Time fueron los primeros en sugerir que en el caso Watergate había más
de lo que a primera vista parecía. Cuando Nixon vio que la mayoría demócrata
del Congreso instituía un proceso de impugnación contra él, y que las
evidencias en su contra crecían como la espuma, decidió renunciar a su cargo el
9 de agosto de 1974. Su vicepresidente, Gerald Ford, cuando asumió la presidencia,
le otorgó el perdón; de ese modo, impidió cualquier posible acusación judicial
en su contra en el futuro. ¿Cómo se hubieran dado las cosas si Hoover hubiera
estado vivo?
Johnson le había dicho a Nixon que contara con
Hoover, y sólo con Hoover, para mantener sus secretos y proteger su poder. “Dependerá de él una y otra vez para
mantener la seguridad. Él es el único en el que puede depositar toda su
confianza”.
Edificio Watergate, sede del Partido Demócrata D. C. en Washington |
Pero Nixon no depositaba toda su confianza en
nadie; ni siquiera en Hoover, un hombre al que calificaba como “mi mejor y más cercano amigo personal en la
vida pública”. Llevaban siendo “compinches”,
en expresión del propio Nixon, más de veinte años. Hoover lo había guiado
cuando era un inexperto recién llegado al Congreso en 1947. Su tutela en las
tácticas políticas de la guerra contra el comunismo había representado la
primera experiencia de poder de Nixon. Habían compartido sus pensamientos en
confianza cientos de veces a lo largo de la década de 1950. Hoover nunca había
perdido el contacto con Nixon, y le había proporcionado asesoramiento político
durante su largo exilio de Washington.
Hoover había, sido pues, algo más que una fuente de
información secreta: era un asesor político de confianza y nunca había dejado
de alimentar el temor de Nixon a la subversión política. Nixon también aprendió
a Hoover cómo mentirle al Congreso sobre las escuchas telefónicas sin que lo
pillaran.
Estoy convencido de que si Hoover hubiera estado
cuando se dio lo de Watergate, le hubiera dado una mano a su viejo amigo para
que sorteara el problema. Ambos tenían algo en común, su desprecio hacia el
comunismo, que en Hoover parecía algo patológico. Su odio hacia el comunismo
fue tan obsesivo, que a fines de la década del cincuenta salió a la luz “Maestros
del engaño”, un texto donde el Director de FBI llama al comunismo una religión
falsa encaminada a destruir la civilización occidental. Dice Hoover en el preámbulo
de su libro:
“El comunismo es algo más que una doctrina económica,
política, social o filosófica. Es una forma de vivir, una falsa “religión”
materialista. Se propone arrancar al hombre su creencia en Dios, su tradición
de libertad, su fe en el amor, la justicia y la misericordia. Bajo el
comunismo, todos se transformarían, como muchos se han transformado ya, en
esclavos del siglo veinte.
Desde 1917 he observado con gran preocupación el
surgimiento del comunismo internacional, y especialmente los esfuerzos
comunistas por infiltrarse e infectar nuestra forma norteamericana de vida. El Partido
Comunista Norteamericano nació en 1919 como grupo pequeño, desorganizado, de fanáticos.
Ahora es un grupo de conspiradores, con un propósito fijo, que funciona en
condiciones modernas, como parte de una revolución. Es indudable que los
Estados Unidos son al presente el blanco principal del comunismo internacional.
(...) No debemos olvidar que el Partido Comunista
es un estado dentro de otro estado. Tiene su sistema propio de “tribunales”,
asambleas legislativas, escuelas y prensa. Impone sus propias leyes, establece
sus propias normas de conducta y señala su propio camino a Utopía. El miembro
del Partido puede residir corporalmente en lo Estados Unidos, pero “vive” en un
“mundo” comunista.
Además, el Partido hace las veces de una “correa transmisora
“por medio de la cual se impone la mentalidad soviética, tanto directa como indirectamente,
a muchos miles de norteamericanos. El propósito del Partido es producir un
camarada “políticamente maduro” – un “hombre comunista” – que trabaje
incesantemente en favor de la revolución que convierta a la postre a los
Estados Unidos en parte del sistema soviético”.
(“Maestros del engaño”, J. Edgar Hoover, Editorial Letras, S.A. México, D.F., 1960).
Carl Bernstein y Bob Woodward en las oficinas del Washington Post |
En la actualidad con los “destapes” de Julian Assange a través de Wikileaks y las denuncias
hechas por Edward Snowden sobre el espionaje masivo de la CIA, se ha puesto en
evidencia que las malas artes de hombres como Hoover y Nixon se han dado, se
dan y se darán siempre en aras de la “seguridad
nacional”. Termino este breve artículo con las palabras que Alexander
Hamilton, economista, político, escritor, abogado y soldado estadounidense, escribió
en 1787:
“La seguridad frente al peligro externo es la más poderosa
directriz de la conducta nacional. Hasta el ferviente amor a la libertad, con
el tiempo, dará paso a sus dictados. La destrucción violenta de la vida y la
propiedad inherente a la guerra, el continuo esfuerzo y alarma que conlleva un
estado de constante peligro, obligaran a las naciones más apegadas a la
libertad a buscar su sosiego y seguridad en instituciones que tienen tendencia
a destruir sus derechos civiles y políticos. Para estar más seguras, finalmente
se mostraran dispuestas a correr el riesgo de ser menos libres”.
¿EDUCACIÓN?
Después de la Primera Guerra Mundial y con la
Revolución Rusa en auge, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas vio
implementarse el número de bibliotecas en forma considerable. Sólo en la
provincia de Tver se llegó a 3000 bibliotecas; otras pasaban las 1000. La
concurrencia de lectores, gracias a la constante difusión que los maestros de
escuela impartían, alcanzó cifras de gran importancia. Esta transformación fue
de la mano uno de los más trascendentes decretos soviéticos: la liquidación del
analfabetismo. Otro cambio importante se dio en la música y en el teatro.
Muchos jóvenes mayores de 16 años con aficiones musicales y dramatúrgicas se
han visto beneficiados por esta tarea.
Se instauró 3000 teatros para promover esta
actividad cultural entre los campesinos en todo el país, y se incentivó a los
escritores a mostrar un nuevo repertorio, dejando atrás los elementos nocivos a
la gran transformación que vivía el país.
Esta reflexión me hace pensar en las escuelas
peruanas en las cuales he pasado cuatro décadas de mi vida. Hoy existen unos
colegios con una visión única: hacer ingresar
al estudiante a como dé lugar a la universidad, es decir, academias pre
– universitarias con la falsa denominación de colegio. Las bibliotecas en estos
colegios no existen, no es algo que tenga importancia: los llamados plan lector
son un saludo a la bandera, negocios soterrados con las editoriales para
esquilmar el bolsillo de los padres de familia. Si estos “colegios” destinaran
sólo el 5% de sus millonarios ingresos en la compra de libros para incentivar
la lectura ya sería un gran paso. Pero
eso no les interesa a quienes promueven estos “exitosos” colegios, la lectura
no figura en sus “concepciones educativas de vanguardia”. El Estado, a través
del Ministerio de Educación, no ejerce ningún control sobre estos colegios, las ovejas quedan a merced de los lobos a
vista y paciencia de los pastores. Sus gastos están orientados a una
propaganda falaz y embustera. ¿Y qué promocionan?
Niños de sexto grado que ingresan a la universidad,
campeones nacionales e internacionales en concursos donde ganan medallas al por
mayor. Es decir, sólo se ocupan de una élite conformada por talentosos a
quienes someten a un régimen monstruoso de preparación durante todo el día.
Estos jóvenes representan en su población escolar, que a veces alcanza a los
10000 estudiantes, sólo el 1.3%. Los colegios tradicionales para familias
pudientes, verbigracia, “San Silvestre, Markham, Raymondi, Roosevelt y otros”,
no participan en estos “concursos de
niños genios”. Ellos forman hombres en el campo de la ciencia y las
humanidades, pero sobre todo, en valores. Lo más grave de estos colegios pre –
universitarios, es que los padres de familia envían a sus hijos a estas
instituciones para asegurarles un ingreso; la enseñanza en valores, percentiles
ortográficos, redacción de textos, el hablar bien y adecuadamente, el análisis
e interpretación del discurso no les interesa. Fruto de esta paupérrima
enseñanza es el fracaso que los jóvenes experimentan al llegar a la universidad. Muchos de los que se
gradúan presentan un perfil de formación superior que puede ser tildado de
deficiente. Como diría García Márquez, este es el tamaño de nuestra soledad.
Otra idiota dice: «Mi pareja y yo intentamos tener sexo en el mar y tuvimos varios percances: se rompió el preservativo y casi nos ahogamos. ¿Cómo lo volvemos a intentar?». Señor, si tu sabiduría es tan grande, ¿por qué no los ahogaste? Otro tipejo dice: «Durante el verano me abstengo del sexo porque me aterra oler mal cuando sude durante el coito. ¿Es normal que eso me suceda? (sic)». Otro infeliz escribe: «Mi esposa ha dado a luz hace cuatro meses y no quiere saber nada de sexo. ¿Se va a quedar así para siempre?». A este le contestaríamos que si no se esfuerza por mejorar en la cama, el que lo está atrasando lo seguirá manteniendo en ascuas. Escuchemos a un último neanderthal: «El chico que me gusta tenía vellos en la espalda en invierno y ahora lo veo sin un vello en la playa. ¿Será gay?» Lo único que cabe después de leer estas idioteces es decir como el guaso Pepo: ¡Plop!
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¿LITERATURA INFANTIL?
Me dicen que un joven “escritor” anda como loco
tratando de conseguir mi número telefónico. ¿Cuál es la razón? Hacerme una
visita para charlar de literatura.
Quienes me conocen de años saben que nada me hace
más dichoso que estar solo, porque soy enemigo de recibir visitas y menos aún
hacerlas. Muchos no convergen con estas costumbres anacoretas que tengo desde
niño. No se fingir, cuando alguien me dice que quisiera visitarme le respondo
con toda franqueza que aquello me haría sentir muy incómodo; nada me costaría
mentir pretendiendo que no voy a estar en casa, pero mi naturaleza no va por
ahí: ya con tolerar a Milagros y que ella soporte mis malhumores y mis achaques
tengo bastante. Que piensen de mí lo que quieran, eso me tiene sin cuidado.
Prefiero meterme entre frazadas a leer poesía o buena prosa antes que soportar
una conversación banal y anodina como suelen ser la mayoría de las visitas.
Con el tiempo se me ha hecho intolerable las
costumbres típicas de todo ser humano: leer un periódico, ver televisión,
visitar a la familia o a los amigos y otros estereotipos por el estilo. Hace
años que no leo un periódico: no me interesa la política, los temas económicos,
los deportes y tantos otros rubros con que se llenan los tabloides. Sí disfruto
de buenas películas que veo en casa con Milagros. Videos de óperas, conciertos,
obras de teatro y otras delicias culturales que tanto regocijo me causa.
Regresemos a este joven Telémaco que busca a su Ulises. He tratado de conversar
con él sobre literatura las pocas veces que hemos coincidido en algún lugar; ha
sido imposible, su ignorancia no sólo en literatura sino en otros campos del
saber orilla en la orfandad.
No ha leído a los clásicos, a los del Boom, ni
poesía, ni antropología, ni historia y un largo “ni” con características de un infinito etcétera. ¿Qué se puede hablar de un pobre diablo así?
Soy enemigo del feinte,
del pey inglés. Las poses no me van,
sólo caigo en ellas obligado por Milagros a la hora que quiere tener unas
instantáneas mías en su cámara: eso es parte de la tolerancia en una relación
de amantes.
Este joven es uno de los tantos “escritores” (jóvenes y viejos) que se
les ha dado, como una moda con la cual pueden hacerse de unos centavos, por
escribir para niños. Han aparecido como un enjambre de moscas sobre un basural.
Nunca falta un ladino impresor dispuesto a invertir en estos aventureros. La
mayoría de ellos, seguidores se las populares Sagas, toman un papel y comienzan a escribir como dementes.
Diminutivos a granel (se escribe para niños, dicen), construcciones de historias sin pie
ni cabeza que nos hacen recordar al Frankenstein de Mary Shelley. Estos señores
han hecho de las historias infantiles un ornitorrinco, ese gracioso animal,
según Borges, armado con partes de otros animales. Esta reflexión mañanera me
hace recordar a un “endiosado” y “venerado” escritor de literatura infantil
que, con todo desparpajo, me dijo que él apuntaba en un papelito alguna
ocurrencia y, que cuando tenía algo de tiempo, inventaba alguna historia, “total, los niños son tan ingenuos”,
concluyó. Y pensar que hay escritores que se rebanan los sesos para lograr una
“pequeña joya” con la cual obsequiar a un niño. Meses de tiempo invertido para
que al fin aparezcan en limpio cuatro o cinco cuartillas.
Conservo otra perla, esta me llega de una
“escritora” (las mujeres no son ajenas a esta paidofilia). Bebiendo un vino con
Alberto Valcárcel y Jorge Bacacorzo en el mal llamado bulevar de Quilca, se nos
“acopló” una jovencita no tan jovencita, con aires de intelectualoide. Nos arrojó
cada piedra. He aquí algunas: libros que había leído (Rayuela de Kundera; La
guerra y la paz de Carpentier; La canción
de los Bibelungos cuyo autor no recordaba). Huelgan los comentarios. De literatura
no sabía ni el ABC, pero si sabía
apropiarse de lo ajeno, porque se bebió media botella de vino como quien se
bebe una soda. También, antes de marcharse a llevar su sapiencia a otras mesas,
nos dijo que el primer libro que iba a escribir lo iba a hacer en un rollo de
papel higiénico. Originalidad no se le podía negar a esa garabita. Alberto estaba
horrorizado y Jorge miraba de un lado a otro como buscando a Dios para que le
diera una explicación. Han pasado algunos años y la susodicha dama es ahora “creadora” de un Plan Lector. Espero que
haya dejado atrás esa mala y gratuita borrachera para que los niños y jóvenes de
ahora reciban de ella lo mejor que pueda darles. En las viñas del Señor hay
espacio para todos.
CRÍTICO DE CRÍTICOS
Las opiniones de muchos críticos son como el terrón
de azúcar que se diluye en el agua; con el tiempo el terrón se desvanece y ya
no se percibe su imagen en el líquido.
Por el contrario, el escritor es hiero duro, piedra
sólida que aún hecha arenilla perdura, no desaparece. Juzgar las opiniones de
un crítico no es trastornar las leyes naturales, es poner las cosas en su
sitio. No contestarle es darle la infalibilidad que no posee. Muchos de ellos
poseen la imaginación hiperbólica de la mitología turca: ven oleajes
tempestuosos en el charco donde caen gotitas de una lluvia cojuda; perciben en
su caliginoso pensamiento un monstruo con más cabezas que Cancerbero en una
mosca que juguetea con las fibras de una bola de bosta. Donde penetra un
alfiler creen haber visto hundida la espada de Alejandro; los susurros de una
monja orando salmodias y jaculatorias los confunden con los gritos de Aquiles
llamando a Héctor a la contienda en las puertas de Troya. Moliere en “El Misántropo”, refiriéndose a los críticos,
pone en boca de Celimena, enamorada de
Alceste:
“Sí [hablando de su tío Damis]; pero quiere tener demasiado talento, cosa que me harta, vive en perpetuo
énfasis y en todas sus palabras se advierte que se esfuerza por decir grandes
cosas.
Desde que se metió en la cabeza que era ingenioso, nada le satisface,
tan difícil es su gusto; quiere ver defectos en cuanto se escribe, y piensa
que no es propio de un literato la alabanza, que ser sabio es encontrar algo
que criticar, que admirar y reír es bueno sólo para los tontos, y que al no
aprobar ninguna de las obras contemporáneas se pone por encima de los demás; encuentra qué reprender hasta en las conversaciones; son temas demasiado vulgares para dignarse
descender a ellos: y con los brazos cruzados mira compasivamente de lo alto de
su espíritu cuanto dice cada uno”.
(“El misántropo”, Acto II; esc. V)
Nota: El subrayado es mío.
LA FE CIEGA DE UN KAMIKASE
Javier Valle Riestra es un intelectual con luz
propia: constitucionalista eximio, profesor de polendas son algunas
decoraciones que Valle Riestra ha sabido plasmar en su hoja de vida; pero su fe
ciega por el APRA arrasa con todas sus virtudes mandándolo al lodazal en que
Alan García ha convertido al aprismo. En ese terreno cenagoso donde pululan las
ratas y los búfalos, Valle Riestra es una orquídea que trata, con sus
pergaminos, convertir el estercolero de Eumeo en un oasis del paraíso.
Lamentable el hecho de que este viejo político cierre los ojos a los
narcoindultos, al escándalo de los petroaudios, a la masacre del Frontón, al
lujoso departamento de París que compró García en su primer gobierno o al tren
eléctrico, ese monumento al desamor que, García siente por el Perú.
Luis Alberto Sánchez olió lo podrido que había en
ese joven arribista de las elecciones de los 80 y poco a poco fue
distanciándose de él. Este “ladrón de siete suelas” como lo llamó Hugo Chávez o
picabolsos como lo calificó su ahora compinche electoral, Lourdes Flores Nano,
pretende ser presidente por tercera vez, hazaña que Valle Riestra aplaude como
si se tratara de batir el record de la gobernabilidad en el Perú (Leguía fue
elegido tres veces en elecciones algo más que fraudulentas). Valle Riestra
llama a García eximio orador y estadista. ¡Qué triste forma de envejecer! Yo lo
llamaría a Caco García parlanchín, charlatán, bocazas, picotero, bazagón,
bocirroto, churullero; los epítetos sobran para definir a este asaltante del
erario público. Sus poses de intelectual van de la mano con su vanidad cuando
quiere destacar lo que cree sus logros; se regodea de forma casi grosera en sus
supuestas virtudes. Su lealtad a apoderarse de lo ajeno está conectada
subconscientemente con el mismo instinto que lo impulsa a obtener poder y
gloria para sí, pero incluso aquí no hay necesidad de cuestionar su gran olfato
para percibir el lugar preciso en donde aflora la coima, el dinero sucio, la
comisión ilícita. Para García el poder engendra dinero, pero cuando todavía no
se ha alcanzado el poder siempre hace falta dinero. Por eso busca a los
empresarios, esos delincuentes de saco y corbata que mueren por el dinero
lícito e ilícito. García conoce bien al pueblo que tiene al frente, sabe que
esa chusma puede ser inducida, sobornada, manipulada a su antojo para apoyar
sus ambiciones y la de sus asociados. Nacido para delinquir, García sabe apelar
a los instintos primitivos de las masas a través de un lenguaje florido,
armónico, grandilocuente. Es lógico que ente Toledo que masca el idioma como si
chacchara coca, Acuña a quien el castellano le resulta más difícil que
discursear en árabe, Kuczynski que habla como turista, Keiko que se expresa
como vendedora de chifa callejero o de un Humala que parlotea al mejor estilo
de Sánchez Cerro, cualquiera, con un poco de calle, habla mejor. El APRA murió
cuando Haya pacto con Odría; los intelectuales de la vieja guardia como Seoane,
Sánche, Priale o Tausen son recuerdos gratos en el panteón de la estrella.
Demagogos y ávidos lectores fueron Chirinos Sotos y Carlos Enrique Melgar, pero
Alán García no pinta ni para demagogo. Maltrata los versos de Vallejo y
Calderón; lee a Gransci y a Mark y no los entiende. Si abre un libro de Popper
o de Heidegger lo cierra en las primeras páginas. Nunca fue el lector que dice
ser, sus discursos están plagados de autores que nunca ha leído, de libros que
solo conoció de caratulas. Su cultura se alimenta de leer y releer las
contratapas de los libros. En el APRA la música y el baile de calatas han reemplazado
la fina oratoria y la retórica. Las ideas, los programas y las reformas las
sustituyen el insulto, el “destape” y la zancadilla. La imagen del García
intelectual es la que Valle Riestra nos quiere vender carne de búfalo por
pernil de cerdo. Valle Riestra es el Kamikase que quiere hundir los
destructores de la corrupción aprista, los portaviones de la coima con sabor a
tren eléctrico, los acorazados del narcoindulto, los cargueros de la inmundicia
en que Alán García convirtió junto con Fujimori al Perú. Triste final para
quien era uno de los hitos sagrados para muchos jóvenes que creen que el cambio
en el Perú será posible algún día. Toda perversa elección en el Perú está hecha
de tristes olvidos.
HEREDEROS DE AL CAPONE
Como toda organización criminal, Alan García y su
banda, supieron construir una línea jerárquica donde cada una de las personas
implicadas solo estaban al tanto de lo concerniente a su eslabón en la cadena
delictiva. Es como la planificación que se hace para llevarse el dinero de un
banco. Los hombres que perforaron el túnel para llegar hasta la bóveda
desconocen quienes van a penetrar por él y estos a la vez no conocen la
identidad de los “topos”; a su vez,
ambos grupos no saben quién será el que ponga fuera de combate al vigilante de
turno, ni quien fue el “datero” que
trabaja en el banco y dio la información necesaria para llevar a cabo el robo.
Este no sabe quién es el cabecilla de la organización delictiva, pues no lo ha
visto nunca no lo vera jamás. Consumado el hecho, cada quien recibe su parte
del botín y la organización se disuelve, se hace humo. Si cae alguien, serán
los peones, pero por más investigaciones que se hagan el rey estará siempre a
buen recaudo. Por eso es que García sonríe tanto y se pasea por el Palacio de
Justicia convencido de que nunca llegarán a él, pues, la cadena delictiva hace
rato que se desintegró y no había forma de soldarla. Así han actuado las bandas
de Fujimori, Toledo y Humala. Y así, a vista y paciencia de un pueblo
embrutecido en fútbol, el señor Kuczynski está también haciendo lo suyo.
LA INGENUIDAD DE LOS IDIOTAS
«A mi
enamorado y a mí nos gusta el “sexo duro” y nos preocupa que el pene se pueda
fracturar. ¿Es posible?» (sic), escribe Camila,
del distrito de Magdalena. La pequeña misiva está dirigida a la columna Campo de Venus, ese consultorio sexual
de la revista Somos del “El Comercio”, que se ha convertido
desde hace buen tiempo en el club donde muchos cojudos desfilan para mostrar la
poca materia gris que tienen en la cabeza. Otra cojuda, esta vez Andrea, de San
Juan, dice: «Mi marido tiene problemas de
disfunción eréctil, según él causados por la coyuntura de las elecciones
presidenciales. ¿Es normal o me está engañando?». A esta habría que
aconsejarle que averigüe en que cama, el pendejo de su marido, está depositando
su “voto en blanco”. Y a Camila, que
debe haber pasado por el colegio volando por sobre las aulas, habría que
decirle que “el pene no tiene huesos,
animal”. Escuchemos a otro espécimen, Hernán de Surco: «Mi nueva novia no cree en mi método anticonceptivo. Masturbarme antes
del coito para que no quede ningún espermatozoide como para embarazarla. ¿Cómo la
convenzo?» ¿Pero, se necesita ser muy inteligente para darse cuenta que una
tiene como novio a un tarado? Y siguen las consultas, cada cual más
bestializada. Vale la pena escuchar otras más: «¿Cuál es la enfermedad de transmisión sexual más contagiosa (aparte
del VIH) y las probabilidades de curación total? ¿El preservativo garantiza una
protección superior al 90%?» (Luis, de Miraflores) ¡Ay! Luisito, con qué
cochinas te acuestas.
Otra idiota dice: «Mi pareja y yo intentamos tener sexo en el mar y tuvimos varios percances: se rompió el preservativo y casi nos ahogamos. ¿Cómo lo volvemos a intentar?». Señor, si tu sabiduría es tan grande, ¿por qué no los ahogaste? Otro tipejo dice: «Durante el verano me abstengo del sexo porque me aterra oler mal cuando sude durante el coito. ¿Es normal que eso me suceda? (sic)». Otro infeliz escribe: «Mi esposa ha dado a luz hace cuatro meses y no quiere saber nada de sexo. ¿Se va a quedar así para siempre?». A este le contestaríamos que si no se esfuerza por mejorar en la cama, el que lo está atrasando lo seguirá manteniendo en ascuas. Escuchemos a un último neanderthal: «El chico que me gusta tenía vellos en la espalda en invierno y ahora lo veo sin un vello en la playa. ¿Será gay?» Lo único que cabe después de leer estas idioteces es decir como el guaso Pepo: ¡Plop!
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