Para Eduardo Jáuregui
Carbajo,
a su noble corazón y amistad
entrañable.
LA HERENCIA DEL
BUEN DIOS
“Y atónito por
el terror de las cosas que verán tus ojos”,
versa el Deuteronomio (XXVIII, 34). Estas palabras encajan en las ensangrentadas manos
de un sanguinario Dios, creador del Hombre, esa especie de Homo Sadicus que se ha propuesto, con mucho éxito, destruir el
hábitat en que ha vivido por miles de años. La crueldad, el sadismo, el
espíritu asesino y vengativo, la maldad en todos sus matices, todo está ahí,
esperando aflorar en su momento porque está en la esencia humana.
CATOLICISMO Y NAZISMO, SANGRE DE UN MISMO RÍO
El presente está unido con el pasado por lazos
imperceptibles. En el drama de Rolf
Hochhuth, uno de los libros de más repercusión en su tiempo, El gobernador general, un verdugo de
las SS hitlerianas, dice al sacerdote Ricardo Fontana: “Somos los dominicos del siglo técnico. Vuestra Iglesia ha mostrado
precisamente que se puede quemar a los hombres como el carbón. Tan sólo en
España, sin recurrir al crematorio, habéis incinerado a 350,000 personas,
quemándolas vivas caso todas…”
Con un poco de reflexión podemos llegar a la siguiente conclusión: ¿no existen acaso nexos de continuidad entre las hogueras de la Santa Inquisición y los crematorios de los campos de concentración de Auschwitz de la Alemania Nazi; entre las mazmorras sofisticadas del “Santo” tribunal de la Inquisición y las cámaras de torturas de la Gestapo?
Y qué decir de los centros de tormento de las sociedades modernas que no distan en sadismo de los juicios promovidos contra las “brujas” en la Edad Media y la “caza de brujas” que se práctica actualmente en muchos países del mundo llamados civilizados.
Una vez puesta en marcha, la Inquisición se asemejo a un perro rabioso desencadenado, que muerde sin hacer distinción entre los suyos y los ajenos. Porque el diablo intentaba descarriar no sólo a los marranos y los moriscos, y no sólo a plebeyos, sino también a los cristianos más poderosos y más fieles a su religión.
Así razonaron los inquisidores, y por eso trataron con recelo y desconfianza no sólo a los de abajo, sino también a los de arriba – los allegados del rey, los círculos universitarios, los teólogos y escritores-, es decir, el medio a que pertenecían ellos mismos. Sus desafueros y su poder fueron aumentando a medida que depuraban ese medio, “escardando” a los elementos inseguros y vacilantes, que actuaron “por incitación del diablo”.
En Tomás de Torquemada se ve cuántas arbitrariedades podía cometer un inquisidor investido de poderes ilimitados, enérgico, vanaglorioso, engreído y vengativo, que no se detenía ante nada. Así fueron la mayoría de los inquisidores españoles. Esto explica por qué las muelas de la Inquisición trituraban no sólo a los culpables, sino también a gentes inocentes e incluso a algunos de los individuos más fieles de la Iglesia.
El filósofo español Juan Luis Vives escribió a principios del siglo XVI, en una carta a Erasmo de Rotterdam: “Pasamos por tiempo difíciles, en los que no se puede hablar ni callar sin peligro”. Fue a fines de este siglo XVI, exactamente el 27 de febrero de 1593, Giordano Bruno fue recluido en la cárcel de la Inquisición en Roma. El primer interrogatorio tardó en efectuarse hasta el 16 de diciembre de 1596. Es decir, el nolano estuvo enterrado prácticamente durante casi cuatro años en los sótanos del “Santo” tribunal romano que esperaba sacar de ello el doble provecho: “ablandecer” al recluso, doblegar su voluntad de resistencia, por una parte, y de otro lado ganar tiempo para estudiar detalladamente las numerosas obras del filósofo y hallar en ellas algo que probara el carácter herético de sus concepciones.
La congregación del Santo Oficio que enjuicio a Giordano Bruno estaba integrado por prelados con rango de Cardenal y poseedores de una crueldad y avaricia remarcables. Entre ellos se encontraba Sarnino, encargado del Índice de los libros prohibidos; Sfondrato, hijo ilegítimo del Papa Gregorio XIV (se decía de él que en un año de Gobierno de su padre acaparó por saqueo más riquezas que otros conseguían en un decenio); Camillo Borghese , el futuro Papa Pablo V y el Jesuita Roberto Bellarmino, homúnculo (era de baja estatura) cruel, unos de los ideólogos de la Contrarreforma, que posteriormente tomó parte relevante en el proceso de Galileo.
Cuanto hubiera querido Adolfo Hitler contar entre sus S.S. con estos “ángeles” de alas negras cuyo paso por la humanidad esta cubierto de tanta sangre inocente. Católicos o nazis, es lo mismo, la crueldad está en la esencia humana.
METAMORFOSIS
Nació Pedro, pero desde niño sintió un escozor
incomprensible cuando escuchaba su nombre. Cuando presintió que le sonaba
traidor, se lo cambio por Peter, total, si había más trinchudos que él y se
llamaban Maycol, Jon, Chester, Yony, Foster, Clinton; porque él no podría ser
Peter, como Fonda o Frankton.
Luego, el Maldonado, le cayó como estigma, un
salivazo al rostro, un pedo subrepticio, una patada en el culo: Maldonado,
maldiciente, maldito, maldición, maldadoso, todo malo, nada bueno; hasta
maricon le dijeron una vez y eso no iba con él; allí empezó la Metamorfosis del
apellido paterno, hasta convertirse en Peter McDonald’s, un hijo de puta, pero
con nombre gringo.
HOMS, LEGADO DE
CENIZAS DE STALINGRADO
En su poema “Oraciones
para los momentos supremos”, el poeta metafísico inglés John Donne (1572 –
1631) dice:
“Ningún
hombre es en sí equiparable
a
una isla/ todo hombre es una parte
del
continente/ un trozo de tierra firme. /
si
el mar se llevara lejos un terrón, /
Europa
lo perdería como si fuera un
promontorio/
…
Como si se llevaran la casa solariega/
de
tus amigos o la tuya propia. /
La
muerte de cualquier hombre me
disminuye/
puesto que estoy implicado
en
la condición humana/ por eso no
busques
saber/ por quién doblan las
campanas/
están doblando por ti”.
Todo hombre que muere se lleva con él parte de mí,
es el diáfano mensaje de un hombre cuya poesía revela un alma en tensión
constante, paradójica, ingeniosa y contradictoria.
Qué lejos se hallan estos versos del alma humana,
de esa enferma que deambula desquiciada por los meandros de un rio teñido de
sangre. Allí están para avalar esta triste realidad de las constantes guerras que a lo largo de
la historia nos han mostrado la triste realidad de la esencia humana. ¿Cuántos
seres murieron durante las dos grandes guerras? Y qué decir de las más
recientes: Vietnam, Corea, la del Golfo, Irak: una sinfonía sanguinolienta de
nunca acabar.
Una de las batallas más cruentas de la Segunda Guerra Mundial fue la de Stalingrado, ciudad que fue sitiada por el ejército alemán, pero que resistió al enemigo con una tenacidad inimaginable, al punto que los empecinados soldados germanos, medio muertos de hambre y frío, ya no estaban en condiciones de proseguir la lucha. De los doscientos cincuenta mil hombres que componían las fuerzas del VI Ejército, se redujeron en pocas semanas a unos cien mil, débiles y agotados. Los restantes cayeron en la lucha, murieron de frío o fueron hechos prisioneros por los rusos. El 10 de enero de 1943 comienza el último gran ataque soviético sobre los defensores alemanes de Stalingrado, ya en ruinas. Las heladas ruinas de la ciudad están enrojecidas por la sangre y ennegrecidas por la pólvora y el humo.
El historiador francés, Claude Bertin, nos ha
dejado un escalofriante testimonio de más de 240 páginas del espectáculo
dantesco que se vivió en la ciudad rusa de Stalingrado: “Un poco más lejos se distingue el humo de una hoguera que sale de un
sótano donde los ametralladores se calientan en torno al fuego. Los
supervivientes de esta ciudad del horror hacen toda su vida en la obscuridad de
los sótanos. Sobre la carretera que conduce al Volga, se ven entremezclados
montones de piedras, de barricadas, de cadáveres de tanques soviéticos incendiados,
de cañones demolidos. Sobre este decorado de desolación lanzan los alemanes el
14 de octubre la ofensiva más sangrienta, la más feroz de toda la batalla del
Stalingrado. Sobre un frente de cuatro o cinco kilómetros, proyecta Von Paulus
cinco divisiones de infantería y dos divisiones de tanques.
Desde el
amanecer una formidable barrera de artillería y morteros aplasta a los
defensores soviéticos. En el transcurso de la jornada, la Luftwaffe efectuará
más de dos mil salidas. Aquella mañana no se oirán en Stalingrado las
explosiones separadas. El ruido de todas ellas se confunden en un enorme trueno
ininterrumpido. Los soldados no alcanzan con la vista más allá de cinco metros;
tan densos son el humo y la polvareda en las calles y las ruinas. En el puesto
de mando del general Tchuikov, jefe del LXII Ejército Ruso, puesto excavado en
el acantilado del Volga, los cristales se han quebrado en mil pedazos, por el
simple efecto de las vibraciones. Después de cuatro horas de bombardeos, la
infantería y los tanques alemanes pasan al ataque. El grueso de la infantería
se lanza por el norte de la ciudad contra la fábrica de tractores Dzerjinski.
Los zapadores de la Wehrmacht consiguen
hacer saltar los campos de minas que obstaculizan la carretera a los
asaltantes.
Tras un combate
de cuatro horas los soldados alemanes fuerzan las defensas soviéticas, penetran
en territorio del a fabrica y llegan hasta el Volga, avanzando un kilometro y
medio. Los oficiales y soldados soviéticos no han retrocedido: los alemanes han
avanzado sobre una alfombra de cadáveres. Ellos mismos han dejado en tierra a
mil quinientos hombres y cincuenta tanques” (“La Segunda Guerra Mundial”, Claude Bertín; tomo 9). Después de 180 días de batalla, el 3 de febrero de
1943, Alemania claudicó. Miles de soldados alemanes fueron hechos prisioneros;
sólo unos cuantos regresarían a Alemania
con vida. Había llegado el turno de los rusos para el ensañamiento, el
mismo del que habían hecho gala los soldados alemanes. Una de las razones más
importantes de la victoria de Stalingrado fue la increíble resistencia de la
población rusa al sufrimiento. En una ciudad convertida prácticamente en un
horno, la actividad industrial se mantuvo casi hasta el fin de los combates.
Los hombres y las mujeres trabajaron en las fábricas. Allí retuvieron el
material a fin de estar preparados, el
día de la liberación, a remitirlo según las necesidades del Ejército Rojo. Y cada noche, estos hombres,
estas mujeres, regresaron a través de las calles cubiertas de embudos, y bajo
bombardeos incesantes, a las ruinas y sótanos que les servían de domicilio.
El aprovisionamiento era deplorable, mísero.
Espantosas las condiciones de higiene. La supervivencia en la ciudad era tan
difícil que hasta los perros intentaban huir.
Hoy, después de más de 65 años de esa vesánica
batalla, el recuerdo de Stalingrado parece renacer en la ciudad siria de Homs.
El gobierno sirio liderado por un Hitler de actualidad, Bashar al Assad,
pretende acallar los gritos de rebeldía de los pobladores de Homs con
proyectiles de mortero, y misiles y fuego de helicópteros, lanzados sobre los
barrios de esta inerme ciudad siria. El mensaje es muy claro, castigar a la
población de Homs por haberse atrevido a levantarse contra el régimen
arbitrario de Bashar al Assad, y que este escarmiento amilane la intención de
nuevos levantamientos en Damasco y Aleppo. Democracia a bombazos, democracia
masacrando y matando hombres, mujeres y niños inocentes que nada tienen que ver
con esta insurrección.
“Nadie sale de
Homs” es la consigna del
genocida Bashar al Assad. Visto así, la ciudad de 80000 pobladores, queda a
merced de una agresión militar en toda regla. Los cuantiosos heridos mueren en
casas particulares por falta de medicinas.
Al no permitirse. Corredores humanitarios, los heridos no pueden ser atendidos fuera de la ciudad: sin personal médico, sin medicinas ni reservas de sangre, la muerte es cuestión de días. Cuando algunos pobladores, desesperados por la situación que se vive, tratan de negociar con los puestos de control militar para tratar de salir de la ciudad argumentando tener heridos, ancianos enfermos o niños pequeños con ellos, la respuesta es siempre la misma: nadie sale de Homs.
Hay formas de matar a un hombre, miles diría yo, la desesperanza es una de ellas. Bashar al Assad está matando la esperanza de cada uno de los miles de sitiados en Homs cuando todo se ha perdido, cuando no queda esperanza alguna, la vida es un oprobio, y la muerte una necesidad, parece decir el sátrapa sirio. Cada día que transcurre en la sitiada ciudad, se contabiliza, por lo general, un centenar de muertos. Gracias a la tecnología moderna se pueden apreciar videos ciudadanos que, burlando la férrea vigilancia que el ejército impone, logran salir de Homs: las escenas de masacres – niños despedazados, hombres y mujeres mutilados y decapitados - se suceden con otras de violencia mas sibilíticas. Los escasos depósitos de agua han sido agujereados por las balas, con el valioso liquido escapando por los orificios sobreviene la inanición, que haya un muerto más, que importancia tiene, debe ser el pensamiento del líder sirio.
Según las informaciones filtradas desde la ciudad,
un número indeterminado de recién nacidos prematuros que yacían en incubadoras,
han muerto por el corte de suministro eléctrico ordenado por los represores. El
objetivo de tan brutales medidas, seria allanar el camino para permitir la
entrada del Ejército y proceder a la detención de los varones, en una
repetición de lo que fue la masacre de Hama de 1982 ordenada por el presidente
de entonces, Hafez al Assad – padre de Bashar – y ejecutada por su hermano,
Rifaat al Assad. Y como la vida y la
historia están llenas de ironías, la que cerca y bombardea con saña la ciudad
de Homs, es la IV División del ejército sirio comandado por el hermano del
actual presidente, Maher al Assad.
Ante este hecho incomprensible que vislumbra para
Homs un futuro sombrío, cabe preguntarse donde están los organismos
internacionales cuyo fin, para el que fueron creados, es velar por la justicia
en el mundo. En Siria no hay petróleo, de ahí que el país más intervencionista
del mundo, los Estados Unidos de Norteamérica, haga oídos sordos. No habría,
por parte de los habitantes de Homs, con que pagarles el favor. En Libia si
intervino Estados Unidos. ¿Por qué? Porque allí si había petróleo con que
pagar. La cosa es bien clara, la comunidad internacional lucha por algunos y a
otros los abandona. Allende era un
peligro para Estados Unidos por el acercamiento que tenía con Fidel Castro:
vino el golpe de Pinochet apoyado por la C.I.A., en la Guerra de las
Malvinas el ejército ingles masacró al
ejército argentino: los estadounidenses no intervinieron, no ganaban nada.
Vista así las cosas, parece que el destino de la humanidad es una apología a la
muerte, aquí no caben las dudas ni la incertidumbre que tanto desveló a John
Donne:
“Muerte,
no te envanezcas, aunque te hayan
llamado/
poderosa y temible, porque
no
eres así, / ya que aquellos a
quienes
tú los crees abatidos, /
no
mueren, pobre muerte; ni a
mi
puedes matarme. / Del descanso y del
sueño,
que son imagen tuya/ fluye
mucho
placer; tú más nos puedes dar. /
Muy
pronto nuestros hombres mejores
van
contigo, / descanso de sus huesos,
libertad
de las almas. / Esclava del
destino,
del azar, de los desesperados, /
habitas
con la guerra, el veneno y el
mal;/
y pueden la amapola y la magia
dormirnos/
aún mejor que tu golpe.
Por
qué te envaneces. /Pasado un breve
sueño,
despertaremos eternos, / y no
habrá
ya más muerte; tú morirás,
¡oh
muerte!”
EINSTEIN NO
SÓLO MIRABA LAS ESTRELLAS
Explosión de la bomba atómica en Hiroshima, Japón. |
La suerte de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki
estaba sellada ya desde fines de 1938, aun cuando ambas serían borradas del
mapa por dos bombas atómicas recién en 1945. Todo comenzó en el Kaiser Wilhem
Institute, de Berlín, cuando Otto Hahn y Fritz Strassman, dos científicos
alemanes, hicieron un descubrimiento alarmante: bombardeando núcleos de uranio
con neutrones, quedaban en los desechos restos de bario.
Ambos científicos quedaron confundidos, puesto que
el bario tenía sólo ma mitad del peso del uranio y eso era algo sorprendente.
Después de consultar con otros especialistas, entre los que se encontraba Neil
Bohr, se llegó a la conclusión que la presencia de bario sólo podía ser
explicada por la ruptura o “fisión”
del núcleo de uranio.
Los experimentos más acuciosos que se sucedieron
demostraron que cuando se fisionaba el núcleo del uranio, se liberaban dos
neutrones y cada uno de ellos causaba una nueva fisión. En esencia, se producía
una “reacción en cadena” en una
pequeña fracción de segundo, liberando un enorme caudal de energía. Bohr captó
el potencial de este fenómeno para generar una súper bomba,
y cuando llegó a los Estados Unidos transmitió la información a Enrico Fermi,
uno de los principales físicos nucleares en el mundo, que había estado a punto,
él mismo de descubrir la fisión.
Surgió entonces la preocupación de que Alemania
pudiese apoderarse de las enormes reservas de uranio en el Congo Belga y, Leo
Szilard, científico que había trabajado anteriormente con Einstein, sintió que
tenía que hacer algo al respecto. Szilard, amigo de Einstein, sabía que éste
tenía una gran amistad con la reina de Bélgica. Es por ello que, junto con el
físico Eugene Wigner, Szilard se dirigió a la casa de verano de Einstein en
Long Island para hablar con él.
Franklin Delano Roosevelt |
Albert Einstein
Old Grove Rd. Point Peconic, Long Island.
2 de agosto de 1939
Franklin D.
Roosevelt
Presidente de
los Estados Unidos
White House Washington, D.C.
Señor.
Algunos
recientes trabajos de Enrico Fermi y L. Szilard, los cuales me han sido
comunicados en manuscritos, me llevan a esperar, que en el futuro inmediato, el
elemento uranio puede ser convertido en una nueva e importante fuente de
energía. Algunos aspectos de la situación que se ha producido parecen requerir
mucha atención, y si fuera necesario inmediata acción de parte de la
Administración. Por ellos creo que es mi deber llevar a su atención los
siguientes hechos y recomendaciones.
En el curso de
los últimos cuatro meses se ha hecho probable - a través del trabajo de Loiot
en Francia así como de Fermi y Szilard en los Estados Unidos – el inicio de una
reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio por medio de la cual se
generarían enormes cantidades de potencia y grandes cantidades de nuevos
elementos parecidos al uranio. Ahora parece casi seguro que esto podría ser
logrado en el futuro inmediato.
Este nuevo
fenómeno podría ser llevado a la construcción de bombas, y es concebible –
pienso que inevitable – que puedan ser construidas bombas de un nuevo tipo
extremadamente poderosas. Una sola bomba de ese tipo, llevada por un barco y
explotada en un puerto, podría muy bien destruir el puerto completo, así como
el territorio que lo rodea. Sin embargo, tales bombas podrían ser demasiado
pesadas para ser transportadas por aire.
Los Estados
Unidos tiene muy pocas minas con vetas de uranio de poco valor, en cantidades
moderadas. Hay muy buenas vetas en Canadá y Checoslovaquia, mientras que la
fuente más importante de uranio está en el Congo Belga.
En vista de
esta situación usted podría considerar que es deseable tener algún tipo de
contacto permanente entre la Administración y el grupo de físicos que están
trabajando en reacciones en cadena en los Estados Unidos. Una forma posible de
lograrlo podría ser comprometer en esta función a una persona de su entera
confianza quien tal vez podría servir de manera extraoficial. Sus funciones
serían las siguientes:
a) Estar en
contacto con el departamento de Gobierno, manteniéndolos informados de los
próximos desarrollos, y hacer recomendaciones para las acciones de Gobierno,
poniendo particular atención en los problemas de asegurar el suministro de
mineral uranio para los Estados Unidos.
b) Acelerar el
trabajo experimental, que en estos momentos se efectúa con presupuestos
limitados de los laboratorios de las universidades, con el suministro de
fondos. Para lograr esos fondos es necesario el contacto con personas privadas
que estuviera dispuestas a hacer contribuciones para esta causa, y tal vez
obtener cooperación de laboratorios industriales que tuvieran el equipo
necesario.
Tengo entendido
que Alemania actualmente ha detenido la venta de uranio de las minas de
Checoslovaquia, las cuales han sido tomadas. Puede pensarse que Alemania ha
hecho muchas acciones, porque el hijo del Sub-Secretario de Estado Alemán, Von
Weizacker, está asignado al Instituto Kaiser Guillermo de Berlín donde algunos
de los trabajos americanos están siendo duplicados.
Su Seguro
Servidor
Albert Einstein.
Puede parecer paradójico el contenido de esta carta
por cuanto Einstein siempre mostró una posición no intervencionista en
cuestiones donde la política asoma sus narices. Pero vayamos a los años previos
a la llegada de Adolfo Hitler al poder, para comprender este hecho.
Adolfo Hítler |
A comienzos de los años veinte el horizonte
político en Alemania se iba encendiendo; el poder político de los
nacionalsocialistas había aumentado en Alemania y Einstein veía claro que ni
quería ni podía quedarse más tiempo allí. Por esa razón pasaba gran parte del
tiempo en viajes por el extranjero. Muchas universidades del mundo entero
ansiaban tenerlo como conferenciante o para una estancia quizá más larga.
La revolución Nacionalsocialista de 1933 puso punto
final a su permanencia en Alemania. Tras diversas estancias intermedias emigró
por último a los Estados Unidos de América, donde tomo posesión de una cátedra
en la universidad de Princeton. Allí encontró residencia estable para los
últimos años de su vida y también el ocio necesario para investigar los
problemas filosóficos relacionados con la física y la política. Pero la
inquietud de la época no se paraba, como es natural, ante los límites del
campus de Princeton, y al iniciarse la guerra, en 1939, Einstein se vio
arrastrado por problemas políticos de gran peso, probablemente en contra de sus
deseos.
Con Hitler en el poder, los nazis se hicieron
fuertes.
Einstein pasó a encabezar la lista de las figuras
más odiadas de la Alemania nazi. La prensa lo atacó como traidor; Philipp
Lenard y un grupo de científicos se juntaron para difamarlo: la teoría de la
relatividad como contribución a la ciencia no ofrece nada trascendental. ¡Tamaño fanatismo, este que enceguece!
Einstein devolvió los ataques desde la prensa, condenando a Hitler
siempre que se presentaba la oportunidad, y convocando al mundo civilizado para
que interviniera en su contra. Pronto se puso precio a su cabeza en Alemania.
Los camisas pardas asaltaron su departamento en Berlín y su casa en Caputh.
Todo le fue confiscado, incluso su querido bote, el cual tiene un origen
curioso; en 1929 Einstein cumplió cincuenta años y, como era de esperar, hubo
una gran celebración. Varios amigos se pusieron de acuerdo para comprarle entre
todos un velero, que durante varios años fue su orgullo y su alegría. Era de
caoba y tenía una pequeña cabina y un baño. Surgió entonces una nueva
necesidad, un lugar donde guardarlo y disponer de una casa de verano sobre un
lago, donde pudiera usarlo y disfrutarlo. Einstein, que ya se había divorciado
de su primera mujer, Mileva Maric, encontró con su prima y segunda esposa, Elsa
Lowenthal, un lote sobre un lago, en Caputh, una pequeña aldea rural cercana a
Berlín. Durante varios años pasó allí, Einstein, momentos de tranquilidad y
paz; este fue el bote confiscado.
Albert Einstein |
También los nazis se hicieron de 30,000 marcos que tenía en bancos
de Berlín. Ilse, una de las dos hijas de Elsa y que fue secretaria de Einstein
durante varios años, estaba todavía en el departamento de Berlín cuando lo
asaltaron por primera vez y se aterrorizó cuando las tropas de asalto lo
saquearon, llevándose todo lo que pudieron. Ilse – anticipándose a los hechos –
había estado tratando de poner a salvo los papeles de Einstein; ella y su
marido, en efecto, lograron preservar la mayor parte de ellos. Según un
informe, los nazis planeaban capturar a Ilse y a Margot como rehenes en un
esfuerzo por alcanzar a Einstein, pero el complot falló cuando ellas se las
ingeniaron para escapar a Paris.
Hechos como estos, prepotentes y arbitrarios, llevaron al físico
de Ulm a asumir partido en la política o en actitudes bélicas que pueden dejar
una imagen de Einstein demasiado incompleta, si es que no se profundiza un poco
en otros acontecimientos políticos colaterales a su vida.
Su posición en cuestiones pacifistas parece a primera vista contradictoria.
Su posición en cuestiones pacifistas parece a primera vista contradictoria.
Uno de sus biógrafos más puntuales, el inglés Clark, escribe
sobre él: “La persona de Einstein entraña
por tanto muchas contradicciones. Era un alemán que odiaba a los alemanes; un
pacifista que exhortaba a sus conciudadanos a las armas y que tuvo parte
importante en el desarrollo de la bomba atómica, un sionista que anhelaba la reconciliación
con los árabes y que no emigró a Israel sino a América”. (“Einstein: la vida y el tiempo”, Ronald Clark. Nueva York, 1971)
Es necesario conocer con más exactitud los motivos que lo
impulsaron a esas contradicciones, para aproximarse más a la comprensión de su
persona. Einstein se destacó desde joven como pacificador. Desde el comienzo
mismo de la Primer Guerra Mundial apoyó el movimiento pacifista y todavía en
los años veinte estaba seguramente convencido de que el nacionalismo era la
causa principal de las guerras. Su esperanza se fundaba en un nacionalismo más
mesurado, capaz de crear las condiciones para una paz más duradera. Sin duda,
Einstein reconoció muy tarde que los jóvenes movimientos políticos del siglo
XX, que en parte aprobaba y en parte rechazaba, conducían en última instancia a
la formación de grandes complejos de poder totalitarios; que si bien no eran
Estados nacionales en el antiguo sentido de la palabra, si estaban decididos a
llevar adelante sus pretensiones con aparato militar muy superior al de
aquellos Estados nacionales. Así pues, Einstein no se enfrentó realmente con el
problema del pacifismo sino al iniciarse la Segunda Guerra Mundial en 1939.
En 1929 había declarado todavía a un diario de Praga que en el
caso de una nueva guerra se negaría a prestar servicio de armas. Diez años más
tarde tuvo que preguntarse si esa postura seguía siendo justificable cuando en
el otro lado estaban Hitler y los nacionalsocialistas. Para entender la
respuesta de Einstein es preciso reflexionar un poco sobre el concepto de
pacifismo.
El Enola Gay y su tripulación |
Intenta convencer por tanto a sus
compatriotas o correligionarios para que rebajen sus condiciones, para que
enjuicien con más prudencia la situación y para que hagan verdaderos
sacrificios en pro de la paz. Pero si tras profunda reflexión llega al
convencimiento de que la otra parte ha exagerado sin tasa sus aspiraciones o de
que es un grupo humano que practica al mal irrefrenadamente, entonces hace
suyo, no ya el derecho, sino el deber de oponer resistencia aunque sea con las
armas. La dificultad de esta segunda versión del pacifismo es que aquí ya no
basta con estar a favor de la paz. Hay que formarse un juicio independiente
acerca de la situación y luego decidir qué sacrificios se pueden hacer en aras
de la paz” (“Encuentros
y conversaciones con Einstein y otros ensayos”, Werner Heisenberg; Alianza Editorial, 1979).
Roosevelt tomó en serio la amenaza de que Alemania
podía fabricar una bomba atómica. Acordó formar un comité para estudiar el
asunto. El comité se reunió y tras alguna discusión, asignó unos
insignificantes 6,000 dólares para investigar la factibilidad de un proyecto de
fabricación de la bomba atómica. Para Szilard eso fue un insulto; sabía que
sería necesaria una suma mucho mayor. Como pasaban los meses y todos parecían
moverse muy despacio, Szilard, indignado, acudió a Einstein con otra carta,
este la firmó y fue enviada el 7 de marzo de 1940. Sin embargo, pasaría más de
un año antes de que las cosas realmente empezaran a funcionar.
Einstein estaba deseoso de que los Estados Unidos
entrara en la guerra. Sabía que eso haría una diferencia muy grande y lo
descorazonaba el hecho de que algunas personas intentaran que los
norteamericanos se mantuvieran al margen. El 7 de diciembre de 1941, Japón
atacó Pearl Harbor con una fuerza devastadora, por lo que Estados Unidos no
tuvo otra alternativa: declararle la guerra a Japón y a Alemania.
La mortífera bomba lanzada en Hiroshima |
Si Einstein recibió la noticia de buena gana,
también debe haber comprendido que aquello representaba un compromiso serio y
grave. El “Proyecto Manhattan”, como
se le denominó a las investigaciones sobre la bomba atómica, tuvo como primer
paso mostrar una versión retardada de la reacción en cadena de la fisión, la
cual, al ser posible, podía ser controlada. Enrico Fermi y su equipo lograron
esto en la Universidad de Chicago el 2 de diciembre de 1947. Este fue el primer
paso de lo que se lograría definitivamente en 1945: Hiroshima y Nagasaki serían
los destinatarios de tan horripilante envío.
Einstein detestaba considerar que se la usaría,
pero a pesar de sus reservas, quería poner su parte en el esfuerzo bélico.
Cuando en 1944 se organizó en Estados Unidos una subasta de libros raros y
manuscritos, cuyo producto contribuiría a financiar la guerra, le pidieron a
Einstein el manuscrito original de 1905 sobre la relatividad especial. Lo había
descartado hacia unos años, pero se ofreció para rescribirlo.
Se subastó en 6 millones de dólares, que fueron
directamente a las arcas para el financiamiento de la guerra. Otro de sus
manuscritos obtuvo 5 millones de dólares.
La guerra terminó en mayo de 1945, y si bien
Einstein sintió un profundo alivio, continuó preocupado por lo de la bomba.
Después de la muerte de Roosevelt, asumió la presidencia de los Estados Unidos
Harry S. Truman. El 24 de julio de 1945, durante la Conferencia de Postdam,
Truman le dice al líder soviético José Stalin que posee un arma de tal poder
que, para los japoneses, podría significar “una
lluvia de destrucción desde el aire” y que “nada igual se ha visto en la tierra”. Stalin lo escuchó con
atención, pero ignorando la magnitud e importancia de esa confesión. El
comentario de Truman en aquella cumbre de líderes mundiales se refería al “arma del juicio final” con la que ya
contaba Estados Unidos: la bomba atómica.
Dado que los norteamericanos e ingleses estimaban
que Japón no se iba a rendir con facilidad e invadirlo tomaría tiempo y más
hombres (las batallas de Iwo Jima y Okinawa serían una muestra de ello), ni el
presidente Harry S. Truman ni su homólogo británico, Winston Churchill,
escucharon, el 6 de agosto de 1945, a quienes se oponían al ataque con
Hiroshima usando la nueva arma.
Imagen de Hiroshima después de la explosión |
Hiroshima fue el peor ataque aéreo que la humanidad
había conocido hasta entonces. A las ocho y quince y diecisiete segundos de la
mañana del 6 de agosto de 1945, la primera bomba atómica se la historia – “Little Boy” – se desprende del
bombardero “Enola Gay”. El blanco es
la ciudad de Hiroshima, más exactamente un pequeño puente sobre el apacible río
Ota. La nave se aleja velozmente del punto cero. La explosión se verifica 43
segundos más tarde. En caída libre y a una altura de 565 metros, “Little Boy” estalla y genera una
energía equivalente a una carga de 20 mil toneladas de TNT. Un intenso brillo corta
el cielo y desata fuertes vientos. Es un huracán de fuego de más de 400 metros
de diámetro y que se eleva en forma de hongo a 20 kilómetros de altura. El aire
arde a más de 3000 grados centígrados. El coronel Paul W. Tibbets, a bordo del “Enola Gay”, debe estar satisfecho de
haber lanzado con precisión su mortífera carga nuclear sobre Hiroshima.
Instantáneamente, miles de seres humanos se
desintegran; de quienes permanecen inmóviles sólo queda una sombra humana de
partículas de carbón en el lugar. Otros miles logran sobrevivir unos pocos
segundos, para ser golpeados por escombros o sepultados por edificios que caen.
Otros logran arrojarse a los ríos, pero estos están hirviendo… “La dura margen nos conduce ahora; / y el
río opone al fuego su humeante / niebla, de agua y ribazos protectora”. ,
canta Dante en el Infierno de su Comedia. En la horrenda vorágine mueren
200,000 personas; la mitad de la población diurna de la ciudad. “Soy compañero de la muerte, destructor de
mundos”, dijo Oppenheimer, el padre de la bomba atómica, luego de la
detonación de prueba de la bomba en Nuevo México, en un paraje conocido como
Álamo Gordo. En Hiroshima Oppenheimer no destruyo mundos sino que mató hombres,
mujeres y niños, volviendo la vida polvo en el viento. En Hiroshima la muerte
se lleva con ella 60,000 edificios, fuegos dispersos se convierten en incendios
mayores y la contaminación radioactiva inicia brutalmente su inhumana y
silenciosa labor de provocar una muerte lenta.
A pesar de estas devastadoras consecuencias, poco o
nada se hizo para evitar que, tres días después, el 9 de agosto, Truman ordena
lanzar sobre Nagasaki el segundo artefacto explosivo atómico, bautizado como “Fat Man”. Cuando Albert Einstein se
enteró – como todo el mundo – de que el infierno de sus temores se había hecho
realidad en Hiroshima y Nagasaki, afirmó: “Si
hubiera sabido… no habría firmado nunca esa carta”. El padre de la teoría
de la relatividad y estudioso del átomo se refería a la carta que había enviado
el 2 de agosto de 1939 al presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt.
Imagen de Nagasaki después de la segunda bomba atómica |
Einstein escuchó las noticias mientras estaba de
vacaciones en el lago Saranac. Según Helen Dukas, una de sus asistentes desde
1928 y que permaneció junto al físico alemán hasta el día de su muerte, su
único comentario fue: “¡Ay de mí! ¡Dios mío!”. No hizo ninguna declaración pública.
Había visitado Japón en la década de 1920 y fue recibido con los honores que su
investidura merecía. A pesar de que debido a la guerra estaban los bandos
contrarios, no sentía hacia ellos una gran animosidad, y después de los ataques
a Hiroshima y Nagasaki, expresó una considerable compasión hacia ellos.
Respecto a los alemanes, por el contrario, no sentía sino ira.
Los culpó por los campos de concentración que los
nazis iban diseminando por Europa y, hasta el día de su muerte, por la agresión
mundial que Alemania mostraba contra todo lo que significaba el mundo
civilizado.
Cuando el científico alemán Arnold Sommerfeld le
escribió después de la guerra, pidiéndole que olvidara el pasado y volviera a
ser miembro de la Academia Prusiana, se rehusó.
No quería tener nada más que ver con los alemanes, aunque exceptuó a la
mayoría de sus amigos de esa nacionalidad.
Pero hay un asunto espinoso que tiene que ver con
las ideas políticas de Einstein. En su libro “Einstein: una vida”, (Nueva
York: Wiley, 1996), Denis Brian cuenta sobre el espionaje y seguimiento que
el director del FBI, J. Edgar Hoover hacía en contra del científico alemán.
Hoover estaba decidido a probar que Einstein era un comunista y un espía, y
durante años ordenó monitorear cuidadosamente todas sus actividades.
Como no
pudo encontrar nada sobre Einstein, enfocó su atención en su secretaria, Helen
Dukas (quien era tan peligrosa para el país, más o menos como un perrito
faldero). Por un momento pensó en “intervenir”
el teléfono de Einstein, pero decidió no hacerlo porque podía ser vergonzoso
para el FBI si se descubría.
Conferencia de Postdam. Churchill, Truman y Stalin |
Existe un documento, un artículo aparecido en 1949
en los Estados Unidos, que nos muestra a un Einstein convencido del socialismo,
un militante explícito del anticapitalismo. Dice Einstein en este artículo, que
en una discusión con un hombre, este le manifestó su inquietud sobre un nuevo
conflicto bélico que pondría en peligro la existencia de la humanidad. Einstein
quedó perplejo cuando el hombre le dijo: “¿Por qué se opone usted tan
profundamente a la desaparición de la raza humana?”. Para el científico alemán
esa era la declaración de un hombre que se ha esforzado inútilmente en lograr
un equilibrio interior y que tiene más o menos perdida la esperanza de conseguirlo.
Es la expresión de la soledad dolorosa y del aislamiento que mucha gente está
sufriendo en la actualidad.
Para Einstein el hombre es, a la vez, un ser
solitario y un ser social. Como ser solitario, procura proteger su propia
existencia y la de los que estén más cercanos a él, para satisfacer sus deseos
personales, y para desarrollar sus capacidades naturales. Como ser social,
intenta ganar el reconocimiento y el afecto de sus compañeros humanos, para
compartir sus placeres, para confortarlos en sus dolores, y para mejorar sus
condiciones de vida.
A pesar de estas aparentes contradicciones, para
Einstein, la personalidad del hombre que, finalmente emerge, está determinada en
gran parte por el ambiente en el cual se encuentra durante su desarrollo, por
la estructura de la sociedad en la que crece, por la tradición de esa sociedad,
y por su valoración de los tipos particulares de comportamiento.
El individuo puede pensar, sentirse, esforzarse, y trabajar
por si mismo; pero él depende tanto de la sociedad – en su existencia física,
intelectual, y emocional – que es imposible concebirlo, o entenderlo, fuera del
marco de la sociedad.
J. Edgar Hoover |
Los progresos tecnológicos y demográficos de los
últimos siglos han creado, según Einstein, condiciones que están aquí para
quedarse, para crear un binomio inseparable: producción y consumo; de ahí que
es sólo una leve exageración decir que la humanidad ahora constituye incluso
una comunidad planetaria de “yo creo” y
“tu compras” y, su variante, “yo me hago rico” y “tú te haces pobre”.
¿Pero qué es aquello que constituye la esencia de
la crisis de nuestro tiempo? Esa esencia, según Einstein, está inmersa en la
relación del individuo con la sociedad. El individuo es más consciente que
nunca de su dependencia de sociedad. Pero él no ve la dependencia como un hecho
positivo, como un lazo orgánico, como una fuerza protectora, sino como algo que
amenaza sus derechos naturales, o incluso su existencia económica. Todos los
seres humanos, cualquiera que sea su posición en la sociedad, están sufriendo
este proceso de deterioro.
Las opiniones de Einstein en este artículo deben
haber caído como granadas de guerra en la cabeza del director del FBI; he aquí
algunas esquirlas de un convencido socialista que, sin haber hecho uso de
instrumentos de precisión ni de laboratorio, concibió la teoría general de la
relatividad, uno de los más renombrados monumentos de la historia física.
*
La anarquía económica
de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, la verdadera fuente del mal.
*
Es importante
señalar que los medios de producción – es decir, la capacidad productiva entera
que es necesaria para producir bienes de consumo tanto como capital adicional –
puede legalmente ser, y en su mayor parte es, propiedad privada de
particulares.
*
Llamo “trabajadores” a todos los que no compartan
la propiedad de los medios de producción.
*
Los
propietarios de los medios de producción están en posición de comprar la fuerza
de trabajo del trabajador. Usando los medios de producción, el trabajador
produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista.
*
Como el
contrato de trabajo es “libre”, lo
que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes
que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la demanda de los
capitalistas de fuerza de trabajo en relación con el número de trabajadores
compitiendo por trabajar.
*
El capital
privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia
entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento
de la división del trabajo animan la formación de unidades de producción más
grandes a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una
oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con
eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática.
Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados
por los partidos políticos, financiados en gran parte o influidos de otra
manera por los capitalistas privados quienes, para todos los propósitos
prácticos, separan al electorado de la legislatura.
*
Bajo las
condiciones existentes, los capitalistas privados inevitablemente controlan,
directamente o indirectamente, las fuentes principales de información (prensa,
radio, educación).
*
La producción
está orientada hacia el beneficio no hacia el uso.
*
El trabajador
está constantemente atemorizado con perder su trabajo.
*
El progreso
tecnológico produce con frecuencia más desempleo, en vez de facilitar un cupo
de trabajo.
Einstein concluye su reflexión manifestando que
está convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos males: el
establecimiento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo
orientado hacia metas sociales, pues, según Einstein, en el sistema educativo
se inculca una actitud competitiva exagerada al estudiante, que es entrenado
para adorar el éxito codicioso como preparación para su carrera futura.
Harry S. Truman |
Parece increíble, que lo que el físico alemán
escribió hace 62 años, parezca una crónica salida de un diario de hoy.
Visionario en la física, también Einstein lo fue en el análisis de la sociedad
en que vivía y en la que vendría con los años, esa sociedad capitalista con una
poderosa ideología – la creencia en los mercados libres y sin restricciones –
que está llevando al mundo al borde de la ruina. Sirva como ejemplo lo sucedido
en Estados Unidos, donde incluso en sus días de apogeo, desde principios de los
años ochenta hasta el año 2007, el capitalismo desregulado al estilo
estadounidense trajo mayor bienestar material sólo para los más ricos en el
país más rico del mundo.
De hecho, a lo largo de los 30 años de ascenso de
esta ideología, la mayoría de los estadounidenses vieron que sus ingresos
declinaban o se estancaban año tras año.
Los remedios para el déficit de Estados Unidos surgen
inmediatamente de este diagnóstico: se debe poner a los Estados Unidos a
trabajar mediante el estímulo de la economía; se debe poner fin a las guerras
sin sentido; controlar los costos militares y de drogas; y aumentar impuestos,
al menos a los más ricos. Pero la derecha no quiere saber nada de esto, y en
lugar de ello, está presionando para obtener aún más reducciones de impuestos
para las corporaciones y los ricos, junto con los recortes de gastos en inversiones
y protección social que ponen el futuro de la economía de los Estados Unidos en
peligro y que destruyen lo que queda del contrato social.
Este es el panorama desolador para el futuro de la
humanidad, controlada por la mezquindad de mercados financieros y economistas
de derecha que velan sólo por sus intereses sin importar el resto.
Como se aprecia, Einstein no sólo miraba las
estrellas, sino que, en algunos intersticios de descanso, dejando de lado sus
reflexiones sobre el universo, su agudo pensamiento penetraba en la sociedad
para comprender, entender, reflexionar y criticar las relaciones del hombre con
sus semejantes, de las sociedades con las sociedades.
De una u otra forma, ese capitalismo que
cuestionaba con reservas, es el régimen económico que él ayudó a fortalecer en
los Estados Unidos de las post guerra, si partimos de la arriesgada premisa de
que quien posee el poder bélico, puede imponer, a largo y mediano plazo,
eufemísticamente, su poder económico. La historia va confirmando estas
sospechas.
El señor Steven Levitsky es un gringuito bonachón,
que por el solo hecho de gustar del ceviche y del pisco, se siente una
autoridad para opinar sobre política peruana y, más aún, para darnos lecciones
de crítica, reflexión y agudeza. En un artículo salido de los más rancios
estercoleros de “El Comercio”, manifiesta que quienes critican las
intromisiones gobiernistas de la Primera Dama (término huachafo) Nadine
Heredia, son unos machistas anticuados porque prefieren el rol decimonónico de
la mujer discreta y apagada. Sería bueno decirle a este papanatas que en las
elecciones presidenciales del 2011 quien salió elegido presidente fue Ollanta
Humala, su marido, y no ella.
El salir en esos bodrios de papel cuché, “Cosas” u
“Hola”, no le dan derecho a hablar como vocera de un gobierno donde no tiene
cargo alguno y, más aún, que se atreva a conminar a un ministro a que le brinde
información inmediata sobre una preocupación que la agobia. O el señor Levitsky
es un alma caritativa, un lameculo o un perfecto cojudo cuando dice que la
esposa de El Camaleón es la Hillary
Clinton, la esposa del ex presidente estadounidense, conocido por sus aficiones
a que se le practique el felatio al paso.
No le quitemos méritos a nuestra socióloga, pero
seamos realistas y salvemos las distancias con mesura y humildad. Este gracioso
artículo, que raya en lo chistoso, me trae los versos de Dante en su Comedia, cuando en el círculo VIII del Infierno, bolsa II hace referencia a los
aduladores que se hallan inmersos en la basura:
“De un sarro están los muros guarnecidos
que trae de abajo un halito asqueroso
por el que ojo y nariz son ofendidos.
Tan oscuro es el fondo de este foso
que sólo puede verlo el que ha llegado
donde el arco se eleva más airoso.
Allí fuimos; y luego he contemplado
gente hundida en estiércol: se diría
en letrinas humanas cosechando.
Mientras mi visita el fondo recorría,
vi a uno con tanta mierda en la cabeza
que ni laico ni fraile parecía.
“¿Por qué tanto te gusta”, al verme empieza
“mirarme más que a la otra sucia gente?”
“Porque si mi memoria no tropieza
te he visto con el pelo reluciente
y Alessio Interminei, de Luca, eras:
por eso te miré más fijamente”.
Y él, dando en su testuz puñadas fieras:
“Aquí me hundió mi lengua malhadada
nunca harta de palabras lisonjeras”.
Después: “Haz que penetre tu mirada
avante”, dijo el guía, “ y tenla atenta
hasta que por tus ojos sea alcanzada
la desgreñada meretriz mugrienta
que rascándose está con las merdosas
uñas, y se alza, agáchase o se sienta.
Esa es la puta Tais a quien “¿hermosas
prendas hallas en mí?” dijo su amante,
y respondió: “¡Más bien maravillosas”!
(Comedia, Infierno; VV. 106 – 135)
La educación no discrimina; hay aduladores negros y
blancos, católicos y protestantes, demócratas y socialistas: está en la esencia
del hombre.
Muchos aduladores viven a expensas de quienes los
escuchan. Si bien la mayoría cae en las redes de la adulación, hay unos pocos
que la rechazan como lo que es: algo indigno. He aquí una anécdota atribuida a
Vespasiano:
“Hallábase este emperador romano oyendo los
encendidos elogios de un adulador, y cuando llegaba al colmo de la hipérbole,
Vespasiano le dio un bofetón.
-
¿Por
qué me maltratas? – preguntó el otro, desconcertado.
-
Porque
me muerdes, y la defensa es natural”.
Los aduladores, al decir de Francois Mauriac,
resultan útiles, por cuanto el adulador siempre pondera las flaquezas del
adulado, y esto beneficia este último.
Tal vez no haya habido monarca en la tierra más
adulado que Luis XIV de Francia. Sus cortesanos parecían tener por exclusiva
ocupación o al menos por esencial preocupación la de discurrir ditirámbicos e
inéditos cumplidos, dedicados a la Real persona, importándoles un ardite el
ridículo papel que, procediendo así, representaban. Se cuentan numerosas
muestras elocuentes de semejante y estúpida conducta, pero tal vez sea la
siguiente una de las que mejor evidencian el grado de estulticia a que se había
llegado.
“Luis XIV alcanzó una avanzada edad – falleció a
los 77 años - y quejábase un día, ante algunos de sus caballeros, de haber
perdido los dientes. Y sin abrir demasiado la boca, para apenas mostrar los
suyos, uno de aquellos memos exclamó, con sorpresa admirablemente fingida:
-
¡Oh,
Majestad!, ¿acaso hay dientes?
Dentro de toda esta boñiga de adulación se
establecen jerarquías bien definidas donde los lamebotas ocupan la parte más baja de la pirámide. Pero ellos saben
que pueden ir escalando posiciones, y que todo depende de su paciencia y
habilidad para desenvolverse en un campo donde hay mucha competencia, pues los
aduladores pululan como moscas alrededor de un mojón.
De lamebotas
se puede ascender a chupamedias,
lugar un poco más acomodaticio y donde ya se perciben algunos beneficios que
antes no se tenían. De ahí, con paso firme y seguro se sube a lamepiés. Aquí ha sucedido algo muy
interesante, ya hay un contacto físico con el adulado, es decir, este ya nos
tiene confianza al permitirnos pasar nuestra lengua por sus pinreles.
Aquí se produce un fenómeno extraño, pues, el
adulador por un arte de magia o sortilegio, se desprende del adulado y, por una
ley de física aún no descubierta por científico alguno, logra suspenderse en el
aire y sube a la escala de huelepedos.
Ahí permanecerá un buen tiempo oliendo las flatulencias del adulado. Que se
mantenga en ese lugar de honor dependerá de su olfato, el cual deberá estar
siempre atento a cualquier meteorismo salido del culo que se adula. Llegar a
esta posición no es nada fácil, ha costado esfuerzo, pero las gratificaciones
que vendrán ameritan el sacrificio. Un aforismo persa dice que la paciencia es
un árbol de raíz amarga, pero de frutos muy dulces, dulcísimos; para el
adulador, es casi seguro, que los pedos de su adulado deben saberle a pastillas
de menta.
Después de un buen tiempo suspendido en el aire,
pero en la órbita del culo adulado, el adulador sentirá una fuerza impulsora que
lo llevará como una nave espacial hacia las nalgas que ha venerado durante
largo tiempo. Posado en los glúteos codiciados comenzará su nueva labor con
otro título que llevará con la dignidad con la que un general lleva sus
medallas en el pecho. Se ha convertido en un honorable besaculos.
Aquí se produce otro fenómeno físico que los
científicos todavía no logran desentrañar. El besaculos se ha convertido, en
este nuevo cargo, en una especie de pelota de básquet que golpea el suelo, se
aleja y vuelve a caer. Pero el besaculos
no golpea el suelo, él se aleja y regresa a besar el culo que adula; esta
escala puede resultar un poco monótona y aburrida, pero no olvidemos que el besaculos es un ser dotado de una
tolerancia a prueba de balas. Luego de un tiempo de ejercitarse en el arte de
la adulación, el besaculos tendrá
ahora su prueba de fuego, ahora deberá demostrar sus dotes lacayiles. Deberá
abrir sus callosos labios y dejar salir su lengua rastrera y servil. Ha llegado
a una de las escalas de la pirámide más codiciada por los aduladores, el
bastión de los lameculos. Ahora el
adulado le ha permitido penetrar en su intimidad, en un lugar que sólo conoció
su madre cuando le cambiaba los pañales y le talqueaba el culo, este potito que
algún día fue rosadito. Ahora la labor del lameculo,
aunque séptica, es un trabajo que lo honra, un puesto bien ganado a punta de
privaciones, agudeza y sacrificio. En el camino ha tenido que tumbarse a muchos
besaculos que pretendían el puesto
magnánimo que él, con mucho orgullo, ostenta. Es un lugar que él se ha ganado,
nadie le ha regalado nada, todos los merecimientos le pertenecen.
El besaculos
ha llegado al lugar desde donde debe dar el gran salto, un último esfuerzo y se
habrá doctorado con todos los honores del caso. Ha llevado años preparándose
para el día más feliz de su puta existencia: el graduarse de comemierda. Los postulantes a dicho
lauro no son muchos, pero tampoco son pocos. Muchos no llegaron a las puertas
de este paraíso escatológico, desistieron en el camino, no porque no tuvieran
convicción, sino porque la competencia en este campo es durísima. Hay que tener
las goznes en buen estado para arrodillarse todas las veces que el adulado lo
requiera, la columna debe estar en óptimas condiciones para doblarse ante el
amo. En esta pirámide de mierdas y flatulencias no caben los inseguros ni los
hombres de dignidad: hay que nacer cagado para ser servil.
Ahora el lameculo
deberá tener buenas rodillas y palmas de las manos en óptimas condiciones,
pues, su último ascenso, así lo requerirán. Deberá también pasarse un buen
tiempo observando a los perros, pues, a lo largo de lo que le resta de vida
deberá andar en “cuatro patas”. Listo
ya, y en buenas condiciones, está preparado para su graduación: la de comemierda. Deberá ser astuto y ágil,
pues, tendrá que seguir a su amo hacia donde éste vaya y, cada vez que éste
defeque, sea el lugar que sea, deberá correr e ingerir su ración de heces,
fresquita y oliente, como pan recién salido del horno.
Sus años de sacrificio y entrenamiento han valido
la pena, no será el brazo derecho de su adulado, pero sí quien cubra, o mejor
dicho, quien desaparezca sus desechos intestinales. Pero el comemierda es sólo la copa del árbol,
porque dentro de esta planta de tronco leñoso y resistente, existen ramas que
deben ser cubiertas. En otras palabras más simples y comprensibles, diremos que
hay cargos colaterales, verbigracia, chupamedias de huelepedos, besaculos de
comemierdas, huelepedos de lameculos, lamepiés de comemierdas, etc., y así una
serie de ramificaciones que no cualquier matemático podría precisar su número.
¿Pero dónde se les encuentra a estos engendros? Están en todas partes: en los
organismo públicos, en el Congreso, en las empresas públicas, en las
instituciones militares, en los clubs sociales y deportivos, en las escuelas y
en la misma Iglesia, sea cual sea la religión que se practica en ella, porque
este estigma está en la esencia humana.
BARTOLOMÉ DE LAS CASAS, EL APÓSTOL DE LAS INDIAS
Cuenta Bartolomé de las
Casas en su “Historia general de las
Indias” que en el año 1511, los españoles, aposentados en la isla de Cuba,
cometieron tantas crueldades, que muchos indios optaron por huir debido a las
atrocidades que contra ellos se cometían. Entre ellos había un cacique o señor
principal de nombre Hatuey, quien dijo a su gente que aquellos extranjeros
tenían por naturaleza la maldad y la crueldad. Ordenó entonces el cacique que
arrojaran al río el oro y las joyas que poseían, pues, después de obtener esas
riquezas, los españoles de todas maneras los matarían. El cacique anduvo
huyendo hasta que al fin lo capturaron. Los españoles, en represalia,
decidieron quemarlo cuando Hatuey estuvo atado al palo donde iba a arder la
hoguera, un sacerdote franciscano se acercó a él y le habló de Dios y de la fe
cristiana de la cual el cacique nunca había oído. Le dijo también que si creía
en aquello que estaba diciendo iría al cielo después de muerto: ahí encontraría
la gloria y el eterno descanso, le dijo, pero si no era, pues, entonces iría al
infierno a padecer perpetuos tormentos y penas.
El cacique quedó
pensativo unos momentos y luego interrogó al franciscano si también los
cristianos iban al cielo, el religiosos respondió que sí.
Hatuey, sin pensarlo
más, dijo que no quería ir al cielo sino al infierno, por no estar en el mismo
lugar donde estuvieran gente tan cruel y perversa como los cristianos.
Esta es la manera más
común que tuvieron los conquistadores para ganarse a los nativos a su fe: la
matanza, la amenaza y la crueldad en las formas despiadadas e inhumanas que se
puedan concebir.
¿Habría que creer en lo
que Las Casas cuenta en su libro?
Pocas figuras, a todo lo
largo de las letras y la política española, han sido tan discutidas como la
suya. Nacido en el barrio de Triana, en Sevilla, el año 1474, Las Casas fue el
primer sacerdote ordenado en América, el año 1510. Hijo de un modesto mercader
de Tarifa que participó en el segundo viaje de Colón, Las Casas estudio latín y
humanidades en Sevilla, y partió para La Española (Santo Domingo), con el
gobernador Nicolás de Ovando, encargado de repoblar aquella isla, en 1502. En
esta isla, Las Casas obtuvo un repartimiento o “encomienda” de indios, institución por la cual un español de
beneficiaba de algunos trabajos de los indios a cambio de adoctrinarlos,
haciéndoles cambiar la vida salvaje por una sedentaria de trabajo retribuido.
¿Cuándo comienza su
conversión y su rechazo a este tipo de repartimiento?
El germen se incuba a
partir de 1511 cuando se entera por los misioneros dominicos, que condenaban la
encomienda, de los abusos y atrocidades que muchos españoles encomenderos
cometían. Por ese entonces Las Casas no sólo se beneficiaba con la encomienda,
sino que defendía la legitimidad de tal institución.
Instalado en Cuba como
capellán castrense a órdenes de Pánfilo de Narváez, obtuvo un repartimiento
allí, como justificándose, Las Casas escribía que sólo ocupaba “en mandar sus indios de repartimiento en
las minas a sacar oro y hacer sementeras, y aprovechándose de ellos cuanto más
podía”.
Pero lo cierto es que
las injusticias y atropellos cometidos por los españoles contra los indios,
hicieron que madurara su toma de conciencia, la cual terminaría con su “conversión” en 1514, cuando iba a
predicar la pascua de Pentecostés a Sancti Spíritus, al preparar el sermón
reparo su atención en muchas sentencias del Eclesiastés y comprendió la injusticia de los tratos dados a los
indios.
Si opresión de pobres y perversión de derecho
vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto vigila
otro más alto, y uno más alto está sobre ellos.
Además, el provecho de la tierra es para todos; el
rey mismo está sujeto a los campos.
El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el
que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.
(5: 8, 10).
Renunció Las Casas a los
indios que tenía, cedió sus tierras, y apasionadamente se consagró a defender
la libertad de los nativos de América y a reclamar para ellos un trato humano.
Las Casas, según su
testimonio, sintió el llamado de Dios para predicar contra la encomienda por
considerarla una institución impía.
Llego entonces a la
conclusión de que los únicos poseedores de las tierras del Nuevo Mundo eran los
nativos y que el verdadero fin de los españoles en esas tierras era ir como
misioneros para convertir a los indígenas a la fe cristiana, sin auxilio de
ningún hombre de armas. Pero la existencia de tierras americanas de oro y plata
fue la gran tentación de los conquistadores.
“No ficieron como buenos, / como manda la hidalguía”, dicen estos versos
del romance de Lorenzo de Sepúlveda, relativo a la reyerta en las Cortes entre
los caballeros del Cid y los de sus yernos, los condes de Carrión; versos que
caen como guante en las manos ensangrentadas de los españoles que arrasaron con
saña y vileza aldeas y pueblos enteros en su afán de enriquecerse.
La más extraordinaria
epopeya de la historia humana, la conquista de América, fue realizada en menos
de veinte años (1519, Cortés en Méjico; 1536, Pizarro en el Perú). Lo que más
asombra es el hecho del número increíblemente corto de españoles: la expedición
de El Centauro de las Indias. Hernán
Cortés, constaba de 416 hombres; los que siguieron a Francisco Pizarro en su
avance a Cajamarca llegaban sólo a 170. Esta hazaña sólo pudieron llevarla a
cabo con una superioridad técnica (armas) y una gran provisión de caballos y
perros adiestrados en el “arte” de matar. Económicamente los gastos de
expedición recaían sobre los propios organizadores, o sea en su casi totalidad
sobre elementos particulares. Si tenemos en cuenta que el tesoro real tenía
derecho a un 20% de los metales preciosos que produjeran las minas del reino.
La estructura económica del mundo civilizado sufrió la gran transformación a
raíz del hallazgo en 1540 de los míticos filones de Zacatecas y de Potosí.
Según los estudiosos del
tema, los conquistadores se llevaron en un siglo trescientos mil kilos de oro y
diecisiete millones de kilos de plata aproximadamente.
Lo cierto es que
Bartolomé de Las Casas, después de su conversión, escribió páginas virulentas
contra los conquistadores españoles en defensa de los indios a quienes
explotaban y asesinaban la mayoría de las veces sin mediar motivo alguno. Fue
por este hecho tan trascendental que se formó la famosa leyenda negra, que arrojó sobre España sombras tenebrosas. Las
polémicas que tuvo que sostener con sus opositores han quedado registradas
entre las páginas más vehementes de la historia de España. Son famosas sus
polémicas con Juan Ginés de Sepúlveda, un latinista, preceptor de Carlos V, a
propósito de las cualidades de los indios.
Esta fue el origen de una nueva legislación para América, que consagró
la defensa de los indios en las llamadas Leyes
de Indias. Otra fue la que se dio durante el reinado de Carlos I, en cuyo
gobierno se gestaron los supuestos de tal peculiaridad en el plano existencial
político basados en la polémica, cuyos polos fundamentales fueron Gonzalo
Fernández de Oviedo y el dominico Bartolomé de las Casas. En ellas se
sustanciaron las agresiones polémicas entre el nacionalismo intelectual de
Fernández de Oviedo, defensor de una fuerte conciencia de unidad vital,
comunidad de sangre, integridad espiritual y de destino comunitario, que puso
en la nación española y en los “perfectos
españoles”, y el anticolonialismo del dominico, contrapartida radical de lo
que mantenía Fernández de Oviedo. Fray Bartolomé vivió la vida de América,
estuvo en contacto directo con los indios, fue confidente de los descubridores,
se enfrentó a las figuras más atrevidas de la conquista y a los más encopetados
caballeros de la corte. A veces sus defensas pueden estar empañadas por un tono
de exageración, pero esto no le resta verosimilitud a su bizarra denuncia. He aquí
una selección de algunos extractos de algunas de estas denuncias que nos
permitirán entender mejor la esencia del hombre: todas ellas pertenecen a “Historia general de las Indias”.
“Entre estas son las matanzas y estragos de gentes
inocentes y despoblaciones de pueblos, provincias y reinos que en ella se han
perpetrado, y que todas las otras no de menor espanto”.
“[Son las gentes] más humildes, más pacientes, más pacificas e quietas [los
indios]... Son asimismo las gentes más
delicadas, flacas y tiernas en complisión e que menos pueden sufrir trabajos y
que más fácilmente mueren de cualquiera enfermedad, que no hijos de príncipes e
señores entre nosotros, (...) son también gentes paupérrimas y que menos poseen
ni quieren poseer de bienes temporales; e por esto no soberbias, no ambiciosas,
no codiciosas”.
“Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta
parte [los españoles], hasta hoy, e hoy
en este día lo hacen, sino despedazarlos, matarlos, angustiarlos, afligirlo,
atormentarlos y destruirlos por las entrañas y nuevas y varias y nunca otras
tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad”.
“[La isla de Lucayos] e la más sana tierra del mundo, en las cuales había más de quinientas
mil ánimas, no hay una sola criatura. Todas las mataron trayéndolas y por
traerlas a la isla Española, después que veían que se les acababan los
naturales en ella”:
“Oprimiéndolos [a los indios]
con la más dura horrible y áspera servidumbre en que jamás hombres ni bestias
pudieron ser puestas. (...) La causa por que han muerto y destruido tantas y
tales y tan infinito número de ánimas los cristianos ha sido solamente por
tener por su fin último el oro y henchirse de riquezas en muy breves días y
subir a estados muy altos y sin proporción de sus personas”.
“...
Comenzaron a entender los indios que aquellos hombres no debían de haber venido
del cielo; y algunos escondían sus comidas; otros sus mujeres e hijos; otros
huianse a los montes por apartarse de gente de tan dura y terrible
conversación. Los cristianos dábanle de bofetadas e puñadas y de palos, hasta
poner las manos en los señores de los pueblos. Y llego esto a tanta temeridad y
desvergüenza, que al mayor rey, señor de toda la isla, un capitán cristiano le
violó por fuerza a su propia mujer. De aquí comenzaron los indios a buscar
maneras para echar los cristianos de sus tierras; pusiéronse en armas, que son
harto flacas y de poca defensa y resistencia (...); los cristianos con sus
caballos y espadas y lanzas comienzan a hacer matanzas y crueldades extrañas en
ellos.
Entraban a los pueblos, ni dejaban niños y viejos,
ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban y hacían pedazos, como si
dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. (...) Tomaban las criaturas de
las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las
peñas. (...) Hacían más horcas largas que juntasen casi los pies a la tierra, y
de trece en trece, a honor y reverencia de Nuestro Redentor de los doce
apóstoles, poniéndoles leña y fuego los quemaban vivos”.
“Una vez que teniendo en las parrillas que
quemándose cuatro o cinco principales y señores (y aún pienso que habían dos o
tres pares de parrillas donde quemaban otros) y porque daban muy grandes gritos
y daban pena al capitán o le impedían el sueño, mandó que los ahorcasen y el
alguacil, que era peor que el verdugo que los quemaba, no quiso ahogarlos, así
es que les introdujo palos en las bocas para que no se les escuchase y atizóles
el fuego hasta que se asaron del espacio como él quería”.
“Y porque todos los indios que huir podían se
encadenaban en los montes y subían a las sierras huyendo de hombres tan
inhumanos, tan sin piedad y tan feroces bestias, extirpadores y capitales enemigos
del linaje humano, enseñaron y amaestraron lebreles, perros bravísimos que
cuando veían un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían en él y
lo comían como si fuera un puerco. Estos perros hicieron grandes estragos y carnicerías.
Y porque algunas veces, raras y pocas, mataban los indios algunos cristianos
con justa razón y santa justicia, hicieron ley entre sí, que por un cristiano
que los indios matasen, habían los cristianos de matar cien indios”.
Fray Bartolomé de las
Casas fue un hombre batallador, apasionado, tozudo que todavía a los noventa y
dos años, y ya al borde de la muerte, con una vela en la mano, desde su lecho,
mantenía ánimos para la exhortación y la polémica. Como escritor fue de
desbordante fertilidad. A parte de su “Brevísima Relación de la destrucción de
las Indias” y de su “Historia General de
las Indias”, dejo “Del único de modo
de atraer a todos los pueblos a la verdadera religión” (1537: ed. en 1942);
“Apologética historia de las Indias”
(1550: ed. en 1909), de la cual se extractó los capítulos referentes a los
incas, osea, “De las antiguas gentes del
Perú” (ed. en 1892); y “Thesauri qui
in Regnis qual communi vocablo discuntur del Perú”, relación en torno a los
“tesoros del Perú”.
En los libros del dominico
alternan la polémica con la historia, y a pesar de que los hechos suelen
resultar deformados por el partido en que lo colocó su agresiva defensa de los
indios, es difícil hallar otra obra de tan copiosa información como la suya, y
tan indispensable como documento de consulta.
La denuncia del dominico
podrá tener una pequeña dosis de patetismo y de exageración, pero en esencia no
podemos detenernos a discutir si son galgos o podencos ante una realidad cruel
e inexplicable. Los cronistas españoles y muchos historiadores de la península,
se han disuelto en demagogias, gastando sus filos en más de quinientos años de
arrogancias, triunfalismos, despropósitos y crecientes mentiras para acallar
una verdad que se lleva inmune, una verdad que denuncia la perversidad y
miseria de un conquistador que se deleitó con la muerte de muchos inocentes.
Los soldados tuvieron la
osadía de ostentar públicamente la venia del rey de España para justificar el
robo, la destrucción y la muerte.
Las matanzas de
Nicaragua, Cholula, Tepeaca, Panuco, Tututepeque, Ipilcingo, Colima, Yucatán y
Guatimala, son descritas por los casos con crudeza y realismo. Cuesta mucho
convencernos que son hombres quienes cometen estas atrocidades, estos
genocidios. Estas páginas escritas por el dominico español, compiten en
perversidad con el sadismo y la maledicencia de una inquisición o una Gestapo.
Citemos a Las Casas.
“Estos dos hermanos [Behechio y Anacaona] hicieron grandes servicios a los reyes de
Castilla e inmensos beneficios a los cristianos, librándolos de muchos peligros
de muerte, y después de muerto el rey Behechio quedó en el reino por señora
Anacaona.
Aquí llego una vez el gobernador que gobernaba esta
isla con sesenta de caballo y más trescientos peones, que los de caballos solos
bastaban para asolar a toda la isla y la tierra firme, y llegaronse más de
trescientos señores a su llamado seguros, de los cuales hizo meter de una casa
de paja muy grande los más señores por engaño, e metidos les mando poner fuego
y los quemaron vivos. A todos los otros alancearon e metieron a espada con
infinita gente, e la señora Anacaona, por hacelle honra, ahorcaron y acaecía
algunos cristianos, o por piedad o por codicia, tomar algunos niños para
manparallos no los matasen e poníanlos a las ancas de los caballos: venía otro
español por detrás y pasabalo con su lanza. Otrosi, estaba el niño en el
pueblo, le cortaban las piernas con la espada”.
Unos buenos discípulos
de Herodes fueron estos conquistadores. He aquí otras iniquidades cometidas
contra los niños:
“Los indios, de miedo, quien tenía los hijos daba
uno, en quien tenía tres daba dos, e por esta manera cumplían con aquel tan
sacrílego comercio, y el señor o cacique contentaba los españoles si fueran
cristianos”.
Ciertamente unos sádicos
blasfemos estos señores conquistadores que, según la corona española, eran los
encargados de sacar de su “estado
salvaje” a los nativos. No faltaron en estas crueldades, niños que eran
despedazados a punta de espada para dar de comer a los lebreles, perros
adiestrados para matar a los nativos arrancándoles la carne aun estando vivos.
No faltó tampoco el canibalismo:
“Cuando iban a hacer la guerra [los españoles] a algunos pueblos o provincias, llevaban a
los indios ya sometidos para que hiciesen la guerra a otras tribus; y como no
les habían dado de comer durante varios días, les obligaban a que comiesen a
los indios que capturaban. Y así había en su real solemnísima carnicería de
carne humana, donde en su presencia se mataban los niños y se asaban, y mataban
el hombre por solas las manos y pies, que tenían por los mejores bocados.
Y con estas inhumanidades, oyéndolas todas las
otras gentes de las otras tierras, no sabían dónde se meten de espanto”.
Este es el testimonio de
un dominico que un día tomó la decisión de cambiar su vida cuando descubrió que
iba por la senda equivocada, es la bizarría de un hombre que tuvo el coraje de
enfrentarse a todo un sistema que sólo llevaba desolación y miseria por donde
iba.
Ese es Bartolomé de las
Casas, todo un apóstol en las Indias de esos terribles años.
TRANSFUSIONES
Las grandes
transfusiones de sangre se hacen en el campo de batalla; no en aras de la
solidaridad, sino como una forma de satisfacer la intolerancia y la ambición.
Hoy, 4.30 a.m.; escucho el Concierto para oboe de amor y cuerdas, en mi menor de Telemann; y
mi espíritu vuela hacia confines donde la broza de la vida vulgar y corriente
no llegará nunca. Estoy leyendo a Chomsky, ese pensamiento inquieto, lucido y
riguroso, que sostiene sus ideas y reflexiones en pilares ampliamente
documentados. Sus ensayos sobre política y filosofía me han hecho pasar
momentos de gran expectativa. En una de sus reflexiones en “Hegemonía y supervivencia”, hablando sobre la democracia, Chomsky
manifiesta que lo que queda de ella, en este mundo de consumismo, no va más
allá del derecho que tenemos a elegir entre mercancías.
ROSAL DE SANGRE
El ser humano es un rosal que con el tiempo va
perdiendo las rosas con que vino al mundo y se va llenando de espinas con las
que hiere a otros y a sí mismo.
En un acto de natural agresión y de
autodestrucción, va dejando tras de sí un sendero de sangre, ayes y dolores. Es
un jardín de muerte, vacío y soledad donde terminaría sus aciagos días. Son
pocos los seres que escapan a este inevitable destino que yace desde siempre en
la esencia humana.
LA FILOSOFÍA DE
LA FUTALIDAD
Noam Chomsky |
Quienes dirigen el mundo empresarial acompasados
por grandes “publicistas”, llevan
tiempo explicando que hay que inculcar en la población una “filosofía de la futilidad” y de la “carencia de sentidos de la vida” para concentrar la atención
humana en las cosas más superficiales que componen la mayor parte del consumo
de moda.
Inválidos por esta propaganda malsana desde la
infancia, los seres humanos aceptaran entonces sus vidas insignificantes y
subordinadas y se olvidaran de esas ideas ridículas de manejar sus propios
asuntos.
Se sentirán complacidos de poner su destino en
manos de los presidentes de empresas y la industria de las relaciones públicas
y, en el reino político, en las de quienes se presentan a sí mismas como las “minorías inteligentes” que atienden y
administran el poder. El apetito aquí no obedece a la razón sino a la rapiña.
Salustio, en su “Conjuración de Catilina”, sostenía que bajo el pretexto del bien
público, quienes llevaban las manijas del poder político y económico sólo
buscaban su provecho común sin guardar recato alguno en sus competencias. El
tiempo pasa y la esencia humana sigue siendo la misma.
LA GUERRA Y
DIOS
En una guerra Dios está siempre en ambos bandos
nunca pierde. Es tan sabio que ha dotado al hombre de una estupidez tal, que,
vencedores y vencidos, terminan adorándolo por igual: unos, por haberlos hecho vencer a su
enemigo, y los vencidos, por haber tenido la sabiduría y la equidad para acabar
con la masacre. El hombre siempre tendrá un motivo para achacarle al otro, traición,
intriga, ambición desmesurada como combustible para caldear las llamas de la belicosidad
y lanzarse sobre nuestro vecino con la mayor fiereza posible.
Ahí están los casuistas justificando lo
injustificable, purificando las acciones del agresor y forjando héroes para que
los civiles los adoren con la misma pasión y fanatismo con que los católicos
adoran a sus santos de escayola. “Ya he visto bastantes cadáveres como para
querer ver más”, diría un soldado que regresa de una guerra vesánica. Ya Kant
había dicho que la naturaleza del hombre no era de paz sino de guerra. Si no
encuentra un motivo para guerrear, inventa uno; siempre encontrara un artificio
para atacar a su semejante. La guerra no requiere un motivo determinado, agregó
el filósofo de Königsberg, se encuentra en todo hombre. Parece que viniéramos al
mundo con un corazón, un riñón, un hígado y una bala dispuesta a metérsela en
el cuerpo al primero que se cruce en nuestro camino. Son las mujeres quienes
cargan sobre su alma el flagelo de la guerra; por siglos han dado al mundo
hijos que han derramado su sangre en alguna contienda que no provocaron.
¿Cuántas viudas e hijos huérfanos han dado las guerras no es una pregunta que
Dios debería contestar?
Su omnisapiencia nos resultaría de gran utilidad estadística.
A Napoleón la guerra le pintaba un arte inigualable, pues, decía haber
sostenido sesenta batallas, pero que todo lo que sabía sobre ella lo había aprendido
sólo con la primera. El común denominador de esa necedad llamada guerra es
sangre, muerte e irracionalidad. Dos guerras mundiales no han servido para
nada; el hombre sigue exudando su animalidad. La idiotez y el rencor se dan la
mano después de cada batalla: la derecha es del que acabó con más vidas que las
que se anotó su oponente; la izquierda, luciendo una sumisión engañosa, es la
del vencido que esconde su rencor tras una mueca sarcástica. La tontería en el
hombre es un asunto deífico; las guerras civiles lo demuestran. Es como si el
hombre, carente de enemigos en la casa vecina, decide invitar a la muerte a su
propio hogar. Se habla y se repite hasta el infinito la crueldad de los campos
de concentración que los nazis construyeron por casi toda la Europa ocupada. ¿Y
Guantánamo qué cosa es? ¿Un centro recreacional que ha instalado Estados Unidos
para el regocijo de culpables e inocentes que se hallan encerrados ahí?
Allí se tortura como se torturaba en Mauthausen y
Treblinka; allí los seres humanos pierden el sentido de la realidad como se perdía
en Dachau o en Sobibor: en Guantánamo los militares estadounidenses matan y
desaparecen personas como se esfumaban en el tristemente célebre campo de
Auschwitz. Los campos de concentración no fueron un invento de los criminales
nazis, ya existían antes de que Hitler alcanzara la adolescencia. Los españoles
los implementaron en Cuba durante la guerra por la independencia, allá por
1898, como medio de concentrar y ejercer un control sobre la población rural y
evitar que la misma apoyara a los independentistas. También entre 1899 y 1902
los ingleses, en su afán colonizador, los habían utilizado durante la guerra de
los Boers, cuando enfrentaron a la república de Transvaal y al Estado Libre de
Orange, en los actuales territorios de Sudáfrica. Por entonces, los británicos
reunieron a sus detenidos en grandes espacios donde llegaron a hacinarse más de
veinte mil prisioneros.
Miles de ellos morirían por las pésimas condiciones
de reclusión y la falta de atención médica para controlar las enfermedades que
se desencadenaron.
Sólo un hombre de corazón puro como Shelley vio en
las guerras el germen de la tiranía. Wilde, siempre con ese tono irónico que lo
llevó a escribir sus grandes comedias, dijo que la guerra era fascinante porque
encerraba en su esencia la maldad, y que el día que se la considerase como algo
vulgar, dejaría de ser popular.
ORILLANDO LA
VEJEZ
A veces la presión alta, un leve calambre en las
piernas, un sutil dolor en la cintura, una inesperada taquicardia, un mal genio
por las cosas baladíes me alertan que estoy orillando la vejez. Leo y releo
desde hace algún tiempo “La vejez” de Simone de Beauvoir como quien lee un
manual de instrucciones para conducir una máquina desconocida. Uno se
reconforta pensando que la vejez es sinónimo de sabiduría, aunque como decía César
Miró, hay dos clases de viejos: los viejos sabios y los viejos estúpidos. Desde
la Edad Media abundan las iconografías sobre la vejez. Los viejos son
representados hasta en los pórticos de las iglesias luciendo aspectos
descarnados y largas barbas. En el Apocalipsis también está la vejez presente:
“Después de estas cosas, miré, y he aquí
una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, era como una trompeta
que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá y yo te mostraré las cosas que es
necesario que sean hechas después de estas.
Y luego me arrebató el Espíritu; y he aquí
un trono que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado.
Y el que estaba sentado era al parecer
semejante a una piedra de jaspe y de sardónica; y el arco del cielo estaba al
derredor del trono semejante en aspecto a la esmeralda.
Y al derredor del trono había veinticuatro
sillas; y vi sobre las sillas veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas
blancas y tenían sobre sus cabezas coronas de oro”.
(4, 1-4)
Las xilografías que Alberto Durero hizo sobre el
Apocalipsis y que fueron publicadas en 1498 nos muestra en una de ellas este
pasaje del texto de San Juan. Entre los ancianos coronados se aprecia también a
otros que, con los brazos extendidos, brindan ofrendas al Cristo sentado en un
trono flanqueado por ángeles y teas. Se piensa que estos ancianos corresponden
a los 24 signos del Zodiaco representados en Babilonia por viejos porque,
presidiendo las 24 horas del día, encarnaban al tiempo.
Los manuscritos ilustrados del Apocalipsis
inspiraron a los escultores, que representan a menudo a esos ancianos. Se los
considera consejeros sabios. Corneille demandó para el hombre que envejece el
derecho al amor. Corneille más de cincuenta años, edad avanzada para su época,
cuando se enamoró de la Du Parc, a quien dedico inolvidables versos:
“Sé
que mi pelo es gris, sé que los años/
poco
merito dejan a las almas mejor nacidas/
…
Que si en mis buenas épocas parecí tolerable/
He
amado demasiado tiempo para seguir siendo amable/
y
que de una frente arrugada los pliegues amarillentos/
mezclan
un triste encanto a los inciensos más dignos.
O estos otros de fuerte inspiración:
“Marquesa,
si mi rostro/
tiene
algunos rasgos un poco envejecidos/
recordad
que a mi edad/
no
seréis mucho mejor./
El
tiempo a las cosas más bellas/
se
complace en afrentar/
y
sabrá marchitar vuestras rosas/
como
ha arrugado mi frente./
Para
esa raza nueva/
donde
tendré cierto crédito/
no
pasaréis por bella/
sino
porque yo lo haya dicho”
Lo cierto es que la vejez no es más que la memoria
que tenemos de la vida pasada, una etapa en que físicamente todo se vuelve
graveza, una época en que comenzamos a vivir más de los recuerdos que de la
vida hogaña, pero sin olvidar que ella nos traerá la placidez de vivir en paz
con nosotros mismos los últimos años de nuestra vida.
Es común en la política de todos los países ver
como la creación del clima mediocre lleva consigo el triunfo de las masas
dirigidas por parlanchines embaucadores. Innegable resulta que la naturaleza se
oponga a toda nivelación y que necesite del caso singular para realizarse sin
prescindir de la clase común de los individuos, de las masas. El desequilibrio,
la desigualdad, es la fuerza motriz y esencia de toda selección. El hombre de excepción
necesita un ambiente propicio para su desarrollo. Cuando una raza, un arte, una
ciencia o un credo preparan su venida o pasan por una renovación fundamental,
el hombre sin igual aparece personificando nuevas orientaciones de los pueblos
y de las ideas. Allí están Malinowski, Schopenhauer, Nietzsche, Sartre, Orwell,
Joyce, Lacan, Russell y una larga lista de seres tocados por lo extraordinario.
Como prototipo del hombre excepcional y transformador, Ingenieros presenta una
semblanza de Domingo Faustino Sarmiento, el gran educador, proselitista y
escritor argentino. Incomprendido, objeto de ataque y de burla para todos los espíritus
vulgares, Sarmiento supo salir desdeñoso para dejar un magisterio de siembra
que aún hoy perdura.
Este “hecho selectivo” creó indudablemente en el seno judío, un divisionismo soterrado. Hubo muchas delaciones e indiferencias de los unos a los otros. Al fin y al cabo, los judíos eran seres humanos que, en algún momento, en los umbrales de la muerte, habían hecho hasta lo imposible por salvar sus vidas o, en el mejor de los casos, extenderla un poco más aunque sea sacrificando la vida del prójimo.
Catalina Adrianzen,
antropóloga, investigadora social y dirigente de agrupaciones femeninas, que,
estallada la “Guerra Popular”
iniciada por Sendero Luminoso dirigió la célula senderista en el Cuzco, resume
el criterio que llevó a Abimael Guzmán a permitir la presencia vital de la
mujer en el movimiento.
Como se ve, las
frases retóricas, de baja calidad poética, tratan de formar un discurso que más
parece las piezas de diferentes rompecabezas. Ya podemos imaginar el efecto que
debe haber tenido en las mentes de los senderistas, campesinos en su mayoría cuyo
nivel intelectual debe haber orillado el analfabetismo. Más repercusión debe
haber tenido los ademanes y el tono incendiario con que Guzmán acompañaba sus
arengas revolucionarias. Este discurso con atisbos bíblicos surtieron un efecto
perverso en los senderistas que hicieron padecer a miles de familias peruanas
en los doce años que duró la barbarie generada por este lunático y su rabiosa
mujer, Augusta La Torre. Seres acribillados, mutilados, degollados, torturados,
dinamitados, lapidados; aldeas arrasadas, viudos, viudas, huérfanos, mujeres y
hombres que perdieron a sus hijos muchas veces en la flor de la vida, desaparecidos,
fosas comunes, cochesbomba, migrantes, torres dinamitadas, apagones, servicios públicos
destruidos, toda una gama de crueldades producidas por un hombre cuyo “ego es exaltado a través de un culto a la
personalidad inédito en la historia del movimiento comunista. Recuérdese que el
culto a la personalidad de Lenin se despliega después de su muerte. En los
casos de Stalin, Mao y Kim Il Sung el culto se desata después de la toma del
poder” (“Discurso y violencia política
en Sendero Luminoso”, Carlos Iván Degregori). Abimael Guzmán pasará a la
historia como un trastornado que, patológicamente, presentaba un ego deformado,
al punto que se podía pagar con la muerte el acto de objetar el ilusorio e
inexistente “Pensamiento Gonzalo”. Este
hombre, que gustaba ser catalogado como “el
más grande marxista – leninista – maoísta viviente sobre la tierra”, parece
estar dando actualmente, signos de una demencia soterrada. El tiempo dará su
veredicto.
Todos estos hechos,
todas estas falsedades, han creado en la mente de muchos peruanos “los mitos de
Fujimori”, encubriéndose así los más graves delitos y crímenes cometidos por el
expresidente y sus secuaces. En la esencia del hombre existe un apetito de
criminalidad soterrada, esperando el momento preciso para emerger de la
oscuridad.
g
A
GOLPE DE CINCEL
No se puede esculpir un rostro sino se conoce la
naturaleza viva de la membrana de tejido muscular que va ininterrumpidamente
desde una oreja, alrededor de los labios, hasta la otra. ¿Se puede llegar a ser
un escultor inmortal sino se ha familiarizado el artista con todos los
componentes del cuerpo humano y la función precisa que cada uno de ellos
cumple? ¿Y qué hay de las interrelaciones que existen entre los huesos, la
piel, la sangre, los músculos, el cerebro, los intestinos o los tendones?
Miguel Ángel se convenció de que un escultor no podía generar movimientos sin
percibir primero su causa, no era posible influirle vida a un David sino se tenía entre las manos un
corazón humano y, con él, entre los dedos, cerrar los ojos e imaginar los
suaves latidos que insuflaban vida poniendo en movimiento toda esa compleja
maquinaria de sangre que corre como un río a través del cuerpo mojando bazo,
riñones, hígado, pulmones, todo, con una precisión de reloj. Los dibujos de
brazos y piernas mostrando músculos en los cuadernos de Leonardo, denuncian la
presencia del gran pintor florentino sobre los cadáveres. ¿Para observarlos
exteriormente solamente? ¿Cuál era la pena con que se castigaba a aquellos que
osaban practicar disecciones violando así la paz de los muertos?: la muerte.
¿Pero de qué valía una vida consagrada del arte sin los riesgos necesarios para
buscar la perfección? Había que introducir los dedos con sumo cuidado entre
tejidos y membranas para ver el leve movimiento de las mandíbulas, dar leves
golpes precisos sobre el cráneo para destapar la cavidad craneana y tener ante
los ojos maravillados la masa cerebral. ¿Riesgos? ¿Qué es la vida consagrada al
arte sin el filo de la espada en el gaznate? Había que conocer el cerebro para
imaginarse porque los ojos miran, se cierran y abren; porque los brazos tienen
la movilidad que tienen: ora en jarras, ora en jambas, ora cruzados como en una
santificada cruz de San Andrés. El mármol fue para Miguel Ángel su vida y su
destino como el lienzo fue la savia en que Leonardo humedeció su genio.
INVOLUCIÓN
I
Si bien como especie humana surgimos de un mundo de
sombras e ignorancia, supimos en un momento arrancarle a la Naturaleza sus
secretos y sus bondades, para aprovechar de ella lo que la vida misma nos ofreció.
En este mundo de ahora, donde la ambición nos ha llevado no a someterla, sino a
destruirla, la Naturaleza parece tomar represalias sobre el Hombre: allí están los
huracanes, los terremotos y tantas otras manifestaciones de una Naturaleza
rebelde y poderosa.
II
A medida que el hombre primitivo fue dejando atrás el
mazo y el taparrabo y fue adquiriendo determinados valores en su trato
comunitario, también sacó a relucir, poco a poco, los vicios propios de su condición
humana. Lo que un día llegó a ser dura roca, el mar, a través de la sal y las
olas, fue exfoliándola hasta convertirla en arena.
GASSET
E INGENIEROS EN LA MISMA ORILLA
Es fácil percibir a nuestro alrededor el poder que
va adquiriendo el hombre vulgar, ese hombre
masa del que habla Ortega y Gasset en su ensayo “La rebelión de las masas”.
Son pocos los hombres que se exigen a sí mismos. En ese esfuerzo intelectual no
logran muchas veces todos sus objetivos o los van logrando poco a poco. El
hombre multitud o vulgo está provisto de una chatura que
lo convence de su vulgaridad y, saltándose todas las reglas de la ética y la
moral, quiere imponer por doquier su perniciosa condición. La masa tiene el
poder de arrollar todo lo que significa civilización, dignidad, orden social,
calificación, lo selecto. El hombre masa no se exige nada, no tiene metas ni
objetivos, para el existir, vivir, es permanecer inmutable en cada instante de
su vida; la perfección no está en su perspectiva de vida porque no la posee: es
un insecto que nace, se reproduce y muere sin más ni más. El crecimiento
desmesurado de la población ha hecho imposible insertarlos en la cultura
tradicional. Este crecimiento sin control ha formado una casta que han puesto
en grave peligro los principios morales y sociales que rigen la vida de los hombres.
El hombre masa vota
irresponsablemente por cualquier politicastro que, con su verbo florido y
algunas dádivas, se le pone enfrente. Dar un vistazo a los sátrapas que han
gobernado muchos países de América Latina o de Europa nos darán un buen diagnóstico
de lo que significa poner la capacidad de elección en manos del hombre masa. ¿Es difícil percibir las
atrocidades cometidas por hombres como Ronald Reagan, Georges Bush o Barak
Obama? Que lo digan los miles de muertos inocentes de Cuba, Líbano, Siria,
Egipto, Libia y de países centroamericanos donde las manos ensangrentadas de
Estados Unidos ha estado presente convencidos de que quitándose los guantes de
seda sanguinolentos se liberan de su crimen, Estados Unidos continua su
terrorismo internacional entre bambalinas con la proliferación de la tecnología
del entretenimiento, el hombre masa
se multiplica día a día llevándonos inexorablemente a la barbarie que
caracterizó al hombre primitivo. La
rebelión de las masas de Ortega es la invasión vertical de los bárbaros. El
hombre masa no valora todo lo que ha hecho más cómoda su existencia; el vulgo
no solo se caracteriza por su ignorancia supina, sino por su ingratitud. Solo
está pendiente de sus necesidades vitales, posee el instinto del animal salvaje
y, por ende, su comportamiento social es igual al de un perro o al de una
sabandija. Sumergido en los placeres mundanos que le brinda la tecnología, el
hombre masa vive en el limbo, sin pensar en nada que no sea su diversión que
hoy en día es su bienestar supremo. En aposición a esta barbarie, existen
pequeñísimos seres capaces que se resisten a convertirse en esos despojos
humanos que pululan en las calles, los autobuses, los cines, los estadios, etc.
Pero estos hombres selectos, nobles, se van convirtiendo en ese Harri Haller de
El lobo estepario de Hesse, un ser aislado, arrinconado en un mundo de
barbarie. Lo más peligroso es que el hombre masa se ha camuflado tan bien, que
ahora lo vemos asentando raíces en la política y el comercio. El mono se ha
investido de trajes lujosos y se ha instalado en los congresos; a través del
comercio, se han introducido en la educación, aperturando colegios y
universidades las cuales manejan como si fueran bares o pollerías. No
preparados para la vida académica tienen la astucia del zorro para los
negocios, de ahí que muchos hombres masa
se hayan convertido en “prestigiosos
empresarios” aunque no sepan bien ni siquiera el abecé.
“El hombre masa se siente perfecto. Un hombre de
selección, para sentirse perfecto, necesita ser especialmente vanidoso, y la
creencia en su perfección no está consustancialmente unida a él, ni es ingenua,
sino que le llega de su vanidad, y aun para el mismo tiene un carácter
ficticio, imaginario y problemático. Por eso el vanidoso necesita de los demás,
busca en ellos la confirmación de la idea que quiere tener de sí mismo. De
suerte que ni aun en este caso morboso, ni aun “cegado” por la vanidad,
consigue el hombre noble sentirse de verdad completo. En cambio, al hombre
mediocre de nuestros días, al nuevo Adán, no se le ocurre dudar de su propia
plenitud. Su confianza en sí, es, como Adán, paradisiaca. El hermetismo nato de
su alma le impide lo que sería condición previa para descubrir su
insuficiencia: compararse con otros seres. Compararse sería salir un rato se sí
mismo y trasladarse al prójimo. Pero el alma mediocre es incapaz de
transmigraciones – deporte supremo. Nos encontramos, pues, con la misma
diferencia que eternamente existe entre el tonto y el perspicaz. Este se
sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por ello hace un
esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la
inteligencia. El tonto en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece discretísimo,
y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se asienta e instala en su
propia torpeza. Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del
orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle
de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión
habitual con otros modos de ver más sutiles. El tonto es vitalicio y sin poros.
Por eso decía:
“Anatole France que un necio es mucho más funesto que
un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio jamás”.
(“La
rebelión de las masas”, José Ortega y Gasset)
Ortega toma a Europa como muestra para sus
planteamientos socio – filosóficos. Para Ortega la civilización es la voluntad
de convivencia y, aunque Platón sostuviera que la democracia es el peor de los
buenos gobiernos, pero que era el mejor entre los malos, sigue siendo ésta la
que mejor representa en política la más alta voluntad de convivencia. Para el filósofo
español, una sociedad está siempre integrada por una masa y una minoría
especialmente cualificada. Las masas no son solo ni principalmente las masas obreras; masa es el que se siente como todo el mundo, no se trata, pues,
de una división en clases sociales. Frente a esa forma común de existencia está
la vida noble, como exigencia y esfuerzo. Para el hombre escogido, existir es un perpetuo esforzarse, exigirse, un ser que
está en cotidiana actividad. Lo cual
no se da en el hombre masa, cuya medianía lo mantiene estático en su mundo de
mediocridad. Si bien “La rebelión de las
masas” se empezó a publicar en Madrid, en forma de artículos, desde 1926, apareció
recién como libro en 1930. Ya antes que el libro de Ortega, el médico, escritor
y sociólogo argentino, José Ingenieros, había publicado un libro que es afín al
de Ortega, “El hombre mediocre”
(1911). El libro encierra mucho de su catecismo por mejorar las condiciones de
la clase obrera. Para Ingenieros, si se careciera de ideales no sería posible
el progreso humano. Ingenieros habla de espíritus superiores y espíritus elementales:
el primero necesita de la crítica y de la inconformidad para alzar vuelo en su
anhelo de perfección; por el contrario, el elemental es propenso a la adaptación
y a los hábitos colectivos. Siempre habrá, forzosamente, idealistas y
mediocres; estos últimos podrían equiparse al hombre masa de Ortega. En la jerarquía de la inteligencia humana la
mediocridad representa el claroscuro entre el talento y la estupidez; es el
corcho que permanece a flote en el agua: ni se eleva ni se hunde. El aurea mediocritas de Horacio se refiere,
claro está, a la limitación placentera que elige el selecto, o algunos
selectos, quienes, precisamente por serlo, rechazar el boato inútil y los
asedios del poder y la gloria. Característica típica del hombre mediocre es su
falta de unicidad, no posee un rótulo que lo diferencie de otro, es un ser despersonalizado,
tiene el sello común de todos los mediocres, lo que le permite vegetar moldeado
por el medio “como cera fundida en el
cuño social”. Las cualidades del mediocre lindan con la rabia y el
sarcasmo: con la rabia porque es parte de esa masa que representa el atraso y
el conformismo; humorístico, porque siendo gusanos se lanzan de la copa de un árbol
para imitar el vuelo de las águilas. El mediocre no califica como humano si
tomamos al pie de la letra el Pensamiento
de Pascal: “Salir de lo mediano es salir
de la Humanidad”. El mediocre se caracteriza por no reconocer su
inferioridad y no aceptar la superioridad de otro, a quien inconscientemente
desprecia: la serpiente observa con codicia el vuelo del ave rapaz. “La mediocridad es lo excelente para los mediocres”
decía J. Joubert y que Alfred de Musset confirmaría en Sobre la pereza: “La médiocrité qui ne comprend rien qu’elle…”
(“La mediocridad que no comprende sino lo
mediocre”). Como elemento social estático más que dinámico, el hombre
mediocre reposa tranquilo y satisfecho sobre un cierto número de lugares
comunes que le ahorra el trabajo de pensar. El lugar común es su dogma, la
rutina y su conservadurismo parte de su decálogo de inercia. Una pasión frecuente
en los mediocres es la envidia que va de la mano con la mentira; su propensión
a la uniformidad hace que sienta horror por la individualización excesiva. Ingenieros
señala que los grandes males que originan los partidos políticos, compuestos de
gente servil que merodean por los congresos en virtud de la flexibilidad de su
columna vertebral.
Estado; prestigian proyectos de grandes negocios
con el erario, cobrando sus discursos a tanto por minuto”.
(José
Ingenieros, “El hombre mediocre”).
¿CULPA
O RESPONSABILIDAD? EL CASO EICHMANN
¡Oh Alemania!
Quien solo oiga los discursos
que de ti nos llegan, se reirá.
Pero quien vea lo que haces,
echará mano al cuchillo.
Bertold
Brecht
Antes de la publicación de “Eichmann en Jerusalén”, Hannah Arendt había publicado un libro que
le había dado prestigio en los ambientes académicos de las universidades de
California, Chicago, Columbia y Princeton, “Los
orígenes del totalitarismo”, ensayo en el que la filosofía judía sostiene
que el origen de esta plaza se encuentra en el antisemitismo y el imperialismo.
El bien el antisemitismo carecía de importancia política, pasó, con el
advenimiento de Adolfo Hitler a convertirse en el agente transformador del
nazismo y, a través de él, de la Segunda Gran Guerra y de los innumerables
campos de concentración con sus respectivos exterminios en masa de judíos,
gitanos, homosexuales y “enemigos”
políticos del Partido Nazi. El imperialismo para Arendt tuvo una connotación
diferente, pero no menos siniestra: la estrafalaria disparidad entre causa y
efecto que introdujo el imperialismo, provocando una profunda transformación política
y económica a nivel mundial y alentando la insolucionable lucha de clases. Pero
es “Eichmann en Jerusalén”, su libro
más controvertido, el que generó odios en la mayoría de los intelectuales
judíos que vieron en el libro una defensa al nazismo y, sobre todo, al “monstruo de todo lo ocurrido” [Adolph
Eichmann] según la acusación de uno de los jueces que juzgó al teniente coronel
de las SS (Obersturmbann führer). En
las conclusiones finales del juicio, los magistrados determinaron que:
“Has reconocido [Eichmann] que el delito cometido contra el pueblo
judío en el curso de la guerra es el más grave delito que consta en la
historia, y también has reconocido tu participación en él. Pero has dicho que
nunca tuviste inclinación a matar, que nunca odiaste a los judíos, y pese a
esto, no pudiste comportarte de manera distinta y no te sientes culpable. (…)
Tú mismo has habado de una culpabilidad por igual, en potencia, no en acto, de
todos aquellos que vivieron en un Estado cuya principal finalidad política fue
la comisión de inauditos delitos. Poco importan las accidentales circunstancias
interiores o exteriores que te impulsaron a lo largo del camino a cuyo término
te convertirías en un criminal, por cuanto media un abismo entre la realidad de
lo que tú hiciste y la potencialidad de lo que los otros hubiesen podido hacer.
Aquí nos ocupamos únicamente de lo que hiciste, no de la posible naturaleza
inocua de tu vida interior y de tus motivos, ni tampoco de la criminalidad en
potencia de quienes te rodeaban. (…) Y del mismo modo que tú apoyaste y
cumplimentaste una política de unos hombres que no deseaban compartir la tierra
con el pueblo judío ni con ciertos otros pueblos de diversa nación como si
tú y tus superiores tuvierais el derecho
de decidir quién puede y quién no puede habitar el mundo –, nosotros
consideramos que nadie, es decir, ningún miembro de la raza humana, puede
desear compartir la tierra contigo. Esta es la razón, la única razón, por la
que has de ser ahorcado”.
(“Eichmann
en Jerusalén”, un estudio sobre la banalidad
del mal; Hannah Arendt)
[Resulta
curioso y contradictorio que los judíos estén haciendo algo similar a lo que
hicieron los nazis, en el mundo de hoy con el pueblo Palestino. Nota del autor].
Arendt al analizar el caso de Eichmann habla de la
responsabilidad individual y colectiva. Para ella es importante la distinción responsabilidad/ culpa, el papel de las
máximas morales o la capacidad de distinguir el bien del mal. Ella al igual que
Karl Jaspers en “El problema de la
culpa” (1946), sostiene que la culpabilidad singulariza, expone a un sujeto
determinado ante determinadas acciones que ha producido, es una atribución
estrictamente personal y requiere la intencionalidad por parte del sujeto. Ella
rechaza rotundamente, y esto le ganó la ojeriza y el odio de un gran sector de
los intelectuales y el pueblo judío, la noción de culpabilidad colectiva, tan
en boga durante el juicio que llevó al jerarca nazi a la horca. La culpa y la
inocencia son para Arendt siempre individuales. La culpa, en este sentido,
tiene una fuerte orientación solipsista (el individuo consigo mismo). La
responsabilidad, por el contrario, tiene una conformación intersubjetiva: se
responde ante alguien o ante un colectivo. La responsabilidad, al contrario que
la culpa, puede ser colectiva, “por una
acción que no hemos cometido, que se hizo en nuestro nombre, y de la que somos
responsables por pertenecer a una comunidad. Esa responsabilidad vicaria es el
precio que pagamos por vivir en una comunidad”. Eichmann es para Arendt un
hombre insignificante, un burócrata mediocre, un individuo de la sociedad –
masa que cumplía con las órdenes asignadas sin detenerse a pensar si éstas eran
adecuadas o no, él solo obedecía y punto. Un hombre de este tipo estaba listo a
sacrificar sus creencias, su honor y su dignidad humana. En el juicio de
Eichmann estaba Harry Mulish, un joven escritor holandés en ciernes, que luego
se convertiría en un reconocido novelista. Más adelante escribió sus
impresiones sobre Eichmann, de una manera muy similar y complementaria a la de
Hannah Arendt:
“Hasta la muerte de Hitler, Eichmann se mantuvo
fiel a su máxima orden (la eliminación de los judíos). Después se convirtió en
un “ciudadano
pacífico”,
es decir: fiel a la orden de la sociedad en la que vivía entonces. Cuando lo
arrestaron, se mostró fiel a la policía israelí y contestó a todas las
preguntas, algo que otros no habían hecho. En Jerusalén, cuando los jueces
entran en la sala, él es el primero en ponerse de pie. El ayudante de Servatius
(el abogado defensor), que habla con él durante horas cada día, me contó que
Eichmann sería capaz de saltar a la comba todo el día si así se lo ordenaran.
Solicitó que le dieran la orden de ahorcarse él mismo; mientras no se la den,
no lo hará, aunque tenga los bolsillos llenos de sogas”.
(Harry
Muslich, El juicio a Eichmann,
Causa penal 40/61).
La expresión “mal
banal” y “banalidad del mal” se
ha convertido en un cliché, no ha escapado a su propia banalización. El término
no se ha difundido tanto que se usa para adjetivar cualquier tipo de violencia
extrema: desde las acciones de un narcotraficante hasta el uso de pesticidas
por la industria agrícola, desde las acciones cometidas en cualquiera de los
escenarios bélicos (el vuelo de instalaciones industriales cubanas por parte de
Estados Unidos o el ingreso en 1976 de Siria en el Líbano, con el beneplácito
de Estados Unidos, que dejó como saldo nuevas matanzas, la principal de ellas
en el campamento de refugiados palestinos (a quienes tanto odian los judíos) de
Tel al – Zaater, donde miles de personas fueron asesinadas por fuerzas
cristianas apoyadas por Siria y provistas de armas israelíes). Da la impresión
que cuando no se puede explicar las motivaciones de la violencia en los
términos habituales (deseo de poder, control de territorio, riquezas, etc.) y
se nos muestra como una “violencia sin
sentido”, se recurre a esta atípica denominación de Hannah Arendt para
poder “mencionar” un prototipo de mal
extremo e inconcebible. “Banal” es el
individuo que lo comete, y lo es tanto porque no manifiesta motivos para la
acción como por “su normalidad”. Es
banal, porque nos muestra una irreflexividad, y esto fue lo que llamó
poderosamente la atención de Arendt respecto a Eichmann:
“[…] la única característica especifica que uno
podía detectar en su pasado y también en su conducta durante el juicio y los
interrogatorios policiales previos era algo completamente negativo: no era
estupidez, sino una curiosa, y verdaderamente autentica, incapacidad de
pensar”.
Según Arendt si los judíos no hubieran sido
comunidades organizadas, hubiera resultado más difícil para los nazis
exterminarlos en grandes números; de ahí que resulta evidente que muchos consejeros
judíos seleccionaban a los que debían embarcarse en los vagones que iban a los
campos de concentración.
[…]
y sabemos, gracias a una orden dictada
por Kaltenbrunner, jefe de la RSHA, que “se tenía especial cuidado en no deportar a los judíos
con relaciones y amistades importantes en el mundo exterior”. En otras palabras, los judíos
no tan “prominentes”
eran
constantemente sacrificados en beneficio de aquellos cuya desaparición en los
territorios del Este podía provocar incomodas pesquisas. No era preciso que “las amistades en el mundo exterior” vivieran fuera de Alemania.
Según Himmler había ochenta millones de buenos alemanes, y cada uno de ellos
tenía su judío decente. Evidentemente, “los demás judíos son unos cerdos, pero este judío es un
judío de primera clase”
(Hilberg). Se dice que el propio Hitler conocía a trescientos cuarenta judíos
de “primera
clase”, a
quienes había dado la condición de alemanes o concedido los privilegios propios
de los medio judíos. Miles de medio judíos fueron declarados exentos de toda
restricción, lo cual quizá explique que Heydrich ocupara tan alto cargo en las
SS, y que el generalfeldmarschall Erhard Milch tuviera tan alto
puesto en las fuerzas aereas de Göring, ya que nadie ignoraba que Heydrich y Milch
eran medio judíos. (De los grandes criminales de la guerra únicamente dos se
arrepintieron antes de morir. Uno de ellos fue Heydrich, en el curso de los
nueve días de agonía, antes de que las heridas que le infligieron los patriotas
checos le causaron la muerte. Y el otro fue Hans Franck, en su celda de
condenado a muerte, en Nuremberg. […] Actualmente en Alemania, esta idea de los
judíos “prominentes” todavía no ha sido olvidada. Y
así vemos que mientras los judíos excombatientes y los demás grupos de judíos
privilegiados ni siquiera se mencionan, todavía se lamenta el sino de los
judíos “famosos”, con total olvido de los
restantes. No son pocos, especialmente en las minorías cultas, quienes todavía
lamentan públicamente que Alemania expulsara a Einstein, sin darse cuenta de
que constituyó un crimen mucho más grave dar muerte al insignificante vecino de
la casa de enfrente, a un Hans Cohn cualquiera, pese a no ser un genio”.
Este “hecho selectivo” creó indudablemente en el seno judío, un divisionismo soterrado. Hubo muchas delaciones e indiferencias de los unos a los otros. Al fin y al cabo, los judíos eran seres humanos que, en algún momento, en los umbrales de la muerte, habían hecho hasta lo imposible por salvar sus vidas o, en el mejor de los casos, extenderla un poco más aunque sea sacrificando la vida del prójimo.
LOS
PRIMEROS TIEMPOS
En la época de las cavernas, lanzas y mamuts, el hombre no fue más que un
observador contemplativo de lo que sucedía a su alrededor. La naturaleza con
sus rayos, relámpagos y truenos; los cometas surcando el espacio y meteoritos
fugaces nos atemorizaban; los movimientos sísmicos, las erupciones volcánicas y
las plagas nos llenaban de horror. Nuestra capacidad de comprender el ballet de
la naturaleza era casi nulo. Todo era un misterio mágico que había que temer y
reverenciar a ver si así, instintivamente, podíamos hacer algo por apaciguar esa
furia desconocida. Para darle sentido al mundo se fue creando poco a poco una
mitología variada llena de dioses a quienes había que rezarles y adorar para
que fueran piadosos y les otorgaran sus más ardorosos anhelos. Gracias a estas
primitivas jaculatorias sobrevivimos comiendo vegetales y ocasionalmente carne
de algún animal distraído o indefenso. Las riberas de los ríos o las orillas de
los lagos nos sirvieron de viviendas al socaire. De la selva extrajimos frutos para
complementar nuestra dieta. Poco a poco tuvimos entendimiento de nuestro mundo,
aun cuando en la Edad Media, curas chupópteros de vientres abultados y mofletes
rojizos, nos metieron en la cabeza historias de vírgenes preñadas, muertos que
regresan a la vida, Santos de escayola y angelitos barrunteros.
LA
CREACIÓN DE LO BRUTO Y LO SALVAJE
Después del acto sexual, el hombre siente cierto
rechazo por la hembra (como si su escondido instinto animal aflorara con la
consumación). En cambio para ella comienza un reto mágico de amor y pasión, de
éxtasis y ensueño que la lleva a soñar despierta. Ve en el hombre que yace a su
lado al ser más maravilloso de la tierra, a alguien incomparable a quien
entregaría su vida sin restricciones. La mujer se siente sujeta a su hombre; el hombre siente en cambio
que tiene al lado a una enemiga que lo quiere sujetar, retener, posesionarse de su ser. Esto tiene que ver mucho
con la dominación que los hombres han hecho de la hembra desde la Antigüedad
clásica, pasando por la Edad Media, hasta los tiempos modernos.
En el Epígrafe
93 de sus “Epigramas”, el
escritor latino Marco Valerio Marcial, quien desplegó una actividad literaria
coronada por el éxito más grande bajo el gobierno de Domiciano, se expresa
terriblemente sobre las féminas:
“Cuando tienes trescientos consulados, Vetustila, y
tres pelos y cuatro dientes, pecho de cigarra, piernas y color de hormiga;
cuando tienes una frente más arrugada que tu estola y unos pechos que parecen
telarañas; (…) y tu vista alcanza lo que alcanzan las lechuzas por la mañana, y
hueles a lo que los machos cabríos, y tienes las rabadilla de una ánade flaca,
(…) solamente una antorcha funeraria puede penetrar en semejante coño”.
(Libro
III, 93)
Aunque su intención fue alabar indiscriminadamente,
Marcial se convirtió en testigo en testigo de su época: como no tiene interés
en hacer una pintura desde un estricto punto de vista moral, nos presenta
fielmente la situación imperante en Roma, sin deformaciones. Aguda observación
de la vida y costumbres, no sigue, pues, la tradicional vía moralizante de la
sátira romana, sino que busca temas de burla y de risa. En el fondo este
humorismo resulta melancólico, y el mote y la caricatura denotan el estado
anímico de quien, deseando encontrar seres humanos, halla sólo miseria y
bajeza. ¿Qué decepciones amorosas pueden haberlo llevado a expresarse en ese
tono sobre la mujer? Eso nunca lo sabremos, pero ahí están sus epigramas
misóginos para confirmar el hecho. Pero lo que sí sabemos, después de leer sus
escritos, es que el realismo es notable en su obra, aunque para conseguir más
efecto recargue los rasgos; pero con la invitable caricatura obtiene mayor
vivacidad y energía. Sus mejores momentos están en la capacidad para combinar
los juegos de ingenio con la imagen más veraz de la vida, por la difícil
armonización de lo real y lo paradójico. Muchos de sus epigramas solo tienen
dos versos (un dístico) y, por encima de las imperfecciones, hablan de la
naturalidad, espontaneidad y elaboración de su arte y, por ello, son
imborrables. Dentro de su género menor, buscan divertir con hechos
intrascendentes, pero sin cansar. Cuando se recurre al dístico, cuando se
utiliza tal brevedad la concisión y la precisión son imprescindibles, porque
hay que decir o insinuar el mayor número de ideas con el menor número de
palabras, de modo que el juego de éstas, lo mismo que el empleo de los
sinónimos y los antónimos, resulta fundamental; y en ello Marcial es un
verdadero maestro que sustenta toda la tradición posterior. En sus burlas
contra las mujeres no se limita, no se intimida el picotazo a veces resulta ser
una verdadera cornada. Veamos algunos de sus versos:
Gelia y sus lágrimas fingidas
“Gelia, cuanto está sola, no llora la pérdida de su
padre;
si hay alguien, se le saltan lágrimas forzadas.
No siente tristeza quien busca, Gelia, que la
alaben:
siente de verdad dolor quien lo siente sin
testigos”.
(Libro
I, 33)
A Lesbia, una procaz meretriz
“En umbrales sin vigilar y abiertos, Lesbia,
siempre
cometes pecados sin ocultar tus devaneos,
y te gusta más el mirón que el amante
y no te agrada el placer, si queda oculto.
Pero las prostitutas alejan a los testigos con
cortinas y
cerrojos, y rara vez se abre una rendija en los
lupanares del
Sumemio. Al menos aprende a tener vergüenza de
Quíone o Yade:
los cementerios esconden a las guarras y a las putas.
¿Te parece una crítica demasiado dura?
Te prohíbo que te vean, no que te forniquen”.
(Libro
I, 34)
A Basa, lesbiana
“como nunca te veía, Basa, junto a los hombres
y como ningún chismorreo te atribuía un querido,
sino que a tu alrededor un grupo de tu propio sexo
siempre
estaba a tu completo servicio, sin que hubiera un
hombre,
me parecía que eras, lo reconozco, una Lucrecia:
pero eras tú, ¡horror!, Basa, un fornicador.
Te atreves a reunir dos coños gemelos entre sí
y tu monstruoso clítoris simula al hombre.
Has inventado una monstruosidad digna del enigma de
Tebas:
que donde no hay un hombre haya adulterio”.
(Libro
I, 90)
En “El
Corbaccio”, obra satírica de Giovanni Boccaccio, escrita entre los años
1354 y 1355, encontramos un verdadero manual que podríamos insertar, sin lugar
a dudar, en el extensísimo campo de la literatura misógina medieval que Boccaccio,
en parte, conocía. ¿Pero de dónde surgen estos sentimientos y rencores
personales que quitan libertad psicológica, y por lo tanto artística, a la
descripción de los sentimientos y rencores que se agitan en el libro?
Indaguemos hasta donde el tiempo y la historia nos lo permitan. Boccaccio tuvo
una aventura amorosa poco brillante, ya cuarentón, con una graciosa viudeta, a
quien le revelaba por carta su “ardiente deseo”. Recibió en respuesta una
misiva, a la cual Boccaccio contestó ilusionado y manifestándose entonces con
mayor ardor y claridad. La mujer enseñó las dos cartas a un galán suyo,
divirtiéndose luego públicamente a costa de Boccaccio, quien se encontró
burlado “a guisa de cornudo”. Fue ahí que ideó su venganza, transformándola con
mano harto experimentada de narrador feliz y acostumbrado, al terreno
fantástico de la imaginación. En el libro, el autor sueña que va vagando por
lugares placenteros, cuando de repente, sin percatarse de ello, se encuentra en
un bosque salvaje e inextricable, que es el Laberinto
de Amor, o la Porqueriza de Venus,
donde expían, transformados en animales, los desgraciados engañados por el
mentiroso amor de la mujer. Interviene, en el momento preciso, una sombra
bajada del cielo para salvar a Boccaccio, que resulta ser nada menos que el
difunto marido de la viuda, que viene a rebelarle las nefandas astucias y las
vituperables intimidades de aquella digna representante del sexo femenino,
creado para vergüenza y condenación de los hombres. A Boccaccio le impone al
difunto, como penitencia, la obligación de revelar a los vivientes todo lo que
ha oído: cosa que se dispone a hacer con el mayor placer del mundo. “El Corbaccio” es considerada la obra
más viva de Boccaccio, rica en vituperios, sarcasmos y rencores, en cuya
expresión ha puesto en juego todos los recursos de su agudísima pluma. En este
sentido, el libro es de una vivacidad autobiográfica inmediata. Veamos un fragmento:
“La mujer es un animal imperfecto, recocido por mil
pasiones desagradables y abominables solo de pensar en ellas, por no hablar de
razonar de ellas. (…) Ningún otro animal es menos limpio que ella: el puerco no
alcanza su suciedad, ni siquiera cuando está emplastado de fango, y si acaso
alguien quisiera negarlo, míreme sus partos, búsquense los lugares secretos
donde ellas, avergonzándose, esconden los horribles instrumentos que emplean
para quitarse sus superfluos humores”.
Esto nos lleva a pensar en el principio paulino de
que mejor sería no sucumbir a los placeres carnales aunque existiera la remota
posibilidad de conocerlos sin condenarse.
Hay un extraño mito narrado en los “Diálogos” de Platón en el que se deja
entrever tres puntos fundamentales. Primero, que para lograr la completitud, el
hombre necesita buscar algo que esté más allá de él mismo, posiblemente una
causa, pero generalmente, y de preferencia, una pareja. Segundo, que esta
búsqueda implica amor, que el amor implica sexualidad, pero que la sexualidad
sola no producirá una plenitud emocional. Tercero, que la deseable fusión de
amor y sexualidad frecuentemente se ve obstaculizada por el prejuicio, que con
frecuencia es motivada por la envidia. La envidia está en la raíz de la mayoría
de prejuicios y ciertamente la sexualidad suministra un terreno fértil para
ella. Veamos el mito mencionado líneas arriba:
“Aristófanes describe cómo originalmente la
criatura humana era el doble de grande que ahora, tenía forma esférica, cuatro
brazos, cuatro piernas, dos caras y dos grupos de genitales. Estos ancestros
nuestros eran poderosos y arrogantes; ellos ofendieron a Zeus, quien los cortó
por la mitad, estiró su piel y la amarró con un nudo, todavía visible en el
ombligo. Las mitades separadas vagan por el mundo buscando la mitad que
perdieron: aquellos que eran completamente masculinos o completamente femeninos
buscan a una pareja del mismo sexo que ellos, pero los que eran originalmente andróginos
buscan a una pareja del sexo opuesto. De allí el anhelo insatisfecho y la
necesidad de completarse: de allí, el amor”
(El
banquete, Platón)
Aquí no hay rastros de misoginia alguna. Es en la
Edad Media donde esta misoginia reviste aires de brutalidad que rayan en la
estupidez. Basta con oír las palabras de Odón de Cluny, santo de la Iglesia
Católica Romana, quien en el siglo X lanza unas diatribas contra las féminas,
dejándonos la impresión de haber sido parido por un engendro. Escuchemos al santo francés:
“La belleza del cuerpo [de la mujer] está solo en
la piel. En efecto, si los hombres vieran lo que hay debajo de la piel, dotados
de la penetración visiva interior como los linces de Blocia, la mera visión de
las mujeres les resultaría nauseabunda: esta gracia femenina que es solo
mucosidad, sangre, humor y hiel. Considerad lo que se esconde en las fosas
nasales, en la garganta, en el vientre: inmundicias por doquier […] y a
nosotros que nos repugna tocar aun con la punta de los dedos el vómito o el
estiércol, ¿cómo poder desear estrechar entre nuestros brazos un simple saco de
excrementos?
(Tres
libros Collatiunum, PL, 133)
Si tomamos al pie de la letra estas palabras,
concluiremos que la madre de este santo parió por lo menos una inmundicia: a
él.
Pero la mujer también ha sido víctima de la
misoginia, al punto de crear sobre ella, una aureola de superstición estúpida:
la bruja. Ya Horacio, en la Antigüedad, manifiesta:
“Yo mismo he visto a Canidia, ceñida con su capa
negra, con los pies desnudos y el cabello suelto, aullar con Sagana la mayor.
La palidez les había dado a ambas un aspecto horrible”.
(Sermones,
8)
También en el africano, Lucio Apuleyo, encontramos
una sutil caricaturización de la mujer como hechicera:
“-¡Oh, Lucio!, hijo mío amado, por esta diosa que
tengo mucha ansia y miedo por ti y como a cosa mía deseo proveerte y
remediarte. Guárdate, y guárdate fuertemente, de las malas artes y peores
halagos de aquella Panfilia, mujer de ese huésped Milón. Cuanto a lo primero,
ella es gran mágica y maestra de cuantas hechiceras se pueden creer, que con
cogollos de árboles y pedrezuelas y otras semejantes cosillas, con ciertas
palabras hace que esta luz del día se torne en tinieblas muy oscuras y del todo
se confunda la mar con la tierra. Y si ve algún gentilhombre que tenga buena
disposición, luego se enamora de su gentileza y pone sobre él los ojos y el
corazón: comienza a hacerle regalos, de manera que le enlaza el ánima y el
cuerpo que no puede desasirse. Y después que está harta de ellos, si no hacen
lo que ella quiere, tórnalos en un punto piedras y bestias o cualquier otro
animal que ella quiere; a otros mata del todo; y esto te digo temblando, porque
te guardes que ella ame fuertemente y tú, como eres mozo y gentilhombre, has de
agradarle.
(El
asno de oro, Libro Segundo)
Lucio
Apuleyo.
Pero la bruja (mujer) también sabe congregarse en
sectas, a celebrar sus aquelarres, a volar (con escoba o sin ella), a trocarse
en animal y a convertirse en enemigo social en los albores del mundo moderno,
tanto que se merece los procesos inquisitoriales y la hoguera. La literatura
está llena de brujas y aquelarres: “Macbeth”
de Shakespeare, Fausto de Goethe; y
también de mujeres que son tildadas de brujas, como es el caso de Esmeralda en “ Nuestra
Señora de París” de Víctor Hugo. Ni los hombres de ciencia se salvan de
estas creencias. El médico y astrólogo italiano Gerolamo Cardano manifestaba en
el siglo XVI:
“Son mujercillas [las brujas] de miserable
condición, que malviven en los valles alimentándose de castañas y hierbas. […]
Por eso son macilentas, deformes, tienen la tez térrea, los ojos saltones, y su
mirada demuestra su temperamento melancólico y bilioso. Taciturnas y ausentes,
se diferencian poco de los que están poseídos por el demonio. Son tan firmes en
sus opiniones, que de atender sólo a los discursos que hacen, se podría
considerar verdadero lo que cuentan con tanta convicción, hechos que no se han
producido jamás ni jamás se producirán”.
(De
rerum Varietate, XV)
Nadie se aprovechó más de la brujería y la
hechicería para calumniar a la mujer, que la Iglesia Católica a través de ese
organismo luciferino, demoniaco y manipulador llamado Tribunal de la Santa
Inquisición. Las brujas como los herejes a fines del siglo XI y comienzos del
XII ya eran linchados por las enfurecidas, que consideraban al Clero como
demasiado condescendiente; las autoridades seculares cooperaron con las
eclesiásticas, como hermanas gemelas, en el esfuerzo mancomunado por extirpar
un mal que consideraban peligroso. El más enconado enemigo de las mujeres, sean
éstas, brujas, iluminadas o simplemente una inocente acusada falsamente por
alguna enemistad, fue Fray Tomás de Torquemada, un misógino fanático y
recalcitrante. Al cabo de dos años de haber sido nombrado Inquisidor General de
España, Torquemada se había elevado a una posición tan importante en el
gobierno del país que ocupaba el segundo lugar únicamente con respecto al rey y
la reina.
Las ilusas o
ilusionadas fueron las mujeres que, en los siglos XVI y XVII fueron
condenadas por la particularidad de “hacerse
pasar por Santas”. Como Isabel de la Cruz flagelada para ejemplo de los
herejes en Guadalajara y luego llevada en peregrinaje “ejemplar”, que siempre terminaba con la flagelación, por toda la
ciudad en la que había estado predicando antes.
En los “Anales
de la Inquisición de Lima” de Ricardo Palma, se lee a la letra:
“La humanidad se estremece aún de horror al
recorrer las páginas de la historia de ese tribunal sangriento, creado por el
fanatismo para exterminio de la impía y herética pravedad, y que juzgaba divino
su origen, calumniando esa religión de amor y tolerancia que se llama
Cristianismo y minando por su base la doctrina redentora que el Hombre – Dios
hizo con su sangre germinar en el Gólgota”.
Quien haya leído a profundidad la historia de esta
entidad criminal, podrá llegar a la conclusión que en sus métodos de tortura
eran más sanguinarios e inventivos que la Gestapo en la era Nazi
Las acusaciones contra estas mujeres “iluminadas” es la ilusión. Estas
mujeres, dice el inquisidor, no son santas, pero se ilusionan con serlo; no
hacen el bien ni a ellas ni a los otros, pero ilusionan (y se ilusionan) con
hacerlo. Y ya que la ilusión es enemiga de la verdad el silogismo se cierra:
ellas son falsas y por lo tanto servidoras del que es mentiroso desde siempre,
Satanás. Además, la filosofía y la teología de la época (pero recordémoslo
también la medicina) no vacilaban en expresar pareceres duros sobre la
condición femenina. El corolario de la afirmación anterior definía, pues, lo
siguiente: “La mujer es fácilmente presa
de la ilusión dictada por el diablo, porque es débil, vana, vacua, imaginativa,
fantasiosa. No se la podrá atacar con la misma violencia con que se agrede a
los otros herejes porque, de alguna manera, la herejía de la ilusión es casi
connatural de la naturaleza femenina”.
Vaya consuelo para las mujeres de esa época,
después de leer estas palabras escritas por una mente enferma y de pensamiento
retorcido; en estos casos, difícilmente se llegará a la hoguera.
Si revisamos con mayor detalle los escritos
inquisitoriales nos sorprendemos de que existen condenas que son mucho peores
que una hoguera: la mujer débil es loca, por lo tanto no debe ser escuchada. La
imagen de estas que ya no existen aunque
aúllen, recen, canten, maldigan o bendigan, es comparable a la de Casandra, la
hija del rey troyano Príamo, extraviada por sus visiones de las murallas de
Troya que están derrumbándose por la acción de los ejércitos griegos.
La imaginación de los inquisidores y de muchos
autores de libros sobre las brujas y hechiceras es sorprendente. El inquisidor
sólo tiene palabras horrendas para nombrarlas: blasfemas, asesinas, perjuras,
incestuosas. Juan de Pedraza, en un texto de 1568, afirma con el convencimiento
de un exaltado:
“Se empeñan [las brujas] en sofocar de noche a las criaturas,
provocando el demonio un profundo sueño en los padres y las madres: no para
chupar su sangre, sino para complacer a Satán, el que da los mayores lugares,
favores y honores en sus fiestas y reuniones a quién mata mayor número de
niños. Pero en las casas donde había cruces, o crucifijos o imágenes de nuestra
Señora, no podían hacer daño, ni tampoco a los niños a los que las madres al
ponerlos a dormir hubiesen hecho el signo de la cruz […]. Algunos creen que
entra en las casas con las puertas y ventanas cerradas, y es un error diabólico
dar a los miembros del enemigo las dotes del cuerpo glorioso. La verdad es que
el demonio las abre muy despacio, entra y luego vuelve a cerrarlas cuando
salen. Y creer que cambian la figura que Dios les ha dado, transformándose en
escoba o gatos, va contra la fe […]. Pero el demonio engaña tanto su
imaginación que parecen tener otra figura”.
Algunos de los que trataron con las brujas o
estudiaron sus costumbres, afirman que se reunían semanalmente para celebrar el
esbat y cuatro veces al año para sabbat. Las fechas son: 3 de febrero, 1
de julio, la víspera del 1 de agosto y el 1 de setiembre. A estas reuniones,
invitadas personalmente por su amo, el diablo, las brujas acuden a pie (si el
lugar está cerca) o volando (si está más o menos distantes). Vuelan a bordo de
gallos o cabras, pero más habitualmente en horquillas, palos y escobas. Para
poder volar primero se cubren con un ungüento que produce una especie de
catatonia aparente (para los ojos de quien viese a la bruja realizar esta
operación), pero en realidad la proyecta a una dimensión invisible, dominada
por el diablo.
Giovan Battista Della Porta, en su obra sobre la
magia publicada en 1558, afirma haber conocido a una vieja que se había
ofrecido espontáneamente a mostrarle cómo sucedía:
[…] se desvistió y se untó vigorosamente el cuerpo
con un ungüento, mientras podíamos observarla por la puerta entreabierta y
cayó, a causa de la operación de los humores soporíferos, en un estado de sueño
profundo. Entramos y entonces nos agredió con malas palabras. Luego perdió el
sentido completamente. Volvimos a salir. Cuando el poder del ungüento perdió
fuerza, se despertó, empezó a delirar y a decir que recorrió mares y montes y
respondió falsamente a una pregunta que le hice.
A veces no se unta el cuerpo sino el medio de
transporte. La bruja, pues, llega al lugar de sabbat, cuya descripción se puede conocer por testimonios tomados
de los procesos, por textos de los teólogos de la época, e inclusive, por
documentos pontificios, como la bula Vox
in Roma del 13 de junio de 1233. He aquí unos datos de esa bula, tan
increíbles que cuesta creer que puedan figurar en un documento oficial de tanta
trascendencia:
“[…] las brujas preparan el ungüento, o grasa de
las brujas, compuesto, entre otras cosas de sangre de abubilla y de murciélago,
rascadura de campana y hollín. Una bruja mezcla los ingredientes en un caldero
que hierve sobre un fuego de verbena, mientras las otras cabalgan entre las
nubes, yendo a la reunión a caballo de una horca o de un macho cabrío. Cuando
llegan untan la horca con el ungüento recién preparado, pronunciando horribles
consagraciones. Otra bruja levanta hacia el cielo un vaso cargado de huesos,
mientras otra desgrana un rosario donde, a guisa de cuentas, hay algunas
campanillas, dos dados y el minúsculo cráneo de un aborto. Finalmente van al
sabbat donde magos y brujas se acopian formando – según las palabras de Boguet
– las combinaciones más monstruosas: el hijo con la madre, el hermano con la
hermana, el padre con la hija […]”
El sabbat vendría a ser un “culto macabro”, una especie de rito religioso al revés, una
caricatura de la celebración sagrada, de la que cambia varios elementos: la
hostia se recorta de una rodaja de nabo, por ejemplo. Esto impresiona con
violencia el imaginario del clero de la época:
“[…] se sientan para hacer un banquete y, cuando se
ponen de pie, después de haber terminado, se adelanta, de detrás de una estatua
que en general se alza en el lugar de estas reuniones, un gato negro, grande
como un perro de tamaño mediano; éste avanza, caminando hacia atrás y con la
cola levantada. El nuevo adepto lo besa el primero en la parte posterior, luego
hacen lo mismo el jefe y los otros, por turno, pero sólo si lo han merecido. A
los que no se considera dignos de este honor el maestro de ceremonia les augura
paz. Vuelven a su lugar, permanecen un momento en silencio, siempre dirigidos
hacia el gato. Luego el maestro dice: «¡Perdónanos!», y lo mismo repite el
segundo, y el tercero agrega: «Señor, lo sabemos»; un cuarto concluye: «Debemos
obedecer» […]. Cuando, cada año, en Pascua reciben el cuerpo del Señor de manos
del sacerdote, lo retienen en la boca y luego lo escupen en la basura, para
ofender al Salvador”.
La cita es del “Compendio
maléfico” de F.M. Guazzo, publicado en Milán en 1608 y citado en “El libro negro de la inquisición” de
Natale Benazzi y Matico D’ Amico.
Pero el verdadero protagonista del sabbat de esta
reunión que cada vez más toma el aspecto de una lucha intransigente de formas religiosas
(Dios y el mal en la figura de Satán), el dueño y señor, es el diablo, que:
“[…] preside la reunión sentado en su trono, bajo
despojos terroríficos de macho cabrío o de perro. A él se acercan para rendirle
honores, no siempre de la misma manera: de rodillas, en acto de súplica; de
espaldas; con la cabeza hacia atrás y las piernas levantadas, de manera que el
mentón esté dirigido al cielo. Le ofrecen velas negras como la pez u ombligos
de niños; en signo de homenaje le besan el ano… a esas reuniones nocturnas
acuden multitud de personas de ambos sexos, pero el número de mujeres es mucho
mayor que el de hombres…; las danzas están compuestas por giros que deben
hacerse siempre hacia la izquierda…; cada banquete es bendecido por el diablo
con palabras blasfemas, donde se indica a Belcebú como el creador, dador y
conservador de todas las cosas. La misma fórmula es válida también para
agradecer después de la comida. Al término del banquete cada demonio toma de la
mano a la adepta que tiene a su cargo […] se dan la espalda y forman un
círculo, sacudiendo la cabeza como locos, bailan, con las velas usadas
anteriormente para la adoración del demonio, en las manos. En honor de éste
cantan canciones muy obscenas, siguiendo el ritmo de timbales y zampoñas […],
mientras se acoplan orgiásticamente”.
(Bernardino de
Siena, “Las prédicas vulgares”,
citado en M. Centeni, “Las brujerías”,
Xenia, pág. 74).
Toda esta literatura rocambolesca, producida por
unos teólogos recalcitrantes, imaginativos y gorrones, dice mucho de una
religión cuyo historial es tan oscuro como las hordas fascistas de la Italia de
Mussolini, los fanáticos nazis de Hitler o los esbirros de la Rusia
estalinista. Toda una literatura donde se denigra la condición de la mujer
hasta límites enajenables.
Pero no todo es negro para la mujer en esta larga
Edad Media. Francia, país de la risa y de la inspiración chispeante, es también
la patria de la caballería; y es preciso entender esta palabra en su sentido
medieval: a la vez culto al honor y respeto a la mujer.
Lancelote, enamorado de la reina de Ginebra, y
Tristán de la rubia Isolda, conservan en el corazón el remordimiento de haber
traicionado a su rey; es el drama de su amor y de su vida. A lo largo de los
torrentes poéticos de esta época se pone en evidencia un sentido inquebrantable
de fidelidad a la palabra dada, se trate, como en las novelas de caballería,
del vínculo señorial, o de la fe que se ha jurado a la dama en las canciones de
los trovadores.
El verdadero enamorado ha de estar dispuesto a
afrontarlo todo por amor: proezas físicas, tormentos morales, angustias de
separación; nada debe ser difícil para él cuando se trata de conquistas a la
mujer que ama:
“Ni trabajos ni penas
ni el dolor que se sufra
ni la ira dolorosa
ni el mal que padezca
han de apartarme
un solo día de mi
amada”.
El enamorado se dirige siempre a ella con un
respeto infinito:
“Dama, la sin igual
bella y buena, con razón alabada”
o bien:
“Joven amable, a quien no me
atrevo a nombrar”.
La mujer aparece como una criatura divinizada, de “cuerpo gentil”, rostro claro “que resplandece como el sol”, modales
llenos de gracia, representa para el caballero el ideal de toda perfección
“Dama cuyo nombre no me atrevo a decir
que reúnes todos los bienes
tenéis renombre de cortesía
y superáis en valor a las demás.
Obra de Dios, digna, alabada
más que ninguna criatura
dotada de todos los bienes y virtudes
en espíritu y naturaleza”.
A través de esa literatura, grácil y delicada,
resulta fácil conocer el ideal de belleza femenina de la Edad Media:
“Tiene cabellos rubios
ojos verdes, boca sabrosa,
un cuerpo digno de besos,
un cuello blanco…”
o este otro:
“Nunca vi una flor en una rama
que fuera tan blanca
como lo es vuestro gracioso pecho;
los brazos largos, los dedos finos,
los pies pequeños, de dedos menudos
son rasgos de vuestra belleza…
Vuestros ojos rientes, algo rasgados,
tiemblan como tiembla la noche
la estrella en el agua de la fuente…”
Las tretas seductoras que nos describe el relator
con delicados toques – en ello se ha destacado el escritor cortesano Chrétien
de Troyes – completan el retrato de la mujer como un ser adorable, lleno de
finura, distinción y elegancia de espíritu: tretas de pastoras para apartar al
ocasional perseguidor, tretas de damas que simulan cólera u orgullo para
seducir mejor al caballero que las corteja.
Veamos a Troyes:
“A la alborada, con el canto de los pajarillos, el
joven se levanta y monta, y tanto caminó que llegó hasta una hermosa pradera
donde vio una tienda plantada a la vera del arroyo de una fuentecilla. Era la
tienda admirablemente hermosa: una parte era bermeja, y la otra estaba bordada
de orifrés. Arriba tenía un águila dorada. Daba el sol muy claro y rojizo en el
águila, y del resplandor de la tienda brillaban todos los prados. Alrededor de
la tienda, que era la más bonita del mundo, había hojas y ramajes, y unas
chozas galesas recién levantadas. El doncel se dirigió hacia la tienda, y una
vez allí habló de este modo:
-
Dios,
ahora veo vuestra casa, y cometería un desafuero si no fuera adoraros. Verdad
decía mi madre sin duda alguna cuando me dijo que los monasterios son la cosa
más bonita que haya, y añadió que no me encontrara con uno sin ir a adorar al
Creador en quien creo. Iré a rogarle con fe que me dé algo para comer, porque
lo voy a necesitar mucho.
Se acerca entonces a la tienda, y la encuentra
abierta. Ve que en el centro hay una cama cubierta con una colcha de seda, y
sobre la cama, sola, duerme una doncellita. Su acompañamiento estaba en el
bosque; habíanse ido las doncellas a coger florecillas recientes para esparcir
por la tienda como solían.
Cuando el muchacho entró en la tienda, el caballo
relinchó tan fuerte que la doncella lo oyó, despertando sobresaltada: Y el
muchacho, que era un alma de cántaro, dijo:
-
Doncella,
yo os saludo, tal como me enseñó mi madre. Mi madre me enseñó y me dijo que
saludase a las doncellas en cualquier lugar donde las encontrara.
La doncella tiembla de terror, porque le parece que
el joven está loco, y se considera a sí misma una loca también porque la ha
encontrado sola.
-
Muchacho
– dice –, sigue tu vía. ¡Huye, no vaya a verte mi amigo!
-
Antes
os besaré, por mi cabeza – dice el muchacho –, pese a quien pese, porque mi
madre así me instruyó.
-
En
verdad que no te besaré jamás, mientras pueda – dice la doncella –. ¡Huye! Que
mi amigo no te encuentre, pues si te encuentra te matará.
El joven tenía brazos robustos, y la abrazó
toscamente, ya que no sabía hacerlo de otro modo. La puso debajo de él toda
extendida, y ella de defendió con todas sus fuerzas y se revolvió todo lo que
pudo, pero no logró impedir que el muchacho la besara, quisiera ella o no,
siete veces seguidas, hasta que, según dice el cuento, vio en su dedo un anillo
con una esmeralda muy clara.
-
También
me dijo mi madre que tomara el anillo de vuestro dedo, y que no os hiciera nada
más. ¡Así que dame el anillo! Lo quiero.
-
En
verdad que el anillo no lo tendrás nunca – dice la doncella –, sábelo bien, a
menos que me lo arranques por la fuerza.
El muchacho la agarra por el puño, le fuerza a estirar
el dedo, le quita el anillo, se lo pone en su dedo y dice:
-
Doncella
que os vaya bien. Ahora me iré satisfecho, y mejor beso dais vos que ninguna
camarera que haya en toda la casa de mi madre, porque no tenéis la boca amarga.
Y ella llora diciendo:
-
Muchacho,
no te lleves mi anillito, me harías muy desgraciada y perderías la vida, tarde
o temprano, te lo aseguro.
A él no le llega al corazón nada de lo que oye,
pero como había ayunado, estaba muerto de hambre. Encuentra una tinaja llena de
vino, y junto a ella una copa de plata, y sobre un haz de juncos ve una
servilleta blanca y nueva. La levanta y encuentra debajo tres buenos pasteles
de cabrito tierno. No le repugna el manjar. Para calmar el hambre que le
angustia, parte uno de los pasteles y se lo come con gran apetito, y vierte en
la copa de plata el vino, que no estaba nada malo, se lo bebe con largos y
frecuentes tragos y dice:
-
Doncella,
no voy a poder yo solo con todos los pasteles. Venid a comer, que están muy
buenos. A cada uno le bastará con el suyo, y aún sobrará uno entero.
Mientras tanto, ella llora, y por mucho que él
ruega e insiste, ella no responde una sola palabra, sino que llora aún más y se
retuerce las manos violentamente. Él comió tanto como quiso, bebió hasta
hartarse y al instante se despidió, tras cubrir lo que sobraba, encomendando a
Dios a la que no había apreciado su saludo:
-
Dios
os guarde, bella amiga – dice –. Pero por Dios no os duela que me lleve a
vuestro anillo, porque antes de que yo muera de muerte, os lo recompensaré. Me
voy con vuestro permiso.
Ella llora y dice que nunca le encomendará a Dios,
porque por su culpa tendrá que sufrir gran vergüenza y pesar, más de lo que
jamás sufrió ninguna desdichada, y que ya nunca tendrá socorro ni ayuda
mientras le dure la vida: que sepa bien que la ha traicionado. Así quedó ella
llorando, y al poco tiempo su amigo volvió del bosque. Vio las huellas del
joven, que seguía su ruta, y se enfureció. Al encontrar llorando a su amiga, le
dijo:
-
Señora,
me parece, por las huellas que veo, que ha estado aquí un caballero.
-
No,
señor, os lo aseguro. Quien vino fue un muchacho galés antipático, vil y tonto,
que bebió cuanto quiso de vuestro vino y
comió de vuestros tres pasteles.
-
¿Y
por eso, hermana, lloráis? Que se lo hubiera comido y bebido todo, eso hubiera
querido yo.
-
Aún
hay más, señor – dijo ella –, mi anillo entra en el pleito, porque me lo ha
quitado y se lo lleva. Preferiría estar muerta antes de que se lo hubiera
llevado.
He aquí que él se desconforta y la angustia se le
introduce en el corazón.
-
A
fe mía – dice – aquí hay ofensa. Y puesto que se ha llevado el anillo, hecho
está. Pero sospecho que haya hecho algo más. Si es así, no me lo ocultéis.
-
Señor
– dijo ella –, me besó
-
¿Beso?
-
En
verdad, bien os lo digo, pero fue muy a mí pesar.
-
Antes
bien consentisteis, y os gustó. No encontró ninguna oposición – dice aquel a
quien le atormentan los celos –. ¿Creéis que no os conozco? Sí, ciertamente os
conozco, y muy bien. No soy tan tuerto ni tan bizco que no vea vuestra falsía.
En el mal camino habéis entrado, en negra desgracia. No comerá ya avena vuestro
caballo ni será sangrado hasta que yo tome venganza. Y cuando pierda las
herraduras no será vuelto a herrar, y si muere, me seguiréis a pie. Nunca os
serán cambiadas las ropas que vestís, y me seguiréis a pie y desnuda hasta que
le haya cortado la cabeza. No será otra mi justicia.
Y luego se sentó y comió”.
(“Historia
de Perceval o El cuento del Grial”, Chrétien de Troyes
– El anillo de la doncella vv. 636 – 833)
Dando realce a la finura de estos cuadros, la Edad
Media puso de relieve mejor que cualquier otra época el doble aspecto del
eterno femenino: junto a la Virgen, a la mujer respetada y honrada, aquella por
quien el enamorado muere de amor, y a quien solo se acerca temblando, está Eva
la tentadora, la Eva que perdió al mundo. Narradores, poetas, autores de “fablianx”, no le escatiman sarcasmos:
“La mujer, monja o beata, no
piensa mal, más que la zorra que atrapa a la gallina”.
Despliega sus encantos para traicionar mejor después:
“La dulce nadería cuyo nombre es
falsa amiga”.
Coqueta, perversa, sonríe solo para “atrapar” los corazones ingenuos que se
dejan cautivar:
“Es demasiado loco quien se fía
de ella hasta el punto de no poder desprenderse”.
Cosechará solamente dolor y decepción, porque…
“La mujer es muy cambiante
… tan pronto ríe, como llora
… nació para defraudar”.
Dura en implacable, no la conmueve ningún dolor,
ninguna súplica, y opone una serenidad fría a las estrofas más apasionadas,
como “La bella dama sin Merced” del
poeta francés Alain Chartier:
“La mujer es más codiciosa que la osa ante la miel;
te amará según tengas los bolsillos llenos”.
El poeta inglés John Keats, siguiendo el gusto romántico
de tratar temas medievales, tomó el tema del poeta francés de una traducción de
Geoffrey Chaucer, para construir su balada “La
belle dame sans merci”, compuesta el 28 de abril de 1819. El boceto de
Keats, sutil análisis de amor, no se aparta de la intención, que sobre la
mujer, quiso darle Alain Chartier.
En la balada de Keats, un caballero exangüe y
abatido narra un encuentro con “la
hermosa dama despiadada”, describe su belleza, y explica que pasó con ella
cierto tiempo, en el cual la dama mostró amarle; dice que por fin se dirimió y
soñó que reyes, príncipes y guerreros mortalmente pálidos lo compadecían por estar
en poder de la dama. Al despertar se encontró solo en el declive de una colina,
angustiado por el deseo de volver a encontrar a la amada.
También en el matrimonio, la mujer hace la vida
imposible a su infortunado marido, y lo engaña impúdicamente cuando lo
abandona, el marido se siente muy feliz de su libertad, como el poeta Vaillant:
“Buenas gentes, perdía a mi dama
quien la encuentre, sepa que se la entrego
de buena gana
… porque esa cordial muchacha
Es muy cariñosa con todos”.
Pura o perversa, objeto de burla o de adulación, la
mujer domina la literatura de la Edad Media como domina la sociedad:
“Para la mujer están destinados muchos dones,
para ella se componen muchas canciones;
muchos locos se han vuelto cuerdos por ellas,
muchos villanos han logrado alcurnia,
los audaces se vuelven cobardes,
y generosos quienes eran avaros”.
Es la mujer quien inspira las canciones, quien
anima a los héroes novelescos, quien hace suspirar o conmoverse a los
trovadores. Le dedican sus versos; para ella se componen manuscritos
suntuosamente ilustrados. Ella es el sol, la rima y la razón de toda poesía.
Por último, las palabras del filósofo e historiador
Severo Catalina, podrían servir de paliativo a tanto estigma vertido sobre la
mujer a través de los siglos.
“El amor identifica las almas; la confianza es la
base del amor; la tolerancia lo alimenta y lo conserva. No se realiza la
perfectibilidad humana: todos erramos; tal es nuestra condición. La intolerancia
de ciertos hombres es un vicio que nace de la soberbia, se disfraza con el rigorismo,
y acompaña casi siempre a la estupidez. Los que no perdonan a su mujer una
mirada, quizá inocente, se permiten a sí mismos licencias quizá criminales. Los
que espían a su mujer los actos más sencillos, hasta en sus pensamientos, si
les es posible, ofrecen muy lastimosa idea de sus actos propios y de sus íntimos
pensamientos.
El marido y la mujer deben ser los mejores amigos
del mundo”.
(“La
mujer”, El matrimonio IV)
PIMPÓN
PRESIDENCIAL
La aparición de gobernantes como Donald Trump y su
antecesor Georges Bush II, nos hace pensar en las reflexiones de Platón en el
libro quinto de La República, donde
el filósofo griego renueva algunas advertencias detallando más ciertos puntos
referentes a la educación de los custodios del Estado, y pasa a examinar los
motivos que pueden resumirse en la falta de capacidad y de preparación de
quienes ostentan el mando. Dice Plantón:
“A no ser que los filósofos gobiernen los Estados,
o que los que hoy se llaman reyes y soberanos sean verdadera y seriamente
filósofos, de modo que la autoridad política y la filosofía se encuentran
juntas en una misma persona excluyendo absolutamente del gobierno a quienes no
reúnan tales condiciones, no hay remedio para los males que arruinan a los
Estados ni para los que afligen al género humano, ni jamás la República
perfecta cuyo plan trazamos aparecerá sobre la Tierra ni verá la luz del sol”.
Esperar que los gobernantes tengan una formación
filosófica es mucho pedir, pero por lo menos, se espera que los gobiernos estén
en manos de gente capacitada para tan difícil labor. Los gobiernos democráticos
ponen a millones de personas en manos de una sola persona, que por más asesores
que tenga, es a la carga quien prima sobres las decisiones que, muchas veces,
son vitales para el destino de una nación. El Perú, por ejemplo, ha estado en
manos de incapaces en muchos periodos de su historia; Sánchez Cerro, Alan
García y Ollanta Humala, son tres especies del mismo género: la estupidez. Pero
nuestros gobernantes se han visto superados con gran frecuencia por otros más
bárbaros que ellos. Georges Bush II, es una especie de troglodita político
difícil de encontrar. Pedro Pablo Kuczynski es también una rara avis, un híbrido de Cantinflas y Pepe Biondi, un zamarro
cínico, mentiroso y con tendencia a la idiotez crónica. Pero como los peruanos
tenemos un espíritu derrotista que nos hace perder casi en todo, Georges Bush
II supera a nuestro gringo bamba largamente. Veamos esta partida de pimpón
imaginaria basada en declaraciones de ambos “mandatarios”:
Georges
Bush II:
“Si no tenemos éxito, corremos el riesgo de
fracasar”.
“Es tiempo para la raza humana de entrar en el
sistema solar”.
Pedro
Pablo Kuczynski:
“Tenemos que colgar a los rateros”
(Declaraciones
dirigidas a animar a las comunidades al linchamiento. Cirilo Robles, alcalde
del distrito de Ilave, en Puno, fue ajusticiado a golpes por presunto ratero).
Georges
Bush II:
“Marte está esencialmente en la misma órbita. Marte
está más o menos a la misma distancia del sol, lo que es muy importante
nosotros tenemos fotos donde existen canales, pensamos, es agua. Si hay agua,
eso significa que hay oxígeno. Si hay oxígeno, significa que podemos respirar”.
“Hemos perdido mucho tiempo hablando de África con
justicia. África es una nación que sufre una increíble enfermedad”.
Pedro
Pablo Kuczynski:
“No todo lo que ha hecho Odebrecht en el Perú es
corrupto”.
“Ahora, 29 millones de dólares (de corrupción) que
es la cifra que está dando vueltas, es una cifra minúscula”.
Georges
Bush II:
“Queremos que cualquiera que pueda encontrar un
trabajo sea capaz de encontrar un trabajo”.
“Quiero que se diga que la Administración de Bush
está orientada al resultado, pero creo en el resultado de focalizar la propia
atención y energía en la educación de los niños en la lectura, porque tenemos
un sistema educativo atento a los niños y a sus padres, más que mirar a un
sistema que rechaza el cambio y que hará de América lo que queremos que sea, un
país de gente que sabe leer y que sabe esperar”.
¿Qué dice que dijo? Ni Cantinflas podría rebasar a
este gringo, que al hablar, parece no hacer superado su alcoholismo.
Pedro
Pablo Kuczynski:
“Carlos Moreno ha
renunciado por razones personales. Era mucho trabajo”.
(Esta fue la primera declaración del Presidente
cuando fue interrogado por la salida de sus asesor y médico personal. Luego,
cuando salió a flote el “negociazo”, “no sabes la cantidad de plata que vamos a
ganar”; y toda la podredumbre de ese médico sinvergüenza, su amigo
Presidente se limitó a decir, fingiendo indignación: “Esa persona traicionó mi confianza”.
George
Bush II:
“La ilegitimidad es algo
de lo que tenemos que hablar en términos de no tenerla”.
“Pienso que si usted
sabe lo que cree, será mucho más fácil responder a su pregunta. No puedo
responder a su pregunta”.
“He hablado con Vicente
Fox, el nuevo presidente de México, para tener petróleo que enviar a Estados
Unidos. Así no dependeremos del petróleo extranjero”.
Pedro
Pablo Kuczynski:
“Son acusaciones muy
viejas”
(Con estas palabras, Kuczynski se refirió a la
denuncia de cupos en su partido. Esta fue la respuesta cuando salió a la luz la
revelación de la mugre que había en el interior de Peruanos por el kambio. En
vez de sancionar, Kuczynski optó por respaldar a los mafiosos de su partido que
habían hecho su “negociazo”: José
Labán, Jorge Villacorta y al congresista Gilbert Violeta. No debe extrañarnos
la posición del Presidente, total, son
ratas de la misma camada, no hay peligro de que se muerdan).
George
Bush II:
“Es importante entender
que hay más intercambios comerciales que comercio”.
“Francamente, los
profesores son la única profesión que enseña a nuestros niños”.
“Tendremos a los
Americanos mejor educados del mundo”.
Pedro
Pablo Kuczynski:
“No me preocupa que haya
un poquito de contrabando. ¿A quién le preocupa eso?
(Ante el polvo que generó esta declaración,
Kuczynski se rectificó diciendo que “Puno
vive del comercio con Bolivia y, como todos sabemos, hay algo de contrabando
ahí, pero yo no apoyo para nada el contrabando”. Aquí Kuczynski saca la
“garra” que tanto le hace falta a nuestros futbolistas e igual en disparates a
Bush. La cobardía para defender su palabra es algo frecuente en este gringo
lobista. En una guerra no sería raro encontrarlo escondido en una trinchera
mientras sus compañeros ponen el pecho a la balas enemigas”.
George
Bush II:
“El sistema de educación
pública es uno de los fundamentos de nuestra democracia. Después de todo, es
donde los niños de América aprenden a ser ciudadanos responsables, y aprenden
las habilidades necesarias para aprovechar las ventajas de nuestra fantástica
sociedad oportunista”.
Aquí Mister Bush da la impresión de haberse
empujado un misil de whisky americano combinado con vodka ruso.
Pedro
Pablo Kuczynski:
“No todos los 73
congresistas de la bancada fujimorista son miembros del partido, habrá como 30
que se subieron al carro creyendo que ella ganaba (…) lo que hay que trabajar
desde un punto de vista completamente egoísta es jalarse algunos de esos”.
(Declaraciones al diario español “El país”. Ante la reacción de las
hienas fujimoristas, Kuczynski, quitándole como siempre el culo a la jeringa,
se rectificó con esa concha de abanico que lo caracteriza, diciendo que él no
pretendía promover el transfuguismo – algo tan común en la cloaca congresal –
sino convencer a los no fujimoristas que sus propuestas son buenas. “Han interpretado mal, cuando digo jalar es
jalar las convicciones”. ¿Nuestra clase política tiene convicciones? Este
Kuczynski había estudiado en una de las mejores universidades de Estados
Unidos, pero eso no lo exonera de poseer una alta dosis de cojudismo).
George
Bush II:
“Muchas de nuestras
importaciones vienen de ultramar”.
“Después de todo, hace
una semana, Yasir Arafat estuvo asediado en su palacio de Ramala, un palacio
lleno claramente de pacifistas alemanes y de todo ese tipo de gente. Ahora se
han ido. Ahora Arafat es libre de mostrar su liderazgo, de gobernar el mundo”.
Pedro
Pablo Kuczynski:
“Aeropuerto de
Chincheros sí va”
(Frase pronunciada por el Presidente el 30 de enero
de 2017. Según Kuczynski la obra beneficia a los peruanos porque representa un
ahorro de 590 millones de dólares. “A los
criticones les decimos, cállense la boca, déjennos trabajar”, insistió, con
la furia de un indio sioux. Pero cuando llegaron las críticas en avalancha,
Kuczynski hizo lo que mejor sabe hacer aparte de robar, tirarse para atrás y
congelas el proyecto. Recapitulemos un poco los negocios sórdidos de este –
usemos la frase de Hernando de Soto para calificar a Vargas Llosa – gringo “hijo de puta”. Recurramos a las
denuncias de investigación hechas por “Hildebrandt
en sus trece” y tomemos algunas perlas del estercolero del Presidente por
el cambio. Kuczynski está vinculado como accionista de Cosapi, una de las
empresas encargadas de la construcción de la Línea 2 del Metro de Lima. “Renuncié a Cosapi hace más de 15 años. No
hay que mentir”, fue la respuesta de Kuczynski tratando de echarle tierra a
su desvergüenza. El presidente y Cosapi, jugando en pared, han ocultado algunos
hechos. Kuczynski no se fue de Cosapi el 2007 como él sostiene: allí estuvo por
lo menos hasta el 2012. Por otro lado, Cosapi hizo contratos con el Estado
cuando Kuczynski, uno de sus accionistas, era ministro. Así que eso de “Hija de ratero, ratero”, también le
encaja a él: “Gringo hijo de puta, hijo
de puta”. Veamos otra perla de Kuczynski. El portal noticioso Bio Bio de
Chile, publicó una descripción minuciosa de las relaciones comerciales
intermediadas entre el expresidente chileno Sebastián Piñera y el elegido
presidente del Perú, Pedro Pablo Kuczynski. ¡Estas son las verdaderas
relaciones bilaterales de nuestro presidente y Sebastián Piñera! El expresidente
de Chile no sólo es accionista de Exalmar, sino también de otras 20 importantes
empresas peruanas. “Aeropuertos,
terminales portuarios, agencias marítimas, operadores logísticos y construcción
son los nichos de mercado en los que el empresario Piñera ha incursionado en el
Perú en los últimos años”. ¿Y cuál es la madre del cordero con respecto al
aeropuerto de Chincheros?
Recurramos nuevamente al equipo investigador de “Hildebrandt en sus trece”. Tras el
ingreso de Sebastián Piñera al directorio de “Andino Investement” el holding hizo una nueva apuesta: el
Aeropuerto Internacional de Chinchero, en Cuzco. Se trataba de un contrato de
265 millones de dólares y una concesión de 40 años. Para ello Andino hizo
consorcio con la compañía argentina “Corporación
América”. La adjudicación se concretó el 25 de abril del 2014, bajo la administración
Humala. Después de haber dejado el poder en Chile, Sebastián Piñera se paseaba
por nuestro país como pececillo en el agua. Fue recibido en Palacio de Gobierno
por Humala, quien se convirtió en un entusiasta del nuevo aeropuerto cusqueño.
La empresa sacó las garras solicitando mejores condiciones financieras; pero la
crisis económica no permitía hacer mayores concesiones, así que el negocio de
Piñera quedó paralizado. Con la llegada de su socio en Exalmar a Palacio de
gobierno, el expresidente chileno se dejó caer por la Casa de Pizarro, donde
hubo una buena comilona. En la foto se ve a Piñera presidiendo la mesa (una
mera cortesía); lo acompañan un risueño Kuczynski, el canciller del Perú,
Ricardo Luna y el ministro de Economía Alfredo Thorne. Piñera declaró después de
la comida que “Pedro Pablo Kuczynski
va a ser un gran presidente del Perú”. El besaculo despertó el interés de Kuczynski por el futuro turístico
del Cusco. De ahí en adelante el presidente “peruano”
no perdió oportunidad de hablar de impulsar ese proyecto, que hasta el día de
hoy sigue encarpetado. De lo que no cabe duda, es que el expresidente chileno
Sebastián Piñera, ya sea por mar, por tierra o por aire, sabe que con este
gringo mafioso se puede hacer negocios. Carlos Fuentes escribió un bello libro,
“Gringo viejo”, yo estoy tentado a
imitar al escritor mejicano con una novela: “Gringo pendejo”.
George
Bush II:
“La mujer que sabía que
sufrí dislexia. ¿Cómo lo sabía si yo nunca me entrevisté con ella?
“El gas natural es
hemisférico. Me gusta llamarle hemisférico en la naturaleza, porque es el
producto que podemos encontrar en el vecindario”.
Pedro
Pablo Kuczynski:
“Aquí habrá una
interpelación y quizás un voto de censura. Y si se llega a eso, habría que
pensar en un voto de confianza”.
(Con sus aires de hombre de carácter, Kuczynski
lanzó la advertencia al comienzo cuando la cabeza de su exministro de Educación
Jaime Saavedra había sido puesta en la picota por las ratas fujimoristas. Pero
cuando el Presidente de los “cambios”
vio que la camada ratuna se le venía encima, almibaró su discurso: “Yo nunca he dicho que voy a plantear una
cuestión de confianza. He dicho que la Constitución me permite hacer eso, pero
no hay ninguna decisión al respecto”. Once días después que lanzó su frase
de apoyo a su ministro, anunció que no iba a plantear una cuestión de confianza
por Saavedra. El ministro se quedó solo
y cayó del pedestal. Ante esta posición de cobardía del presidente, cabría
preguntarse: ¿Quién es más cagón, Humala o Kuczynski?
George
Bush II:
“Estoy atento no solo a
preservar el poder ejecutivo para mí, sino también para mis predecesores”.
(¿Cómo se puede ser tan bestia y llegar a ser
Presidente de los Estados Unidos?)
Pedro
Pablo Kuczynski:
“En 2011 no apoyé a
Alberto Fujimori, sino a su hija”.
(Otra de sus grandes mentiras aparece en esta
respuesta a Nadine Heredia, quien lo cuestionó por condenar a Venezuela y no al
exdictador y ladrón preso en la Diroes.
“No hay ninguna
contradicción. Yo no apoyé al señor Alberto Fujimori en el 2011, apoyé a su
hija. Ella es otra persona. Ella no es lo mismo que Alberto. Se llama Keiko”. ¿Cómo dijo señor Presidente? Y dónde quedó eso de “Hijo de ratero es ratero. De tal palo tal
astilla”; “La hija de quien está en la cárcel por corrupción”.
Por otro lado, las imágenes televisivas desmienten
a Kuczynski quien participó en el mitin de cierre de campaña del 2011, donde se
deshizo en elogios por Alberto Fujimori. Escuchémoslo: “Tenemos que tener esperanza en un Perú mejor, que en cinco años sea un
país más próspero y menos pobre, queremos una economía estable y Keiko si
puede. Hay que combinar la técnica con el corazón, eso es lo que el gobierno de
Keiko hará con corazón, tecnología y honestidad”.
George
Bush II:
“Estamos empeñados en
trabajar con ambas partes para llevar el nivel de terror a un nivel aceptable
para ambas partes”.
Pedro
Pablo Kuczynski:
En relación al caso de
Alejandro Toledo, hemos tomado todas las acciones que la ley nos permite a
nivel nacional y en jurisdicciones de Estados Unidos y otros países”.
(El 31 de marzo de 2017, Kuczynski fue interrogado
por el fiscal que dirige el caso Odebrecht, Hamilton Castro. El presidente del
“cambio” no solo respaldó el rol del expresidente fugitivo y coimero sino que
además defendió la construcción de la carretera de las millonarias coimas. En
muchos puntos del interrogatorio, Kuczynski se refugió en supuestos fallos de
memoria por el tiempo transcurrido. “No recuerdo”, fue su frase más recurrente.
Que Kuczynski le dio una mano a Toledo con su “silencio”, es más que evidente. El mensaje es claro: una mano lava la otra y las dos la carita.
George
Bush II:
“Sé que en Washington
hay muchas ambiciones. Es natural. Pero espero que los ambiciosos se den cuenta
de que es más fácil triunfar con un éxito que con un fracaso”.
“Uno de los
denominadores comunes que he encontrado es que las esperanzas surgen en torno a
lo que se espera”.
(La tontería de la Humanidad, decía Benavente, se
renueva diariamente. No hay duda de que un mérito que no se le puede negar el
expresidente Bush, es su espíritu diario de renovación).
Pedro
Pablo Kuczynski:
“Queremos terminar con
los procesos (militares). La justicia debe ser justa, pero debe ser
rápida, no puede durar un proceso 20 años, tenemos que terminar con eso”, anunció
el presidente de Peruanos por el Cambio en la ceremonia de Condecoración a los
comandos Chavín de Huántar. ¿Y los familiares de las victimas ejecutadas en
Accomarca, en los Cabitos o en Putis que esperan justicia? Los responsables de
estos juicios interminables han sido oficiales del Ejército, que se ha negado
sistemáticamente a proporcionar
información para identificar con nombre propio a los responsables de los
crímenes y a los abogados de los acusados, que han utilizado como principal
recurso la delación de los procesos).
“Yo soy una persona
liberal. Si quieren formar su troncho (porro), y sé que no les gusta que se
diga eso, pero no es el fin del mundo. La droga dura sí es algo bien grave
(sic)”.
(La marihuana es considerada una droga dura porque provoca adicción,
señor Kuczynski. La marihuana afecta al cerebro. El THC (el ingrediente activo
de la marihuana) afecta y daña las células nerviosas que se encuentran en la
parte del cerebro en que se forman los recuerdos, lo cual dificulta recordar
cosas. La marihuana afecta gravemente el sentido del tiempo y el espacio que se
requiere por ejemplo para manejar una bicicleta, motocicleta o automóvil. Un
solo cigarro de marihuana contiene cuatro veces más alquitrán cancerígeno que
un cigarro con filtro. Por sus actitudes y descabelladas declaraciones, Pedro
Pablo Kuczynski
debe fumarse un troncho antes de
hablar tantas huevadas).
Cerremos esta partida
del pimpón, dándole el cierre al expresidente Bush, al hombre que ha
desacreditado a Estados Unidos como pocos lo hicieron antes, al hombre cuyas
mentiras terminan en ciudades arrasadas y genocidios, al analfabeto funcional
que por un milagro del supremo paso del alcoholismo crónico a la obediencia de
Dios.
George
Bush II:
“Sé que el ser humano y
los peces pueden convivir pacíficamente”.
“¿Ustedes también tienen
negros?” (Al presidente brasileño Fernando Cardoso)
“Entiendo que la
agitación en Oriente Próximo crea agitación en toda la región”.
“Mi viaje a Asia
comienza en Japón por una razón importante. Comienza aquí porque desde hace
siglo y medio América y Japón han formado una de las mayores y más duraderas
alianzas de los tiempos modernos. De esta alianza salió una era de paz en el
Pacífico”.
(Dios mío… ¿Hiroshima y Nagasaki? Por la puta
madre, qué bruto que es este gringo).
Llegando al final, lo
más justo es darle a la partida un empate. La estupidez y el cinismo en ambos
es el mismo, lo que varía es la forma. La animalidad de Bush es tan insuperable
como la cobardía de Kuczynski. Pero la pusilanimidad del presidente de Peruanos
por el Cambio parece inclinar un poco la balanza a su favor, pues, como decía
Tirso de Molina en El burlador de
Sevilla,… y el traidor/ es traidor
porque es cobarde”.
SENDERO DE TERROR
“De puño y letra” es
un libro de Abimael Guzmán Reinoso escrito en prisión y que ha visto la luz
para beneplácito de sus fieles seguidores. Se ha vuelto común este hecho.
Vladimiro Montesinos, alias “el Doc”, también
ha invadido las librerías desde su prisión dorada con el libro “Operación militar Chavín de Huántar – con
el terrorismo no se negocia”. Aquí habría que agregarle el marbete, pero “con el narcotráfico, sí”. En una
manifestación policial, Guzmán responde a su interrogador:
“Yo, Manuel Rubén
Abimael Guzmán Reinoso, Jefe del Partido y de la Revolución peruana y
Presidente del Partido Comunista del Perú, soy preso político y prisionero de
guerra. No reconozco derecho alguno al Estado peruano ni a ningún otro Estado,
derecho alguno a enjuiciarme por terrorismo, porque yo no participo, sino en el servicio y conducción
ideológica y política de una guerra popular;…
La verborrea sigue;
hueca, gaseosa, difuminada en un cerebro retorcido. Este frustrado hombrecillo
no hubiera pasado a la historia infame, sino hubiera tenido al lado de él a su
primera mujer, Augusta La Torre, la camarada Norah, llamada así por Norah West,
personaje femenino de “La hora veinticinco” del escritor rumano Virgil
Constantin Gheorghiu, novela que había apasionado a Guzmán en su juventud
transcurrida en Arequipa. Fue Augusta La Torre la que cautivó con su verbo y
sus ademanes a masas desprevenidas y sin ninguna formación: campesinos
miserables, desdichados hijos de campesinos, jóvenes pobres de barriadas
pobres, a todos ellos Augusta La Torre supo venderles el cuento de la revolución.
Anouk Guiñé, en su artículo “Encrucijada
de guerra en mujeres peruanas: Augusta La Torre y el Movimiento Femenino
Popular”, manifiesta:
“Augusta fue la parte
más consecuente de ese aparato y es la que demuestra mayor firmeza y fidelidad
a los principios. (…) Lo que hacía Augusta era tomar a las mujeres más
aguerridas, las educaba y las integraba al movimiento. Armamos la sección
femenina del Frente Estudiantil Revolucionario, luego la sección femenina del
Frente de Defensa del Pueblo, luego la sección femenina de las Trabajadoras del
Mercado, la sección femenina de la Federación de Campesinos de Ayacucho, etc. Y
con todas ellas se armaban las convenciones de mujeres (…) Augusta y otras
mujeres del Movimiento Femenino del Pueblo también trabajaron en las zonas
mineras para integrar a la mujer del obrero a los sindicatos obreros y a las
huelgas mineras”.
(Anouk Guiñé, Université du Havre Groupe de Recherches Identitás et
Cultures (GRIC)
Camarada "Norah" |
“Para el marxismo ayer
como hoy la politización de la mujer es el problema clave de su emancipación, y
a ella los clásicos le prestaron especial atención. Marx enseñaba: “Cualquiera que conozca algo de
historia sabe que los grandes cambios sociales son imposibles sin el fermento
femenino. El progreso social puede medirse exactamente por la posición social
del sexo débil” (Carta a Kugelmann, 1856). Y para Lenin la
participación de la mujer es mucho más urgente e importante para la revolución:
“La experiencia de
todos los movimientos liberadores confirma que el éxito de la revolución
depende del grado en que participen las mujeres”.
(Catalina Adrianzen: “El
marxismo, Mariátegui y el movimiento femenino”).
La camarada Norah
capacitó y formó una guardia femenina que, encabezada al principio por ella,
fue protagónica en las devastaciones de poblados y en los atentados en las
ciudades. Robin Kilk, en “Las mujeres de
Sendero Luminoso”, IEP, Lima, 1993, sostiene que no fue casual que en el senderismo haya sido “Una mujer la encargada de dar el tiro de
gracia a los oficiales policiales y militares atacados por los especialmente
entrenados escuadrones de aniquilamiento de Sendero Luminoso. El Senderismo
declara que el cuarenta por ciento de sus militantes son mujeres”. Guzmán,
en una revisión de los años de violencia, resalta el papel de la mujer en el
Movimiento Femenino Popular como uno de los organismos generados “que más ha servido al Partido y el empeñoso
esfuerzo y energías que su plasmación demandaba redundó en resultados inmensamente
mayores que las más altas expectativas imaginadas, lo prueba su grandioso
aporte a la guerra” (Anouk Guiñé, Ibídem, op, cit.). Testimonios brindados
por miembros de Sendero Luminoso que tuvieron relación directa con Augusta La
Torre, la presentan como una mujer con carácter de hierro a la hora de
dirigirse a algún “revisionista”:
“(…) Sus gestos y manos
golpeaban con mucha dureza contra quienes habían expresado tal opinión
“política”. Me impresionó, una vez más, su cólera y sus gestos muy duros que no
había conocido antes en la joven dirigente del PCP. Sus justos razonamientos
eran expresados con tal precisión y cólera comunista, que hacía agachar la
cabeza a quienes habían manifestado y dado a entender que la Junta Militar
fascista [Morales
Bermúdez] tenía un ápice de
revolucionaria. Más aún si alguno de ellos en vez de autocriticarse dejaba duda
con sus intervenciones a medias tintas. Así, la camarada Norah nos hacía ver la
precisa y correcta formación comunista que nos enseña el Presidente Gonzalo, Jefatura
del PCP y la Revolución”.
(Documento “¡Honor
y gloria a la camarada Norah! En su
60° Aniversario”, Miembros del Buró Político del Partido Comunista del Perú,
2006)
Augusta La Torre, según
testimonios de senderistas, se despertaba muy temprano cada día, para preparar
las reuniones con los documentos partidarios correspondientes. Se le veía
caminar de un lado a otro de la habitación, como una fiera enjaulada, pisando
fuerte cada paso y moviendo simultáneamente, brazos y puños como si estuviera
martillando las ideas que pronunciaba como un susurro. Solía increparles a sus “soldados” sus errores con voz
estentórea. Les hacía ver que perdían tiempo buscando masas en las punas
desoladas, apenas pobladas, cuando los numerosos valles andinos se hallaban habitados
por numerosos campesinos insatisfechos de su miseria. El mismo Abimael Guzmán
reconoce las múltiples tareas que Augusta La Torre llevaba a cabo en el
movimiento senderista:
“Norah ¿recuerdas? Los
fragorosos años setentas, duros, difíciles, pero fructíferos, plasmaron tu
desarrollo: la organización del zonal más importante de Lima, la del
departamento de Propaganda, la forja del Comité Zonal Andahuaylas Cangallo,
ejemplo de la preparación de la guerra popular y cuanto por el Movimiento
Femenino Popular, hiciste, son prueba fehaciente. Y en las decisivas luchas
contra la línea oportunista de derecha de “afines” y anarquistas, testigo
inolvidable fue el IX Pleno, y el año setentinueve lo corroboran, tu calidad de
gran dirigente brilló pleno y reconocida. Así, comunista forjada, dirigente
probada ingresaste resuelta a los tiempos de guerra que se abrieron”.
(Abimael Guzmán, “De puño y letra”)
Hombre enfermo desde los
cuarenta años, a Guzmán lo perseguían varios males. Ya le habían diagnosticado
mal de montaña crónico, condición que produce policitemia, una patología que
incrementa notoriamente la cantidad de glóbulos rojos en el torrente sanguíneo
ocasionando dificultad para respirar, mareos, fatiga y dolor de cabeza. Una de
las características de esta enfermedad es producir hipertensión pulmonar lo
cual para quien viva en ciudades de altura supone molestias que afectan incluso
la memoria y el carácter, y que mejoran rápidamente una vez que el paciente
desciende a nivel del mar. El mal de montaña crónico es conocido también como
la enfermedad de Monge, en honor al médico peruano Alberto Monge quien
identificó y describió este mal por vez primera en la década de los años
veinte. Es por esta razón que Guzmán se vio obligado a abandonar la ciudad de
Huamanga que tiene una altitud de 2761 metros sobre el nivel del mar y,
entonces desde Lima, a 550 kilómetros de Ayacucho, le era imposible ocuparse de
las tareas necesarias para dar crecimiento a su organización. En aquel Perú
andino con costumbres feudales, había tres departamentos con los índices
mayores de pobreza y explotación. Ayacucho, Apurímac y Huancavelica. Cuando en
1972 el Banco Central de Reserva elaboro un Mapa de la Pobreza del Perú, reveló
que: “entre las diez provincias más
pobres del país, figuraban tres de Apurímac, una de Huancavelica y dos de
Ayacucho: Cangallo en el segundo lugar y Víctor Fajardo en el séptimo,
precisamente las provincias donde en 1980 se inició la acción armada de Sendero
Luminoso” (Carlos Iván Degregori, “El
Surgimiento de Sendero Luminoso, Ayacucho 1969 – 1979”, IEP, Lima, 1990).
Era este el Perú que conocía muy bien Augusta La Torre y, ante la imposibilidad
de Abimael Guzmán de estar en esos parajes de altura, fue ella quien, con todo
el vigor de sus treinta años, empieza a viajar con frecuencia a Huamanga y a
las ciudades de Cangallo, Chuschi, Vilcashuamán y el valle del río Pampas,
zonas en las que cuatro años después había de estallar el alzamiento
senderista. A sus males ya expuestos, Guzmán sumaba la psoriasis que ya se le
presentó en 1973. Este mal es de origen autoinmune, es decir, el propio
organismo envía células a destruir la piel creyendo que se trata de un tejido
extraño y los signos visibles de esta enfermedad son las escamas acompañadas de
inflamación, dolor, hinchazón y picor en los codos, las rodillas, piernas,
espalda y/o cuero cabelludo. Es una enfermedad, según los dermatólogos, de
curso ondulante, es decir, mejora y empeora sin un patrón determinado, y cuando
la persona que la padece está sometida a situaciones de estrés le asoman
episodios severos. En el caso de Guzmán se añadió también una artritis
psoriática localizada, al principio, en la pierna derecha lo cual dificultaba
su andar. Es por las enfermedades que sufría Guzmán, que Augusta La Torre
Carrasco tuvo que suplirlo en las tareas que este no podía desempeñar en la
región andina. Fue ella también la creadora del mito Gonzalo, la mujer cuyo
fanatismo la llevó a ubicar en un alto pedestal a Guzmán y fue ella, según
declaraciones de militantes senderistas, quien imprimió al senderismo uno de
sus rasgos más notorios: el desmedido culto a la personalidad del Presidente
Gonzalo. Julio Roldán Aquino ha recogido testimonios de militantes senderistas
donde se aprecia la mitificación que se hizo
de la figura de Abimael Guzmán:
“El Presidente Gonzalo
lo ha analizado todo, su fuerza y convencimiento está en lo que dijo y se
cumplió, y sobre todo en la capacidad de prever y anticiparse a los hechos que
van a suceder. No importa si vive o está muerto el individuo de carne y hueso,
lo que interesa al pueblo y a la clase es la enseñanza, el pensamiento, el
mensaje, las líneas trazadas, las vigas maestras, la regla de oro”.
(Declaración a un corresponsal extranjero por un senderista muerte el 19
de junio de 1986).
Otro entrevistado en
torno a la figura de Guzmán declaraba:
“Las enseñanzas y la
energía del Presidente está en cada momento y en cada acción, en el instante
del triunfo y la derrota momentánea, está en la prisión y en los momentos de
tortura, en la reunión clandestina, en el enfrentamiento armado, en la hora que
se avecina la muerte; allí está guiando, orientando, dando valor y confianza.
Está en los volantes y documentos del Partido, en las fechas y en los símbolos,
y también en el momento de alegría y el placer”.
Otro militante:
“Yo como individuo no
soy nada, con las masas y aplicando el Pensamiento Gonzalo, puedo ser héroe
muriendo físicamente por la revolución, viviré eternamente”.
(en, Gonzalo
el mito”,
Julio Roldán Aquino. Lima, agosto de 1990)
Pero a Abimael Guzmán no
le faltaron intelectuales que elevaran su figura y que hasta predijeron el
triunfo de la “Guerra popular”. El
antropólogo ayacuchano Manuel Jesús Granados, para gratificar la importancia
que tenía el “Pensamiento Gonzalo”,
construyó la siguiente figura:
“Haciendo una
comparación, se puede afirmar que la revolución es un hombre. La cabeza es el
Presidente Gonzalo, el cuerpo es el Partido Comunista del Perú, y los brazos y
piernas son el Ejército Guerrillero Popular. Pero el Partido Comunista del Perú
y el Ejército Guerrillero Popular no son nada sin el Presidente Gonzalo. Él
encarna la totalidad, dando la certeza de una futura Victoria final”.
(Manuel Jesús Granados, El
Partido Comunista Peruano – Sendero Luminoso: Aproximaciones a su ideología”, en revista, “Socialismos y Participación”, 1987,
N° 37)
Y resaltando la idea, el
mensaje, la orientación, concluye así:
“Una vez creado el
gran mito subjetivo, ya no tendrá
importancia que el Presidente Gonzalo sea capturado o muerto. Otros serán los
encargados de aplicar su pensamiento y si es posible, desarrollarlo dentro de
los canales previstos hasta conseguir el triunfo de la revolución”.
(obra citada)
No pocos intelectuales
se refirieron a Guzmán en términos alturados en la época del apogeo del
senderismo. He aquí algunas perlas:
“… me di cuenta que
había un plan extraordinario que estaba siendo seguido punto por punto, de
etapa en etapa y ganando tiempo y espacio.
Luciano Metzinger
“Si Abimael Guzmán y el
camarada Gonzalo son la misma persona, entonces, quien viene dirigiendo este
gran acontecimiento histórico, es un hombre de inteligencia superior, de
voluntad y disciplina inquebrantables.
Miguel Gutiérrez
“No se puede entender a
Sendero Luminoso sino se atisba siquiera la personalidad, sin duda,
extraordinaria de su fundador y líder máximo, Abimael Guzmán Reinoso”.
Enrique Chirinos Soto
“Arequipa ha sido pobre en
muchas cosas, menos en producir hombres. Guzmán es uno de ellos. Creo que, en
el Perú, su nivel está al lado de Mariátegui”.
Miguel Ángel Rodríguez Rivas.
“Un hombre brillante, un
gran polemista, poseedor de retórica precisa… Como profesor era brillante, como
expositor excelente,… muy disciplinado y ordenado, poco proclive al ocio,
estaba buscando siempre qué hacer y hablando sobre lo que había que hacer”.
Guillermo Lumbreras.
Caído los velos del
tiempo y vistos los hechos con los ojos de hoy, nos parece que algunos
intelectuales, por más lumbreras que sean, confunden retorica con verborrea,
polemista con monómano. Para el dinamitero Guzmán no cabía oposición, discusión
o crítica a lo que él decía, todo el que no estuviera de acuerdo con su
discurso mesiánico era tildado de “revisionista”, palabreja que la llevaba
prendida siempre del ojal. Compararlo con Mariátegui es un disparate, cuesta
imaginar al Amauta ordenando:
“Como práctica destripar
personas incluyendo mujeres embarazadas o niños para exponer sus intestinos
frente a sus familiares; amarrar a un poste en la plaza pública a modestos
alcaldes, gobernadores o simples líderes cotidianos para apedrearlos o atarles
petardos de dinamita a la cintura para que sus familiares busquen palmo a palmo
algún pedazo para darle una mínima sepultura; entregar un cuchillo a un
familiar para que lo hunda en el cuerpo de un padre, un hermano, un sobrino;
arrastrar a campesinos propinandoles espaciados golpes con piedras para alargar
su agonía; degollar personas para exhibir sus cabezas sobre estacas al borde de
las carreteras; o masacrar poblados enteros como Lucanamarca y Soras”.
(Umberto Jara, “Abimael, el Sendero del terror”)
Como buen discípulo de
Mao Tse – Tung, Abimael Guzmán aplicó el arma más temible de su maestro: la
crueldad. Un ejemplo de las atrocidades del líder chino aconteció en 1948,
cuando avanzó sobre Changchun, en Manchuria, y no consiguió tomarla mediante el
ataque directo, Mao dio la orden de sitiarla por hambre. Lin Biao, comandante
de Mao destacado allí, dijo el 30 de mayo: “Hay
que convertir Changchun en una ciudad de la muerte”. El comandante que
defendía la ciudad era un héroe de la guerra contra Japón, Zheng Donggno, quien
se negó a capitular. Donggno, sabiendo que era difícil alimentar a los
quinientos mil civiles, intentó evacuarlos. La orden de Mao fue tajante: “Impidan por todos los medios que los
civiles abandonen la ciudad”. Mao veía en la muerte de los civiles una
presión para que Zheng Donggno se rindiera. Aunque Mao carecía completamente
como Guzmán de compasión, sabía utilizar este sentimiento para manipular a los
demás. Zheng supo resistir hasta el final. Tres meses después del bloqueo, Lin
Biao informaba a Mao:
“El bloqueo […] ha
producido estupendos resultados y ha generado una grave hambruna en la ciudad
[…] Los civiles no pueden alimentarse más que de hojas y hierbas y muchos han
muerto ya de hambre […]. Nuestra principal política ha consistido en impedir la
salida. […] En primera línea, colocamos un centinela a cada 50 metros, además
de alambradas y vallas, y bloqueamos todos los huecos […] A los que conseguían
salir, los convencíamos para que volvieran […] A mediodía que la inanición se
iba agravando, los hambrientos […] escapaban como podían y cuando los traíamos
de vuelta los dejábamos en tierra de nadie […] Muchos morían de hambre allí
mismo. En solo [uno de los sitios] se produjeron 200 muertes […]
(“Mao,
la historia desconocida”, Jung
Chang y Jon Halliday)
Esta política fue tan
cruel que los soldados de Lin Biao se resistían a aplicarla. Lin le escribe a
Mao:
“La gente que se estaba,
muriendo de hambre se arrodillaba frente a nuestros soldados en masa,
suplicándoles que los dejaran salir. Algunos dejaban a sus bebés frente a las
tropas y se marchaban, otros se ahorcaban en los puestos de vigilancia. Los
centinelas no podían soportar la visión de tanto sufrimiento. Algunos se
arrodillaban junto a los hambrientos y lloraban con ellos […] otros dejaban
salir clandestinamente a algunos refugiados. Tras corregir esta conducta,
descubrimos una tendencia distinta. Los soldados empezaron a golpear, violar y
apresar refugiados [para hacerlos volver], llegando a abrir fuego sobre ellos y
causando muchas muertes”.
(obra citada)
Al final del quinto mes
de asedio, la población civil había descendido de medio millón a 170,000
habitantes. Un veterano del ejército asediado ha dejado testimonio de lo que
sentían sus camaradas en ese momento:
“Cuando desde fuera de
la ciudad oímos que mucha gente había muerto de hambre, no nos impresionó
mucho. Habíamos ya tantos cadáveres amontonados que teníamos el corazón
endurecido. Estábamos inmunizados. Pero cuando entramos en la ciudad y vimos o
que realmente había pasado, quedamos destrozados. Muchos de nosotros
llorábamos. Otros muchos decían: se supone que luchamos a favor de los pobres,
pero, de todos estos muertos que hay aquí, ¿cuántos son ricos?, ¿cuántos son
nacionalistas?, ¿acaso no son todos pobres?
(obra citada)
Como se aprecia en este
testimonio, no se trataba de un ejército, muchas veces, fanatizado. Había
espacio para la reflexión, lo cual no se daba, y los hechos lo han demostrado,
por parte de los desquiciados miembros de Sendero Luminoso, quienes haciendo
suya la célebre consigna de Mao Tse – Tung “El poder nace del fusil”, operaron
a sabiendas de que, para los pobres, ese mensaje era impactante, atractivo,
porque les brindaba una esperanza; y, cuando no se tiene nada y sientes que
todo te ha sido expoliado, una esperanza es siempre una luz que hay que tomar.
Llega el momento en que los desposeídos de antiguo sienten que arriesgar la
vida por un ideal es apenas una de las tantas formas en que se nos presenta la
muerte que, igual, los terminará visitando ya sea por hambre o por enfermedad.
Esos mensajes de Abimael Guzmán calaron en la mente de una bárbara caterva que
encontró una excusa para incurrir en una violencia como la que aplicó Mao en
China. Estos fanáticos senderistas repetían frases hechas; incapaces de
articular un conjunto de ideas razonables, decían luchar por una “revolución” y por una bandera que jamás
habían visto. Se dedicaron a matar sin justificación alguna a gente inocente
que, según el desquiciado líder senderista, eran “revisionistas”. Cometieron masacres por un inexistente Pensamiento
Gonzalo; arrasaron poblados andinos por un Pensamiento Mao que no sabían
explicar; accionaron criminales cochesbomba por la ficción de estar
conquistando una ciudad; y, en vez de la senda luminosa prometida, trajeron
años de sombra, miseria, sangre y sufrimiento. ¿Cuál fue la “retorica precisa” de este azota pueblos
llamado Abimael Guzmán Reinoso? Escarbemos en su verborrea algunas frases
alucinatorias, llenas de sandeces.
“Una Gran Revolución
Cultural Proletaria, el más grande movimiento político de masas de la historia
(…) fijó el rumbo a seguir a partir de las grandes movilizaciones de masas
impulsadas por las organizaciones de “guardias rojos” que recorrieron todo
China y las gigantescas concentraciones y mítines de millones en las
principales ciudades chinas y
especialmente en Pekín. Se desarrolló con la “Tormenta de enero” (1967) en que el
proletariado de Shanghái destruyendo el poder burgués de los usurpadores
revisionistas (…) volvió a restablecer la dictadura del proletariado en toda la
República Popular China, mediante los “Comités de Triple Integración Revolucionaria”:
Cuadros del Partido probados, soldados y masas. En síntesis, la Gran Revolución
Cultural Proletaria es la más alta cumbre de la revolución proletaria mundial;
queda y quedará para los comunistas y revolucionarios (…) como la más alta
cumbre de la revolución proletaria mundial en el siglo XX”.
(Manuscrito de Abimael Guzmán)
Estas parrafadas deben
haber sonado a los seguidores de Guzmán como una sopa de disparates difícil de
digerir. Sigamos con el “Pensamiento Gonzalo”:
“Hoy es el día de la
jura de la bandera; pero, la nuestra es Bandera Roja, tiene un distintivo: la
hoz y el martillo. Nuestra Bandera es absolutamente roja; siempre los que se
levantan tienen banderas rojas. (…)… quince mil millones de años lleva la
Tierra para generar el Comunismo, ¿cuánto dura un hombre?, mucho menos que el
simple parpadeo de un sueño; no somos sino una pálida sombra y pretendemos
levantarnos contra todo ese proceso de la materia; seremos un sueño a fenecer. Burbujas
ensoberbecidas ¿eso queremos ser? ¿una parte infinitesimal que quiere
levantarse contra quince mil millones de años?, ¡qué soberbia, qué putricción!
(SIC), viejo mar envejecido, podrido por el tiempo, feudal, burgués,
imperialista, aguas negras en descomposición. ¿Qué más es? Fetidez, ridículo.
¡Seamos pues materialistas! ¡Comunistas! demostrémoslo, eso es necesario”.
(Abimael Guzmán Reinoso, discurso “Por la nueva bandera”, IX
Pleno Ampliado del Comité Central, 7 de junio de 1979)
El discurso sensiblero
es muy eficaz en la política y por lo dicho, Guzmán lo sabía. La historia nos
ha dado muchos ejemplos de líderes mesiánicos (Napoleón, Hitler, Stalin, Mao,
Mussolini) que lograron imponer sus ideas, con más facilidad cuando sus oyentes
carecían de una formación política, de un pensamiento crítico o ignoraban
conceptos básicos que les permitieran evaluar aquello que se les estaba
diciendo. Es por eso que ante esos pequeños grupos de gente ignorante, pero de
necesidades urgentes para salir de la miseria, el eufórico líder senderista consiguió
varios objetivos: impuso su deseo de preparar, con premura, el comienzo de la
lucha armada y fue ungido como el Presidente Gonzalo, artífice del partido y guía
de la inminente revolución. En su discurso “Comenzamos
a derribar los muros y a desplegar la aurora”, II Sesión Plenaria del Comité
Central, 28 de marzo de 1980, encontramos dinamitas verbales con pólvora mojada
que debe haber puesto bizco a más de un oyente iracundo y confundido:
“Existe miseria y está
junto a fabulosa riqueza, hasta los utópicos lo sabían que ambas andan juntas:
ingente y desafiadora riqueza junto a denunciadora y clamante pobreza. Y es así
porque la explotación existe. La explotación está uncida a la opresión y esta también
existe, asesina a las masas, las consume por el hambre, las aherroja, las degüella,
pero las masas no son corderos, están formadas por hombres agrupados en clases
que se organizan, generan sus partidos y estos sus dirigentes (…) Hemos predicado,
llamado a las armas, a la lucha armada. Nuestra voz no ha caído en el desierto,
la semilla cayó en buen surco, comienza a germinar”.
¿En algún momento, este
incendiario maoísta tomó alguna pistola y se enfrentó a la policía o al ejército?
No, claro que no. Él vivía en Lima en cómodas residencias, fumando Winston
Light, bebiendo Whisky de marca y bailando la “Danza del Zorba” de Theodorakis. Para la lucha armada tenía sus
tontos útiles, sus cándidos oyentes, sus ingenuos “soldados”. Sigamos con las palabras de este “pensador de alcoba”:
“Las voces que lanzamos
son ecos poderosos, crecientes, voces que atronarán nuestra tierra. Aquellos a
quienes dijimos ponerse en pie, levantarse en armas, sembrando en su voluntad,
responden: estamos prestos, guíennos, organícennos, ¡actuemos!, y cada vez nos
requerirán más. O nosotros cumplimos lo que prometimos o seremos hazmerreír,
fementidos, traidores. Y eso no somos nosotros (…) Que las acciones armadas
confirmen nuestra prédica, que nuestra sangre se junte con la sangre de los que
tienen que verterla; no tenemos derecho a que esa sangre tirite sola, que su
frío se acune con la tibieza de la nuestra. O no somos lo que somos (…) es como
un largo camino, es como el andar, mover un pie te exige mover el otro y otro y
si te cansas no es para quedarte sino para tener suave y calmo descanso y
seguir ascendiendo”.
“Que nuestra sangre se junte con la sangre de los que tienen que
verterla”, dice Abimael
Guzmán Reinoso, alias, “Pensamiento
Vendehúmos”. Pasada la barbarie y conocedores de sus eruditos discursos,
nos damos cuenta que Guzmán debería estar en un sanatorio para enfermos
mentales y no en una cárcel. Pero sigamos con la palabra del “Presidente
Gonzalo”:
“Mañana la materia nos
recogerá en su bélica paz, allí es donde podremos descansar definitivamente (…)
Hagamos acciones militares. Fogueémonos en ella. De novatos que somos devendremos
experimentados. Que tus manos desarmadas arrebaten las armas de quienes las
tienen aplicando la astucia y guiadas por ideas claras (…) Vamos a actuar en
boicot, cosechas, invasiones, sabotajes, terrorismo y principalmente en
acciones guerrilleras. Ese es nuestro destino, nuestra necesidad. Todos hemos
firmado: que florezca la violencia concretada en el Inicio de la Lucha Armada,
llevémosla adelante mediante grupos armados; comenzar por los grupos sin armas,
de esas ardientes semillas brotarán ardientes girasoles (…) Así la aurora
aposentará en nuestra patria”.
DEMÓCRATAS Y REPUBLICANOS
En el siglo XX y lo que
va del XXI, los Estados Unidos ha intervenido o generado no pocos conflictos
bélicos a nivel mundial. Haciendo un recuerdo, notamos que los gobiernos
demócratas han coincidido con más guerras amargas y costosas que los
republicanos. Lo curioso es que los demócratas (considerados como izquierda)
tienen la idea de evitar participar en conflictos y guerras extranjeras
abordando los problemas internacionales a través de organismos como la
Organización de las Naciones Unidas. Durante el régimen de Woodrow Wilson (1913
– 1921) se produjo la Primera Guerra Mundial, durante el de Franklin Delano
Roosevelt (1933 – 1945) la Segunda Guerra Mundial y durante el segundo gobierno
de Harry S. Truman (1945 – 1953) la Guerra de Corea, y durante el gobierno de Jhon
F. Kennedy (1961 – 1963) la terrible Guerra de Vietnam.
Por el lado
republicano, durante el gobierno de George Bush padre (1989 – 1993) la Guerra
del Golfo y durante el gobierno de George Bush hijo (2000 – 2009) la Guerra de
Irak. La ventaja de los demócratas es clara, pero más claro es aún el espíritu
belicoso de aquel país que se enorgullece de llamarse Estados Unidos.
EL IMAGINARIO POPULAR
La historia está plagada
de infundios, de tergiversaciones, de amañamientos. Esta lacra tan propia de
los pueblos atrasados, con altos índices de ignorancia, crea en el imaginario
popular una serie de mitos falsos que quedan prendidos en los anales históricos
como una lapa. Uno de estos mitos se ha creado sobre la imagen de Alberto
Fujimori Fujimori, un advenedizo de procedencia dudosa que, en base a mentiras,
fraudes y falsas promesas se hizo de la presidencia del Perú, convirtiéndonos
en uno de los países más corruptos del mundo. Ni mil infiernos podrían saldar
los delitos que este forajido le ha infligido al Perú. El periodismo prostituto
que Montesinos y Fujimori compraron al peso, contribuyó a que se difundiera a
la opinión pública falsas creencias en diversos sectores sociales que fueron
alimentando preferencias electorales a favor de esa organización criminal
llamada fujimorismo. “La gente adora al
chinito porque acabó con el terrorismo y mejoró la economía”. Así como se
crea entre los niños la creencia de Papa Noel, la cigüeña que trae a los niños,
el ratón Pérez que pone dinero bajo la almohada por los dientes de leche o la
existencia de un Dios que ve todas nuestras acciones, así se creó entre el
pueblo la creencia de que el chinito era el salvador del Perú, el mesías tan
esperado para sacar al Perú de su atraso, que iba a poner mano dura y acabar
con la anomia que nos había convertido en una nación insegura y miserable.
Analicemos los hechos:
a)
Cuando
Fujimori llega al poder, ya las Fuerzas Armadas había implementado una nueva
política antisubversiva que venía aplicando desde hacía algunos años. Por otro
lado, es la policía que con su grupo policial de la Dirección contra el
terrorismo (DIRCOTE), conocido este grupo como el GEÍN al mando del general
Ketín Vidal, quienes capturan a Abimael Guzmán. Fujimori y Montesinos, para que
no les hagan sombra y atribuirse logros que ellos no habían ameritado, dan la
espalda a Ketín Vidal y a su grupo. La documentación que existe nos permite
concluir que desde el inicio de su gobierno, Fujimori reforzó al Ejército y
debilitó la Policía en la lucha contra el terrorismo. Con el pretexto de
eliminar de la policía a malos elementos vinculados al narcotráfico, pasó al
retiro a infinidad de oficiales, incluyendo a policías capaces y honestos que
sabían que no se someterían a los nuevos planes de Fujimori y Montesinos,
siendo reemplazados por oficiales militares serviles y corruptos. Aún más,
quitaron a la policía la administración de los fondos que recibía el Perú de
parte de los Estados Unidos para la lucha contra el terrorismo y la
transfirieron al ejército. Lograban así, Fujimori y Montesinos, reducir la
importancia del rol que había tenido la Policía en la lucha contra la
subversión y el narcotráfico (Gonzalo Salas, “El crimen de Pedro Huilca – 25
años de impunidad”). Era claro ya, el bolsiqueo que Fujimori y su socio
Montesinos con la complacencia de Ernesto de Bari Hermoza, jefe del Ejército,
comenzaban a hacer en las arcas del Estado.
b) Las privatizaciones que se llevaron a cabo en la
década de 1990, arrastró una corrupción generalizada y sistemática. Los
fraudulentos manejos financieros y económicos que desencadenaron en la crisis y
la recesión en los últimos años de la década, nos indican como Fujimori,
Montesinos y De Bari Hermosa, amasaron increíbles fortunas a través de un
latrocinio cuyo nivel superó a la de todos los demás gobiernos de la historia
moderna. Mucho dinero de los fondos de la privatización de las empresas
estatales no fue utilizado para fortalecer la economía, sino que la mayor parte
de ese dinero fue desviado mediante un manejo corrupto, sin controles ni
fiscalización, para la satisfacción de los intereses personales y electorales
de Fujimori (Alfonso W. Quiroz, “Historia
de la corrupción del Perú”).
c)
Hay
una verdad indiscutible: Fujimori siempre careció de la legitimidad legal y del
respaldo social requeridos para gobernar al país. La forma como Fujimori llegó
al poder y logró dos veces su reelección a la presidencia de la república fue a
través de la ilegalidad y el fraude. La desenfrenada corrupción estaba dirigida
a satisfacer la codicia personal y a contar con recursos para el soborno y el
manejo tramposo de las campañas electorales reeleccionistas planificadas por
Montesinos y Fujimori desde el inicio de su gobierno.
“Montesinos se convirtió en el asesor de confianza
de Fujimori y en el jefe de facto del SIN [Servicio de Inteligencia Nacional]
en julio de 1990. Los jefes formales del servicio de inteligencia pasaron a ser
simplemente figurativos. El poder encubierto de Montesinos estaba más allá de
la supervisión o control institucional. Desde su cargo no oficial, el asesor espía
ejercía una influencia indebida, tomando decisiones de poder invisible detrás
de la presidencia del país. Montesinos aprovechó los vacíos institucionales en
colaboración con un presidente en vulnerable posición política, dispuesto a
minar las normas constitucionales y ejercer el poder ejecutivo sin límites.
Fujimori no contaba con un partido político coherente y sus partidarios no
tenían la mayoría en el Congreso. Además, Montesinos alimentaba la inseguridad
del presidente alarmándole con supuestas conjuras para deponer y asesinarle”.
(“Historia de la corrupción en el Perú”. Alfonso W. Quiroz).
Los miembros de la sala constitucional de la Corte Suprema acudieron al
SIN a entrevistarse con Montesinos para tratar sobre el borrador de una
resolución favorable a la apelación de Fujimori para postular a la presidencia
por tercera vez. Previo soborno, los miembros de la Corte Suprema aprobaron la
resolución judicial respectiva. En 1999 se sobornó a las autoridades
electorales. En este acto fraudulento estuvo involucrado el mismo jefe de la
Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE), José Portillo, y el
congresista fujimorista Absalón Vásquez. Se falsificaron un millón de firmas
necesarias para la inscripción de Perú 2000, un nuevo partido político de
Fujimori. Jorge Avendaño en “Como
Fujimori jodió al Perú”, escribe lo siguiente:
“La captura del Poder Judicial y del Ministerio
Público sirvió no solamente para que Fujimori se perpetuara en el poder. Sirvió
también para que Montesinos y otras personas (entre las cuales podría estar el
propio Fujimori) se llenaran los bolsillo de dinero mal habido [el tiempo ha confirmado que Fujimori también era
partícipe del negocio]. La utilización política del sistema judicial consistió
básicamente en:
1.
Denunciar
penalmente a los enemigos del régimen.
2.
No
denunciar penalmente a los amigos del régimen (ambos asuntos los decidía el
Ministerio Público.
3.
Sentenciar
penalmente a los enemigos y absolver a los amigos.
4.
Resolver
favorablemente al gobierno los casos de contenido político, preferentemente
acciones de amparo que pretendían impedir el comportamiento abusivo del
gobierno.
5.
Resolver
favorablemente al gobierno los asuntos que pudieran llegar por violación de los
derechos humanos.
6.
Resolver
favorablemente las denuncias por tráfico de drogas que se formularan contra
miembros del gobierno o de las Fuerzas Armadas. También se utilizó
políticamente el sistema judicial para resolver en contra de los enemigos del
gobierno casos aparentemente societarios como el del canal 2.
Pero además,
decíamos hubo una utilización del aparato judicial para cobrar coimas a los
litigantes, a cambio de un fallo favorable; o chantajear exigiendo el pago de
una suma de dinero bajo la amenaza de una sentencia desfavorable. Para estos
efectos el gobierno de Fujimori creó todo un aparato de corrupción dentro del
Poder Judicial y el Ministerio Público. Se valió para ello de las famosas
Comisiones Ejecutivas y de ciertos jueces y fiscales a los que colocó en
puestos claves dentro de la estructura judicial. En el Ministerio Público el
instrumento fue Blanca Nélida Colán. En el Poder Judicial habría sido Alejandro
Rodríguez Medrano, quien ya ha sido suspendido en sus funciones judiciales por
la Corte Suprema en momentos en que escribimos estas líneas”.
[Como buen
alumno de Fujimori, Alan García, heliogábalo en la comida y voraz en la rapiña,
hizo algo similar a Fujimori en los famosos narcoindultos. El expresidente de
la Comisión de Gracias Presidenciales, Miguel Facundo Chinguel, fue acusado de
recibir dinero por conmutar la pena de sentenciados por narcotráfico en el
segundo gobierno de Alan García. La Sala Penal de Apelaciones emitió un fallo
que absolvió al expresidente de la Comisión de Gracias Presidenciales de la
primera imputación. Así recortaron los años de cárcel del exdirigente aprista,
que ahora solo cumplirá nueve años de condena. Saldrá el 22 de julio de 2022.
Alan García liberó durante un segundo gobierno a más de 1,000 presos por
narcotráfico agravado. Es la mayor excarcelación que se conozca en el mundo.
García justificó su decisión apelando a la piedad cristiana para dar a los reos
una segunda oportunidad y aliviar la sobrepoblación carcelaria en el Perú].
De modo que
asumir que el fujimontesinismo gozaba de toda la popularidad es un cuento
chino. Esta usurpación de Poder Judicial pinta de cuerpo entero lo mafioso que
es Alberto Fujimori, quien ahora lloriquea con una cobardía que contrasta con
la soberbia y malignidad con que ha prostituido al Perú.
d) Para nadie es extraño que la dictadura de Alberto Fujimori
y su siamés, Vladimiro Montesinos Torres, estuvo marcada por el terror y la
inseguridad ciudadana. Con el falso pretexto de refrenar la subversión,
utilizaron el poder omnímodo del que gozaban, para acosar a sus opositores
políticos, personas inocentes que nada tenían que ver con el terrorismo de
Sendero, a quienes no compartían la política corrupta del gobierno y
denunciaban sus actos de corrupción. Se secuestró, se torturó, se asesinó y se desapareció
a mucha gente con el fin de neutralizar toda oposición. Cuando la primera dama,
Susana Higuchi, denunció ante la opinión pública a comienzos de 1992 la apropiación
de las donaciones japonesas por parte de familiares del japonés mafioso, fue
acusada de inestable mental y fue mantenida prisionera en el Palacio de
Gobierno. Sus hijos, incluidos Keiko y Kenji Fujimori, hicieron de la vista
gorda y se pusieron del lado del déspota de su padre, lo que en su momento
causó indignación entre los peruanos. Keiko Fujimori, dando muestras de ambiciones
que van más allá del amor maternal y de justicia, se convirtió de inmediato en
la Primer Dama de la República. Más escandalosa fue la amnistía que Fujimori otorgó
a los asesinos procesados por delitos contra los derechos humanos, entre los
que estaban los miembros del Grupo Colina, ese grupo de asesinos dirigidos por
Montesinos y con la anuencia de Fujimori. Este grupo Colina se hizo conocido
por las matanzas de la Cantuta y Barrios Altos.
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